29 de septiembre del 2023

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Galerías

Fotogramas al óleo

El museo de arte moderno de Medellín (MAMM) presenta, por primera vez en Colombia, una retrospectiva de la artista estadounidense Karen Lamassonne, quien hizo parte del recordado Grupo de Cali.

“EN CALI, experimenté con técnicas que no había usado antes. Conocí personas con las cuales teníamos las mismas inclinaciones. Fue una época de una intensa creatividad que me ha dejado la posibilidad de seguir alimentándome ese deseo. El auto-self service, como dicen por ahí”. 

Quien habla es Karen Lamassonne, la artista multidisciplinar que, sin importar sus residencias en Estados Unidos, Francia e Italia, mantiene en su corazón la Cali de los años ochenta, esa que expresa en sus lienzos y guarda en los cientos de registros fotográficos de la ‘Caliwood’ que nunca volverá.

Estas y otras obras hacen parte de Ruido / Noise la exposición que reúne por primera vez en el país una selección de pinturas, dibujos, collages y videoinstalaciones creadas por la artista desde 1974 hasta la actualidad. Piezas donde las piernas desnudas son símbolo de la libertad femenina, donde el autorretrato no es más que un grito de intimidad y donde la cotidianidad es un ingrediente esencial. 

Karen nació en Nueva York en 1954 y pasó su infancia entre Colombia y Estados Unidos. Empezó a dibujar desde pequeña y a sus 18 años regresó a nuestro país. Con rapidez, se hizo a un lugar en el circuito del arte nacional, gracias a exposiciones colectivas e individuales. Luego vino una larga estadía en Roma y París, y tras sostener una relación amorosa con Luis Ospina, se mudó a Cali en 1980. Comenzó así una década en la que fue directora de arte en algunas películas de “los caleños”. Actualmente, vive en Atlanta y viaja con frecuencia por el mundo a exhibir sus memorias artísticas.

Mi obra siempre ha sido autorreferencial, una representación de lo que me rodea y sucede. Mi espacio también es importante en mis composiciones. Mi diario vivir está presente, sean escenas del baño o momentos en la cocina. Porque yo uso el baño y la cocina todos los días”, expresa Karen.

Justo cuando el Museo de Arte Moderno de Medellín está cumpliendo 45 años de operación, presentamos un abrebocas de esta muestra, disponible hasta el 1 de octubre. Su organización estuvo a cargo del MAMM, en colaboración con el Swiss Institute de Nueva York y KW Institute for Contemporary Art de Berlín.  

Fotos cortesía Museo de Arte Moderno de Medellín. 

Vanguardia Amurallada

NH galería ha logrado que Cartagena no sea únicamente una joya patrimonial en donde se conserva el pasado, sino también una vitrina para los lenguajes más contemporáneos del país. Es verdad que Cartagena es una joya cultural: el pasado lejano está congelado en sus calles patrimoniales y, como buena ciudad caribeña, es un crisol de procedencias, de idiomas, sabores, ritmos y etnias cuyas raíces se despliegan por todo el planeta. Eso, sin contar la reverberante sociedad que la habita hoy, tan diversa y rica como agobiada por problemas de inequidad, pobreza y deficiente administración pública.

Sin embargo, también es cierto que la Heroica no ha sido nunca una ciudad en donde predominen los museos y galerías dedicadas a los lenguajes contemporáneos del arte, pese a esfuerzos históricos realizados por artistas como Enrique Grau y Alejandro Obregón —impulsores del hoy Museo de Arte Moderno de Cartagena, MAMC—. Es solo desde hace pocos años que galeristas, gestores culturales y curadores están apostándole a esa ruta. Una que —cómo iba a ser que no— está encontrando terreno fértil, de lo cual dan fe los organizadores del Circuito de Arte de Cartagena, realizado desde hace un par de años.

En ese contexto, NH Galería ha sido fundamental, allí, en su esquina de la ciudad amurallada —y frente a la muralla—, donde abrió sus puertas en 2011. Desde entonces, este espacio sobrio, limpio, de doble altura —que recuerda a las más reputadas galerías de Wynwood, en Miami, quizá por el contraste con el clima al exterior—, no solo ha sido un recurso de esparcimiento cultural para el cartagenero ni únicamente un foco de comercio de obras. También ha supuesto un recurso académico para docentes locales de arte y carreras afines; ha posicionado al arte moderno y contemporáneo colombiano ante los miles y miles de turistas internacionales que la Heorica recibe al año, y, sobre todo, ha propuesto una senda: la de que Cartagena no solamente se conserve como la urbe patrimonial, sino que también se convierta en ágora para nuevos lenguajes creativos y todos los debates que este suscita.

