06 de octubre del 2024
 
[2]Gustaf Bolinder (1888-1957) Río Guaviare 1935, fotografía 0325.0143 © Museo de la Cultura Mundial (Gotemburgo, Suecia)
Enero de 2022
Por :
Aura Lisette Reyes Gavilán*

Etnografía como herramienta de colonización: la expedición de Gustav Bolinder a los Llanos orientales en la década de 1930

[1] British Association for the Advancement of Sciences
Notes and Queries
on Anthropology for the use of Travellers and Residents in Uncivilized Lands
1874, impreso
© Royal College of Surgeons of England 

La relación entre la historia del saber antropológico y la expansión del sistema colonialista se remonta mucho tiempo atrás. Durante el desenvolvimiento del imperialismo europeo en los siglos XIX y XX, la antropología se consolidó gracias al desarrollo de estrategias de investigación como el llamado trabajo de campo, la recolección de datos en terreno y un conjunto de técnicas que fueron consideradas como modernas y/o científicas. Vale anotar que con el término de antropología se abarcaba un conjunto de áreas afines, aunque diferenciadas, entre las que se encontraban la etnografía, la etnología, la arqueología, la Völkerkunde, la antropología física, etc. Estas diferencias nominales y conceptuales señalaban tradiciones que correspondían a academias, museos y universidades de diversos contextos socioculturales y geopolíticos.

 

Algunas sociedades crearon manuales como el Questionnaire de Sociologie et dEthnographie de la Société dAnthropologie, elaborado por Charles Letourneau en 1882, y las Notes and Queries on Anthropology, for the Use of Travellers and Residents in Uncivilized Lands, publicado por la British Association for the Advancement of Science en 1874. Aunque los manuales experimentaron su auge en el siglo XIX, durante las primeras décadas del XX el desplazamiento de antropólogos y antropólogas hacia diferentes terrenos se hizo cada vez más habitual gracias a las posibilidades provistas por la expansión colonialista en diferentes regiones del mundo. A esto se sumó el desarrollo de los museos etnológicos en ciudades europeas y norteamericanas, instituciones que reunían objetos adquiridos mediante, entre otros procesos, su compra, intercambio y recolección durante las expediciones.

 

Si bien en este periodo Colombia no estuvo sujeta a una relación colonialista formal, la expansión de sus fronteras internas se intensificó y esto con frecuencia condujo a la realización de expediciones que reunieron información sobre recursos naturales, aspectos geográficos y vías de acceso. Estas también procedieron a caracterizar a las comunidades locales, lo cual permitió ampliar el conocimiento sobre el territorio nacional y sus habitantes. Vale la pena mencionar que en lo concerniente a aquellas de dichas expediciones que fueron emprendidas por extranjeros, es posible rastrear una red diplomática de intereses foráneos y colombianos que iban más allá de los fines académicos o científicos.

 

 

[3] Gustaf Bolinder (1888-1957)
Indígenas en canoas, rio Guayabero
1935, fotografía 0325.0255 © Museo de la Cultura Mundial (Gotemburgo, Suecia)

[4] Gustaf Bolinder (1888-1957)
Grupo de expedicionarios 1935, fotografía 0325.0033 b © Museo de la Cultura Mundial (Gotemburgo, Suecia) 

 

 

En las primeras décadas del siglo XX, el crecimiento gradual de las redes viales en algunas regiones del país facilitó la ampliación de las fronteras, de la mano de procesos de migración y colonización de diversa índole, y la conexión entre corregimientos, municipios y caseríos. Una de las regiones que despertó el interés de colonos y empresarios fue la vasta extensión de los Llanos orientales. Desde mediados del siglo XIX, sus características geográficas habían llevado a la introducción de la ganadería y al establecimiento de colonias penales[1]. Al igual que muchos territorios que fueron considerados como baldíos, los Llanos estaban poblados por diversas comunidades indígenas, como los amorúa, cuiba, sáliba, sikuani, karijona, achagua, piapoco, puinave, u’wa, hitnü, chiricoa, masiguare, yaruros y betoye[2].

