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Galerías

Un castillo paisa

En este curioso rincón de Medellín se conserva la mirada estética de la otrora alta sociedad antioqueña, así como algunas de sus costumbres.

EN ESTE CASTILLO no hay princesas esperando a su príncipe azul. No hay caballeros empuñando espadas ni hadas madrinas que conceden deseos. Pero, aun así, este imponente lugar conserva, desde que fue construido en 1930, la mayor colección de artes decorativas de Medellín, obras de arte de artistas colombianos y europeos, mobiliario de finales del siglo XIX y principios XX, cristalería de Baccarat, vajillas y porcelanas de manufacturas del Viejo Continente, así como valiosas piezas de cerámica, pintura y escultura. Escondido entre los edificios modernos de El Poblado, se encuentra la que en su momento fue la casa de campo de José Tobón Uribe, médico y fundador de la farmacia Pasteur. Su construcción estuvo en manos de la primera oficina de arquitectos de Medellín —H. M. Rodríguez— y su infraestructura es un reflejo de los castillos del Valle de Loira en Francia.

Tras el fallecimiento de Tobón Uribe, el reconocido empresario paisa don Diego Echavarría y su esposa Benedikta Zur Nieden compraron la propiedad, ampliaron los espacios y decoraron cada rincón con piezas traídas de sus viajes por el mundo. En 1971, después del secuestro y asesinato de su esposo, doña Dita, como muchos la conocían, donó la casa para que fuera un museo y desde entonces el castillo hace parte del patrimonio de uso público en la ciudad antioqueña.

Fotos cortesía Museo El Castillo. 

Las mil y un caras de retrato

La nueva exposición de la galería El Museo ahonda en esa pulsión tan humana que es inmortalizar nuestra propia imagen. Quizá con ello buscamos entender, así sea un poquito mejor, la naturaleza de la que estamos hechos.

El retrato y el autorretrato son manifestaciones fieles de lo que somos como especie. Desde las más antiguas representaciones pictóricas hasta las de nuestros días, esta veta del arte plástico se ha encargado de mostrar —sea a través de la pintura, la escultura o la fotografía, entre otros soportes— la conciencia que tenemos de nosotros mismos. De paso, cada imagen ha resultado iluminadora en términos documentales porque también contiene claves en torno a cada época, a cada cambio surgido en la sociedad.

La riqueza y la pobreza, la tristeza y la alegría: toda clase de contextos y emociones están plasmados en esta muestra. La pintura 'María Suárez', de Alberto Urdaneta (1845- 1887), exhibe a la mujer refinada y opulenta de su época en Colombia, y en series como 'Los amantes imperfectos', del artista contemporáneo Felipe Lozano, se perciben sobre el lienzo las expresiones propias del desamor. 

Estas y otras obras hacen parte de la exposición Retrato, autorretrato e identidad de la galería El Museo, una selección que entreteje estos conceptos y los pone a dialogar a través de piezas de Juan Antonio Roda, Ana Mercedes Hoyos, Vicky Neumann y un conjunto de artistas que han narrado las coyunturas sociales desde el siglo XIX hasta la actualidad. 

La exhibición, abierta hasta el próximo 11 de marzo, es una invitación para detenerse y descubrir la vida a través de los ojos de otros; un instante para detallar los cuerpos, los gestos, las poses y las historias de personas que, como el espectador que visita la galería, han transitado el camino de la vida.

Fotos cortesía Galería El Museo.

Desal: en las entrañas de la tierra

En la Mina de Sal de Zipaquirá hay un spa cuyo eje terapéutico es ese mineral. Para quienes no son claustrofóbicos, el descanso ofrecido allí tiene lugar, literalmente, a profundidad. 

 

EL USO DE LA SAL con fines curativos existe, al menos, desde la Edad Media. Incluso, en antiguos textos de la medicina china se hace referencia al uso de este mineral para el alivio de malestares del cuerpo humano.

Se dice que la haloterapia, por ejemplo —que consiste en inhalar micropartículas de sal en un espacio cerrado—, controla los problemas DESAL: en las entrañas de la tierra respiratorios, absorbe y elimina toxinas y tiene efectos antiinflamatorios. 

A solo 50 kilómetros de Bogotá se puede disfrutar de esta experiencia terapéutica justo al interior de uno de los escenarios más fascinantes del país: la Catedral de Sal de Zipaquirá. En este lugar, a 180 metros bajo tierra, se encuentra Desal, un spa cuyos tratamientos lo ayudarán a relajarse y a salir de la rutina. 

Fotos: Cortesía Desal. 

El plumaje colombiano

El nuevo libro ecológico del Banco de Occidente honra el colosal patrimonio de aves que tiene nuestro país. Como explica el documento, sobre él yacen fuertes presiones de autoría humana.