Pocos saben que detrás de la apertura y consolidación de esta galería hay una historia de más de cuatro décadas. Su dueña y fundadora, Nohra Haime, transita los intricados caminos del comercio de obra desde principios de la década de los ochenta, cuando abrió su primer espacio en Nueva York: La Nohra Haime Gallery, ubicada en Chelsea, a pocas cuadras del Rubin Museum of Art. De hecho, recientemente se celebraron allí los 40 años de esa iniciativa, con una muestra de igual número de obras. “Me gustan los artistas que, con pasión, buscan un mundo mejor. Pero que, en vez de criticarlo, de una manera u otra ayudan a mejorar”, le dijo la galerista a REVISTA CREDENCIAL.

Estas páginas son un homenaje al espacio cartagenero, que es, a su vez, una ventana hacia la mente curatorial de su fundadora. La selección a continuación comprende nombres y creaciones que han pasado por sus áreas y paredes desde su fundación, hace 12 años. Fotos cortesía NH Galería. 

Lectura sobre lienzo

La casa Gómez Campuzano es la extensión de la Biblioteca Luis Ángel Arango en el norte de Bogotá. Es también una enciclopedia visual sobre uno de los más representativos artistas colombianos de principios del siglo XX.

Las paredes de esta casa se adornan con paisajes de la sabana, retratos que evocan la sensualidad femenina y rostros de la clase alta del siglo XX. Lienzos que son huellas de la vida y obra del artista colombiano Ricardo Gómez Campuzano, que se inspiró en su propio país para dejar cientos de pinturas que hoy se exhiben en los salones del que alguna vez fue su hogar.

La casona que lleva el nombre del artista fue construida en 1944 y su diseño se inspiró en las viviendas españolas de la época. El hombre vivió y trabajó en ella durante casi 40 años y en 1978 abrió sus puertas al público tras la creación de la Asociación Cultural Ricardo Gómez Campuzano. Desde 2001, administrado por el Banco de la República, este lugar reúne la colección de más de 400 obras del pintor y la biblioteca privada del economista y abogado Alfonso Palacio Rudas, donada en 1997 a la Biblioteca Luis Ángel Arango.

La exposición permanente titulada Ricardo Gómez Campuzano. Visiones de nacionalismo en el arte colombiano se divide en cinco ejes temáticos que dan cuenta del interés artístico del pintor y su deseo por enmarcar escenas de un pasado que nunca volverá.

95 años de ovaciones

El Teatro Municipal Enrique Buenaventura es una de las vitrinas más portentosas para la expresión artística de Cali. 

EL CENTRO CULTURAL de Cali, ese que diseñó Rogelio Salmona para la capital del Valle del Cauca y que se inauguró en 1990, dialoga de día y de noche con otra fachada monumental en un rico contraste arquitectónico: la del Teatro Municipal, un edificio de estilo neoclásico, que con sus cornisas talladas, y las grandes esculturas que adornan su parte superior, tiene aura de monumento nacional, tal como fue declarado en 1982.

La primera piedra del teatro se puso en 1918 y diez años después se abrieron las puertas a la ciudadanía. Hoy, cada vez más cerca de su centenario, es uno de los escenarios más importantes para una urbe vibrante de expresión en todos los lenguajes del arte.

Además de ser la locación para cientos de conciertos, obras de teatro y de danza, se trata de un refugio para objetos de incalculable valor traídos, principalmente, de Italia: un piano de cola —el primer instrumento de esta categoría que llegó a Cali— y varias obras de arte del pintor payanés Efraím Martínez inspiradas en María de Jorge Isaacs. Fotos cortesía Teatro Municipal Enrique Buenaventura. 

Leonora Carrington: la novia del viento

El Museo de Arte de Tolima exhibe por primera vez la más completa retrospectiva de una de las artistas surrealistas con mayor relevancia en el siglo XX.

 

Leonora Carrington (1917- 2011) siempre luchó por su libertad. Lo hizo mientras estudiaba en conventos católicos de Inglaterra; cuando cortó lazos con su padre para convertirse en pintora profesional y cuando escapó de un hospital psiquiátrico en España después de huir de Francia en plena Segunda Guerra Mundial. Viajó por el mundo, por decisión y obligación, con una creatividad inquebrantable. Se asiló en México desde 1942 y fue allí donde su mundo surrealista echó raíces.

Además de hacer pinturas, grabados y esculturas, esta mujer se dedicó a la elaboración de joyas y asimismo, su magia quedó impregnada en novelas, cuentos y obras teatrales de su autoría que hoy son conservadas por el Consejo Leonora Carrington en ese país. Gracias a este archivo, las piezas de la artista cruzan fronteras y actualmente se exhiben en el Museo de Arte de Tolima (MAT) en la exposición Looking in el mundo de Leonora Carrington. La muestra, que reúne dibujos, litografías, grabados y esculturas, fue curada especialmente para este espacio y es, hasta el momento, la muestra más completa que se ha hecho de Carrington en Colombia. Adelantada a su tiempo, amante de los animales y acompañada de seres fantásticos y espirituales, las obras de esta mujer son un eco de sus propias palabras: “Yo las hice… Y ahí están, para que ustedes las interpreten a su manera”.