[1] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922) El general Solón Wilches y sus hijos, María, Solón, Milcíades, Rosalina y Andrés Wilches Otero Ca. 1885, copia en albúmina, 25,5 x 20,3 cm Reg. 6084 © Museo Nacional de Colombia / XXXX. [2] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922) Autorretrato Ca. 1893, fotografía © Cortesía Familia Gavassa / María Fernanda Domínguez Londoño
Enero de 2021
Por :
María Fernanda Domínguez Londoño * Investigadora independiente. Magíster en historia del arte de la Universidad de Nueva York, con pregrado en arte y diseño de la Universidad de los Andes.

Quintilio Gavassa: fotografía profesional del tiempo

DESDE QUE aprendió el oficio del fotógrafo, tras su llegada al continente americano hacia 1878, Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922) se dedicó a registrar su contemporaneidad. Retrató la sociedad (imagen 1) y capturó objetos, acontecimientos históricos y espacios del progreso mediante el lenguaje fotográfico. En dicha práctica es posible encontrar una forma de diseccionar y coleccionar el siglo XIX desde la imagen, la cual ha condicionado la historiografía sobre ese siglo en Santander. Sus fotografías aparecen en un número importante de los recuentos históricos, ilustrando temas como la guerra de los Mil Días (1899-1902) y la bonanza cafetera. En general, puede afirmarse que han servido como sinécdoque de los ideales del desarrollo vigentes a finales del siglo XIX. Esto se debe, en parte, a la aspiración de objetividad por parte del fotógrafo durante su elaboración. Por décadas, estas fotografías han sido reproducidas en libros, periódicos y vallas publicitarias, imprimiéndose en el imaginario colectivo regional y en algunos casos nacional. 

Gavassa emigró de Italia a los 16 años, iniciándose en el oficio como asistente en el estudio cucuteño de su pariente Antonio Faccini. Antes de abrir su estudio en Bucaramanga, entre 1880 y 1894, fotografió algunas empresas pioneras en Santander como el alumbrado público, el acueducto de Bucaramanga, la primera cervecería industrial del país y la línea del ferrocarril. Dicha selección de temas sentó el precedente para el tipo de fotografía que habría de producir a lo largo de su vida y del lenguaje especializado a través del cual documentó la transformación de la región (imagen 2).  En 1894 inauguró la Fotografía Gavassa en Bucaramanga, establecimiento cuya fundación marcó un hito al ser el primer estudio profesional permanente de la ciudad. Si bien la fotografía era conocida en la región, esta había estado orientada al retrato y había sido practicada principalmente por fotógrafos viajeros y amateurs. Con la fundación del estudio, Bucaramanga se inauguró en el mundo de la imagen moderna. En 1893, Gavassa había viajado a Nueva York con el fin de comprar materiales y equipos necesarios para su funcionamiento. Su nombre figura en los archivos de inmigración estadounidenses, apareciendo registrado como fotógrafo de profesión.

[3] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922)

Calle de Bucaramanga

Fotografía

© Cortesía Familia Gavassa / María Fernanda Domínguez Londoño

[4] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922)

Calle de Bucaramanga

copia reciente de negativo, 11,8 x 15 cm

Reg. 3104  

© Museo de Arte Moderno de Bogotá / Ernesto Monsalve Pino

 

 

¿Qué significaba ser un fotógrafo profesional a finales de siglo XIX? Para entonces la fotografía se había beneficiado de importantes avances técnicos dirigidos hacia su democratización. Sin embargo, tanto amateurs como profesionales debían conocer de primera mano los procesos de captura, edición y revelado, lo cual exigía una comprensión básica de óptica y química. Adquirir estos saberes requería agilidad, recursos económicos y tiempo para la práctica. En este contexto, la línea entre amateurs y profesionales era borrosa. En el caso de Quintilio Gavassa, ser fotógrafo profesional consistía en desarrollar un método para realizar fotografías de calidad homogénea (imagen 3). Las imágenes y los textos supervivientes de Gavassa permiten entrever una consciencia profunda del fotógrafo profesional como un fabricante de imágenes. En sus Apuntes fotográficos (1907) relató el proceso a través del cual llegaba a un producto fotográfico. Según estos Apuntes, el método personal de Gavassa resultaba del estudio y puesta a prueba de la información provista por los manuales disponibles. Al considerar este modo de operar, es posible entender cada imagen como un acto fotográfico que excedía el momento de captura fotográfica y abarcaba un proceso de pre y postproducción que resultaba en una imagen final comercializable y coleccionable.

