Ilustración: iStock
Ilustración: iStock
30 de Mayo de 2024
Por:
Catalina Gallo*

La OMS declaró la soledad como un problema de salud pública que no diferencia edades ni condiciones sociales. Ese horrible sentimiento, que antes era preponderante en las naciones del hemisferio norte, afecta ya a la sociedad colombiana. 

¿Por qué estamos tan solos?

 

“LA SOLEDAD es un buen lugar para meditar, para orar, para reflexionar, pero es un mal lugar para quedarse”. Con estas palabras, Robinson Cuadros, médico geriatra, presidente del Comité Latinoamericano y del Caribe de la Asociación Internacional de Gerontología y Geriatría, muestra las dos caras del aislamiento social que puede sentir el ser humano: aquella que busca y que resulta provechosa, sana, y aquella que tiene impactos negativos.

Estos últimos no se circunscriben exclusivamente al individuo, sino que, además, le está trayendo graves problemas a la sociedad contemporánea. A tal punto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la soledad como un problema de salud pública y, a finales del año pasado, creó una comisión que tiene como fin estudiar cómo “la conexión social mejora el bienestar de nuestras comunidades y sociedades, y ayuda a fomentar el progreso económico, el desarrollo social y la innovación”.

De acuerdo con Tedros Adhanom Ghebreyesus —director general de la OMS— en declaraciones hechas cuando se creó la comisión mencionada, “las altas tasas de aislamiento social y soledad en todo el mundo tienen graves consecuencias para la salud y el bienestar. Las personas que no tienen suficientes relaciones sociales estables corren un mayor riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares, ansiedad, demencia, depresión y suicidio”.

Según la organización, la falta de conexión social conlleva un riesgo equivalente, o incluso mayor, de muerte prematura asociada con otros factores de riesgo más conocidos, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la inactividad física, la obesidad y la contaminación del aire. El aislamiento social también tiene un grave efecto en la salud física y mental. Según estudios avalados por la OMS, tiene una relación con la ansiedad y la depresión, y con el incremento del riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 30 %. Por ejemplo, un análisis publicado por la revista científica BMC Medicine encontró que vivir solo influye en el riesgo de morir por ese tipo de patologías. La investigación se realizó con cerca de 450.000 personas del Reino Unido, a quienes se les hizo seguimiento durante más de 12 años.

Asimismo, ser demasiado solitario puede devenir en un deterioro cognitivo por la falta de interlocución con otros, de conversaciones e intercambios que lo estimulan. Vicky Pérez, psiquiatra y divulgadora de información sobre salud mental, señala la afección a la salud cerebral como una de las principales consecuencias del aislamiento social.

Pero, ¿qué es un “problema de salud pública”? Para Pérez, se trata de todo aquello que afecta el bienestar de la gente en los distintos aspectos de la vida, es decir, tanto en la salud física como en la emocional. Cuadros también ve la soledad bajo esa sombrilla, y coincide con Adhanom: el aislamiento prolongado incrementa los riesgos de desnutrición, suicidio y abandono.

Vivimos una paradoja: aumenta la sociabilidad virtual y, con ella, la sensación de soledad.

NO ES IGUAL PARA TODOS

La soledad, aunque puede tener las mismas consecuencias para muchos, ocurre de diversas maneras. Pérez explica que para unas personas significa no tener pareja; para otras, es vivir solas; algunas sostienen que la sienten cuando los demás no las tienen en cuenta en sus vidas, y para muchos otros se trata de sentir un gran vacío y no encontrar una razón de la existencia ni un propósito de vida. “Sentirse solo es no sentirse querido y esto genera un estado de vulnerabilidad en el que no es posible el crecimiento personal”, afirma la psiquiatra.

