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4 de Julio de 2012
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El crítico Emilio Sanmiguel nos dice cuáles son los nombres clave de la música docta en el país.

Por Emilio Sanmiguel

Quién es quién en la música clásica en Colombia

Natural de Danzing, Alemania. Si Frank no hubiese emigrado a Colombia habría sido necesario importarlo: por décadas ha liderado las orquestas de cámara en Colombia: primero con la Camerata Bogotá y hoy con su Camerata Preuss. 

Andrés Orozco: El milagroso

Nació en Medellín hace 34 años. Su carrera tomó dimensión internacional al dirigir la Tonkünstler-Orchester Niederösterreich y ser calificado como ‘El milagro de Viena’. En la actualidad es el director colombiano de mayor proyección internacional. 

Eduardo Carrizosa: El constante

Una de las presencias más constantes en la vida musical de losúltimos años. Ha dirigido las orquestas más importantes del país, incluidas la Sinfónica de Antioquia, la Sinfónica Nacional y la Filarmónica de Bogotá. Su repertorio abarca desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la vanguardia contemporánea.

Sergio Acevedo: El mago

De los directores colombianos, el más talentoso. Su carrera se inició en1975, al resultar vencedor del Concurso Internacional de Dirección en Florencia, Italia. Durante doce años se desempeñó con rotundo éxito como titular de la Sinfónica de Antioquia. Desde 2003 está al frente de la Orquesta Sinfónica UNAB de Bucaramanga, fundada por él. Tiene el don de lograr que obras menores suenen como obras maestras. 

Jaime León: El maestro

El cartagenero Jaime León se ha destacado en todos los campos musicales que ha abordado a lo largo de su larga carrera como director, pianista y compositor. Canciones del ‘maestro’ han sido interpretadas por figuras de la talla de Montserrat Caballé. En Nueva York dirigió a personalidades como Rudolf Nureyev.

Raúl García: El amado

Como miembro de la Sinfónica de Colombia, era vox populi que era el primer clarinetista del país. Dejó la orquesta para dedicarse a ‘la obra’ de su vida: la Filarmónica de Bogotá. El milagro de la orquesta más querida por el público capitalino se le debe a él.

Rafael Puyana: El coleccionista

El colombiano de mayor trascendencia y reconocimiento internacional. Pionero de la recuperación del repertorio barroco y renacentista. Poseedor de la, quizás, más completa colección privada de instrumentos antiguos de tecla, que incluye el clave de Hyeronymus Hass del siglo XVIII, único de tres teclados que se conserva en el mundo. Los más reconocidos compositores del siglo XX han escrito obras para él. Puyana es a la música lo que García Márquez a la literatura, o Botero a la pintura. 

Carlos Villa: El carismático

De los violinistas colombianos, el caleño Carlos Villa es el favorito del público, que encuentra encantadoras sus medias rojas en contraste con su frac cortado en Londres. Ciudadano del mundo, su vida trascurre entre Nueva York y Londres: afinación infalible, virtuosismo deslumbrante y carisma son su sello.

Blas Emilio Atehortúa: El modernista

De los compositores colombianos es probablemente el más significativo. Considerado el ‘modernista clásico’ más relevante internacionalmente hablando, su obra es quizás la más interpretada por las orquestas latinoamericanas. Nació en Medellín en 1943.

              

Teresa Gómez: La observadora

Nació pianista, y para tocar las primeras obras le bastó observar las clases de piano que se impartían en Bellas Artes de Medellín, donde sus padres eran los porteros. Ningún pianista ha conseguido en Colombia el nivel de compenetración que ella alcanza con el público. Mezcla de disciplina e intuición, sus Bach, Beethoven, Mozart, Schumann o Chopin van de la mano con su sincero interés por los compositores nacionales, como Adolfo Mejía, Luis Viecco y Luis A. Calvo.

Francisco Zumaqué: El nacionalista

Nacido en Cereté, Córdoba, en 1945. Se formó en el Conservatorio Nacional de Bogotá y después en el de París. Su obra, que ya superó los 200 opus, se mueve en el terreno de la vanguardia musical con raíces hondamente nacionales. No teme ser calificado en pleno siglo XXI de compositor ‘nacionalista’.

Jesús Pinzon Urrea: El indigenista

La obra de Pinzón Urrea (Bucaramanga, 1928) está marcada por la modernidad y el vanguardismo. En Colombia fue pionero de nuevas técnicas de escritura, incluido el grafismo sin pentagrama para intérpretes sin conocimientos musicales. Su obra ha sido interpretada por orquestas de Estados Unidos, España, Suecia, Inglaterra y el Japón. En las muchas facetas de su creación, se destaca su interés por el ‘indigenismo’.