Como muchos fotógrafos comerciales de fines del siglo XIX, Gavassa se dedicó a realizar un inventario desde las imágenes, ofreciendo una gran variedad de productos y servicios. Siguiendo el impulso de registro, fotografió la vida fuera del estudio, incluyendo las calles de su ciudad adoptiva y una larga lista de novedades en la historia del progreso local: el primer automóvil, la primera bomba de gasolina, la primera fuente de soda, aviones, fábricas y lugares de esparcimiento. Como su contemporáneo el francés Eugène Atget (1857-1927), Gavassa capturó la vida durante el cambio de siglo, participando activamente en el desarrollo de una cultura visual local con esta serie de “documentos artísticos” (imágenes 4 y 5). Fue así como Quintilio Gavassa se convirtió en uno de los principales fotógrafos activos en Colombia durante el último cuarto del siglo XIX y principios del XX. Su lugar destacado como pionero de la fotografía profesional en Santander es indiscutible. Sin embargo, a pesar de su renombre, actualmente no existe un archivo físico de su extenso corpus fotográfico. Ello a diferencia de lo ocurrido con la obra de otros fotógrafos contemporáneos suyos, como los hermanos Rodríguez o Benjamín de la Calle (1869-1934), cuyos archivos han sido preservados por la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. La supervivencia del acervo fotográfico de Gavassa es compleja y pone en evidencia una serie de transformaciones en la percepción y conservación de la imagen fotográfica.

Como muchos, el estudio Gavassa fue un negocio familiar en donde el oficio se transmitió de una generación a otra. Tras la muerte de Quintilio Gavassa en 1922 sus hijos continuaron con el estudio, sin embargo, en la década del cincuenta la actividad comercial decayó y finalmente cerró en 1958. Tras intentar donar el archivo a distintas instituciones, se descartó su conservación integral debido, en parte, a la cantidad y fragilidad del material decimonónico. La mayoría de los negativos en vidrio fueron enterrados en un lote baldío y los equipos donados a instituciones locales. No obstante, antes de su entierro, la familia escogió las fotografías que consideró más emblemáticas, procediéndose a refotografiar y ampliar los negativos seleccionados. En la actualidad estos negativos de 55 milímetros se conservan en la biblioteca de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, reunidos en un repositorio denominado Archivo Gavassa el cual está abierto al público.

[5] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922)

Avioneta Bucaramanga

Copia original sobre papel, 10,8 x 19,4 cm

Reg. 3114 

© Museo de Arte Moderno de Bogotá / Ernesto Monsalve Pino

[6] Autor desconocido

Fotografía de un retrato tomado por Quintilio Gavassa

S. XX, copia fotográfica, 20 x 25 cm

FT3253

© Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

 

 

La supervivencia híbrida de las imágenes fotográficas de Gavassa da cuenta de la transformación de las valoraciones respecto a lo fotográfico, su materialidad y conservación. Desde los inicios del oficio, los estudios conservaron negativos con el fin de poder ofrecer copias a sus clientes incluso años después de la toma. En el contexto comercial, el valor del negativo radicaba principalmente en su infinito potencial para la reproducción. En cambio, los debates sobre la noción de soportes “originales” y la importancia de conservación de estos materiales son recientes. Estos han resultado de medio siglo de discusiones acerca de la historia de la fotografía y de la disciplinarización de este campo de estudio. Las primeras historias de la fotografía en Colombia datan, respectivamente, de 1978 y 1983: Fotografía colombiana contemporánea de Roberto Rubiano y Marcos Roda y La historia de la fotografía en Colombia de Eduardo Serrano. Este último texto fue el catálogo de la exposición homónima curada en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Para dicha muestra se reunieron fotografías provenientes de todo el país, acervo a partir del cual se consolidaron algunas de las principales colecciones existentes hoy en día. En 1983 también se realizó una muestra de la obra de Quintilio Gavassa e Hijos en la Biblioteca Luis Ángel Arango. Aquellas exposiciones y publicaciones de la década del ochenta, entre otras, señalaron una expansión de la concepción lo fotográfico desde lo histórico hacia lo político y estético. La preocupación por los procesos de producción y conservación de la fotografía, ligada a la aparición de los estudios materiales y la emergencia de las fototecas, es aún más reciente.

Si se considera que pasaron más de dos décadas entre el cierre de la fotografía Gavassa y la escritura de las primeras historias de la fotografía en el país, no es de extrañar que las principales instituciones culturales colombianas conserven un número muy limitado de fotografías de Gavassa, y que, en gran parte, estas sean fotografías de fotografías (imagen 6). Probablemente el acervo físico más importante sea el de los retratos preservados en los hogares santandereanos que Marina González reunió para la exposición Historia de la Fotografía en el Gran Santander y su catálogo. Dicha investigación y el libro Fotografía Italiana de Quintilio Gavassa, escrito por Edmundo Gavassa, nieto del fotógrafo, constituyen las principales fuentes sobre su vida y obra.

