Foto: Pablo Salgado / Revista Bocas.
Foto: Pablo Salgado / Revista Bocas.
8 de Septiembre de 2023
Por:
José Agustín Jaramillo

El nuevo libro de la artista colombiana Powerpaola es una novela gráfica con una profunda huella poética en torno al miedo, el arrepentimiento y el amor. También es un caso de gestión editorial único en América Latina.

TAGS: Colombia, Libros

Dibujar la vida desde una bicicleta

Artículo publicado en la revista impresa de septiembre del 2022*

A POWERPAOLA no le gustaba dibujar bicicletas. Aunque desde que era una niña tenía un especial afecto por este medio de transporte que ha utilizado en todas las ciudades donde ha vivido —Cali, Medellín, Quito o Buenos Aires, donde vive actualmente— siempre se había resistido a incluirlas en sus historias. “¡Dibujar bicicletas era tan difícil! Eso era lo que me frenaba”, recuerda. Sin embargo, en 2016, un accidente, una clavícula rota y el robo de Aurorita —una de sus compañeras de acero— fueron el detonante para que se atreviera a emprender el viaje que terminó con Todas las bicicletas que tuve, su nueva novela gráfica, que cuenta diferentes anécdotas que ha vivido sobre ruedas y que, a mediados de este año, fue publicada en simultánea por editoriales independientes de cinco países de América Latina

En Colombia, su obra más conocida es Virus tropical (La Silueta, 2011), que también tiene una versión cinematográfica. Sin embargo, su nombre también resuena en los lectores de la revista Arcadia impresa, que durante diez años vieron sus reseñas, que comentaban algún elemento cultural en forma de tira cómica. Tanto en esos espacios como en sus otras publicaciones —qp y Todo va a estar bien, entre otras— supo utilizar el material cotidiano y las emociones para contar historias a la vez íntimas y universales.

En sus historias y en sus dibujos hay una dimensión muy emocional, como la de compartir la vida. ¿Cómo el dibujo va más allá de la expresión y se convierte en narrativa?

 Cuando empecé a estudiar artes plásticas sabía que quería pintar, dibujar, pero lo que me interesaba no era colgar mis cuadros en una galería, sino llegar a los otros con algo que resonara en ellos. Antes, en Cali, había estudiado un poco de teatro porque yo quería ser actriz, pero en un momento me di cuenta de que era muy consciente de mí misma y no tenía ese duende de los actores. En la historieta hay algo muy performático: si con la pintura lograba expresar, la historieta fue el medio indicado para que mi mensaje fuera comprendido totalmente. Al final, creo que en la historieta logré unir esos dos mundos:

¿Cómo llegó el lenguaje del cómic a Powerpaola?

Mi papá me daba historietas cuando era chiquita y aunque siento que yo las leía y estaban en mi mundo, a Colombia no llegaban casi historietas. Me acuerdo de los kioscos de Popayán y Cali en donde vendían Garfield y algo de Quino… Y claro, lo que salía en los periódicos. Pero fue cuando fui a Francia y vi otro tipo de dibujo, más outsider, hecho por mujeres, que dije: me encantaría hacer algo así. Fue en 2004 y creo que pasó cuando leía a Julie Doucet y a otras chicas de los años ochenta que contaban historias sin miedo y sin tapujos.

Han pasado más de diez años desde la publicación de Virus tropical y es evidente una evolución en su trabajo. ¿Cómo ha sido ese proceso?

A mí me gusta ponerme en lugares incómodos. Todo el mundo espera la continuación de Virus tropical y la gente insiste, pero no va a salir: esa historia ya pasó, ya salió la película, no quiero volver ahí y quiero dar lo mejor de mí como autora. En cada libro y en cada proyecto que hago trato de investigar un material y de que ese material dialogue con el texto, la imagen y el concepto. En Todas las bicicletas que tuve quise usar la tinta y me imaginaba que era un charco por donde uno pasaba, para que se viera en esos manchones la velocidad y el movimiento… En el momento de hacerlo es muy intuitivo, experimento posibilidades y no soy tan consciente, pero luego sí me doy cuenta que hay una conversación y una intención.

En Todas las bicicletas que tuve se nota una huella muy fuerte de la lectura y la escritura, tanto de novelas como de poesías...

