Fotografía | Gustavo Martínez
19 de Julio de 2018
Por:
Fernando Gómez Garzón

Era el justo merecedor del Tour de Francia y, sin embargo, tuvo que conformarse con el tercer puesto. El primer colombiano en subir al podio de la carrera por etapas más importante del mundo confiesa que antes la competencia era mucho más ruda.

Fabio Parra, el hombre que demostró que sí se podía

La última semana del Tour de Francia de 1988, Fabio Parra constató que no había manera de ganar. Tras un esfuerzo monumental en los Alpes, se había ubicado en la tercera posición de la general, por debajo del español Pedro Delgado y del holandés Steven Rooks. Pero en las etapas definitivas, cruzando los Pirineos, las fuerzas no le daban sino para sostenerse. “Era como si yo fuera en carro y ellos en avión; o mejor, como si yo fuera en bicicleta y ellos en moto”, comenta. Luego se vino a saber la razón: Delgado y Rooks habían corrido dopados.

 

A Delgado le estalló el escándalo en pleno tour, pero un tecnicismo le permitió continuar: la sustancia que había ingerido (probenecida) estaba prohibida por el Comité Olímpico Internacional, pero no por la Unión Ciclística Internacional, que era la que vigilaba la competencia. En el caso de Rooks, él mismo confesaría años más tarde que había usado sustancias prohibidas para aumentar el rendimiento.

 

A sus 55 años, Fabio Parra, el ciclista más completo de su generación, es aficionado a la cría de pastores alemanes, con los cuales ha ganado varios trofeos. Ya no monta sino en una bicicleta estática, en la que continúa entrenando por salud.

 

En sus tiempos de profesional era distinto. Entre diciembre y julio hacía tres mil kilómetros mensuales, en promedio, para ponerse a tono. “Dieciocho mil kilómetros de entrenamiento para ganar esa etapa”, dice Fabio orgulloso.

 

Se refiere a la primera que ganó, el año en que se estrenó en el tour, en 1985, el famoso ‘uno dos’ con Lucho Herrera, que todo el mundo recuerda porque fue la etapa más larga de ese año: 269 kilómetros, entre Morzine y Lans en Vercons, en un tiempo de 8 horas y 25 minutos. “Es que antes era mucho más rudo. Las etapas eran más largas y, además, uno tenía que cumplir al mismo tiempo con el calendario colombiano y con el europeo: en Colombia, el Clásico RCN y la Vuelta a Colombia; en Europa, la Vuelta a España y el Tour de Francia”.

 

“Tú mismo, tú mismo”

Parra corría para Café de Colombia, y con la escuadra nacional se consagró como el mejor novato en 1985, al ubicarse en el octavo lugar de la general. Suficiente motivo para que Kelme, el equipo español dirigido por Rafa Carrasco, lo fichara en 1988 con el objetivo expreso de alcanzar el podio.

 

“Era un objetivo descomunal. Ya con el tiempo uno se da cuenta de que los europeos nos llevaban mucha ventaja en el terreno plano y en las contrarreloj. Además, ellos sabían cómo recuperarse entre etapa y etapa. En cambio uno llegaba molido al hotel, sin un rastro de fuerza, y al otro día el cuerpo era como el de alguien que nunca ha hecho deporte y de repente corre una maratón”.

 

Ese año, Parra contrató por su cuenta los servicios de Alfonso Caycedo, padre de la sofrología, una disciplina sicológica que permite alcanzar objetivos con base en la “visualización”. Y, además, también por su cuenta, a un preparador físico. “Es que yo le preguntaba a Carrasco qué tipo de planes había para afrontar el calendario, y él me respondía: ‘Tú mismo, tú mismo’ –asegura Parra–. Y entonces yo asumía mi entrenamiento kilómetro a kilómetro”.

 

Cómo se corre un tour

En 1985 había quedado octavo; en 1987, sexto. Ahora iba por más. Sin embargo, no era suficiente con querer. La suerte también contaba. Un tour –según la visión de Parra– son tres semanas de competencia. La primera es la más arriesgada porque todo el mundo anda con las ‘pilas’ cargadas y a velocidades muy altas. Nadie se ha retirado, entonces el lote es de al menos 200 corredores que transitan por una carretera de apenas 5 metros de ancho en algunos sectores. Generalmente hay sacudones, codazos, empellones que provocan caídas. “Digamos que la primera semana es para pasar sin eventualidades”. Parra, de hecho, sufrió una caída durante estas primeras etapas, y estuvo a punto de retirarse.

 

En la segunda semana aparecen las primeras etapas de montaña (Alpes o Pirineos, dependiendo de la organización), que seleccionarán a los cinco o seis corredores que disputarán el podio. A Parra le tocaron los Alpes. Tras recuperarse de la caída, afrontó la etapa 11, entre Besançon y Morzine, 232 kilómetros con varios premios de montaña, incluido el final en alto. Juan Martínez Oliver, compañero de Parra, se había escapado en el penúltimo premio de montaña y tenía instrucciones de esperar a su líder para llevarlo hasta la base del ascenso definitivo. “Salió tal y como lo habíamos planeado. Martínez Oliver me llevó a rueda hasta el borde del ascenso, y luego subí solo. Apenas alcancé a ganar por unos segunditos (25), pero el espaldarazo al estado de ánimo fue definitivo”. Al otro día, Parra todavía se sentía con fuerzas para el Alpe d’Huez, la etapa reina.

 

El Alpe d’Huez es una estación de esquí de los Alpes franceses, ubicada a 1.850 metros sobre el nivel del mar, que se ha hecho famosa, no tanto por los esquiadores como por el ciclismo. Mítica dentro del calendario del Tour de Francia desde que la coronó por primera vez Fausto Coppi en 1952, fue también el puerto donde Luis Herrera le regaló a Colombia, en 1984, la primera victoria parcial en un tour.

 

“Es como el estadio del ciclismo –dice Parra– porque más de un millón de personas se vuelcan a la vía a ver pasar a los ciclistas”. Cuanto más alto se asciende, más se estrecha la carretera y más aprieta el público, que apenas deja espacio para una fila india. Entonces sucedió algo insólito. Delgado y Rooks habían atacado primero, y Parra, desde atrás, les empezó a recortar la distancia hasta alcanzarlos. “Como el dicho dice que el que alcanza pasa y el que pasa gana, yo les pegué el arrancón, pero las motos no me dejaron pasar”. La congestión vehicular era tan grande que le tocó frenar. “Sentí desilusión. Más adelante fueron ellos los que atacaron y ya no pude seguirlos”. Estaba sentenciado.

 

El tour estaba entre Delgado, Rooks y Parra, pero para la tercera semana al colombiano ya no le quedaban piernas. “Generalmente llega uno muy mermado –reconoce Parra–. La tercera semana es de aguante”.

 

Y aguantó. Aunque él viajara en bicicleta y sus rivales en moto. Aunque perdiera al final cerca de diez minutos. “Es que así es el tour: uno comienza perdiendo segundos, y esos segundos se convierten en minutos, y los minutos en horas”. Le alcanzó de todas formas para subir al podio y pasar a la historia.

 

Ahora es Nairo quien se enfrenta a la aventura de ganar el tour, este de 2015 que le viene tan bien porque el Alpe d’Huez será en la penúltima etapa. Pero Parra es más bien cauteloso: “Es que este país es de extremos. Si Nairo no gana este año, le caerán encima. Y puede que no gane, porque no solo se necesita talento. El tour es el tour. Si no gana, todavía tendrá mucho tiempo para intentarlo”.

 

 

*Publicado en la edición impresa de julio de 2015.