IMPLICÓ TIEMPO, madurez. Quizá también dejar atrás los peores días de la guerra. Lo cierto es que, por fin, los colombianos somos conscientes de que nuestro patrimonio biológico es único en el planeta; de que no existe otro punto del globo donde se apeñusque tanta vida; de que este territorio de cinco ecorregiones y dos océanos, de planicies inacabables, selvas impenetrables y gélidos picos en los Andes, parece ser un bolsillito escondido donde la Tierra guardó sus mejores tesoros. Una de las iniciativas de divulgación gracias a las cuales se cimentó esa conciencia es la de los libros ecológicos del Banco de Occidente, que desde 1984 —antes de que la sostenibilidad corporativa y el ecologismo fueran norma—, publica ediciones de gran formato centradas en el aspecto ambiental de nuestra nación.

Este año, el turno es para Colombia, el reino de las aves, un documento obligado para el ‘pajarero’ aficionado o principiante que sabe que este es el país con más especies aladas del mundo —alrededor de 1.950, de las cuales un buen número son endémicas, es decir, que son únicas en nuestro territorio—, pero que quiere profundizar sus conocimientos. Porque este sí es, en efecto, el reino de las aves: tenemos el chance de ver —y de cuidar, en el mejor de los casos— 20 % de las aves del planeta, por lo cual no sorprenden las cascadas de turistas que acuden a nuestros bosques de niebla, a los bosques secos o húmedos tropicales, a nuestros páramos y llanuras, para sumar avistamientos en sus listas personales, basadas en libros de ornitología.

Lo que sí sorprende, sin embargo, es que este patrimonio aviar, indicador a su vez de la salud ecosistémica, se encuentre bajo amenazas latentes: los hábitats continúan bajo presiones, sea por deforestación, minería, obras de infraestructura o incluso por el influjo aterrador del cambio climático. “Este momento se ha denominado ‘la sexta extinción masiva’, evento que tiene cinco precedentes en el registro fósil en diferentes eras, en las que se perdió cerca del 95 % de la diversidad a causa de cambios en las condiciones geológicas, astronómicas o climáticas”, reza el libro en su apartado La fragilidad del vuelo. “La actual (…), amenaza con la desaparición de más de un millón de especies del planeta, desde el momento actual hasta el 2050”. En estas páginas, REVISTA CREDENCIAL publica una selección del inmenso acervo de imágenes incluidas en esta edición de lujo, gestada tanto por la bióloga María Ángela Echeverry y el fotógrafo Carlos Enrique Stiefken Hollman —entre otros—, como por el Banco de Occidente e iM Editores.

 

Fotos: Cortesía Im Editores / Pies De Foto: Textuales del Libro 'Colombia: El Reino De Las Aves’

Luz Lizarazo, desde su interior

La Galería Casas Riegner representa a esta artista, una de las más destacadas del país en el último año. Su obra se centra en los contrastes entre lo visible y lo invisible, lo poético y lo político, y el grito y el silencio. 

POR MÁS DE 30 AÑOS, Luz Lizarazo se ha dedicado a hablar del cuerpo: interno y externo. Lo hizo en Piel, una serie de obras confeccionadas con medias veladas que se estiran y encogen, que cambian de tono, que se quiebran y adornan con palabras bordadas. Lo hizo en La mesa de tus órganos, donde un riñón, un pulmón, un estómago y un útero hechos en vidrio soplado evidencian la fragilidad de lo interno. La artista bogotana usa como puente el vidrio, la arcilla, la madera, los huesos, la lana y hasta el cabello humano para redefinir la feminidad. Lo delicado se vuelve crudo, lo frágil es resistente y la mujer es una musa creadora que se extiende sin límites.  

“Soy una intérprete incansable del cuerpo femenino, buscando poéticas que nos representen a nosotras, las mujeres, y deseo a través de mi obra sentar un precedente, tal vez un acto político, imponiendo mi propia mirada sobre la mirada de los otros, sobre nuestro cuerpo y nuestro lugar en el mundo”, aseguró la artista en Cicatrices, la primera exposición institucional dedicada a su obra multifacética que ahora se exhibe en el Museo la Tertulia, en Cali, hasta inicios de este año. Su trabajo es promovido por la Galería Casas Riegner, por lo que también puede apreciarse en Bogotá cuando allí se expone. Luz Lizarazo hace alusión a su nombre sobre el mat cuando dicta clases de Kundalini yoga, cuando escribe sobre tinta roja: “Soy las niñas sin voz” y cuando exhibe sus cicatrices sin miedo. Su obra es el reflejo de lo que implica habitar un cuerpo de mujer, el grito de lo que calla el corazón y la esperanza de florecer en un mundo carente de sensibilidad.

Fotos cortesía Galería Casas Riegner..