[2] Bar Donde Toño en Cali Ca. 1966, fotografía
Junio de 2021
Por :
GLORIA MILLÁN GRAJALES*

Antonio Cuéllar, coleccionista de música antigua

 

[1] Antonio Cuéllar en la Taberna del Recuerdo Ca. 1987, fotografía

ANTONIO CUÉLLAR (imagen 1) fue un coleccionista de grabaciones sonoras que vivió entre 1929 y 1995. De origen humilde, se ganó la vida ejerciendo simultáneamente como plomero, constructor, electricista, animador de fiestas y tabernero. Pese a ello, nos dejó un importante legado conformado por documentos sonoros que permiten conocer un amplio espectro de compositores, intérpretes, géneros musicales, formatos instrumentales y empresas discográficas existentes en Colombia y Latinoamérica a lo largo del siglo XX. Actualmente, parte importante de lo que fue su colección constituye uno de los fondos documentales del Centro de Documentación de las Artes, localizado en la Facultad de Artes-ASAB de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

 

La gran pasión que movilizó la existencia de don Antonio fue su colección de discos, la cual conformó a lo largo de 48 años. La colección es rica cualitativa y cuantitativamente. Se conservan alrededor de 17000 soportes, entre los que se encuentran 13150 discos de 78 revoluciones por minuto (rpm), primer formato discográfico en que se grabó y comercializó música para el consumo masivo. Además, la colección también cuenta con 1034 discos de 33 rpm, el LP que nos resulta más familiar, 1355 de 45 rpm, 874 cintas de carrete abierto y 1025 casetes.

 

Antonio Cuéllar nació en Pitalito, Huila, y creció en el municipio de Tuluá, Valle del Cauca. En su infancia fue un niño jornalero que no tuvo acceso a la educación, asistió ocho meses a una escuela pública y no terminó primero de primaria. A finales de la década de 1930, cuando todavía era un niño, comenzó a interesarse por los discos. Los fines de semana caminaba varios kilómetros hasta la tienda de Víctor Lozano, quien le permitía convertirse en el “operador oficial” de su vitrola1. Don Antonio se expresó respecto al inicio de su pasión: “tenía 10 años y no sabía leer. Pero yo distinguía cada disco por los colores o por cualquier dibujo o detalle que tuvieran. Todos me los sé de memoria”2. Hacia 1947, cuando tenía 18 años, compró su primer disco:

 

Él no sabe cómo fue que le nació esta compulsión por comprar discos. Sobre todo, el ansia inexplicable ya que ni siquiera tenía un aparato en donde escucharlos. Peor aún ni siquiera tenía plata con que comprarlos. De todas maneras, cuando apenas se ganaba 50 centavos diarios como jornalero, adquirió sus dos primeros discos a 1.50 cada uno: El amor del jibarito y La última noche3.

 

La falta de dinero no fue impedimento para adquirir el aparato que tanto necesitaba el coleccionista. Cambió la bicicleta en la cual iba al trabajo por un tocadiscos que costaba 40 pesos, dinero que, según expresó, “era bastante plata” puesto que equivalía a más de lo que ganaba en dos meses de trabajo4. El primero de los discos mencionados incluye dos boleros de sabor caribeño: por una cara del disco está grabada la pieza “El amor del jibarito” y por la otra “Lucerito de plata”. De acuerdo con Cuéllar, este repertorio guardaba relación con la música que “estaba de moda”5. Por aquel entonces, el bolero y la música caribeña –cubana y puertorriqueña– gracias a las emisiones radiales y a la llegada de los discos comenzaron a ser del gusto de los jóvenes del interior país, particularmente en el Valle del Cauca donde él vivía.

 

[2] Bar Donde Toño en Cali Ca. 1966, fotografía 


A
fines de 1947, Cuéllar se trasladó a Palmira y, posteriormente, de allí pasó a Cali. Con ello esperaba tener un mayor acceso a la música que le interesaba: “la música tropical fue lo que más me llamó la atención siempre”6. En la ciudad, “estaban a mano las últimas grabaciones de Guillermo Buitrago y las de Daniel Santos y Bienvenido Granda con la Sonora Matancera”7. En 1964, don Antonio inauguró en Cali el bar Ritmos de América y hacia 1966 abrió el bar Donde Toño: recordar es Vivir. Este último lugar se convirtió en un importante proyecto musical alrededor del cual difundió y fortaleció su colección (imagen 2). Desde que se instaló en Cali, Cuéllar había desarrollado una serie de estrategias creativas para lograr la adquisición de discos. Recurrió a medios alternativos al consumo comercial, como el trueque y la adquisición de usados. En sus palabras:

 

Trabajaba, diga usted un mes y compraba cacharro, lo que les gusta a las mujeres del campo. Llevaba mi maletica con el cacharro y lo intercambiaba por discos. No vendía nada. Le cambio por discos viejos (decía a manera de pregón callejero), agregando, entonces me caían buenos disquitos. La gente del campo coleccionaba sus discos, especialmente los que tenían vitrolas8.

