Foto: IStock.
Foto: IStock.
24 de Septiembre de 2022
Por:
Mario Alcalá

El séptimo arte está mutando en formas inimaginadas según avanzan las tecnologías de consumo. 

TAGS: Bogotá, Cine

¿La sala de proyección o el sofá de la casa?

DÉCADAS ATRÁS, el cine dio una de sus grandes batallas a lo largo de su centenaria existencia. Ocurrió cuando la televisión, naciente entonces, consiguió que algunos espontáneos ‘profetas’ vaticinaran su fin, sucumbiendo ante la comodidad que representaba para las audiencias ver en el hogar los mismos largometrajes que se exhibían en los teatros. Ese tipo de consumo se solidificó con el mercado del video que inició a mediados de los años setenta y que dio sus últimos coletazos a principios del siglo XXI. Fue precisamente ese nicho de público el gran responsable del nacimiento y rápida expansión de los contenidos streaming, incluyendo al propio cine, que, gracias a la tecnología, ahora puede ser visto también en dispositivos móviles. No es un secreto que el proceso lo acentuó la pandemia, que obligó a las grandes distribuidoras a cerrar sus salas mientras que los productores recurrían a las plataformas como nuevos destinos para su obra. El resultado: un nuevo orden que modificó la industria cinematográfica en todos los sentidos. Con ello, otra vez se eleva ese válido cuestionamiento: ¿dónde ver las películas?

Ir hasta allí
Para el público clásico, purista si se quiere, no debe existir otro lugar ajeno a una sala de cine para ver los largometrajes. Sus clamores más relevantes son que la obra se disfruta sin interrupciones, de principio a fin; que allí se aprecia con mayor fidelidad el apartado audiovisual y que se conserva esa experiencia intimista del público con la película, sin que medien factores externos que rompan ese vínculo. Otros sostienen que la sala continúa siendo uno de los planes más atractivos para las relaciones interpersonales, y, para la industria, la boletería es crucial porque genera una gran cantidad de puestos de trabajo en todas las fases del hecho cinematográfico: producción, distribución, exhibición.

Bajo la cobija
Las crecientes audiencias que disfrutan el cine fuera de las salas tienen, también, argumentos sólidos. Está, por ejemplo, la comodidad de visualizar un filme a cualquier hora del día o de la noche, y en cualquier lugar. A ello se une la extensa oferta de contenido que no limita al público a una sola producción, sino que le da posibilidad de escoger y de cambiar de película cuando la primera no fue de su agrado. Asimismo, se reducen significativamente los costos que implica asistir a los teatros, y se tiene la posibilidad de elegir las formas en las que se consume y disfruta un largometraje: verlo varias veces por un mismo precio, por ejemplo, o por partes. Todo ello, sin nombrar la variedad de filmografías y países que no están limitados al gusto y las preferencias de un solo distribuidor.

Mi veredicto

 

En el caso particular de quien escribe esta columna, las grandes megaproducciones seguirán siendo mucho más atractivas para disfrutarlas en las salas, para apreciar sus bondades, técnicas y por el hype que generan. El cine menos elaborado, técnicamente hablando, y aquel que no genera una gran expectativa, es idóneo para disfrutarse a través de las plataformas. Lo importante es que el cine salga bien librado de las amenazas que enfrenta como industria.