06 de octubre del 2024
 
Noviembre de 2020
Por :
Carlo Emilio Piazzini Suárez * Profesor titular. Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia

La colección de antigüedades de Leocadio María Arango Uribe

Durante los siglos XVIII y XIX, en Colombia se conformaron numerosas colecciones de antigüedades indígenas, denominación dada entonces a las piezas arqueológicas. Fueron coleccionadas por anticuarios, quienes las valoraban como mercancías exóticas, objetos de prestigio o testimonios prehistóricos. Previamente estas habían sido consideradas como materias primas, ídolos paganos o cosas insignificantes. A finales del siglo XVIII se conformaron algunas colecciones, como las del Virrey Pedro Messia de la Cerda (1700-1783) y el sacerdote José Domingo Duquesne (1748-1822). En el siglo XIX la figura de los anticuarios adquirió mayor relieve, en medio del auge internacional del coleccionismo y el comercio de antigüedades americanas. Algunos de ellos, como Ezequiel Uricoechea (1834-1880), Andrés Posada Arango (1839-1922), Liborio Zerda (1834-1919), Manuel Uribe Ángel (1822-1904) y Ernesto Restrepo Tirado (1862-1948), realizaron importantes aportes en la edificación de narrativas sobre los orígenes precolombinos de la nación y sus regiones.  

 

La conformación de colecciones era posible mediante la articulación de varios factores. Primero, la existencia de sectores sociales con los recursos suficientes para poder retirar temporalmente del comercio ciertas mercancías –piezas de orfebrería y piedras preciosas–, o invertir en artefactos de escaso valor de cambio –piezas de barro, piedra, madera, textiles o huesos–. Segundo, el suministro de piezas por parte de personas dedicadas a la excavación de antiguos lugares indígenas, lo cual se concretaba en la guaquería. Este era un oficio caracterizado por conocimientos, instrumentos y prácticas de trabajo y comercialización específicos. Tercero, la conexión con redes comerciales y de información nacionales e internacionales, en las cuales circulaban no sólo las piezas, sino también conocimientos acerca de las mismas.

 

Litografía J.L. Arango

Objetos de oro y cerámica del museo de Leocadio María Arango. Hojas III y VII, láminas IX, XVII y XIX

1905, impreso, Catálogo del señor Leocadio María Arango de Medellín capital del departamento de Antioquia en la República de Colombia

© Emilio Piazzini  

 

Litografía J.L. Arango

Objetos de oro y cerámica del museo de Leocadio María Arango. Hojas III y VII, láminas IX, XVII y XIX

1905, impreso, Catálogo del señor Leocadio María Arango de Medellín capital del departamento de Antioquia en la República de Colombia

© Emilio Piazzini  

Litografía J.L. Arango

Objetos de oro y cerámica del museo de Leocadio María Arango. Hojas III y VII, láminas IX, XVII y XIX

1905, impreso, Catálogo del señor Leocadio María Arango de Medellín capital del departamento de Antioquia en la República de Colombia

© Emilio Piazzini  

 

Estas condiciones eran particularmente tangibles en Bogotá, donde se destacaban las colecciones de Gonzalo Ramos Ruiz, Alberto Urdaneta (1845-1887), Nicolás Pereira Gamba (1823-1901), Vicente Restrepo Maya (1837-1899), Ernesto Restrepo Tirado y Bernardo Pizano. O en Antioquia y las tierras de colonización hacia el sur, donde se formaron, entre otras, aquellas de Manuel Vélez Barrientos (1801-1887), Tulio Ospina Vásquez (1857-1921), José Tomas Henao (1854-1918), Santiago Vélez y Leocadio María Arango (1831-1918). Asimismo, algunos extranjeros radicados en Colombia, como Pedro Nisser (1799-1878), Bendix Koppel (1835-1919) y Robert White, formaron colecciones arqueológicas, actuando como intermediarios para museos de Europa y Estados Unidos. Aunque las mujeres anticuarias no han sido muy visibilizadas, se conocen algunas como Elena Ospina Vásquez, escritora y filántropa, y Ana Joaquina Arango Velilla de quien se dice que era entusiasta colaboradora en la organización y mantenimiento de la colección de Leocadio Arango.

