FOTO NICOLÁS GALEANO. PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA
22 de Marzo de 2022
Por:
Laura Gil *

 

La guerra en Ucrania revivió viejos debates sobre las esferas de influencia que tienen las grandes potencias. Con un agravante: la efectividad de esa alianza política y militar de occidente está en duda.

 

 

 

¿Le importa América Latina a la Otan?

 

LA INVASIÓN de Rusia a Ucrania pone en entredicho la capacidad de la OTAN para responder a los riesgos que enfrentan los países que la componen y los aliados que entraron en acuerdos de diverso tipo con ella. La visita del presidente Iván Duque a la sede de la OTAN en Bruselas a mediados de febrero pasado recordó el papel especial de Colombia en esta organización. Colombia es el único socio global de la OTAN en América Latina, un estatus que obtuvo bajo el Gobierno de Juan Manuel Santos. No sobra, entonces, preguntarse la relevancia de la OTAN para la región.

UN RECUENTO CLAVE

Fundada en 1949, la Organización del Tratado del Atlántico Norte constituye un instrumento de defensa colectiva cuya columna vertebral se define por la máxima “un ataque contra uno es un ataque contra todos”. Los 12 miembros iniciales —Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Italia, Islandia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido— se unieron para hacer frente a la amenaza soviética. Abrieron las puertas a tres más en los cincuenta: Alemania, Grecia y Turquía, y luego a España en 1982.

Desde la caída del Muro de Berlín en 1989, la OTAN no hace más que crecer. Catorce Estados que permanecieron bajo la órbita soviética durante la Guerra Fría se han venido incorporando. Tres de ellos eran antiguas repúblicas de la Unión Soviética: Estonia, Letonia y Lituania, los cuales comparten fronteras con Rusia. Hoy, son 30 miembros en total. Pero la OTAN no se queda allí. Múltiples estructuras extienden sus tentáculos alrededor del globo. El Diálogo Mediterráneo incluye al norte de África, Jordania e Israel. La Iniciativa de Estambul congrega a Baréin, Kuwait, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. Además de Colombia, existen ocho socios globales más: Afganistán, Australia, Corea, Irak, Japón, Mongolia, Nueva Zelanda y Pakistán. Cada uno de los países participantes negocia un menú de cooperación a la carta.

De lejos, la apuesta más importante radica en el Consejo Euroatlántico, que une a 20 Estados, de Azerbaiyán a Suecia y Finlandia. Como la OTAN tiene un carácter regional, solo estos países de Europa y Eurasia podrían dar el paso a la admisión plena. En este grupo se encuentran Ucrania, Georgia, Bielorrusia y Rusia.

 

Semejante desarrollo, que aspira —o, mejor, aspiraba— a ingresar hasta a los archienemigos de los sistemas políticos y económicos de los miembros originales, da cuenta de una alianza en crisis existencial. Vale la pena recordar que la OTAN se identifica, no solo como un acuerdo militar, sino como uno político que junta democracias.

El papel de la OTAN era más sencillo cuando existía el Pacto de Varsovia. Negociado en 1955, este tratado, que reunió a todos los países de la esfera soviética, fungió como contrapeso a la OTAN, estableciendo un equilibrio político-militar que sirvió de barrera de contención a la expansión de los bloques. La confrontación no se dio de manera directa, sino vía guerras subsidiarias. La competencia interactiva entre ellos produjo un escalamiento de la carrera armamentística en Europa. Nunca se había preparado tanto una guerra que nunca se peleó y en esta ausencia está el logro más importante de la OTAN.

El entusiasmo post-Guerra Fría llevó a creer que hasta Rusia podría algún día convertirse en parte de la OTAN. Esta ingenuidad se topó con un Moscú que nunca dejó de sospechar de ella. De hecho, Rusia demandó de Estados Unidos un compromiso de no ampliación. La certeza de las garantías entregadas depende del protagonista de la historia. “Ni una pulgada hacia el este”, aseguró entonces James Baker, secretario de estado del presidente George Bush. Bill Clinton no lo tenía tan claro: sacó adelante el Partnership for Peace, una asociación de la OTAN para Europa del Este que presentó a Boris Yeltsin como una manera de integrar a Rusia con Europa.

Los liderazgos occidentales hicieron lo posible para calmar los temores rusos. En 1997, la OTAN y Rusia firmaron un Acuerdo de relaciones mutuas, cooperación y seguridad. Pactaron lo siguiente: “La OTAN y Rusia no se consideran adversarios. Comparten el objetivo de superar los vestigios de la confrontación y la competencia anteriores y de fortalecer la confianza mutua y la cooperación”. En 1994, Rusia entró a Partnership for Peace y, en 2002, las partes crearon el Consejo OTAN-Rusia.