[7] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922)

Línea del ferrocarril

Negativo de acetato, 17 x 12 cm

Reg. 3096 

© Museo de Arte Moderno de Bogotá 

 

[8] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922)

Construcción del ferrocarril de Puerto Wilches

Ca. 1882, copia en gelatina, 16,8 x 11,8 cm

Reg. 6075

© Museo Nacional de Colombia / Ángela Gomez Cely

 

[9] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922)

Tren descarrillado

Copia original sobre papel, 11,6 x 20 cm

Reg. 3116 

© Museo de Arte Moderno de Bogotá / Ernesto Monsalve Pino

 

 

Si bien la importancia del ejercicio fotográfico de Quintilio Gavassa es ampliamente reconocida, el carácter documental de estas imágenes aún debe discutirse. La pregunta acerca de la conservación de su materialidad da pie a otras posibles lecturas de este acervo, las cuales podrían considerar las cambiantes nociones de autoría que definieron su preservación y reutilización. Ante la desaparición de sus referentes físicos originales –los soportes y los sujetos retratados– estas fotografías se han convertido en índices de sí mismas: la última prueba de algo que ya no existe. Sobre estas meta-imágenes se han acumulado estratos de significados ambiguos que exigen un estudio crítico del uso de la fotografía y de la transformación que sufren las imágenes en su paso por distintos formatos (imágenes 7 a 9). Un ejemplo de esa ambigüedad lo proporcionan las fotografías del ferrocarril, empresa que se desarrolló sin éxito en Santander entre 1871 y 1940. Estas son difíciles de fechar, aunque algunos detalles de su materialidad permiten deducir alguna información. Por ejemplo, el uso de negativos en celulosa en algunos casos indica que la fotografía debió tomarse después de 1889, año cuando comenzó a producirse el material. Este tipo de información técnica proveniente de la objetualidad de la fotografía permite entender la complejidad de empresas como la del ferrocarril. La subsistencia de un grupo de fotos tomadas en distintos años también da cuenta de cierta obsesión por su registro, insistencia enmarcada dentro de un lenguaje fotográfico que, no obstante, aspiraba a ser objetivo.

Otro ejemplo de los problemas que presenta la naturaleza híbrida de este archivo es la fotografía de la iluminación nocturna de las calles de Bucaramanga, obra inaugurada en 1891. Aunque la foto se ha fechado en dicha fecha, la imagen sobreviviente incluye en su esquina inferior un timbre del estudio Gavassa, establecimiento fundado tres años después. La captura nocturna del alumbrado era una proeza técnica para cuando la fotografía fue realizada, posiblemente el fotógrafo la marcó a posteriori buscando así evitar su anonimato. A partir de estos detalles acumulados en las imágenes es posible llevar a cabo una revisión de la función documental de las fotografías que trascienda su utilización como simples ilustraciones de hechos del siglo XIX (imágenes 10 y 11).

[10] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922)

Alumbrado público de Bucaramanga

Ca. 1898, fotografía copia reciente

© Cortesía Familia Gavassa / María Fernanda Domínguez Londoño

 

[11] Quintilio Gavassa Mibelli (1861-1922)

Cervecería La Esperanza

Ca. 1889, fotografía copia reciente

© Cortesía Familia Gavassa / María Fernanda Domínguez Londoño

 

 

Quintilio Gavassa tenía plena conciencia de la reproductibilidad y del carácter comercial de la fotografía. Es posible que por ello una parte importante de sus fotografías haya sobrevivido a la dispersión del archivo físico en formatos post-fotográficos como libros, postales y periódicos. Sin embargo, la compleja sobrevivencia de sus fotografías invita a interrogarse acerca de la supervivencia y uso de los archivos fotográficos en la actualidad. Asimismo, incita a buscar un compromiso con la conservación de los pocos soportes decimonónicos que han sobrevivido. §

 

 

Bibliografía:

 

1 Molly Nesbitt, “What was an author?”, Yale French Studies 73, (1987): 229-257.

2 Allan Sekula, “The Traffic in Photographs”, Art Journal 41, n.o 1 (1981), 15-25.

3 Marina González, Fotografía en el Gran Santander desde sus orígenes hasta 1990 (Bucaramanga: Banco de la República, 1990).

4 Edmundo Gavassa, Fotografía Italiana de Quintilio Gavassa (Bucaramanga: Papelería América, 1982).

5 María Fernanda Domínguez, “Quintilio Gavassa: Fotografía profesional de la vida cotidiana” (tesis de pregrado, Universidad de los Andes, 2011)

6 José Joaquín García, Crónicas de Bucaramanga (Bogotá: Imprenta y librería de Medardo Rivas, 1896).