Foto: iStock
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6 de Marzo de 2024
Por:
Revista Credencial

Le explicamos cuál es la diferencia entre QLED y OLED, entre otras variables clave. Así se encuentra la calidad, no importa si es para ver cine, series, conciertos o deportes. 

¿Cómo comprar un televisor en 2024?

 

ESTE ARTÍCULO era distinto hace un año y, dentro de 12 meses, contendrá información nueva. Es imposible mantener nuestro hogar al son de los últimos avances tecnológicos, dado el frenético desarrollo de nuevos productos en esa industria, ávida de ventas masivas. Sin embargo, a veces sí se necesita preparar la tarjeta para comprar un televisor, computador, sistema de sonido, electrodoméstico o dispositivo electrónico. Y, como el bolsillo se resiente, más vale escoger bien: ¡que valga la pena!

En televisores, la competencia es a muerte. Si no, que lo digan los surcoreanos que manejan las riendas de Samsung y LG: estas dos empresas han visto espionaje corporativo como de novela. Y de hecho, son los principales actores en Colombia: según el diario La República —con base en un informe de Euromonitor—, en 2022, que son las estadísticas más recientes, Samsung fue líder de ventas en el segmento, con 29,2 % del mercado nacional, seguido de LG, con 24,8 %. Aún no salen esas precisas estadísticas en relación con 2023.

Eso sí: por más voraces que sean dichas corporaciones, la carrera que protagonizan —junto con otras como Sony y TCL— le ofrece ventajas al consumidor, cuya lealtad se gana únicamente gracias a un buen balance entre calidad y precio.

LAS VARIABLES DE CALIDAD

Hay tres criterios clave. Dos de ellos les pertenecen al universo de la imagen —la resolución y el tipo de tecnología— y otro al universo auditivo. Sin embargo, existen otros que resultan fundamentales, pero que no tienen tanto que ver con el televisor en sí mismo. Por ejemplo, el espacio en el que lo ubicará el usuario. ¿Dónde quedaría muy mal instalado el aparato? Bien sea a contraluz —porque la pupila se ajustará a la luminosidad de todo aquello que está en su campo de visión, entonces la pantalla parecerá oscura— o, por el contrario, enfrentado a una ventana o lámpara que se reflejen en él.

Asimismo, el tamaño por buscar dependerá del entorno: no querrá ubicar un televisor de 60 pulgadas en una habitación del tamaño de un baño (ver Tabla 1 para referencia en dimensiones). Además, se debe garantizar un rango sano y provechoso de distancia entre el televisor y los ojos y oídos del usuario. Para darse una idea: si se trata de uno de 32 pulgadas, se recomienda una distancia mínima de 1,60 metros con el usuario y una máxima de 4 metros para alcanzar a ver y escuchar el detalle. Con uno de 42 pulgadas, 2,10 metros es lo prudente para mirarlo, pero nunca más de 4,5 metros. Y con el de 50 pulgadas, asegúrese estar al menos a 2,5 metros de distancia, y por mucho a 5,5 metros. ¿Cuánto mide, entonces, la habitación elegida?

1. RESOLUCIÓN

Esta variable es la más sencilla de entender. Desde que la imagen digital existe en este mundo —¡gracias, Russell Kirsch, creador del píxel en 1957!—, el grado de definición pasa por una pregunta: eso que vemos en el cuadro o marco, ¿en cuántos puntos individuales de color está dividido? Y aquí podemos hacer una acotación histórica: en la fotografía análoga —en la película— sucedía algo parecido con el tamaño y densidad de las partículas que reaccionaban químicamente a la luz. En uno de esos capítulos primitivos se hablaba de los haluros de plata, sensibles a los fotones.

Simplificación de la cantidad de píxeles en cada una de las resoluciones principales en televisores comerciales, con una indicación: la pantalla puede ser del mismo tamaño —no como en el gráfico—, pero con diferentes densidades de puntos de luz y color. 

Si entendemos esas partículas como píxeles en el mundo digital, hay que decir que, hoy en día, ningún televisor debería tener una resolución menor al ya generalizado Full HD: 1080 píxeles verticalmente por 1920 en sentido horizontal. El resultado de la multiplicación de área en toda la pantalla es de 2,1 megapíxeles. Los dispositivos más apetecidos hoy en día por su relación calidad precio ofrecen 4K, que supone 3840 píxeles horizontales por 2160 verticales: 8,3 megapíxeles en densidad: el ‘grano’ —para usar la jerga análoga— se nota menos y la imagen es superrealista. Finalmente, el 8K, que está bajo la lupa de las autoridades ambientales en algunos países por la eficiencia —o ineficiencia— energética de los aparatos, es una “ida de olla”: 7680 por 4320, resultante en 33,2 megapíxeles. Con un problema adicional: pocos contenidos son emitidos a usuario en 8K vía plataformas de streaming que, en cambio, sí entregan 4K gracias a la increíble optimización de la que hoy gozamos en transferencia de datos por internet. 

2. TIPO DE TECNOLOGÍA

Esto sí que le saca canas al consumidor. Y tiene sentido porque es complejo. Para entender, viene bien comenzar desde el puro principio: desde que la compañía alemana Telefunken creó el televisor de tubos en 1934, este aparato es tradicionalmente —en esencia— una pantalla que recibe, desde atrás, luz proyectada. El efecto se ha logrado de varias formas, incluyendo el uso de fósforo en esos televisores primarios, que no eran para nada benévolos con el medioambiente.

Sin embargo, desde la aparición de la imagen digital, esta última se consigue de dos maneras posibles: bien sea mediante una transmissive display, es decir que depende de fuentes de luz separadas —como una lámpara incorporada en el interior del aparato— para, desde atrás, iluminar cada punto, o bien gracias a una emissive display, que logra que cada uno de esos últimos emita su propia luminosidad en sus colores RGB: rojo, verde y azul, los primarios en estos artefactos electrónicos.

