Vanguardia Amurallada

NH galería ha logrado que Cartagena no sea únicamente una joya patrimonial en donde se conserva el pasado, sino también una vitrina para los lenguajes más contemporáneos del país. Es verdad que Cartagena es una joya cultural: el pasado lejano está congelado en sus calles patrimoniales y, como buena ciudad caribeña, es un crisol de procedencias, de idiomas, sabores, ritmos y etnias cuyas raíces se despliegan por todo el planeta. Eso, sin contar la reverberante sociedad que la habita hoy, tan diversa y rica como agobiada por problemas de inequidad, pobreza y deficiente administración pública.

Sin embargo, también es cierto que la Heroica no ha sido nunca una ciudad en donde predominen los museos y galerías dedicadas a los lenguajes contemporáneos del arte, pese a esfuerzos históricos realizados por artistas como Enrique Grau y Alejandro Obregón —impulsores del hoy Museo de Arte Moderno de Cartagena, MAMC—. Es solo desde hace pocos años que galeristas, gestores culturales y curadores están apostándole a esa ruta. Una que —cómo iba a ser que no— está encontrando terreno fértil, de lo cual dan fe los organizadores del Circuito de Arte de Cartagena, realizado desde hace un par de años.

En ese contexto, NH Galería ha sido fundamental, allí, en su esquina de la ciudad amurallada —y frente a la muralla—, donde abrió sus puertas en 2011. Desde entonces, este espacio sobrio, limpio, de doble altura —que recuerda a las más reputadas galerías de Wynwood, en Miami, quizá por el contraste con el clima al exterior—, no solo ha sido un recurso de esparcimiento cultural para el cartagenero ni únicamente un foco de comercio de obras. También ha supuesto un recurso académico para docentes locales de arte y carreras afines; ha posicionado al arte moderno y contemporáneo colombiano ante los miles y miles de turistas internacionales que la Heorica recibe al año, y, sobre todo, ha propuesto una senda: la de que Cartagena no solamente se conserve como la urbe patrimonial, sino que también se convierta en ágora para nuevos lenguajes creativos y todos los debates que este suscita.

Pocos saben que detrás de la apertura y consolidación de esta galería hay una historia de más de cuatro décadas. Su dueña y fundadora, Nohra Haime, transita los intricados caminos del comercio de obra desde principios de la década de los ochenta, cuando abrió su primer espacio en Nueva York: La Nohra Haime Gallery, ubicada en Chelsea, a pocas cuadras del Rubin Museum of Art. De hecho, recientemente se celebraron allí los 40 años de esa iniciativa, con una muestra de igual número de obras. “Me gustan los artistas que, con pasión, buscan un mundo mejor. Pero que, en vez de criticarlo, de una manera u otra ayudan a mejorar”, le dijo la galerista a REVISTA CREDENCIAL.

Estas páginas son un homenaje al espacio cartagenero, que es, a su vez, una ventana hacia la mente curatorial de su fundadora. La selección a continuación comprende nombres y creaciones que han pasado por sus áreas y paredes desde su fundación, hace 12 años. Fotos cortesía NH Galería. 

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