Garcés (segundo de derecha a izquierda) define Sinufónica como una startup. Es especialista en educación artística. Foto: cortesía Sinufónica
Garcés (segundo de derecha a izquierda) define Sinufónica como una startup. Es especialista en educación artística. Foto: cortesía Sinufónica
28 de Febrero de 2024
Por:
Liliana Ramírez. Periodista musical.

El colombiano Alejandro Garcés lidera una innovadora banda de fusión contemporánea que reúne a 15 artistas de diversas ciudades del mundo. Desde Nashville, donde reside, el músico explora la riqueza sonora de América Latina en diálogo con el jazz y el rock. 

Sinufónica: Jazz global con sabor colombiano

 

SINUFÓNICA TIENE todas las cualidades de ser un proyecto ideado durante la pandemia. Un experimento en el que músicos de diversas nacionalidades se reúnen —en la virtualidad— para montar una banda de jazz. Sin embargo, esta propuesta es previa a dicha tendencia, tan común en las cuarentenas de 2020, en la que músicos se conectaban a través de videollamadas para ensayar, improvisar, y hasta ofrecer conciertos en vivo.

 

En 2019, el músico Alejandro Garcés, que por razones familiares estaba radicado en Nashville, llamó a su amigo y colega Nando Carmona para contarle que quería excavar en la tumba de un proyecto de improvisación musical que había intentado montar años atrás en Bogotá. “Tenía algo más claro y consistente esta vez. Quería crear un espacio de convivencia musical global, demostrar que la música es un lenguaje universal, capaz de unir a personas de diferentes orígenes y culturas”, afirma Garcés. La sensación que describe ya la había experimentado, él mismo, al llegar a Bogotá desde su natal Montería, cuando descubrió una capital en la que abundaba la diversidad social.

La idea de poner a tocar a muchos músicos desde sitios dispares y con una mínima cantidad de información y contexto, para luego juntarlos en una grabación (que de hecho se llevó a cabo en 2021 y tuvo por nombre Contacto), se erigía bajo el propósito de representar dicha convivencia, inmersa en un “bombardeo de músicas de todo tipo”.

Alejandro considera que su experiencia vital como músico fue fundamental para el surgimiento creativo de este proyecto. Una experiencia que se remonta a sus años como estudiante de música en la Universidad de Córdoba, a principios de los años 2000, donde recuerda su deseo de crear fusiones al estilo Bloque de Búsqueda con elementos de rock y tambores. Este deseo estaba en plena efervescencia, en medio del cálido y húmedo ambiente que caracteriza a esa ciudad, cuando tomó la decisión de mudarse a Bogotá, en 2007. Y experimentó un cambio significativo: “Fue una explosión de sonidos que afectó profundamente a aquellos que decidimos establecernos allí. Era un estilo de vida que hoy considero muy world music. Varios de nosotros tocamos para artistas de todo tipo, algunos muy conocidos, abarcando diversos géneros, escenarios y audiencias”.

Después de siete años de estar en esa Bogotá multicultural y en una época que hoy podría llamarse como la explosión de las ‘nuevas músicas colombianas’, Alejandro se marchó con su familia a Nashville. Él recuerda ese giro de tuerca de la siguiente manera: “La experiencia world music, siendo yo un inmigrante, se magnificó en una forma descomunal. Conocí muchos músicos, lugares, jams y músicas que uno no se imagina que existen, y esta experiencia me conmovió demasiado”.

¿Cómo alimentó su experiencia de migrante a Sinufónica?

El hecho de migrar a un país como los Estados Unidos puso a disposición de este proyecto un montón de recursos: estudios de grabación, la posibilidad de invitar a músicos de todas partes del mundo, una extraordinaria y masiva escena del world music con muchos lugares para tocar en vivo, etcétera. Sin embargo, creo que el alimento más poderoso del cual se nutre este proyecto proviene del intercambio cultural que acontece cuando estamos tocando. Cuando negocias ideas musicales en un escenario con músicos de muchos lugares del mundo, cuando estás improvisando y generando estas conversaciones musicales, logras un contacto con el otro que es diferente en ideologías y formas de pensar. Eso es lo más satisfactorio. Es, literalmente, el alimento para nuestras almas.

