Ilustración: Diego Montoya Chica.
Ilustración: Diego Montoya Chica.
22 de Agosto de 2023
Por:
José Ángel Báez

El maestro Jorge Velosa compartió con Revista Credencial un poema y diez coplas escritas por él a lo largo de su carrera. Muy en su estilo y desde su terruño boyacense, el músico habló sobre sus textos y sobre la situación del campesinado colombiano.

 

Jorge Velosa “Los campesinos han llevado y siguen llevando del bulto”

*Artículo publicado en la edición impresa de julio de 2020.

Jorge Velosa dice en esta entrevista no estar tan seguro de autoproclamarse campesino, pero campesino es por donde se le mire. Hace 40 años, con Los carrangueros de Ráquira, grupo que lidera, le hizo saber a Colombia a qué sonaban, cómo vivían y qué sentían aquellos que labraban la tierra en Boyacá. Y a punta de tiple, guacharaca, requinto, rionila y guitarra, canciones como La cucharita y Julia, Julia, Julia sonaban tanto o más que el Himno Nacional.

Hasta en la ficción fue campesino, hace casi 30 años, cuando personificó en la comedia Romeo y Buseta a Trino Epaminondas Tuta, un persistente labriego que se convierte en un fértil empresario de transporte.

Este carranguero, nacido en Ráquira, Boyacá, hace 70 años, es el gran juglar del altiplano colombiano. Y si no es con música, buenas son poesía y coplas, como las que acompañan este artículo, que reflejan las preocupaciones de los campesinos.


SOY HIJO DE CAMPESINOS

Soy hijo de campesinos,
campesinos veredales,
querendones de la tierra,
del rancho y los animales;

campesinos laboriosos,
que por ser tan buena gente,
los tienen como los tienen,
inmisericordemente.

Soy hijo de campesinos,
y en el campo fue mi crianza,
entre la casa y la escuela,
entre cerros y labranzas,

entre coplas y tonadas,
entre cimientos y espigas,
entre todas esas cosas
que me marcaron la vida.

Soy hijo de campesinos
y lo canto con orgullo,
campesinos son los míos,
como lo han sido los tuyos.

Que vivan los campesinos
y que los dejen vivir,
que el campo sin campesinos,
existe sin existir.


¿Cuál es la razón por la que los campesinos abandonan su tierra en Colombia? ¿Porque quieren progresar en la ciudad, por el histórico abandono estatal o, definitivamente, por la violencia que los desplaza?

Autoparodiando un verso de La cucharita, diría que la mezcla de las tres y “no sé qué más”. O, mejor: sí sé qué más, pero qué tal que alguien se ‘delique’ y me saquen de la mediagua.

Y además de perder a quien trabaja la tierra, ¿qué más pierde, así, el campo colombiano?

¡Casi nada! Su identidad... su ‘autoquerencia’, que otros llaman autoestima. Y cuando uno no se quiere, no se hace respetar. Como dijo el gorgojo: “Lo terminan manipulando a su antojo”.

En sus coplas habla del orgullo de ser campesino, pero ¿cuál es el gran bastión que hace de ello algo único, valioso e irrepetible?

No creo que sea una sola hebra, pero una de ellas puede ser el sentirse parte de la misma tierra, a la que todo le entrega y a la que todo le da.

¿Podemos hablar de un campesinado colombiano homogéneo en el sufrimiento y en la violencia, pero heterogéneo en la felicidad?

En cualquier parte, la violencia siempre causará sufrimiento, y ¿quién al no vivirlos o al dejar de padecerlos no se siente feliz? Pero violencia no es solo la balacera permanente que el campesino ha padecido: también son todas esas otras plagas que lo agobian, y mientras no se resuelvan, ¿qué felicidad puede tener?

¿Cuáles son esas otras plagas?

Las que tanto se ha dicho, y que siguen ahí, patenticas y sin resolver en cuanto a la tenencia de la tierra, la salud, la educación, los precios justos, las poluciones de toda índole –incluidas las religiosas y las políticas–, la pérdida de las semillas tradicionales, la importación de productos subsidiados, la deforestación, la minería atropellante y la pérdida, desconocimiento o enajenación de sus valores culturales. Y la lista sigue.

Según los expertos, los jóvenes van a las ciudades y así el campo envejece. Cifras dicen que un millón de hogares campesinos en Colombia tienen menos tierra que una vaca... Cuando lee u oye esas cifras, ¿se indigna?, ¿se resigna?, ¿se inspira?

Me causa más que indignación. Palabras como resignación e inmarcesible, las conozco, pero no me las trago. Y un trueque le hago: le cambio inspiración por ‘pensaduría’ y ‘laboreo’.

En qué se centra esa ‘pensaduría’ y ese ‘laboreo’

En tratar de transformar mis impresiones en reflexiones, y estas en palabra, canto y poesía; en hechos y pregones o, si se quiere, en rendirle culto y tributo a la vida.

Algunos músicos jóvenes voltean a mirar sus raíces, a su manera, como los Rolling Ruanas (Boyacá), Edson Velandia (Santander) y Herencia de Timbiquí (Pacífico), entre otros. ¿Artísticamente cómo analiza este fenómeno? ¿Socialmente tiene un valor para el campesino? ¿Se siente representado?

