[1-2] Modo de utilización del Teléfono Bell 1878, grabado, Instructions pour l ́usage domestique du Téléphone-Bell © Bibliothèque National de France
Febrero de 2022
Por :
Juan Arturo Camargo Uribe. Ingeniero electrónico de la Pontificia Universidad Javeriana con un máster en Robotics and industrial automation de la Universidad de Londres. Es magíster y doctor en historia de la Universidad de los Andes.

La Compañía Colombiana de Teléfonos, 1884-1901

El desarrollo de la Compañía Colombiana de Teléfonos ilustra el talante de la telefonía en el país durante las dos últimas décadas del siglo XIX. Este fue un periodo histórico convulsionado que abarcó la guerra civil de 1884 y 1885 –la cual dio pie al proyecto social y político de la Regeneración–, la bonanza económica de principios de la década de 1890, el avance político de los conservadores nacionalistas y su rompimiento con los conservadores históricos a partir de 1892 y, finalmente, la Guerra de los Mil Días (1899-1902).  

 

Conviene analizar primero algunas características de las redes telefónicas. El teléfono, mediante un arreglo relativamente sencillo de elementos electromecánicos, logra la capacidad de calcar y reproducir el timbre y la modulación característica de la voz humana con una fidelidad sorprendente. Con una batería, un electroimán y un alambre de cobre puede elaborarse un aparato capaz de reproducir la voz con una nitidez que hacía las delicias de los espectadores en las demostraciones del invento, quienes afirmaban asombrados: ¡está vivo! Las redes telefónicas permitían que cualquier individuo transmitiera mensajes verbales de manera ágil y sin necesidad de intermediarios. Esto las diferenciaba sustancialmente del telégrafo, sistema de comunicación dominante en el país en esa época.



Bocina del Teléfono Bell 1878, grabado, Instructions pour l´usage domestique du Téléphone-Bell © Bibliothèque National de France

 

Dos empresarios extranjeros quisieron establecer en 1878 el “telésfono” en nuestro país, entablándose un litigio en el que finalmente primó la protección de la patente de Graham Bell en el territorio colombiano. Durante algunos años, el uso del teléfono en Colombia se vio limitado a demostraciones en gabinetes científicos y a ceremonias de grado.  El servicio telefónico comercial inició a finales de 1884, periodo de crisis política y económica debida a los levantamientos de los liberales radicales en Santander, los cuales dieron comienzo a la guerra civil. En esta iniciativa participaron Raimundo Martínez, empresario venezolano que había trabajado en el servicio telefónico en Caracas, Eugenio González Benito, comerciante, empresario y redactor principal del diario El Comercio-Boletín Industrial y los hermanos Carrizosa, quienes también estuvieron involucrados en la empresa de alumbrado público y en la construcción del primer puente sobre el río Magdalena.

 

A pesar de ser una iniciativa privada, la empresa telefónica gozó del respaldo del Gobierno y los primeros 45 teléfonos fueron instalados en oficinas estatales. Su destinación ilustra el centralismo que propugnaba el gobierno de Rafael Núñez: 25 teléfonos pertenecían al Gobierno nacional, 10 al Estado de Cundinamarca y otros 10 al Gobierno municipal de la capital. Aparentemente, estas primeras líneas telefónicas fueron instaladas discretamente.


Antonio Rodríguez (ca.1840-1898) Rafael Núñez 1889, xilografía de pie, Colombia Ilustrada, Números 6 y 7 © Biblioteca Nacional de Colombia

Antonio Rodríguez (ca.1840-1898) Rafael Núñez 1889, xilografía de pie, Colombia Ilustrada, Números 6 y 7 © Biblioteca Nacional de Colombia



 

Por su parte, la prensa bogotana registró en las páginas sociales la instalación de los primeros teléfonos particulares. Un reportero del diario El Comercio narró que había sido “debidamente invitado” a la oficina de González Benito Hermanos a conocer el primer teléfono instalado en la ciudad “en conección (sic) con otro establecimiento en el caserío de Chapinero”. El periodista concluyó su reportaje invitando a la ciudadanía a conocer la nueva tecnología, ya que esta, en su criterio, iba a convertirse “seguramente en una necesidad tan imperiosa en las familias y los negocios como el correo y los mandadores”[1]. El diario El Conservador, por su parte, informó del privilegio de exclusividad por diez años otorgado a los propietarios de la compañía y el establecimiento de una tarifa mensual de $5 por el servicio[2]. Con este dinero podían adquirirse cinco botellas de vino en el almacén de los González Benito. La empresa, que tuvo un crecimiento lento durante sus primeros años, publicó el directorio de sus 136 suscriptores particulares en octubre de 1886. El listado incluía médicos, boticas, comisionistas, abogados, sacerdotes, empleados de la Policía, imprentas y almacenes. Un periodista del diario La Nación señaló que el teléfono “pareció no querer aclimatarse entre nosotros” pero que, afortunadamente, el público fue poco a poco “palpando la comodidad que presta a la vida”[3].