 

Desde 1933, por medio de su legación en Bogotá, el Gobierno sueco expresó su interés en realizar investigaciones sobre dicha región. La relación entre aquel Gobierno y el colombiano se remontaba a los tiempos de la Independencia, esto debido a personajes como el conde Fredrik Thomas Adlercreutz, integrante del Ejército Libertador[3] y Carl August Gosselman, quien recorrió el país y buscó la conformación de relaciones comerciales[4]. Asimismo, en las primeras décadas del siglo XIX se aunaron las actividades de otros sujetos como Pedro Nisser, Carlos Ulrich Hausswolff y Segismundo de Greiff[5]. Posteriormente, con el fin de realizar investigaciones etnográficas a inicios del XX arribaron al país académicos suecos vinculados al Museo de Gotemburgo. En el istmo del Darién estuvieron Erland Nordenskjöld y Sigvald Linné y en la Sierra Nevada de Santa Marta y la Guajira estuvo Gustaf Bolinder acompañado por su familia.   

 

La construcción de la carretera a Villavicencio, y su ampliación hasta Puerto Carreño, facilitaron el acceso a los Llanos orientales. El interés del Gobierno sueco se articuló con la intención del Gobierno colombiano en producir conocimiento que respondiera a las necesidades de la expansión de fronteras y la colonización de esta región. Para esta época, el Ministerio de Educación Nacional y la División de Bellas Artes eran las instancias responsables de las tareas de la gestión educativa y cultural del país. Por lo tanto, los museos, la Biblioteca Nacional y la Academia de Historia estuvieron adscritos a dichas dependencias. La decisión del Ministerio de Educación de contratar al etnólogo Gustaf Bolinder, probablemente respondió a sus experiencias previas en investigación etnográfica en Colombia y a sus trabajos encaminados a la conformación de colecciones para el Museo de Gotemburgo. Se habían destacado sus viajes a la región nororiental del país (1914-1915 y 1920-1921), sus publicaciones en alemán y sueco sobre estos estudios y su amplio acervo fotográfico[6].

 

 

[5] Gustaf Bolinder (1888-1957)
Rio Cadá
1935, fotografía 0325.0080 d
© Museo de la Cultura Mundial (Gotemburgo, Suecia)

[6] Gustaf Bolinder (1888-1957) Alfarera
1935, fotografía 0325.0251 1 © Museo de la Cultura Mundial (Gotemburgo, Suecia) 

 

 

Las tareas solicitadas a Bolinder no fueron pocas. Por medio de dos contratos se estipuló la realización de una expedición etnográfica para reconocer los pueblos indígenas de los Llanos orientales, la conformación de una colección de objetos usados por estas comunidades, la preparación de un ciclo de conferencias sobre etnología y arqueología para la Facultad de Educación y la elaboración de un manual para los trabajadores del Gobierno. A lo anterior se sumó su compromiso de apoyar los estudios arqueológicos en Sopó y de elaborar una propuesta de ley de antigüedades y un plan para los estudios etnográficos y arqueológicos en Colombia.

 

Los contratos fueron financiados por el Ministerio de Educación del Gobierno colombiano y los fondos de la lotería del Gobierno sueco. Asimismo, para acompañar la ejecución de estas actividades se asignó al colombiano Ramón Carlos Góez, quien había sido nombrado por el Centro de investigaciones arqueológicas y etnográficas de la Academia Nacional de Historia. Dichas actividades serían supervisadas por un comité binacional donde, además de los sujetos mencionados, participarían el director del Museo Nacional de Colombia, el ex-ministro de Relaciones Exteriores y la Legación de Suecia en el país. En ese momento, Góez terminaba sus estudios en la Escuela Normal Superior[7] y poco tiempo después participó en otras expediciones del Ministerio de Educación.

 

 

[7] Gustaf Bolinder (1888-1957) Recolección de agua en el rio
1935, fotografía 0325.0273 © Museo de la Cultura Mundial (Gotemburgo, Suecia) 

 

 

En diciembre de 1934, Bolinder desembarcó en Puerto Colombia y en enero de 1935 partió hacia Villavicencio con Góez y otras cinco personas designadas por el Ministerio de Guerra para acompañar la expedición. Los interlocutores iniciales de los comisionados fueron los colonos o llaneros, los misioneros y las autoridades civiles locales. Consecuentemente, las primeras impresiones de los expedicionarios reflejaron la experiencia de estos actores y sus intereses en la región. Posteriormente el viaje tomó como ruta los ríos Ariari, Guaviare, Cadá, Muco y Vichada.

 

Góez y Bolinder desconocían las lenguas de las comunidades indígenas de la región, y, además sus visitas a los poblados fueron cortas. Por lo tanto, sus descripciones y observaciones estuvieron mediadas por esta barrera lingüística. La información anotada en sus informes cuenta con detalles sobre los tipos de vivienda, los sistemas de producción local, la ubicación de los asentamientos y las relaciones sostenidas con poblaciones no indígenas, acápite donde también refirieron los desplazamientos causados por la explotación cauchera. La publicación Med indianer på tropiska floder (1936), producto de las experiencias de Bolinder en los Llanos, se acerca más a un relato de viajes y se diferencia de otros textos suyos de corte más etnológico como Die Indianer der tropischen Schneegebirge: Forschungen im nördlichsten Südamerika (1925).