La psicóloga Viviana Zapateiro explica que la soledad es la percepción que la persona tiene sobre sus relaciones con los demás, sobre qué tan comprendida y escuchada se encuentra, cosa diferente a estar sola en un momento dado porque no tiene a nadie alrededor, lo cual es un dato objetivo. Se trata, en cambio, de un valor subjetivo que, de acuerdo con los expertos consultados, se refiere más a qué tan vinculada se siente la persona con otros, qué tanto se siente tenida en cuenta. Una persona puede tener una familia muy grande y aun así sentirse sola, mientras que otra puede tener una familia muy pequeña y sentirse acompañada porque tiene vínculos que le permiten saberse querida y respaldada. Como lo afirma Zapateiro: “Sentirse solo es complejo, porque es un proceso asociado a pensamientos, a procesos cognitivos, a la percepción que las personas tienen de los vínculos afectivos que las rodean”.

 

Es esencial ayudar a quienes se sienten solos a encontrar motivación, un propósito de vida.

Por otra parte, quienes están solos no tienen redes de apoyo que los acompañen ni que los asistan en los momentos en que necesitan ayuda; en cambio, quienes cuentan con estas relaciones pueden más fácilmente sentirse acompañados.

Claudia Vergara, por ejemplo, es una mujer de 57 años que no tiene hijos y vive sola desde hace ya casi cuatro años, porque necesitaba, por primera vez en su vida, estar sin pareja. A diferencia de quienes se sienten solos por no haberla encontrado, ella dice que se tiene pareja para crecer juntos y celebrar los logros, no para evitar sentirse sola. No tiene contacto con su familia, pero cuenta con una red de amigos que siempre están pendientes de ella. “No me siento sola, soy muy buena compañía para mí misma. A veces me hace falta con quién celebrar mis logros. Eso es lo único. Y me gusta la soledad porque es maravilloso tener tiempo para mí, para mi autocuidado, mis gustos, mis reflexiones, la libertad de usar mi tiempo y espacio para lo que yo quiero y necesito hacer, para apreciar la compañía de otros y valorar mucho la amistad”.

 

MUCHA RED Y POCAS RELACIONES

Los expertos consultados sostienen que resulta paradójico que, en esta época, justo cuando se han multiplicado las posibilidades de comunicación, es cuando también más ha aumentado la sensación de soledad. Ellos dicen que esto se debe, en parte, a que justamente esas redes sociales han disminuido el contacto físico y la conversación real.

Vicky Pérez cita un ejemplo muy sencillo: años atrás, cuando la gente cumplía años, recibía llamadas telefónicas en las que, por lo menos, las personas conversaban algo sobre sus vidas. Hoy, seguro quien está celebrando recibe muchos más saludos, pero todos son virtuales y con emojis, lo que no necesariamente crea lazos afectivos ni sensación de ser querido.

El contacto virtual también está generando soledad porque las personas se conectan a sus aparatos y viven metidas en mundos individuales, sin relaciones mediadas por la presencia ni el contacto físico. Como sostiene Pérez: “Cada vez sabemos menos del otro, somos menos cálidos y cercanos”. La psiquiatra también identifica, como causa de soledad, el hecho de que el mundo sea tan competitivo: las personas piensan solo en sí mismas para lograr sus metas y no les importa pasar por encima de los demás con tal de cumplir con sus objetivos. Viviana Zapateiro se conecta con lo anterior al considerar que otra causa es la priorización de la productividad, por lo que no hay tiempo para la introspección, la reflexión y el conocimiento de sí mismo. Esto puede generar una sensación de vacío y de falta de propósito.

Los expertos consultados coinciden en que la soledad está asociada a la depresión, porque uno de los síntomas de esta última es, precisamente, no encontrarle sentido a la vida. Además, quien está deprimido no siente ganas de salir de la casa, de estar con otros, le cuesta trabajo relacionarse, lo cual alimenta un círculo vicioso: quien está solo, puede deprimirse por ello, pero la misma depresión le es un obstáculo para socializar.

