Foto cortesía Disney.
Foto cortesía Disney.
23 de Mayo de 2023
Por:
Mario Alcalá

La inclusión forzada es parte de una estrategia comercial del conglomerado de medios de entretenimiento más grande del planeta.

TAGS: Cine

El progresismo de Disney

DESDE HACE casi ya una década, la apuesta de un marcado progresismo en los frentes narrativos de todas las divisiones adscritas al gigante Disney están enfocadas, en teoría, a promover un “nuevo orden” que deje de lado la supremacía del hombre blanco y heterosexual, un enemigo a vencer para las llamadas minorías. En 2012, por una cantidad que superaba los 4.000 millones de dólares, Disney compró Lucasfilm, propietaria de Star Wars. Pese a que este universo estaba construido con unos códigos defendidos por millones de fanáticos en todo el mundo, la tercera trilogía, bajo las nuevas directrices —con los episodios VII, VIII y IX, más un par de largometrajes sobre la misma saga y producciones hechas para la televisión y el streaming—, destruyó la identidad narrativa de la obra de George Lucas en aras de dicho progresismo.

Con esa trilogía, Disney recaudó algo cercano a 4.473 millones de dólares, y entonces asumió que podía seguir adelante con ese nuevo modelo. Por eso, en 2021, luego de la fusión en 2009 con Marvel Entertainment Group, Inc. —por 4.000 millones de dólares—, el modelo de esa franquicia se cambió también por completo y, de nuevo, poco o nada importó la opinión de los ‘marvelitas’ que religiosamente abarrotaban las salas de cine con cada nueva película de sus superhéroes favoritos. Pese a tener tres primeras fases muy exitosas, Disney demostró en la cuarta fase un desborde total de esta perspectiva, con producciones que colmaron la paciencia de sus más fieles seguidores. Son los casos de las series de She-Hulk y Ms. Marvel, y de cintas como Eternals y Black Panther: Wakanda Forever, estruendosos fracasos en cifras de vistas y en la taquilla.

Pero Disney sigue en lo suyo, incluso con la revisión de sus cuentos clásicos, a cuyos personajes les cambian el color de piel, la orientación sexual y el género, a pesar de haber permanecido intocables por décadas. Mulán, La Sirenita y Pinocho son claros ejemplos.

Detrás de todo ello yace una inmensa pregunta: ¿Es Disney, en realidad, una compañía abanderada del progresismo? A primera vista, los fenómenos descritos revelan únicamente una intención por ser más inclusivos y por adaptarse a los tiempos globalizados de hoy, que no son exclusivos de la derecha ni de la izquierda, sino que propenden por defender valores universales. Pero un momento… ¡Es Disney! Quizá, más bien, se trate de una estrategia de largo plazo para capturar nuevas audiencias en todos los rincones del planeta, hasta ahora esquivos para ellos. Sin embargo, pese su empeño por tener contento a todo el mundo, parecen estar echando al traste la calidad de varios legados.

Dos producciones dicientes del fenómeno: La Sirenita y She Hulk. La duda es si Disney lo hace por responsabilidad social o por no perecer en el mercado de hoy.