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9 de Noviembre de 2021
Por:
JULIO LONDOÑO PAREDES*

La retirada de las tropas gringas de Afganistán es el más reciente sacudón a una región cuyas tensiones tienen en vilo a la geopolítica desde hace varias generaciones. ¿Qué pasará en ese puñado de complejos países de ahora en adelante?


ORIENTE MEDIO de cara a los próximos 35 años

A LA 1:20 DE LA TARDE del 30 de abril de 1975, el presidente del agónico régimen de Vietnam del Sur, Duong Van Minh, proclamó en un mensaje radial la rendición incondicional del país al “Ejército de Liberación”. Era el epilogo de una guerra que había empezado 30 años atrás, cuando el último soldado francés salió de Vietnam.

 

El propósito de la desastrosa intervención estadounidense en Vietnam fue el de asegurar la permanencia de un gobierno prooccidental y democrático en Vietnam del Sur, que después de la salida de las tropas de los Estados Unidos, demostró su incompetencia y falta de principios.

La Unión Soviética no ocultó su satisfacción por el fracaso de Estados Unidos. La derrota cambió a la sociedad de ese país y conmovió al mundo.

Cuatro años después, en diciembre de 1979, luego de un golpe de estado por una facción comunista, las fuerzas armadas soviéticas invadieron Afganistán. Ante este hecho, dentro del Gobierno estadounidense prevaleció la posición del asesor de seguridad de Carter, Brzezinski, sobre la  del Secretario de Estado, Vance. Consideraba el asesor que se trataba de un intento de la Unión Soviética de tomar el control del sureste asiático e incluso de lograr el control de los países productores de petróleo en el Medio Oriente.

El propósito soviético era el de evitar que los Estados Unidos convirtieran a Afganistán en un estado similar a la Yugoslavia de Tito, fuera de su control, lo que constituía un riesgo para su seguridad en plena Guerra Fría.

Los Estados Unidos comenzaron a actuar. Con la ayuda de Pakistán y de Arabia Saudita, la CIA organizó una guerrilla basada en los mujahideen, grupos fundamentalistas islámicos, que actuaban contra el Gobierno comunista.

La Unión Soviética, en medio de un enorme desgaste militar y político debió retirarse nueve años después. El 15 de febrero de 1989, a las 11:15 de la mañana, el general Boris V. Gromov, héroe de la Unión Soviética y comandante de las fuerzas soviéticas en Afganistán, apabullado y con la cabeza baja, cruzó el ‘Puente de la Amistad’ que separa a Afganistán de Uzbekistán y afirmó: “No hay un solo soldado u oficial soviético detrás de mí”.

Los Estados Unidos y las naciones occidentales no ocultaron su satisfacción por el fracaso soviético.

El 31 de agosto de 2021 a las 7:29 de la noche, el mayor general Chris Donahue, comandante de la 82a División Aerotransportada, con lágrimas en los ojos, fue el último soldado estadounidense en abandonar Afganistán.

La controversia ocasionada –no propiamente por el retiro de las fuerzas de Estados Unidos, sino por la rapidez con la que los talibanes se apoderaron de él– persistirán durante mucho tiempo, así como las consecuencias políticas de este hecho. Rusia, China e Irán, por ejemplo, no ocultaron su satisfacción por el desastre del retiro estadounidense.


 

Fuerzas armadas extranjeras no pueden producir el cambio de un régimen sin generar problemas aún mayores a los que existían anteriormente. Por lo general, resulta peor el remedio que la enfermedad. 

 


LAS LECCIONES Y LOS EFECTOS

Son varias las enseñanzas que se desprenden de esta experiencia. Contrariamente a lo que sucedía hace algunas décadas, fuerzas armadas extranjeras de cualquier clase y condición no pueden producir el cambio de un régimen sin generar problemas aún mayores a los que existían anteriormente. Por lo general, resulta peor el remedio que la enfermedad.

Después de la intervención de los Estados Unidos en Irak, se abrió una verdadera “caja de pandora” en el Medio Oriente, incluyendo, entre otras cosas, la formación del Estado Islámico. Asimismo, la invasión a Libia por parte de la OTAN trajo una grave situación de inseguridad en ese país, igual que ocurrió en todo el Sahel, situación que los países europeos aún están padeciendo.