Según datos de la OMS, 3,8 % de la población mundial experimenta depresión, incluido 5 % de los adultos (4 % hombres y 6 % mujeres) y 5,7 % de los adultos mayores de 60 años. Se trata de, aproximadamente, 280 millones de personas con este sufrimiento, enlazado con otra cifra lúgubre: cada año se suicidan más de 700.000 personas, siendo la cuarta causa de muerte entre seres humanos de 15 a 29 años. En Colombia, las cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal para 2022 muestran que se suicidaron 8,95 hombres por cada 100 mil habitantes, frente a unas 2,2 mujeres por cada 100 mil habitantes. En el país, además, el 30 % de los suicidios de hombres se dan entre los 18 y 24 años, y 20 % en mujeres se da entre los 14 y los 24 años.

 

Como explica Zapateiro, la soledad no solo es síntoma, sino a su vez un factor de riesgo de enfermedades psicogénicas, es decir, que tienen su origen en la salud mental y emocional. 

Según el Dane, en los últimos siete días sintieron soledad:

  • 15,2 % del total de los encuestados**.
  • 8,3%% de quienes tienen entre 10 y 24 años. 
  • 12,9% de quienes tienen entre 25 y 54 años.
  • 19,3 de quienes tienen 55 años o más
  • 17% de las mujeres.
  • 12,5 % de los hombres.
  • 30,8 % de quienes viven en hogares unipersonales.
  • 15,2 % de quienes viven en hogares de 2 personas.
  • 14% de quienes viven en hogares de 3 personas.
  • 11, 6 % de quienes viven en hogares de 4 o más personas. 

¿QUÉ HACER?

Zapateiro considera esencial ayudar a las personas que se sienten solas a encontrar un sentido en su vida, a descifrar ese propósito que los motive. Ella ha atendido pacientes que se sienten solos y en la terapia han encontrado que les cuesta trabajo relacionarse con otros porque no han desarrollado sus habilidades emocionales. Además, muchos comparan su situación con unas expectativas muy altas sobre lo que esperan de sí mismos y de los otros. La sociedad promueve ser bonito, exitoso, estable y sociable: una perfección irreal, por lo que parte de la terapia consiste en aceptarse y también a los demás, tal como son.

Pérez, por su parte, considera que una manera de contribuir con estas personas es crear y participar en sus redes de apoyo, así como buscar espacios y grupos donde puedan compartir gustos y hobbies: he ahí la importancia de los clubes de lectura, las clases de arte, de baile, de cocina. En Colombia, las cajas de compensación como Compensar, por ejemplo, tienen programas para personas mayores en los que ofrecen este tipo de actividades, y también, universidades como la Pontificia Universidad Javeriana tienen programas de formación para gente de 50 años para arriba, con cursos que van desde Excel hasta filosofía y humanidades, en horarios en los que esa población puede estar desocupada. Son presenciales para que exista interrelación.

Muchas personas no se valoran a sí mismas y creen que no serán capaces de relacionarse; que nadie los va a querer. En estos casos, es importante trabajar con el amor propio y enseñarles habilidades para tener una comunicación más asertiva.

TERCERA EDAD, SIN HIJOS NI NIETOS

Robinson Cuadros explica que la población se está envejeciendo y que la gente mayor está cada vez más sola. Hace años, en Colombia, 9 % de la población mayor de 60 años vivía en hogares unipersonales, mientras que hoy ese indicador es de 20 %, un dato que se asemeja a las situaciones europeas y asiáticas, allí donde el fenómeno de la soledad es de más vieja data. “La población se está envejeciendo sola, cada vez con menos hijos, sin nietos y con un estilo de vida que lleva al aislamiento social. La soledad es un problema cuando la persona pierde su red de amigos”, explica Cuadros.

Muchas de las personas mayores han perdido sus redes sociales porque sus amigos ya han muerto y porque sus hijos no los cuidan ni los visitan. Además, ahora las familias son más pequeñas y las parejas deciden no procrear. Por lo tanto, no hay nietos que acompañen a estos adultos mayores y, de hecho, algunos de los viejos que sí tienen, se quejan de que cuando los visitan están “pegados a su celular” y no les hablan mucho, cuenta Cuadros.