 

No obstante, la expedición permitió que Bolinder presentara una serie de recomendaciones destinadas al Departamento de Intendencias y Comisarías. Estas incluyeron indicaciones sobre como proceder en el proceso de colonización de la región y respecto al modo en que debía interactuarse con los diversos pueblos indígenas de la zona. Por una parte, Bolinder refirió el estado de explotación en que se encontraban a causa de los desmanes de los “aventureros blancos”, y por otra, instó a su sedentarización y “organización”, así como a la producción de “industrias nativas”. Sus anotaciones de antropología aplicada no se limitaron a las recomendaciones dadas al Departamento de Intendencias. Para Bolinder, el ciclo de conferencias que debía dictar a los estudiantes de la Facultad de Educación tenía sentido en la medida en que estos futuros profesores eventualmente trabajarían en estas regiones y, por lo tanto, debían conocer las realidades a las cuales se enfrentarían. Los objetos colectados durante la expedición fueron usados como recursos didácticos durante las clases. Estos sirvieron para explicar elementos como sus materiales y los procesos de su manufactura. Con estas piezas luego se hizo una exposición y, posteriormente, fueron trasladadas al Museo Nacional. Esta fue la colección etnográfica más cuantiosa de aquel entonces en el país, dado que contaba con unas 1300 piezas.

 

 

[8] Autor desconocido Exposición del profesor Bolinder en Bogotá
1935, fotografía 0304.0001 © Museo de la Cultura Mundial (Gotemburgo, Suecia)

[9] Gustaf Bolinder (1888-1957)
Tres estudiantes de la Universidad
1935, fotografía 0325.0144 © Museo de la Cultura Mundial (Gotemburgo, Suecia) 

 

Bolinder propuso que las relatorías de las conferencias que dictó fuesen publicadas para que sirviesen de material de trabajo para los funcionarios del Gobierno, sin embargo, pocas fueron impresas. Vale anotar que en 1936 la Facultad de Educación pasó a conformar la Escuela Normal Superior, de forma que este fue un tiempo de cambios y nuevos proyectos para dicha institución. En el plan de estudios que Bolinder entregó al Ministerio, este indicó que la etnografía tendría un valor práctico debido a que permitiría conocer las realidades de los pueblos indígenas del país, respondiendo a las necesidades gubernamentales y a los cambios socioculturales derivados de procesos como la migración y la colonización. Dicha razón, argüía Bolinder, justificaba la continuación de las investigaciones etnográficas a lo largo y ancho del territorio nacional.  

 

* Doctora en antropología americana, colíder del grupo de investigación de Antropología e Historia de la Antropología en América Latina y docente del Departamento de Antropología de la Universidad de Antioquia. Este artículo hace parte de mi investigación en el GT-ADALA/ALA. Email: aura.reyesg@udea.edu.co.

 

Bibliografía:

[1] Augusto Gómez, “Llanos Orientales: Colonización y conflictos interétnicos, 1870 – 1970”, Universitas Humanística 29, n.o 29 (1988): 45-60.

2 DANE, Colombia una nación multicultural. Su diversidad étnica (documento de trabajo, 2007), https://www.dane.gov.co/files/censo2005/etnia/sys/colombia_nacion.pdf.

3 Joaquín Viloria, “El Caribe sueco”, en Conexiones Caribe, relaciones económicas, empresariales, políticas, sociales y culturales del Gran Caribe, compilado por Alexander Parejo y Joaquín Viloria (Santa Marta: Universidad Sergio Arboleda-Banco de la República, 2018), 47-82.

4 Carl August Gosselman, Viaje por Colombia 1825 y 1826 (Bogotá: Banco de la República, 1981).

5 Gabriel Giraldo, Colombia y Suecia. Relaciones culturales (Madrid: Insula, 1960).

6 La información presentada referente a las actividades de Bolinder en Colombia se extrajo de las cartas, informes y contratos que reposan en repositorios como el archivo histórico del ICANH y el AGN. Los resultados de esta revisión se publicarán en un artículo extenso de mi autoría que se encuentra en proceso de edición.

7 Álbum fotográfico, Expedición Bolinder-Góez, 1935 (Medellín: Fondo editorial EAFIT, 2012).