 

El anticuario y su colección

La colección de Arango fue notable por su diversidad, singularidad y el alto apego y dedicación de su dueño (imagen 1). Nacido en Medellín en 1831, llegó a destacarse en la vida comercial y política de Antioquia. Fue socio de empresas mineras como la compañía El Zancudo, fundador y accionista del Banco Agrícola de Medellín y del Banco Central, socio de la Sociedad Central Antioqueña y miembro de las juntas directivas de la Cervecería Antioqueña y del Periódico Unión. Sirvió como concejal de Medellín y miembro de la Sociedad de Mejoras Públicas. Aprovechando sus contactos y una intensa actividad comercial, Arango tejió una red que abarcaba Antioquia y las regiones vecinas. Ello le permitió recomendar a sus comisionados la compra de antigüedades y curiosidades naturales. Según figura en el catálogo y los listados publicados en 1905, conformó una grandiosa colección: cerca de 500 muestras minerales, alrededor de 57 pepitas de oro, esmeraldas, ágatas y otras piedras preciosas, algunos fósiles, más de 290 aves embalsamadas, nidos de aves con 23 huevos, 1300 insectos y más de 900 mariposas. A ello se sumaban antigüedades de los conquistadores y un nutrido conjunto de antigüedades indígenas provenientes en su mayoría de Antioquia y Caldas: aproximadamente 245 piezas de oro o tumbaga, 2 de plata, 6 de cobre, 5 de madera, 11 de piedra y 2460 de cerámica (imágenes 2 a 6).

 

Familia Alzate

Recipiente con tres representaciones zoomorfas y una antropomorfa

Ca. 1890-1900, 18,3 x 55,9 x 50 cm

Id. ALZ 1496 

© Museo Universitario - Universidad de Antioquia / Guillermo Melo G.

 

 

La organización de la colección, su valoración y comparación, así como la descripción plasmada en el catálogo suponen trabajo intelectual por parte de Arango. Sin embargo, la tarea de escribir y publicar interpretaciones sobre las piezas fue emprendida por otros, contemporáneos y contertulios suyos, como Andrés Posada Arango, Manuel Uribe Ángel y Tulio Ospina. Por otra parte, el Museo de don Leocadio, como era conocido, fue visitado por viajeros, llegando a tener cierto renombre entre coleccionistas, curadores de museos y escritores a escala nacional e internacional.

 

Luego de la muerte de Arango en 1918, se supo que parte de su colección (unas 1500 piezas de cerámica) correspondía a imitaciones hechas por una familia de apellido Alzate de Medellín. La cerámica Alzate (imagen 7), como llegó a denominarse, también había llegado a museos extranjeros. Eduard Seler (1849-1922), del Museo Etnográfico de Berlín, expresó sospechas acerca de su autenticidad y Marshal Saville (1867-1935), curador del Museum of the American Indian, puso la alerta en el ámbito internacional. Es probable que Arango no se preocupase mucho por la originalidad de las piezas, pues su interés no se reducía a lo arqueológico. En cambio, las falsificaciones resultaban problemáticas para quienes pretendían alimentar colecciones arqueológicas de valor científico. Aunque falibles, había dos garantías para controlar la autenticidad de las piezas: comprarlas directamente a guaqueros y el crédito concedido a los anticuarios como intermediarios y conocedores del asunto. En la práctica, estas modalidades se combinaban. Adolf Bastian (1826-1905), curador del Museo Etnográfico de Berlín, en su viaje por Colombia (1875-1876) compró piezas a los guaqueros y entró en contacto con reconocidos intermediarios, como Robert White, o anticuarios como Rufino José Cuervo (1844-1912) y Leocadio Arango.