Autor desconocido Escena bogotana 1891, xilografía de pie, Colombia Ilustrada, Número 21 © Biblioteca Nacional de Colombia

Autor desconocido Escena bogotana 1891, xilografía de pie, Colombia Ilustrada, Número 21 © Biblioteca Nacional de Colombia

 

Las noticias sobre la Compañía Colombiana de Teléfonos evidencian que por entonces los teléfonos en Bogotá eran un elemento de comodidad y prestigio, usado primordialmente en ámbitos sociales y familiares. Dichos artículos evocaban los efectos civilizatorios del teléfono, sin explicar en qué consistirían dichos efectos ni mencionar el reducidísimo número de teléfonos existentes. Salvo contadas excepciones, el teléfono no era una herramienta de trabajo para los hombres de negocios bogotanos (como sin duda lo era el telégrafo). Más bien, este funcionaba como un servicio útil y eficaz, a la vez que cómodo y barato, para comunicarse con la familia desde el almacén, la quinta de recreo o la oficina, quizás para pedir un mensajero o un servicio a domicilio. Gracias a las reducidas dimensiones de la red, el servicio telefónico se prestaba en Bogotá durante las 24 horas del día, a diferencia de ciudades como Nueva York, donde funcionaba exclusivamente en horario laboral.    



Aviso publicitario del agente de negocios y comisionista Aquilino Ángel 1888, impreso, El Centro, Número 1 © Biblioteca Nacional de Colombia  Aquí se indica que el número telefónico de Ángel era el 4.

Aviso publicitario del agente de negocios y comisionista Aquilino Ángel 1888, impreso, El Centro, Número 1 © Biblioteca Nacional de Colombia

 

Aquí se indica que el número telefónico de Ángel era el 4.



[7] Francisco Landinez Vista de la quinta de la familia Riaño, en la plaza del parque del Centenario 1892, xilografía de pie, Colombia IlustradaNúmero 24 © Biblioteca Nacional de Colombia 

Superada la crisis política que catalizó la implementación del proyecto político de la Regeneración, el país disfrutó de cierta estabilidad y prosperidad económica a comienzos de la década de 1890 gracias a que los flujos de comercio exterior se tornaron favorables. En 1891 la compañía se trasladó a una torre de ladrillo construida por el municipio en los patios interiores de las Galerías Arrubla. Un año más tarde, el Correo Nacional informaba que el número de suscriptores telefónicos de la ciudad eran ya casi 460[4]. No obstante, tras la consolidación en el poder de los conservadores nacionalistas, la irresponsabilidad en el manejo de la deuda externa y los nuevos aranceles a las exportaciones de café y las mercancías importadas contribuyeron a una coyuntura de desaceleración del ritmo de crecimiento de la red telefónica.

 

Adicionalmente, al aproximarse a la capacidad máxima del conmutador existente, 500 abonados, los horarios de los operadores se extendieron. Asimismo, en aras de agilizar las conexiones, se relajó la restricción que prohibía interceptar las conversaciones para confirmar si los abonados habían olvidado señalizar el fin de la llamada.  El gerente del diario El Telegrama rechazó el privilegio del que gozaba la compañía y se solidarizó con un “número considerable de personas que se lamentan de este pésimo servicio”[5]. Como retaliación, el gerente de la empresa le suspendió el servicio por varios meses.  

 

A partir de 1894, el crecimiento de la empresa se detuvo, dando lugar a un crecido número de solicitantes que pedían ampliar el servicio dada “la necesidad urgente que tienen el comercio y los particulares de este elemento de comunicación”. La compañía había suscrito con el Gobierno un contrato que le permitía cobrar $4 mensuales a los primeros quinientos suscriptores, superados los cuales podía cobrar $2 a los nuevos abonados. Una vez completados los 500, “no había sido posible que aumentaran los aparatos a pesar de la inmensa demanda”[6]. Un periodista del periódico El Debate le solicitó al Gobierno reformar el contrato, para que así la empresa pudiera ampliar el servicio sin lesionar sus intereses económicos.

