Foto: Cortesía Renata Salec
Foto: Cortesía Renata Salec
13 de Septiembre de 2022
Por:
José Agustín Jaramillo

Esta filósofa eslovena indaga, a través de sus libros, cómo interactúan las emociones con la esfera social, política y económica.

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“Si estás en un estado permanente de felicidad, no eres un ser humano”: Renata Salecl

Cuando Renata Salecl tuvo que elegir una carrera, decidió acercarse a la filosofía porque sabía que era la única manera de leer a fondo los libros de Michel Foucault. Ocurrió en los años ochenta, en Liubliana, la capital de Eslovenia, un país vecino de Italia y Austria, en el extremo norte de la antigua Yugoslavia, que ganó su independencia en 1991. La huella de esas lecturas —y la de otros autores que han marcado su vida académica, como Freud y Lacan— ha estado presente en más de 30 años de trabajo como investigadora, en los que ha buscado plantear una visión crítica sobre la siempre cambiante sociedad y la relación entre el individuo y el poder. Su obra, bien conocida en Europa y Estados Unidos, comenzó a ser traducida al español en 2018 por la editorial argentina Godot. Su libro Angustia llegó a Colombia hace algunos meses y próximamente se podrán conseguir otros de sus títulos, como El placer de la transgresión, La tiranía de la elección y Pasión por la ignorancia.

En sus libros está presente un análisis sobre la relación entre la sociedad y el individuo. ¿Cómo comienza su interés por este tema?

Cuando aún era una estudiante de filosofía comencé a trabajar en el Instituto de Criminología de la Facultad de Derecho en la Universidad de Liubliana, en una investigación sobre cómo los jóvenes se identificaban con un régimen ideológico. Desde entonces, mi carrera y mis estudios se enfocaron en entender las razones por las que las personas se acercan a una ideología determinada, la manera en que se relacionan con el poder y la forma en que el poder actúa en la psicología de la gente.

Justamente, su trabajo en este instituto de criminología me llamó la atención. ¿De qué forma esta disciplina ha influido en sus visiones?

Cuando acepté ese trabajo, lo hice porque no pensé que fuera a conseguir ningún otro. Ahora llevo casi cuarenta años trabajando allí. Me di cuenta de que la criminología siempre tiene problemas: no sabe si definirse como parte del Derecho, si inscribirse en la sociología o cómo relacionarse con la psicología. Yo decidí crear un pequeño nicho para estudiar la estructura psicoanalítica de las personas que cometen crímenes, pero también los sistemas de vigilancia y control social. Mis lecturas sobre Foucault fueron muy útiles, pero luego entendí que tú no puedes realmente entender cómo un individuo se afecta por el control social si no comprendes la psicología y el psicoanálisis. Estudié sociología, precisamente porque quería integrar esos dos conceptos: el de individuo y el de sociedad.

Ahora me interesa la manera en que percibimos y nos afecta la inteligencia artificial o el Big Data y en mi libro La pasión por la ignorancia explico por qué preferimos cerrar los ojos frente al hecho de que algunos algoritmos avanzados son autoritarios con respecto a muchas de las decisiones que tomamos.

Su libro Angustia fue escrito hace 18 años pero es sorprendentemente actual: habla sobre la guerra y las enfermedades virales como temas constantes en los medios; sobre un capitalismo basado en la suscripción de servicios. ¿Por qué quiso interesarse en esa sensación, allá en 2004?

Fue algo que comencé a ver después de la independencia de mi país y la manera en que, durante la década de los noventa, cambiaron los medios. La ansiedad de las personas comenzó a crecer: la televisión se volvió más estadounidense y las noticias se presentaban de una manera superestimulante, con reporteros que hablaban en un estado como de éxtasis. Veníamos de un pasado socialista con noticieros aburridos en donde el presentador prácticamente leía las noticias. Luego, cuando comenzaron a aparecer el Internet y las primeras redes sociales, vi que se podrían generar diferentes niveles de ansiedad. Desde el psicoanálisis entendía que esa era también una sensación importante que te pone en un estado de alerta cuando hay cambios, pero me preguntaba si no había un exceso de esta sensación.

En español el libro se llama Angustia, pero el título original es Anxiety, que traduce ansiedad. ¿Hay alguna diferencia en estos dos conceptos?

Sí, hay algunas discusiones filosóficas. Creo que el editor quiso acercarse más al uso psicoanalítico del término, pues en el mundo hispanohablante los textos de Freud tradujeron ese término como ‘angustia’, y por esa razón eligió esa palabra en español. Yo estaba buscando más los mecanismos psíquicos que se ponían en marcha en esa sensación y desde ese punto de vista más filosófico usé la palabra ‘ansiedad’.

El libro tiene todo un capítulo sobre esta sensación en la guerra y los soldados. ¿Por qué era importante hablar de esto?

La guerra ha estado presente en mi vida durante los últimos 30 años de forma esporádica. Eslovenia ganó su independencia a través de una guerra de diez días, pero aún así, cuando estás corriendo hacia un refugio y te preguntas si esa situación va a durar años, empiezas a sentir ansiedad. Después observé muy de cerca la guerra de Bosnia, que fue muy dolorosa, y en mi último libro, Pasión por la ignorancia, fui a ver cómo los bosnios inmigrantes en los Estados Unidos tienen traumas más de 25 años después de la guerra. En los regímenes autoritarios pasan décadas de trauma y este permanece de generación en generación.

Sus libros traen a colación puntos de vista de teoría psicoanalítica, pero no es necesario ser un experto para conectarse con la lectura. ¿En su ejercicio de escritura, intenta hacer un trabajo más de divulgación?

Claro, cada vez trato de ir más hacia esa dirección. Mis últimos libros, que están siendo publicados en español, los escribí pensando en una audiencia cada vez más amplia. Incluso más que Angustia, porque traté de explicar un término muy complicado de las formas más simples posibles. Siempre intento no dejar de lado a lectores que no tienen un contexto académico y esto no es una tarea sencilla.

Su conclusión en Angustia es que este tipo de sensación, aunque puede ser utilizada para disparar el consumo, no es necesariamente negativa. Cuando comenzó, ¿el libro ya tenía un indicio de esto?

Creo que llegué a esta conclusión durante mi investigación porque comencé a darme cuenta de que las personas que no tenían ansiedad, al igual que las personas que no tienen capacidad de culpa, tienen más posibilidades de volverse violentos. La falta de ansiedad puede ser un problema para la sociedad. A veces vemos esta idea de un empresario exitoso que no tiene ansiedad, está seguro de sí mismo y logra todo lo que se propone sin importar quien se interponga en su camino, solo enfocado en las ganancias… Y esto también genera preguntas de si la ansiedad se relaciona con la moral.

Es irónico pero es frecuente escuchar, en redes sociales, que si uno no está ansioso va a ser feliz…

Soy supercrítica de la idea de la felicidad. Creo que la propaganda de la felicidad ha creado mucho malestar. Mis papás, por ejemplo, nunca se preguntaron si ellos o sus hijos iban a ser felices, ahora los papás sienten culpa si sus hijos no están felices. Para mí, la felicidad es un momento que pasa ocasionalmente en la vida, pero no es un estado permanente. Si estás en un estado permanente de felicidad, no sé qué seas, pero no eres un ser humano.

*Actualmente, Salecl estudia la apatía, que, dice, es una suerte de fase posterior de la ansiedad: “Después de experimentar todas las malas noticias, todos los problemas y crisis del mundo, más personas están apagando todo como un mecanismo de defensa”.