 

La (buena) suerte de la colección Arango

Bastian quiso comprarle algunas piezas a Arango, pero este no accedió y prefirió obsequiarle una. El gobierno colombiano buscó adquirir la colección para que integrase la muestra de la Exposición Histórico-Americana de Madrid de 1892, tampoco accedió y únicamente permitió fotografiarla. Aparentemente Arango no estaba muy interesado en vender objetos de su colección, conservándolos como reliquias personales y exhibiéndolos como bienes de prestigio. Esta actitud contrasta con la de sus contemporáneos, quienes con frecuencia vendieron piezas a coleccionistas, museos y grandes casas de subastas en Europa y Estados Unidos. Ello produjo un éxodo impresionante de piezas arqueológicas colombianas. Por ejemplo, piezas que pertenecieron a Vicente Restrepo figuran en el Victoria & Albert Museum, a Manuel Uribe en el National Museum of Natural History, a Rufino José Cuervo en el Ethnologisches Museum y a Andrés Posada en el Muséum National d‘Histoire Naturelle. Asimismo, numerosas piezas de Nicolas Casas, Bernardo Pizano, Vicente y Ernesto Restrepo fueron adquiridas hacia 1893 por el United States National Museum y el Field Museum. Entonces las leyes colombianas no prohibían la guaquería, el comercio y la exportación de piezas arqueológicas, como si ocurrió posteriormente. Aunque en los escritos de anticuarios como Ezequiel Uricoechea o Liborio Zerda pueden hallarse indicios de valoración de las antigüedades como referentes patrios, el interés oficial y de la opinión pública por proteger las colecciones y sitios arqueológicos era escaso.

 

Litografía J.L. Arango

Objeto de oro. Hoja I

1905, impreso, Catálogo del señor Leocadio María Arango de Medellín capital del departamento de Antioquia en la República de Colombia

© Emilio Piazzini 

 

 

Las antigüedades y curiosidades naturales, los libros y su colección de sellos postales contribuyeron a la formación de la personalidad de Leocadio María Arango. También aportaban a su prestigio social, disfrutando el coleccionista de exhibirlas dispuestas en vitrinas y salones. A finales del siglo XIX, el viajero Pierre d´Espagnat (1869-1902) comentó que una de las más interesantes singularidades de Medellín era la colección reunida por Arango con paciencia y talento: “La historia completa de la tierra india -decía- está allí escrita en barro cocido o en oro, reunida, con mejor criterio que en Bogotá, en tres o cuatro salas”. El interés público suscitado por esta colección sólo comenzó a manifestarse a inicios del siglo XX, época de las primeras disposiciones legales sobre protección de monumentos arqueológicos en Colombia. En 1905, la recién creada Academia Antioqueña de Historia nombró a Arango como miembro honorario, publicó una descripción de su colección e hizo un llamado para que no saliera del país y fuera adquirida por el Departamento de Antioquia. Ese mismo año, la Imprenta Departamental prensó el catálogo ilustrado de la misma.

 

Cauca Medio (Quimbaya) - Periodo Temprano

Recipiente para cal en forma de fruto

500 a.C - 700 d.C, Colombia, Quindío, Filandia

Vaciado a la cera perdida con núcleo, en tumbaga

Reg. O00338

© Cortesía Museo del Oro del Banco de la República

 

 

Al final de su vida el anticuario quiso vender su colección, tal vez previendo que sus descendientes no estaban interesados en mantenerla y aumentarla. Se dice que exploró la posibilidad de negociarla con un museo de Washington, lo cual no se concretó. Además, desde 1907 la legislación nacional prohibía la exportación de objetos arqueológicos, disposición fortalecida luego, entre 1918 y 1920. En su testamento, Arango dejó inscrita la siguiente voluntad: “Ordeno y mando que el museo de antigüedades y curiosidades históricas y ciencias naturales en general, que representa muchos años de constante labor y la inversión de gruesas sumas de dinero, permanezca intacto y no se divida en ningún caso. Mis albaceas procurarán venderlo integro, y su precio lo dividirán entre los herederos y legatarios de cuota en proporción de sus derechos”.