Blanca Uribe: La comprometida

La ‘Vestal del piano’. Pocos en el mundo han enfrentado los retos que ha asumido esta antioqueña, graduada de la Hochscule de Viena: el ciclo completo de las 32 sonatas y los conciertos Beethoven y la Suite Iberia de Albéniz que llevó al disco. Por su carrera, que incluye presentaciones con orquestas como la de Filadelfia, es la pianista más respetada.

Guillermo Gaviria: El pionero

Egresado del Conservatorio de la Universidad Nacional de Bogotá y Juilliard de Nueva York, tiene asegurado como compositor su lugar importante en la música colombiana. Sin embargo, a pesar de su bajo perfil, su importancia radica en ser el verdadero pionero de la modernización y la popularización de la enseñanza de la música en el país.

Pilar Leyva: El prodigio

Está en el medio musical desde su infancia, cuando se inició como ‘niña prodigio’. Su preparación es una de las más completas y profundas del medio. En los últimos años se ha dedicado a la docencia musical y a la formación de jóvenes talentos.

Helvia Mendoza: La arriesgada 

Esta cartagenera fue por años pianista titular de la Sinfónica de Colombia. Cultora eterna de la música de cámara, como solista tiene el récord de haber abordado con éxito conciertos muy difíciles del repertorio, como los de Brahms y Barber.

Valeriano Lanchas: El audaz

Irrumpió en la escena bogotana cuando era un niño que cantaba con voz de hombre arias de La flauta mágica de Mozart; poco después debutó en la ópera. Sin iniciar estudios en el exterior ya era famoso. La fama lo acompaña y el público lo adora. Audaz, osado, voz de belleza conmovedora, el artista surge en los Lieder de Schumann y Schubert.

Sofia Salazar: La que volvió

Nadie ha sido más ovacionado que la mezzosoprano antioqueña Sofía Salazar y ninguna voz ha tenido el poderío de la suya. El éxito no la marea, ni siquiera el Concurso Verdi de Busseto que ganó. De un momento a otro dejó la carrera por su vida personal. Resolvió volver en la Ópera de Antioquia y de nuevo brillan su voz y su presencia. ¿Hasta cuándo? Ella lo decidirá. 

Elisa Brex: La exiliada

Por razones personales, esta soprano argentina terminó viviendo en Medellín. Llegó precedida del éxito de sus actuaciones en la Ópera de Colombia. Este lugar lo tiene bien ganado por su labor, como maestra de canto y por ser la fundadora de la Ópera de Antioquia, que este año llegó a su XVII temporada.

Marina Tafur: La polifacética

Hay cantantes de ópera que hacen recitales, y concertistas que cantan ópera. Esta caleña ha sido la más grande recitalista de Colombia y sus presentaciones han sido un remanso de refinamiento, buen gusto y originalidad. Su voz no se deja encasillar, aúna lo mejor de la soprano y el terciopelo de la mezzo: Fauré, Duparc, Debussy, Berlioz y Ravel son lo más exquisito de su arte. 

Juan José Lopera: El doctor

El doctor Lopera es médico de profesión y tenor de vocación. La decisión de abandonar su carrera para irse a Europa a completar su formación y probar suerte fue exitosamente recompensada. Hoy en día puede ser el colombiano que más veces se ha presentado, con éxito clamoroso, en la Ópera del Estado de Viena.

Martha Senn: La alcaldesa 

La mezzosoprano, nacida en Suiza y educada en Colombia, habría sido exitosa en cualquier campo. Doctora en derecho, lo dejó por el canto. La suerte la catapultó a la escena internacional y actuó en grandes escenarios del mundo. Bella voz y bella figura; cuando su carrera no llenó sus expectativas, incursionó en la política: fue secretaria de Cultura de Bogotá y hasta Alcaldesa encargada.

Juanita Lascarro: La heredera 

Sus inicios en Colombia fueron difíciles porque se la comparaba con su mamá, Marina Tafur. En el exterior, donde se ha desarrollado su carrera, no ocurrió lo mismo, y la crítica internacional alabó sin reservas su voz de soprano, su personalidad y un instinto muy particular para escoger las óperas de su repertorio. Hija de tigre…

Carmiña Gallo: La leyenda

En Colombia hay ópera porque hubo una gran soprano que justificaba el espectáculo: Carmiña, alumna del profesor Luis Macía, con una entrega en escena que le permitió abordar con autoridad las grandes heroínas de la lírica: Aída, Tosca, Butterfly, Mimí. Legendarios sus pianissimos que parecían flotar en el cielo raso del Colón. Fue exitosa directora de coral y maestra legendaria. Murió en enero de 2004.

(Las fotografías son cortesía de El Espectador, Revista Cromos, Revista Semana, Filarmónica de Medellín, Cásicas del amor y archivos particulares.)