[3] Antonio Cuéllar sosteniendo la pieza “Los sucesos de Leticia” compuesta por Jorge Añez
Ca. 1987, fotografía 

El coleccionista redimía los discos de comienzos del siglo XX de su condición de objetos en desuso y próximos a convertirse en basura, tornándolos en piezas valiosas del rompecabezas que constituía el mundo creado por su colección. Su trabajo lo convirtió en un reciclador de la memoria sonora y, como afirmó el columnista José Pardo Llada, le permitió: “hacerse a la más completa colección de discos raros que hay en Colombia”9 (imagen 3). Don Antonio también recurrió a otras estrategias para adquirir discos: visitó sistemáticamente los mercados de las pulgas y organizó una red de vendedores ambulantes en Cali, quienes le ayudaban a recolectar discos que luego él evaluaba para proceder o no a su adquisición. Néstor Arturo Parra, periodista de Radio Libertador de Cali, señaló lo siguiente en un programa radial en el que participó Antonio Cuéllar: “se ha dado el caso de que hasta él llegan algunos vestidos con harapos para venderle unos discos que el hombre compra sabedor de su valor musical y los paga tan bien que, al otro día, el de los harapos está estrenando vestido completo”10. La filósofa argentina Silvana Rabinovich cita una biografía de Balzac donde se encuentra un hermoso pasaje que caracteriza la tarea de los coleccionistas de una manera pertinente para tipificar las actividades de Cuéllar. Los traperos, colectores ambulantes de cosas en desuso, y los coleccionistas serían “sensibles a redimir los objetos del exilio recogiéndolos de su estado de dispersión y asignándoles un marco diferente junto a otros”11.

[4] Artículo del periódico El Colombiano donde se menciona a Antonio Cuéllar
Ca. 1973, impreso
Todas las anteriores © Álbum familiar de Antonio Cuéllar 

 

En 1971 Antonio Cuéllar se trasladó a Medellín, donde permaneció tres años y realizó actividades fundamentales para el desarrollo de la colección y el aumento de sus conocimientos. Entabló una intensa comunicación con otros coleccionistas como José Demetrio Chica, Roberto Mejía y Hernán Restrepo Duque, quien estaba vinculado con la disquera Sonolux y también era un hombre de radio. Cuéllar visitó los estudios donde Restrepo Duque realizaba su programa Radio Lente emitido por La Voz de Antioquia, el cual había iniciado en 1952 y permaneció al aire durante 23 años. En este programa se presentaban discos y artistas nacionales y latinoamericanos (imagen 4). En Medellín don Antonio también se dedicó apasionadamente a ordenar y catalogar sistemáticamente sus discos, dando continuidad al trabajo que ya había iniciado en Cali. La elaboración de catálogos escritos acerca de su música y su afán por informarse sobre compositores, intérpretes y géneros musicales presentes en sus discos, permitieron a Cuéllar ampliar sus conocimientos de todo orden, incluyendo el perfeccionamiento de su propia alfabetización (imágenes 5 y 6).

Catálogos
Manuscrito y mecanografiado
© Centro de Documentación de las Artes asab 

 

 

Don Antonio se autodefinió como un coleccionista de “Música Antigua”. En su concepción, esta denominación abarcaba las grabaciones y los géneros cultivados por la música popular latinoamericana y colombiana de principios del siglo XX (imagen 7). Mediante el examen de los catálogos producidos por el coleccionista, puedo asegurar que sus conocimientos se profundizaron, refinaron y consolidaron con el paso de los años. Esto puede constatarse en el orden y rigor de la información que consignaba en ellos. En su elaboración creó referencias para ubicar las grabaciones que poseía, con entradas por autor, título, intérpretes, formatos instrumentales y regiones. La colección estaba dispuesta de una manera pulcra y organizada que respondía a su registro en los catálogos (imagen 8).

[7] Detalle de un catálogo de Antonio Cuéllar Estampado
© Centro de Documentación de las Artes asab

[8] Antonio Cuéllar frente a las estanterías de su colección
Ca. 1987, fotografía
© Álbum familiar de Antonio Cuéllar 

 

Hacia 1975 Antonio Cuéllar se trasladó a la ciudad de Bogotá, donde comenzó una rutina que se prolongaría por casi 7 años: “Levantarse temprano a trabajar, regresar al anochecer, comer, reposar un rato y después meterse a una especie de templo rústico que hay en la alcoba principal de la casa, a dar rienda suelta a su pasión: escuchar, grabar, clasificar y ordenar su música”12 (imagen 9). Para Antonio Cuéllar su colección tenía un carácter casi sagrado, a través de ella mantenía un contacto permanente con los músicos del pasado. Dedicaba sus energías a conocerlos y a disfrutar de sus producciones artísticas, en un ritual de escucha que hizo extensivo a sus amigos y familia. Se interesaba primordialmente en la dimensión material de los discos y en su contenido musical y poético. Para él música y disco eran sinónimos (imagen 10).