Por definición, las pantallas led (que llegaron después de los LCD, usando el mismo principio, pero con tecnología led en vez de fluorescente) son transmisivas; es decir, que tienen una luz trasera, interna, que refuerza o genera la luminosidad sobre los píxeles de la pantalla. ¿Y cuáles son las tecnologías más comunes hoy en día? Los principios están descritos a continuación bajo los nombres OLED y QLED, que son denominaciones comerciales.

OLED: Son las siglas de Organic Light- Emitting Diode. Lo clave: cada celda de píxeles en RGB se iluminan por sí mismas, sin depender de la famosa lámpara trasera. Por eso, entre otras cosas, logran un contraste perfecto: sus negros son puros al poderse apagar las zonas oscuras del todo, pues no dependen de una gran fuente de luz, sino que la consiguen completamente puntual en el área de pantalla. Logra lo anterior gracias a componentes orgánicos que reaccionan a la electricidad, un universo explorado por André Bernanose en la Universidad de Nancy, en Francia, en los años cincuenta. Por no necesitar Back Light Unit, tienen menos capas internas y entonces las pantallas pueden ser muy delgadas. Además, el ángulo de visión que proveen es ideal, pues la imagen no se opaca si la miramos de lado, cosa que sí sucede con otros desarrollos. Para muchos, son los mejores, pero su precio sigue siendo sustancialmente más alto que las demás tecnologías.

QLED: Es la más apetecida en el momento por su relación calidad precio. Sí necesita de iluminación trasera para ser transmitida a los píxeles de la pantalla, y por eso sus negros no se ven tan perfectos como los de la OLED, pero no utiliza una lámpara enorme detrás de la pantalla ni tampoco la ilumina por grandes zonas desde sus bordes, como ocurre con el led convencional (también se conoce como Edge Led). ¿Cómo lo hace entonces? Gracias a muchas luces traseras pequeñitas —un concepto también asociado a otro: Full Array—. De ahí la Q en QLED —que es para mercadeo—, pues está inspirada en el concepto “quantum”: puntos cuánticos. Y si vamos más allá, en LG desarrollaron esta tecnología más pequeñita y la llamaron NanoCell, en la que cada puntito de luz para iluminar el píxel es de tan solo un nanómetro y su luz está filtrada con precisión. Pero claro: sea NanoCell o QLED, no permite apagarse del todo en zonas oscuras, sobre todo las cercanas a las que están iluminadas en la imagen. De todas formas, hay quienes prefieren lo QLED a lo OLED, y, de hecho, se dice que no son competencia directa, dadas las diferencias tecnológicas y de precio entre una cosa y otra. Los defensores de lo “cuántico”, por ejemplo, alegan que permite mejor saturación de color porque es capaz de emitir todo el espectro. Asimismo con el brillo. Además, los OLED, al estar basados en compuestos orgánicos, pueden llegar a tener una vida útil inferior.

 

Algunos dependen de tener una pared en la espalda: el sonido rebota en ella y se proyectea hacia delante 

3. AUDIO

Estando en la tienda, frente a un televisor con una imagen prístina, pocos reparan en esta otra variable: la de cómo suenan las cosas. Es un error, pues un aparato sí puede ser excelente en lo visual, pero regular en lo auditivo, lo que termina afectando la experiencia total. Los géneros musicales más saturados de frecuencias simultáneas —como las sinfonías en las que coros de 120 personas acompañan a la orquesta, o como el metal pesado— ponen a prueba toda tecnología auditiva. Y así lo hace también el cine de grandes producciones, que tiene el sonido cuidadosamente disgregado en muchos canales direccionales — que permiten ubicar las cosas en el espacio—.

 

No obstante, ese efecto de sonido envolvente depende, por lo general, de que la fuente sonora esté físicamente ubicada alrededor del espectador. De ahí que el 5.1 —el sistema de cinco canales que primero saltó de la sala de cine al hogar— dependa de un sistema de cinco parlantes y un subwoofer repartidos en el espacio: uno para cada canal. Asimismo con el 7.1.

Estas tecnologías fueron luego reemplazadas por Dolby Atmos. Su éxito radica en que procesa los datos de audio y los emite con mayor precisión de ubicación: en una sala de cine, este sistema tiene parlantes incluso encima y abajo, y uno puede seguir, con asombrosa exactitud, el movimiento de una mosca que esté incluida en la narración de la película. Contrario a lo que se cree, la versión hogareña de hoy no es, obligatoriamente, un sistema de parlantes repartidos por toda la habitación: el Dolby Atmos puede estar soportado por una barra de sonido que sea compatible
y, entonces, simule la direccionalidad.

Los televisores, por sí mismos, suelen tener menos parlantes —normalmente dos, aunque hoy en día los hacen con más, y un subwoofer incorporado—, con lo cual comprimen los canales para emitirse en el número de drivers que tenga disponible. Pero eso no es necesariamente malo: además de venir con una versión ‘en pequeño’ del Dolby Atmos, algunos aparatos vienen con tecnología OTS (Object Tracking Sound) que se adapta a la calidad de los parlantes del televisor y procesa los datos sonoros para dar la sensación de tridimensionalidad auditiva.

Eso sí, tenga en cuenta que, en las pantallas demasiado delgadas, los drivers en los parlantes pueden ser muy pequeños. Además, muchos aparatos están diseñados para tener, sí o sí, una pared en la espalda para que el sonido rebote en ella y se proyecte hacia delante, por lo que el audio de un televisor ubicado en la mitad de una habitación puede ser deficiente.