REVISTA CREDENCIAL

Ya decía Yuval Noah Harari, el historiador y ensayista israelí, autor de De animales a dioses, que el gran salto de la evolución del homo sapiens en relación con las otras especies fue el chismorreo, esa capacidad innata para interesarnos en las vidas ajenas. Incluso se pone de ejemplo: “¿Acaso cree el lector que los profesores de historia charlan sobre las razones de la Primera Guerra Mundial cuando se reúnen para almorzar, o que los físicos nucleares pasan las pausas para el café de los congresos científicos hablando de los quarks? A veces.

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Diferenciar entre langostinos, gambas o camarones es muy difícil, sobre todo si el animal ya está pelado o sin cabeza. Pero generalmente los más pequeños son los camarones (salvo en México, pues allá a todo se le llama camarón: grande, pequeño, mediano). Después vienen las gambas, que son un poco más grandes, de cuerpo más ancho y patas más largas. El que sigue es el langostino: este crustáceo es el más grande de los tres.

El edificio, acogotado por los rascacielos del Paseo de la Castellana y las aparatosas construcciones modernistas en la misma cuadra, ha dejado de ser conspicuo. Sus cinco plantas pasan hoy inadvertidas a los madrileños que circulan a mil por la rotonda de la Plaza Argentina, en cuya esquina suroriental se encuentra. Tan sólo un letrero en la terraza, que dice simplemente “Richmond”, da noticia de su pasado famosos.