[9] Antonio Cuéllar catalogando música Fotografía
© Álbum familiar de Antonio Cuéllar

[10] Antonio Cuéllar en su “laboratorio musical” Fotografía
© Álbum familiar de Antonio Cuéllar 

 

Don Antonio fue un comunicador de su propia experiencia. A partir de 1982, y durante cerca de diez años, la colección se hizo de acceso público gracias a la creación de la Taberna del Recuerdo, establecimiento que el coleccionista atendía todas las noches con la colaboración de su familia. Ello fue posible gracias a que arrendó parte de su colección y sus servicios como disc jockey a los santandereanos Luis Lemos y Luis Ardila. Estos eran propietarios del complejo comercial El Pulpo, situado en la calle cuarenta y tres con carrera séptima, costado oriental, en inmediaciones de la Universidad Javeriana (imagen 11).

[11] Don Antonio y su compañera María Edilma en la Taberna del Recuerdo

Ca. 1987, fotografía
© Álbum familiar de Antonio Cuéllar 

 

Gracias al coleccionismo, don Antonio conoció, disfrutó y recordó la música, abriendo para nosotros estas mismas posibilidades. Las grabaciones que atesoró estaban íntimamente vinculadas con el disfrute de la vida, el amor, el recuerdo y la nostalgia. Su colección nos permite acceder a los sonidos, acontecimientos, imaginarios y afectos de muchos, expresados en canciones populares. Él era plenamente consciente de la importancia de los recuerdos. Baste decir que los principales establecimientos en los cuales puso a disposición de los demás su colección discográfica, localizados en Cali y Bogotá, se llamaron Donde Toño: recordar es Vivir y la Taberna del Recuerdo. También fue un asiduo colaborador de los programas radiales Noches para el Recuerdo y En Brazos del Recuerdo. Recordar fue su acción más cotidiana y contundente, en el sentido que tuvo el verbo latino recordari: re significa de nuevo y cordis corazón. Es decir, que aquello que se recuerda vuelve a pasar por el corazón recreándose y produciendo emociones profundas (imagen 12).

 

[12] Artículo sobre Antonio Cuéllar y su colección, publicado en el diario El Tiempo

1985, impreso © El Tiempo 

 

Antonio Cuellar murió en Bogotá el 8 de agosto de 1995, a los 67 años de edad. Fue enterrado en el Cementerio Central de Bogotá en el pabellón “Caracol”. ❧ 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

* Música, docente e investigadora. Flautista y magíster en Estudios Culturales de la Universidad Nacional de Colombia y pedagoga musical de la Universidad Pedagógica. Docente del Proyecto Curricular de Artes Musicales en la Facultad de Artes asab de la Universidad Distrital, donde coordina el Centro de documentación de las Artes. 

 

Biografía:

Biografía:

[1] José Luis Miranda, “Toño Cuéllar, un coleccionista de 10.000 discos de 78 revoluciones”, Revista Diners, n.o 152 (1982), https://revistadiners.com.co/cultura/59083_asi-es-la-vida-de-un-coleccionista-de-musica/.

2 Julieta Echeverri, “Dice Antonio Cuellar: ni por diez millones vendo mis 89 mil canciones”, El Tiempo, mayo 4, 1985.

3 Sara Fandiño, “En la Taberna del Recuerdo … no se preocupen por los discos”, El Siglo. Siglorama, julio 1º, 1990: 6.

4 Antonio Cuéllar, entrevistado por Juan Harvey Caicedo en el programa de televisión Nostalgia, 1987.

5 Cuéllar, entrevistado Caicedo, 1987.

6 Antonio Cuéllar, entrevistado por César Pagano en el programa radial “Conversación en tiempo de Bolero” de Javeriana Estéreo, 16 de febrero de 1989.

7 Miranda, “Toño Cuéllar”.

8 Cuéllar, entrevistado Caicedo, 1987.

9 José Pardo Llada. “El Mirador”, Periódico Occidente, mayo 18, 1971: X.

10 Antonio Cuéllar, entrevistado por Néstor Arturo Parra en el programa radial “El Tango” de Radio Libertador de Cali, 1968. Archivo sonoro Antonio Cuéllar. Facultad de Artes-ASAB. Disco de acetato CC003691.

11 Silvana Rabinovich, “Walter Benjamin: el coleccionismo como gesto filosófico, Acta Poética 28, n.o 1-2 (2007): 253.  

12 Miranda, “Toño Cuéllar”.