El abrazo de El Oso
EL OSO SE LEVANTA temprano y se enciende la entropía: la cocina de su restaurante transmuta en una olla a presión durante las siguientes horas, picando vegetales, asando carnes, destilando postres, a la espera de que se abran las puertas. Como hormigas bajo tierra, sus compañeros esquivan bandejas y fogones en un estrecho laberinto donde se cuece su propia redención, mientras asienten las órdenes del Oso: “Yes, chef!”.
El caos bien sincronizado se apodera de la cámara y de la edición: una tetera a punto de ebullir que lleva por título El Oso, una exitosa serie de FX que acaba de estrenar su tercera temporada en Disney+ y que ha cosechado aplausos por doquier, cual si fueran los platos que crean sus protagonistas.
En efecto, El Oso es la historia de un chef que heredó a disgusto el restaurante popular de su familia, luego de recorrer las mejores cocinas de Europa: cambia el traje blanco curtido de estrellas Michelin por el sucio overol de una barriada en Chicago.
Su actor principal, Jeremy Allen White, tuvo un éxito precoz a los 20 años como el hijo adolescente de la serie Shameless. Ahora, más maduro, pero con la misma expresión de gravedad en sus ojos azules y sus rizos rebeldes, se ha convertido en la nueva estrella de la televisión estadounidense.
No solo brillan las actuaciones: los libretos pasan de los insultos callejeros a los largos monólogos escritos con profundidad. Y la edición oscila entre un plano secuencia (sin cortes) de 20 minutos trepidantes en el apretado espacio de la cocina, hasta el final de la temporada uno, con una cámara quieta durante largos minutos mientras el Oso confiesa sus traumas en la reunión de Alcohólicos Anónimos. Simplemente brillante.
Esa generosidad en la producción le ha merecido el respaldo unánime de la crítica y nada menos que diez premios Emmy y cuatro Globos de Oro en sus primeras dos temporadas. Al final de la segunda, se dio el lujo de convocar a estrellas como Jamie Lee Curtis, Sarah Paulson y Bob Odenkirk para un episodio memorable sobre el pasado de la familia.
La esperada temporada 3 aborda ya la entrada en funcionamiento del restaurante que siempre quiso tener el Oso, bautizado en su honor, más no por ello exento de problemas: la tensión es la marca registrada en el menú de estos cocineros.
Tanta expectativa generó el comienzo de esta temporada que Disney decidió hacerle un estreno exclusivo (y cerrado) en su plataforma Hulu, y a pesar de las restricciones, marcó un nuevo récord con 5,4 millones de visualizaciones, la mayor cifra alcanzada por cualquier serie en ese espacio. Si las series de gastronomía suelen ganar por nocaut gracias a los primerísimos planos de manjares que despiden aromas humeantes, El Oso no solo ofrece esa suculenta entrada, sino que es un eterno drama humano, una constante reflexión sobre personajes sólidos, falibles, vulnerables, con éxitos y fracasos tan mundanos como los suyos y los míos. Recomiendo a ojo cerrado que prepare sus mejores viandas y una bebida de consumo lento: siéntese a manteles, que El Oso no lo defraudará. La mesa está servida.