 

En un memorial dirigido al Concejo Municipal en noviembre de 1898, el gerente de la compañía estimaba que sus propietarios habían sacrificado $ 25.000 en favor del municipio “a cambio de un malísimo negocio y de un privilegio que solo lo es de nombre [dado] lo ínfimo del precio de suscripción”. También argüía que era injusto que una empresa “que había establecido un servicio tan importante se viera desamparada de la protección del Distrito”, el cual “ni siquiera le permite […] establecer sus líneas por donde el mismo concejo ha declarado ser vía pública”. Adicionalmente, señaló que los postes de la empresa sufrían roturas por causa de los fuegos artificiales y los cañonazos de la guardia presidencial durante las conmemoraciones en la Plaza de Bolívar. Para concluir, el gerente advertía que declinaría “toda responsabilidad del servicio telefónico” si el municipio no reparaba por su cuenta los aparatos, líneas, torres y demás enseres deteriorados, incluyendo “el poste destruido por las balas”[7]. La comisión encargada de revisar el asunto respondió que el municipio “nada tiene que resolver respecto a la reparación de los daños en las líneas, ni acepta en manera alguna, la responsabilidad que por el mal servicio”[8] y señaló que la empresa podía ser expropiada sin compensación, en caso de descuidar el funcionamiento del servicio.

 

 




[8] Émile Thérond (1821-1883) Las Galerías Arrubla 1873, grabado, Le Tour du Monde 

 

A partir de entonces, la compañía se acomodó en un ordenamiento limitado del servicio telefónico, al igual que las otras cuatro empresas telefónicas por entonces activas en el país, ninguna de las cuales superaba los 300 abonados. Al igual que la comunidad política imaginada por los dirigentes de la Regeneración, esta configuración telefónica excluyente y señorial se sostenía en un equilibrio inestable. Además, se caracterizaba por su fragmentación interior y, como la comunidad política, debía enfrentarse al creciente cuestionamiento popular que conduciría a la Guerra de los Mil Días. Durante dicho conflicto los sistemas de comunicación existentes funcionaron a favor de las fuerzas estatales. La movilización de hombres y provisiones del ejército se apoyó en los sistemas telegráfico y ferroviario. Desde el comienzo del conflicto, las instalaciones de la Empresa de Teléfonos de Bucaramanga pasaron a manos del ejército estatal y, posteriormente, el Gobierno prohibió el uso del teléfono a los particulares.

 

Las dos empresas telefónicas más importantes, aquellas de Bogotá y Medellín, sufrieron la destrucción de sus instalaciones. En el caso de Bogotá, el incendio que destruyó las Galerías Arrubla comenzó en la madrugada del 20 de mayo de 1900 y solo pudo ser extinguido tres días más tarde. En su informe sobre “el asunto de los teléfonos de Bogotá”, el personero municipal avaluó en no menos de cien mil pesos los perjuicios ocasionados a la Compañía Colombiana de Teléfonos por el incendio y expresó que “la empresa sufrió […] una gravísima perdida que la ha puesto en la incapacidad absoluta de seguir prestando el servicio telefónico”[9]. La Compañía Colombiana de Teléfonos fue adquirida a comienzos de 1901 por la Bogota Telephone Company Limited, subsidiaria de Bell Company de Inglaterra, compañía registrada en Londres en diciembre de 1900. Los nuevos propietarios restablecieron y operaron las líneas del gobierno hasta 1903, cuando se levantó la restricción del servicio telefónico a los particulares. No obstante, antes de iniciar las operaciones comerciales, el nuevo concesionario emprendió un agresivo proceso de negociación con las autoridades municipales. Los empresarios extranjeros se negaron a prestar el servicio telefónico hasta obtener una prórroga de su privilegio por otros cincuenta años.

 

 

*  Ingeniero electrónico de la Pontificia Universidad Javeriana con un máster en Robotics and industrial automation de la Universidad de Londres. Es magíster y doctor en historia de la Universidad de los Andes.

 

 

Bibliografía:

[1] El Comercio, diciembre 3, 1884.

2 “Teléfono en la ciudad”, El Conservador, octubre 3, 1884.

3 "Teléfonos", La Nación, octubre 15, 1886.

4 El Correo Nacional, mayo 10, 1892.

5 “Servicio telefónico?”, El Telegrama, enero 29, 1894.

6 "Teléfonos", El Debate, mayo 17, 1896.

7 “Compañía Colombiana de Teléfonos", La Crónica, noviembre 12, 1898.

8 “Compañía Colombiana de Teléfonos", La Crónica, noviembre 12, 1898.

9 Jesús María Henao, "Cuestión teléfonos", El Correo Nacional, noviembre 29, 1900.