Alguien dijo que cada generación viene con su música de fondo, y si en ese fondo está su raíz, pues con más veras. Valor tendrá para el campesino si él se identifica con esas expresiones. Si a mí como campesino me representan, me siento halagado, pero si me remedan, me sentiría burlado.

¿Acaso se ha sentido burlado?

Algunas veces, pero con el crecer de lo carranguero también ha crecido la contra.

Usted menciona los Acuerdos de Paz en sus coplas. Vamos para cuatro años de haberse firmado la paz con las Farc. ¿Ha cambiado algo para el campesino? ¿Están tranquilos con su implementación?

A preguntas como estas deberían contestar ellos, los campesinos, que son los que más han llevado y siguen llevando del bulto. Un acuerdo de paz siempre ilusionará, pero si no se cumple lo pactado, o se desvirtúa, la desilusión no tarda, el escepticismo aflora y, ayayay, otra burla más.

¿Otra burla más?
Porque si hacemos memoria, no lo digo yo, lo dice la historia, nuestra jodida historia.

“Y como dijo el armadillo,
al pie de una mat‘e guamo,
somos todo lo que hacemos,
y también lo que pensamos,
pero especialmente somos,
todo lo que recordamos”.
Entonces, hagamos memoria, o también nos la burlan, y nos la burlan.

¿Hoy cuál es el gran sueño de Jorge Velosa?
No es uno solo; diría que vivir y morir en paz, pero en paz con todo, por dentro y por fuera.

“Como dijo el armadillo,
hablando siempre a su modo,
que la paz es como el pan,
la paz es buena con todo”.

¿Y cuál cree que es hoy el sueño del campesino colombiano?
También me gustaría saberlo de su propia boca porque una cosa piensa el burro, y otra el que lo está enjalmando. Y si ese sueño obedece a su real sentir y querer, o hasta el soñar, también se lo están manipulando.

¿Acaso no es usted un campesino? ¿Cuándo se deja de ser campesino?
Como lo digo en un poema: “Soy hijo de campesinos”. Nací y me crie en el campo, he vivido temporalmente en el campo, le he cantado permanentemente, he retornado a él por un tiempo, pero eso no es suficiente para autoproclamarme campesino. Alguna vez, con el maestro Alfredo Molano dimos en junta una conversa sobre el ser campesino. Y afloraron preguntas como la suya, y otras como estas de ese entonces y de ahora: ¿quién es campesino?, ¿de cuál campesino hablamos y más cuando se celebra lo que llaman su día?, ¿los llamados ‘neocampesinos’ son campesinos?, ¿las comunidades indígenas son campesinas?, ¿el mero hecho de vivir en el campo da para ser campesino?, ¿el hacendado o terrateniente –vivan o no en el campo– son campesinos y con derechos como los de Agro Ingreso Seguro? Y dejémoslo así, de mera cuota inicial.

¿Cuál es su gran aporte al campo? ¿Lo hecho con Los carrangueros de Ráquira?
Nuestro aporte ha sido el permanente pregonar de diferentes maneras. Por ejemplo, ahora, con esta entrevista, para que haya pelechado la música carranguera como uno de los géneros de las músicas campesinas del país.

¿Qué necesita usted para escribir una buena copla?

“Para inventar una copla,
un chispazo que se siente,
para que resulte buena,
ponerle alas pa’ que vuele”.


Ilustración: Diego Montoya Chica. 


Coplas y fragmentos 

 

1

Mientras vivir sea vivir,
vivir del dolor ajeno,
la vida no será vida,
y el cielo no será cielo.

2

Yo le canto a lo que veo,
le canto a la realidá,
del campesino en el campo,
del obrero en la ciudá.

3

 

Qué solita se está quedando
la tierra hermosa donde nací,
todo el mundo la está dejando
siendo tan linda para vivir,
con cantarlo no arreglo nada
pero a lomenos echo a volar,
una pena tan hijuejulia,
que no me deja ya ni soñar.
(Fragmento de Qué solita está mi tierra) 

4

En Cartagena firmamos,
por la paz otro destino,
ruego que a todos proteja,
pero más al campesino,
quien de todas las violencias,
es el que más ha sufrido.

5

Como dijo el armadillo,
en su largo caminar,
todo cabe en un bolsillo,
sabiéndolo acomodar,
y si el bolsillo es Colombia,
todos cabemos en paz.

6

Esto dijo el armadillo,
bajando por la colina,
viva el campo, viva yo,
el vecino, y la vecina;
viva quien hace sonar,
la música campesina.

7

Qué sería de nuestra vida,
sin la mano campesina,
que muele de sol a sol,
para darnos la comida.
¿Ustedes sí lo han pensado?
¿Siquiera se lo imaginan?

8

En nombre de todos, todos,
aquí, desde mi aislamiento,
muchas gracias campesinos,
por trabajar la tierrita,
para darnos el sustento.

9

Finalmente, amigo mío,
también quisiera saber,
cuanto mide el universo,
cuantos soles puede haber,
cuanta tierra en este mundo,
cuantos vivimos en él,
y onde queda mi pedazo
para irlo a conocer,
para irlo a conocer
dígame señor coplero,
que de tanto que lo sueño,
ya me agarró el desespero.

(Fragmento de Dígame señor coplero).

10
Un saludo carranguero,
para el pueblo campesino,
en su día, y cada día,
le estamos agradecidos.
Que no pase lo de siempre:
dos palabras, y al olvido.