El geriatra explica el aumento de la soledad a partir de tres cambios concretos en la sociedad: el urbanismo, la natalidad y el ritmo de trabajo. El primero ha hecho que la gente se vaya a vivir a las ciudades buscando nuevas oportunidades y muchas veces lo hacen solas. En el caso de las personas mayores, cuando ya no tienen quién las cuide en el campo, sus familiares los llevan a las ciudades donde han establecido sus vidas, pero los hijos están fuera de casa, entonces se sienten aún más solos, y existen casos en que encierran a los familiares de más edad para que no se pierdan en las urbes.

En cuanto a la natalidad, las parejas jóvenes deciden, crecientemente, no tener hijos, y por lo tanto, cada vez hay menos niños proyectándose como compañía para los mayores. Según las cifras del Dane, en 2022 hubo 573.625 nacimientos, cifra que, por primera vez durante los últimos diez años, significó una reducción anual del 7 % en la natalidad.

Y respecto al ritmo de trabajo, el experto explica que los jóvenes viven tan ocupados que no se preocupan por cuidar a los mayores y los dejan solos. Ya no hay tiempo para estar en familia.

Otro problema es que muchas personas mayores pierden capacidades mentales, entran en depresión y no tienen quién los cuide. Para Cuadros, el Estado y las familias deberían crear mecanismos para que estas personas no se queden solas. Por esto, dice el experto, es importante fortalecer redes comunitarias y de participación en parques, restaurantes, hoteles y centros culturales, de tal manera que sean amigables con la vejez, que las personas se sientan parte de la sociedad y que no tengan restricciones.

 

LOS JÓVENES TAMBIÉN SE SIENTEN SOLOS

De acuerdo con un comunicado de la OMS, “contrario a la creencia de que el aislamiento y la soledad afectan más que todo a las personas mayores en los países de ingreso alto, ambos problemas están presentes en todas las personas de todo el mundo, independientemente de su edad, y afectan a la salud y el bienestar de estas. Una de cada cuatro personas mayores sufre aislamiento social, tasa muy similar en todas las regiones. Según resultados de diversos estudios, entre un 5 % y un 15 % de los adolescentes padecen soledad, pero es probable que estas cifras representen una subestimación”.

En una encuesta internacional, las tasas más altas de soledad se presentaron entre los jóvenes de 19 a 29 años.

Una encuesta realizada por Gallup el año pasado, en 140 países del mundo, sin contar con China, encontró que un cuarto de la población mundial se siente muy o bastante solo y el 27 % se siente un poco sola. Contrario a lo que podría esperarse, las tasas más altas de soledad se presentaron entre los jóvenes de 19 a 29 años: 27 % de esos encuestados dijeron sentirse solos o bastante solos. En cambio, en la población de más de 65 años se reportaron las tasas más bajas de soledad, pues 17 % respondió así. Esto es llamativo, porque se creía que la epidemia de soledad de la que se habla en el mundo estaba asociada, principalmente, a la población mayor que está envejeciendo sin hijos, sin pareja y sin nietos. Ese ejercicio encontró, también, que en 79 países más mujeres que hombres dijeron sentirse solas, pero en los datos globales no hubo diferencias entre unos y otras. Es decir, en la suma de los datos generales no se aprecian diferencias entre hombres y mujeres, como sí se ve en el análisis específico de ciertas naciones.

En Colombia, en las encuestas de Pulso Social del Dane, se pregunta qué han sentido las personas durante los últimos siete días. En junio de 2023, 15,3 % de la población encuestada dijo haber sentido soledad. Asimismo, ese sentimiento es crecientemente común entre ellas: mientras que en 2021 solo 6 % se sentía así, en diciembre de 2022 la cifra ya era de 12,7 %, y en marzo de 2023, llegó a ser de 16,4 %.

 

**Fuente: Encuesta Pulso Social del Dane, mayo 2023.  

 

**Exeditora de Revista Credencial.