LOS PROBLEMAS DE HOY

Lo cierto es que, poco a poco, la organización se le fue acercando a Rusia sin redefinir su rol en un escenario global donde ya no estaba la Unión Soviética. La inestabilidad política en Rusia por sí sola no le permitió conservar el aura de imprescindibilidad a la OTAN. Tampoco lo hizo la campaña aérea de bombardeo en Kosovo en 1999, como tampoco lo lograron las sucesivas autorizaciones del Consejo de Seguridad para intervenir en Afganistán, Libia, las operaciones antipiratas del Cuerno de África y otros conflictos.

“La disolución de la Unión Soviética constituyó la peor catástrofe del siglo”, repite Putin una y otra vez desde 2005. No oculta su deseo de reconquista de la periferia rusa y el retorno al mundo de las esferas de influencia. Se podría pensar que Vladimir Putin le hubiese impregnado una renovada razón para existir. Pero no fue así.

LA OTAN CARECE DE PODER DISUASORIO

En 2008, Putin desencadenó la guerra en Georgia, poco después de que la OTAN le prometiera a este país la membresía plena. En 2014, retomó Crimea, alegando la pertenencia de sus habitantes a la nación rusa y, en 2020, envió ayuda militar al dictador Lukashenko de Bielorrusia para permanecer en el poder. Nadie lo detuvo. Quizás por ello Vladimir Putin se sintió lo suficientemente seguro para iniciar la guerra de Ucrania.

LA OTAN DEJÓ DE FUNGIR COMO ELEMENTO ESTABILIZADOR
A Vladimir Putin puede preocuparle mucho más compartir fronteras con democracias que con la OTAN. Se podría argumentar que la autocracia cleptócrata que dirige necesita acabar con las democracias cercanas. Pero la alianza militar le sirve como la excusa retórica para usar la fuerza. Si la ampliación de la OTAN constituye un elemento detonador de guerras, ¿de qué manera contribuye a la estabilidad mundial?

LA OTAN DEJÓ CLARO EN UCRANIA QUE NO TIENE DIENTES
La OTAN está sin apetito para el combate. La retirada presurosa de Estados Unidos en Afganistán lo plasmó en imágenes. Y así, Ucrania quedó en el peor de los mundos: castigada por su anunciado 
ingreso a la OTAN, esta no la defiende porque no es, en efecto, miembro todavía, mientras la Casa Blanca insiste que un ataque en verdadero territorio de la OTAN sí sería repelido.

FOTO SHUTTERSTOCK 

 

El presidente Zelensky de Ucrania no oculta su frustración: “Desgraciadamente, hoy hay una impresión completa de que es hora de hacer un funeral a las garantías y promesas de seguridad, la determinación de alianzas, los valores que parecen muertos. La cumbre de la OTAN tuvo lugar hoy: cumbre débil, cumbre confusa, cumbre que muestra que no todos consideran que la lucha por la libertad es el objetivo número uno de Europa”, musitó Zelensky entre lágrimas.

¿Y POR ESTOS LADOS?

Si la OTAN ni disuade ni defiende en Europa, uno podría cuestionar cuál sería el valor agregado de una penetración mayor en América Latina. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, aseveró que Brasil y otros países de la región podrían conver- tirse en socios globales como Colombia.


Desde 2017, no es mucho lo que Colombia ha participado en operaciones de OTAN. Se ha cooperado en inteligencia y entrenamiento de doble vía, con el ejército colombiano aportando su experiencia en desminado. Colombia ha contribuido con militares a la Operación Ocean Shield de lucha contra los piratas marítimos y no más. El envío de tropas colombianas como parte del contingente español en la OTAN en Afganistán, anunciado con bombo, nunca se concretó.

La búsqueda de escenarios que le permitieran a las fuerzas armadas colombianas reformular su doctrina con el posconflicto en mente tenía todo el sentido en medio de la negociación del Acuerdo de Paz. Pero quizás sea el momento de revaluar. El Gobierno bogotano consolida alianzas para garantizar su seguridad. Pero, en ocasiones, ellas conllevan riesgos adicionales.

¿No ha dicho el Gobierno de Putin que desplegaría armas en Venezuela y Cuba si la OTAN insiste en hacerlo en Europa? ¿Necesita la región insertarse en la reconstrucción del mundo pasado de las esferas de influencia?

Por otra parte, tres países en América Latina han obtenido la categoría de aliado principal extra-OTAN: Argentina, Brasil y, en estos días, Colombia. Hoy, dada la guerra en Europa, la relación especial con Estados Unidos puede ser más que suficiente. Todo parece indicar que, para América Latina, la OTAN saca más de lo que pone.

*Politóloga colombo-uruguaya. Directora de Lalineadelmedio.com.