 

 

Litografía J.L. Arango

Objetos de cerámica. Lámina XVIII

1905, impreso, Catálogo del señor Leocadio María Arango de Medellín capital del departamento de Antioquia en la República de Colombia

© Emilio Piazzini 

 

Cántaro (urna antropomorfa)

Colombia, Caldas, Manizales,

Cerámica, 46,5 cm. x 36,5 cm

Id. 3897

© Museo Universitario - Universidad de Antioquia / Fabio Hernán Arboleda Echeverri

En 1942 las piezas de orfebrería pasaron a hacer parte del recién creado Museo del Oro del Banco de la República (imágenes 8 y 9). A su vez, en 1956, las demás piezas arqueológicas, las curiosidades naturales y la biblioteca ingresaron al Museo de Antropología de la Universidad de Antioquia (imágenes 10 y 11). Aunque esta partición contrariaba el deseo testamentario de Leocadio María Arango, ella permitió que las piezas volvieran a retirarse del mundo de las mercancías y constituyeran la base de dos de las colecciones arqueológicas colombianas más importantes. Sin el particular empeño y aprecio de Arango por sus colecciones, y sin la oportuna aplicación de las tempranas políticas de protección del patrimonio arqueológico, seguramente estas se habrían dispersado por las redes internacionales de comercio de antigüedades, tal y como sucedió con tantas otras.

 

 

Bibliografía:

 

1 Carl Langebaek, Los herederos del pasado. Tomos I y II (Bogotá: Universidad de los Andes, 2009).

2 Emilio Piazzini, “Guaqueros, anticuarios y letrados: la circulación de artefactos arqueológicos en Antioquia (1850-1950)”, en Arqueología y Etnología en Colombia. La creación de una tradición científica, compilado por Carl Langebaek y Clara Isabel Botero (Bogotá: Universidad de Los Andes-Banco de la República, 2009), 49-78.

3 Clara Isabel Botero, El redescubrimiento del pasado prehispánico de Colombia: viajeros, arqueólogos y coleccionistas 1820-1945 (Bogotá: ICANH-Universidad de Los Andes, 2006).

4 Ida Cerezo, “Museo Leocadio María Arango”, Boletín del Instituto de Antropología 2, n.o 7 (1960): 157-159.

5 Leocadio Arango, Catálogo del señor Leocadio María Arango de Medellín capital del departamento de Antioquia en la República de Colombia (Medellín: Imprenta Oficial, 1905).

6 Luis Fernando Vélez, “Apuntes anecdóticos para la historia de la cerámica Alzate”, en Colección Cerámica Alzate (Medellín: Museo Universitario, Universidad de Antioquia, 1988), 5-25.

7 Marshall Saville, “Fraudulent black-ware pottery of Colombia”, Indian Notes 5, n°4 (1928): 144-154.

8 Adolf Bastian, Die Culturländer des Alten America. Tomo 1 (Berlin: Weidmannsche Buchhandlund, 1878), 269.

9 Emilio Piazzini, “Geografías del conocimiento: espacios y arqueología en Panamá y Colombia (1750-1940)” (tesis de doctorado, Departamento de Historia-Universidad de los Andes, 2017).

10 Pierre d´Espagnat, Recuerdos de la Nueva Granada (Bogotá: Ediciones Incunables, 1983), 229.

11 Sebastián Hoyos, “El Museo de D. Leocadio María Arango”, Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia Año 1, n.o 3 (1905): 164-182. 

12 Leocadio Arango, “Testamento de Leocadio María Arango (Medellín, 1903.03.05)”, en Fuentes documentales para la historia empresarial: Siglo XIX en Antioquia compilado por Jairo Andrés Campuzano (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2006), 403-410.