Todo sale de un reto personal, porque cada vez que haces algo nuevo te pones una vara más alta. Eso me llevó a la escritura: descubrí que tenía una forma de narrar que dominaba, en donde me sentía cómoda, entonces empecé a meterme en talleres de escritura. Con la tira de Arcadia, en donde durante diez años reseñaba libros, películas, obras de teatro, me volví mucho más ávida y empecé a leer mucho más y a ser consciente de todo lo que veía y leía.

También está allí el diálogo consigo misma, la presencia de sus reflexiones y sus pensamientos. Es una línea característica de varios de sus libros, pero acá pareciera estar más acentuado.

Cada una de las historias que están en Todas las bicicletas que tuve la trabajé como si fuera un poema, por fuera del dibujo. Eso fue algo novedoso: me di la libertad de escribir de una forma mucho más poética y creo que ese es un descubrimiento que empezó con Todo va a estar bien. Yo tengo una colección de diarios de autoras en donde están Susan Sontag y Alejandra Pizarnik. Cuando las leo me siento liberada porque me doy cuenta que no estoy haciendo una autobiografía, sino más bien una autobiografía de época: me apropio de cosas que les pasaron a otros, hago collages, me apropio de la autoficción.

Hay una presencia importante del amarillo en las páginas: no solo está en una de las bicicletas, también como un símbolo de exploración interior. Yo me estoy dando cuenta de que este libro tiene muchos símbolos que me perseguían. Mi bicicleta sigue siendo esa Giant todoterreno amarilla, que es la luz, la que me ha salvado en la pandemia y en la vida solitaria, y creo que por eso impregna todo el libro. Además el contraste amarillo-negro es muy poderoso y hace una conexión con otros de mis libros.

Me llamó la atención un capítulo que hace un recorrido por Medellín, que está lleno de huellas culturales, formas de hablar y dinámicas, algunas que ya se están perdiendo. ¿Cómo rescata esos ambientes?

 A mí me encanta que se oigan las voces. Tengo un amigo historietista que es argentino-mexicano y cuando uno lo lee escucha los dos acentos en el texto. A veces lo escribo en mis agendas, a veces me acuerdo y a veces investigo. Ese recorrido por el centro de Medellín parte de un recuerdo que luego investigué en Google Maps. Esas imágenes de hace décadas tienen toda una investigación que rescata cómo se veían y se oían Medellín o Cali en los años noventa. Y me encanta que eso se note.

Este libro tiene una curiosidad: es un proyecto que reúne a cinco editoriales independientes de diferentes países de América Latina.

Yo terminé este libro justo cuando empezó la pandemia. Fue un momento en que me dije: toca ordenar las cosas y en mi espíritu punk me di cuenta que no estaba recibiendo regalías ni nada y debía capitalizar mi trabajo. Además, cada vez que publicaba un libro alguien aparecía por redes: “¿Y cómo lo consigo en México? ¿Y en Lima?” Y yo: “No, ni idea”. Yo conozco el medio, trabajo en editoriales como ilustradora, diseño portadas y me gustan las editoriales pequeñas con las que me llevo bien, entonces hablé con La Silueta porque muchas veces la gente me dice que a mejor versión de Virus tropical fue la que se hizo en Colombia. Ellos me dijeron: “Listo, pero aprovechemos todos los aprendizajes y hagamos algo más grande”.

Este proyecto fue inventarse algo propio y es producto de todo lo que se aprende trabajando en colectivo. Se terminaron uniendo Musaraña, que es mi editorial en Argentina; Lote 42, de Brasil; El Fakir, de Ecuador, y Sexto Piso, en México: todos pueden sacar la cantidad de libros que quieran y el diseño es de La Silueta. Fue un reto coordinarlos a todos porque uno como autor está acostumbrado a decir: “Yo armo mi libro y ustedes se encargan”, pero en este caso mi labor fue presentarlos a todos y rescatar la empatía y el buen ambiente. Siento que en este caso la admiración que se sentía por La Silueta y la consciencia de que el objetivo no se puede lograr de forma individual fue la clave para que el proyecto saliera adelante.

“Todo el mundo espera la continuación de Virus tropical, pero no va a salir: esa historia ya pasó, ya salió la película, no quiero volver ahí”.