¿Cómo siente la escena musical colombiana, ahora que la ve en la distancia? 

Siempre me ha parecido sólida. Y no me refiero exclusivamente a los artistas mainstream. Yo siempre me fijo en la solidez de las propuestas de la escena musical colombiana basándome en el punto de vista de su capacidad para la creación musical, y es muy emocionante escuchar cosas emergentes en YouTube y Bandcamp con unas calidades creativas superiores que no necesariamente se enmarcan dentro de esquemas comerciales. Me salta a la mente el extraordinario legado que ha dejado, por ejemplo, Antonio Arnedo y el Colectivo Colombia.

 

Nashville es una ciudad con una cultura musical muy especial. ¿Cómo lo ha influenciado musical y culturalmente vivir allí?

 

Un amigo baterista de Chile me contó que tiene una lista de centenares de estudios de grabación en Nashville dedicados a grabar música cristiana. Los venues y lugares para ir a ver y escuchar bandas en vivo están por todas partes; tiendas de instrumentos musicales y fabricantes, también hay de sobra. Nashville también cuenta con Vanderbilt y Belmont como dos importantes universidades nacionales con facultades especializadas en estudios musicales, sin mencionar que la escena de músicas que no son mainstream está repleta de profesionales talentosos que hacen cosas parecidas a las que hacemos en la Sinufónica. Puedes imaginarte, entonces, lo inspirador y motivador que puede llegar a ser Nashville para un músico que quiere desarrollar su carrera. Mi caso no es la excepción.

Entre versiones y composiciones originales, ¿cómo fue escoger el repertorio de la agrupación?

El repertorio inicial fue de diez canciones originales y muchas versiones de artistas como Chick Corea y Herbie Hancock. Para seleccionar un repertorio fue prácticamente obligatorio incluir composiciones clásicas colombianas como El barco, Eso va y Las reliquias del zarzo. Sentimos que eran los temas que más podían gustar, y de ahí partimos hacia las versiones. Hoy en día, quienes se dedican a este tipo de músicas son capaces de modificar sus repertorios rápidamente de acuerdo al público. Y en ese camino nos encontramos. Para nosotros, llegar a ese nivel es clave. Siempre y cuando el show favorezca nuestras canciones, se puede jugar un poco con esos repertorios. Ahora ya veo el momento de empezar a incorporar más de nuestra música propia para el segundo álbum.

¿Y cómo cree que va a evolucionar a futuro este proyecto?

Siento que muy pronto estaremos dando más espacio a las músicas latinoamericanas, tal vez dentro de los próximos dos o tres años. La partida fue el Sinú y las músicas pelayeras, pero últimamente he pensado que si vamos a ser consecuentes con el mensaje global de reconocimiento y aceptación del otro o el mensaje de vivir en convivencia como objetivos apremiantes de esta era, necesariamente tenemos que abrir nuestras puertas y darles la bienvenida a otras músicas del mundo. Latinoamérica, y en especial el cono sur, se me hace que es un buen lugar de llegada.

 

También está trabajando en un sonido al que ha bautizado como NeoPel, cuénteme de qué se trata...

NeoPel es un apelativo de las nuevas sonoridades, enfoques, pero desde las músicas pelayeras de la región del Sinú. Si tengo que dar una explicación exprés, el NeoPel es una propuesta estilística de improvisación musical 100 % colombiana. Esta idea nace a partir de preguntas como: si en los Estados Unidos se creó el bebop como una de los estilos ‘improvisatorios’ musicales que mejor representa la idiosincrasia del pueblo americano, ¿se podría crear un modelo estilístico que nos represente como colombianos?

¿El NeoPel estará vinculado con la Sinufónica?

El segundo álbum de la Sinufónica que saldrá en este 2024, será el disco que presente este concepto por primera vez. Incluirá once piezas inéditas repletas de secciones improvisadas por los músicos en un formato musical más acústico contemporáneo, y serán las encargadas de ver nacer un estilo ‘improvisatorio’ que reconocemos como una genuina forma, no solo de representación sonora de nuestra cosmovisión como colombianos, sino como una de las formas en que nuestras músicas pueden generar espacios de diálogo con el resto de las músicas del mundo.