8 de Agosto de 2011
Por:

Un breve perfil de la primera mujer que tomará las riendas del diario estadounidense, 'New York Times’, a partir del seis de septiembre.

Por Ricardo Silva

Jill Abramson, la nueva reina del ‘New York Times’

Nombre: Jill Ellen Abramson.
Nacimiento: 19 de marzo de 1954 en Nueva York.
Obras principales: Strange Justice (1995) con Jane Mayer, Obama: The
Historic Journey (2009) con Bill Keller, The Puppy Diaries: Raising a Dog Named Scout (2011).
Hoja de vida: reportera de Time, periodista de The Wall Street Journal, editora de The New York Times.
Twitter: @JillAbramson.

De puertas para afuera:  Qué mala manera de comenzar un retrato: la respetada periodista neoyorquina Jill Abramson será, a partir de septiembre, la primera mujer que alcanzó el título de ‘editora ejecutiva’ en los 160 años de historia que cumple The New York Times. Qué mala manera de comenzar, digo, pues que una mujer llegue a una posición de poder tendría que dejar de ser (en el nombre de la igualdad, por supuesto, pero también para librarnos de un lugar común mediático) una gran noticia. Abramson, una brillante reportera muy a tono con los tiempos, se lo ha tomado como “el honor de mi vida: un ascenso al Valhalla”. Pero ya que es parte, a los 57, de una generación de mujeres que fue mirada de reojo mientras daba la batalla por tener las riendas de su vida, también ha recibido la noticia como un premio a “todas mis hermanas”.

De puertas para adentro: Abramson, que nació en 1954, en Nueva York, en una apacible familia de importadores textiles, y que fue siempre, desde niña, “la primera mujer en llegar” a tal sitio o a tal otro, quiso ser una periodista de aquellas apenas tuvo uso de razón. El mundo cambió de los 50 a los 70 y nada volvió a ser en blanco y negro. Y ella se graduó magna cum laude, del pregrado de Historia de Harvard, antes de cubrir para Time las elecciones de 1976. “¡Estaba tan orgullosa con mi credencial de prensa colgándome del cuello!”, dijo hace poco: “¡tenía a sólo unos metros a Hunter Thompson!”. Que la nombraran consejera de The American Lawyer, hiciera una familia con su compañero de universidad Henry Little Griggs y escribiera un libro sobre las valientes mujeres que estudiaron Derecho en Harvard, era cuestión de tiempo.

Punto de giro: Ya en 1988 se había ganado la fama de periodista justa, de pulso firme, que entendía como pocos los vericuetos del mundo de las leyes. Fue por ello que The Wall Street Journal le pidió que se convirtiera en su reportera estrella. Y así fue. Su prestigio de investigadora creció, durante los tiempos de Bill Clinton, gracias a su crónica incómoda sobre la tras escena del nombramiento de Clarence Thomas en la Corte Suprema de Justicia. Pero fue en el lanzamiento de otro libro (mire usted: sí sirven de algo) en donde respondió “yo” cuando la poderosa columnista Maureen Dowd le preguntó “Jill: ¿qué periodista me recomiendas para que cubra Washington en The New York Times?”. Pronto, ya en las entrañas del periódico que hoy dirige, tendría que enfrentar uno de los retos más grandes de su carrera.

Talón de Aquiles: Habla despacio: como quien pesa palabra por palabra. Así, firme y sin perder los estribos, soportó los enfrentamientos con el editor ejecutivo Howell Raines. Y ganó el pulso cuatro años después, en 2003, cuando Raines se vio obligado a renunciar por cuenta del escándalo de aquel Jayson Blair que fabricaba las noticias que escribía para la publicación. Bill Keller, en ese entonces el “nuevo editor ejecutivo contratado para restaurar el prestigio del diario”, la volvió su mano derecha: le pidió que trabajara con él en Nueva York. Y entonces, a los 50 años, Jill Abramson se tatuó un token neoyorquino para conmemorar su regreso a la ciudad. “No fue nada fácil”, dijo en el programa de Charlie Rose, “ser una mujer en semejante mundo de hombres”, pero ahí estaba de vuelta: salvando, al lado de Keller, el periódico que leía cuando niña.

Noticia de última hora: En una columna de The New York Times, cuando Katie Couric se convirtió en la primera presentadora de noticias de la CBS, Abramson escribió: “he aquí otro momento cumbre para las mujeres profesionales”. Podría escribirse lo mismo, hoy, sobre lo que acaba de pasarle a ella: ha sido nombrada ‘editora ejecutiva’ del periódico que ayudó a salvar. “Pasé toda una comida tratando de convencer a Bill Keller de que no se fuera”, confesó, “pero fue imposible”. Sólo le quedó asumir la jefatura, concluir que “cada editor se para en los hombros de los anteriores”, pensar en “seguir fortaleciendo la relación internet e impreso”, y reconocer el legado de todas esas mujeres que hicieron posible que la frase “la directora del diario más poderoso del mundo” sea, desde septiembre, una frase común y corriente.