El concepto de Oriente Medio es cuestionado por muchos por considerársele eurocentrista. Asimismo, es debatida su delimitación geográfica. Es común que en Occidente se le comprenda como este grupo transcontinental de naciones unidas por algunos rasgos culturales y religiosos. 


Parecería que la lección de la frustrada invasión a Cuba no se aprendió. Hasta hace algún tiempo, en ciertos círculos se hablaba incluso de una posible intervención armada para derrocar a Maduro en Venezuela, sin descartar la participación de Colombia. ¡Vaya despropósito!

El primer efecto de la salida de las fuerzas estadounidenses de Afganistán y la victoria de los talibanes es el debilitamiento de la OTAN, con todo lo que eso significa en el entorno internacional. Se evidenció que, sin la participación de Estados Unidos, la Organización es un tigre de papel que salió de Afganistán por la puerta de atrás.

Al mismo tiempo, habrá una evidente expan- sión del islamismo, con sus diferentes matices, entre los cuales surgen movimientos y grupos terroristas fundamentalistas en diferentes partes del mundo.


A los niños les queda la carga de lidiar, en su futuro, con los traumas sociales, históricos y personales que deja la guerra. Imagen de un campo de refugiados al norte de Kabul tras el retiro de las tropas de Estados Unidos.


En ese frente es clave Pakistán, un país islámico complicado y ambivalente, que ha sido y seguirá siendo actor principal en la región y desde donde, sin mayor recato, varios sectores, aún de sus fuerzas armadas, apoyan decididamente a grupos terroristas. Además, varios millones de afganos se encuentran en su territorio.

Se trata, también, de una potencia nuclear que mantiene desde hace décadas un complejo diferendo territorial con la India, país que igualmente posee armas nucleares. Con el triunfo
de los talibanes, Pakistán se sentirá fortalecido frente a la India, que es su obsesión cotidiana y pretenderá tener una influencia económica y política prevalente sobre ese país.

Por su parte, los países árabes aliados de los Estados Unidos mantienen una posición cautelosa, mientras que China ha estado a la expectativa: Afganistán fue paso fundamental de la legendaria Ruta de la Seda y ahora, con la salida de los Estados Unidos, el proyecto chino de la nueva ruta se verá reforzado.

Y es que Afganistán tiene un gran potencial minero que incluye materias primas para la fabricación de microchips, lo que le vie- ne como anillo al dedo a los chinos en la guerra comercial con los Estados Unidos.


Sin embargo, Beijing no solamente tiene intereses comerciales, sino que, por razones políticas, estará muy cerca de los talibanes: China querrá evitar que los musulmanes que persigue en la región occidental encuentren refugio en Afganistán.

Eso sí: ni a China ni Rusia les interesará que los talibanes fomenten aún más la producción de heroína como ingreso fundamental para la maltrecha economía afgana después de muchos años de guerra.

El otro frente clave es el de Irán, enemigo de los Estados Unidos y de Israel, que ha venido colaborando militarmente con los talibanes a través de una rama de su ejército, llamada la Fuerza Quds, considerada como un grupo terrorista. El aislamiento de Afganistán será una oportunidad para que los iraníes incrementen su influencia sobre ese país, teniendo en cuenta que en su territorio hay cerca de 800.000 refugiados afganos.

¿Y AL INTERIOR DEL PAÍS?

Después de que Estados Unidos saliera de esa “mala guerra” en la que se empeñó durante 20 años y de que el control de Afganistán fuera asumido por los temidos talibanes, aparece en algunas partes del país, especialmente en las zonas rurales, apoyo para ese régimen: por primera vez en más de cuarenta años, los campesinos pueden vivir en una relativa tranquilidad, tranquilidad que no conocían. Veremos cuánto tiempo les dura, antes de que comiencen las intervenciones y las confrontaciones domésticas.

Parecería renacer una versión modificada de la olvidada teoría de Mackinder, expuesta en 1904, en el sentido de que Eurasia constituiría un área fundamental para el control del mundo.


* Exministro de Relaciones Exteriores y decano de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.