Foto | Archivo Particular
25 de Noviembre de 2016
Por:
Fernando Gómez Garzón

La escritora española acaba de estrenar en Colombia su más reciente novela, La carne, una comedia sobre la vejez, el abandono, el peso de nuestras decisiones y la imposibilidad de volver a empezar. 

“Creo firmemente que la normalidad no existe. ¡Vivan los monstruos!”: Rosa Montero

La carne, un título que, si uno no está hablando de gastronomía (incluso si sí está hablando) es ya lascivo. ¿Era la intención?

Ja, ja, ja, para mí no es lascivo. Es un título fuerte, elocuente y esencial que habla justamente de lo que trata la novela. Es la carne que nos aprisiona, porque no escogemos el cuerpo en el que vivimos; es la carne que nos enferma, que nos envejece y que nos mata; pero también, claro, es la carne que nos hace rozar la gloria a través del sexo y el deseo; que nos hace sentir eternos en el momento del estallido pasional; y también es la carne animal que nos salva de ser solo humanos, es esa carne que, cuando un día de invierno nos cae encima un rayo de sol, pone a todas las células a bailar de alegría de vivir. Y de eso trata la novela, de la gloria y la oscuridad de la vida, del terror y la belleza.

 

Soledad Alegría se llama la protagonista de la novela. ¿Qué punto de partida tiene semejante ironía?

Es una de esas bromas crueles de la vida, pero también es una especie de declaración de principios que indica que la novela habla de temas esenciales, graves, a veces amargos y terribles, pero que lo hace desde el sentido del humor, un humor que consuela y relativiza todo lo que ocurre.

 

Soledad, además, prepara una exposición sobre los escritores malditos. ¿Cuál es su propia definición de escritor maldito?

Lo dice la novela en un determinado momento. Soledad dice: “Ser maldito es saber que tu discurso no puede tener eco, porque no hay oídos que lleguen a entenderte. En esto se parece a la locura. Ser maldito es no coincidir con tu tiempo, con tu clase, con tu entorno, con tu lengua, con la cultura a la que supuestamente perteneces. Ser maldito es desear ser como los demás pero no poder. Y querer que te quieran pero sólo producir miedo o quizá risa. Ser maldito es no soportar la vida y sobre todo no soportarte a ti mismo”. Y en este caso estoy de acuerdo con ella, cosa inusual porque no estoy de acuerdo con casi nada, ja, ja, ja.

 

¿Cuál es su escritor maldito preferido, y por qué?

Me interesan todos, me interesan por sus rarezas, por lo extraordinario de sus peripecias, pero eso no quiere decir que todos me gusten como personas o como escritores, ni mucho menos.

 

¿Ha sospechado en usted algo de escritora maldita?

Tengo la convicción de ser no ya una escritora maldita sino una persona un poco rara, pero es que yo creo que todos somos un poco raros, creo firmemente que la normalidad no existe. Vivan los monstruos.

 

La novela es una reflexión sobre el paso de los años. ¿De qué se da uno cuenta después de cumplir sesenta?

No te das cuenta de nada en especial, no es que cumplas y haya una revelación, uno va envejeciendo desde que nace, es un proceso del que te vas haciendo gradualmente consciente. Digamos que ser joven es pensar que vas a poder empezar otra vida desde cero al día siguiente; y a medida que cumples años te das cuenta de que eso se acaba. A los cuarenta ya sabes que eso no es posible, es decir, puedes cambiar de vida pero ya no desde cero porque llevas una mochila de piedras a la espalda, la pesada carga del daño que te hicieron, del daño que hiciste, de los sueños rotos, todo eso. Y a medida que vas envejeciendo es peor, porque la mochila se va llenando más y encima se va achicando el tiempo que te queda por delante para poder enmendar tu vida, para poder sacar alguna de las piedras de la espalda. Así que es algo gradual.

 

Fernando Trueba dice que la juventud está sobrevalorada. ¿Qué opina al respecto? ¿Por qué cree que la gente vive obsesionada con que no se le note el paso del tiempo?

Bueno, es cierto que hoy hay un imperativo artificial y absurdo para parecer físicamente joven, pero me remito a la respuesta anterior, ser joven es tener la vida intacta por delante y eso es maravilloso.

 

¿Es Tristán e Isolda una obra especial para usted o solo un elemento de la ficción?

Me gusta mucho la ópera y me encanta Tristán e Isolda, pero vamos, es una más entre las muchas óperas que me gustan. O sea que es un elemento de la ficción.

 

¿Y en relación con La muerte en Venecia, que tanto aporta a la novela?

Tampoco es una obra especialmente significativa para mí, aunque es una novela preciosa, una película preciosa y una ópera bellísima que casualmente había visto el año anterior al momento en que empecé a escribir la novela. Y como el tema venía como anillo al dedo, pues fue natural que tuviera un lugar relevante en el libro.

 

La carne es también una novela sobre el abandono y sobre las secuelas del abandono. ¿Es, como marca en la novela, el niño el padre del hombre?

Ese es un bello verso de Wordsworth y en efecto creo que es bastante así, nuestra niñez condiciona nuestra vida adulta, aunque creo que no al cien por cien, siempre hay posibilidad de elección y cierta esperanza.

 

“Hasta el más imbécil escribe”, dice la protagonista. ¿Es, un poco, lo que estamos viviendo en los tiempos de internet: que todos escriben y nadie lee?

Nooo, eso es también típico de Soledad, no es algo que yo diría. Que todos escriban me parece genial, antes de que naciera internet íbamos encaminados a un mundo de ágrafos. Y, por otra parte, la lectura siempre ha sido una actividad minoritaria, y esa minoría es hoy más grande que nunca.

 

¿Cómo ve, a propósito, la salud de la literatura?

Depende de en dónde. En lengua española la veo muy viva y pujante.

 

Sus personajes femeninos siempre suscitan multitud de seguidoras que se identifican. ¿Cómo construye estos personajes?

Espero (y por fortuna sé que así sucede) que también se identifiquen con ellos los hombres. Verás, resulta bastante irritante que cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer la gente piense que está escribiendo sobre mujeres, mientras que si un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre la gente piensa que está escribiendo sobre el género humano. Yo no tengo ningún interés en escribir sobre mujeres, escribo sobre el género humano, pero es que el 51% del género humano somos mujeres. Por fortuna los varones ya se están identificando con esas protagonistas femeninas, igual que las mujeres lectoras nos hemos identificado durante siglos con los protagonistas masculinos de los libros. Y mis personajes los construyo, sean hombres o mujeres, viviéndome dentro de ellos.

 

Uno de los personajes es, justamente, Rosa Montero. ¿Es Rosa Montero la escritora, es decir, usted, o es un personaje al estilo borgiano, un yo que no es yo sino otro? ¿Por qué decidió incluirla o incluirse?

Soy yo, soy bastante yo, o uno de mis yoes en cualquier caso. Aparecer en el libro forma parte de algo que hago frecuentemente en mis novelas y es jugar en la frontera borrosa entre la realidad y la ficción, porque para mí no están nada separadas, se confunden todo el tiempo... en esta novela también salen otros personajes sacados de la realidad, como Ana Santos Aramburo, la directora de la Biblioteca Nacional, que es de verdad la directora de la Biblioteca.

 

 

*Publicado en la edición impresa de octubre de 2016.