Ciudad perdida, en la Sierra nevada de Santa marta. Fotografía Stephen Stich.
Septiembre de 2011
Por :
Joaquín Viloria De la Hoz. Economista, Universidad Externado de Colombia. Magister en Planificación del Desarrollo Regional, Universidad de los Andes. Doctor en Historia, Universidad de Puebla, México. Investigador del Centro de Estudios Económicos Region

SANTA MARTA: Ciudad tairona, colonial y republicana.

Entre la Sierra y el mar se levanta Santa Marta, la primera ciudad fundada en el actual territorio de Colombia, pero su historia empieza mucho antes de 1525, año en el que oficialmente Rodrigo de Bastidas fundó la ciudad.

Ciudad perdida, en la Sierra nevada de Santa marta. Fotografía Stephen Stich.

La historia de Santa Marta y su área de influencia empieza mucho antes de 1525, año en el que oficialmente Rodrigo de Bastidas fundó la ciudad. Los cronistas cuentan que en 1501 Bastidas y Juan de la Cosa recorrieron la bahía de Santa Marta y toda la costa desde el cabo de la Vela hasta Urabá. En Santa Marta y Gaira los conquistadores dejaron algunos soldados en los primeros años del siglo XVI, iniciándose desde entonces el mestizaje samario. Al respecto vale la pena recordar que en 1514 la flota de Pedrarias Dávila arribó a Santa Marta, en donde sus soldados se enfrentaron con los nativos y tomaron prisioneros a varios de ellos, entre los cuales se encontraba una princesa matuna, apenas adolescente, de apariencia castellana: “Dije que esta india principal era hermosa, porque en la verdad parecía mujer de Castilla en la blancura”.1

Los indígenas de esta zona fueron grandes ingenieros y arquitectos, quienes desarrollaron los procesos urbanos más adelantados de la Colombia prehispánica. Para corroborar lo anterior se tienen como ejemplos las ruinas arqueológicas de Pueblito (Chayrama), en el Parque Nacional Tairona, Ciudad Perdida (Teyuna), en el alto río Buritaca y la zona de La Reserva, en la cabecera del río Frío (municipio de Ciénaga). Así mismo, sus trabajos en orfebrería fueron magistrales.2

Santa Marta fue emplazada por El Fundador Bastidas cerca de la desembocadura del río Manzanares, en la provincia de Betoma, lugar habitado por los indios Matunas. Alrededor de la ciudad se conservaron los pueblos indígenas de Gaira, Taganga, Mamatoco y Bonda, los cuales funcionaron como su despensa alimenticia.

La guerra de los conquistadores españoles contra los taironas se prolongó por cerca de un siglo, entre 1501 y 1600.3 En efecto, en este último año el gobernador Juan Guiral Velón organizó una fuerza de 200 soldados bien armados, que enfrentaron a los aguerridos indígenas oriundos de los pueblos de Jeriboca, Bonda, Masinga, Durama, Origua, Dibókaca, Doana, Masaca y Chengue. Los indígenas fueron derrotados a finales del año 1600 y más de setenta de sus caciques fueron condenados a muerte, entre ellos Cuchacique, líder principal y cacique de Jeriboca. Los castigos fueron ejemplares: Cuchacique fue amarrado a dos potros salvajes y su cuerpo desmembrado en cuatro pedazos, cada uno puesto en las diferentes entradas de Santa Marta y su cabeza exhibida en una jaula. Además, el gobernador ordenó quemar las casas de los 73 caciques condenados y distribuir entre los soldados españoles los bienes de toda la población. Los indígenas que sobrevivieron fueron obligados a establecerse en poblaciones ubicadas en la llanura y a pagar los mil quinientos pesos que costó la campaña de pacificación.4

Indígenas de la Sierra Nevada de santa Marta. Charles Saffray, 1869.

Después de la derrota de los taironas, los españoles concentraron su actividad colonizadora en la zona plana alrededor de la Sierra Nevada, en donde habían fundado las ciudades coloniales de Santa Marta, Ciénaga, Riohacha y Valledupar, y más tarde establecieron las poblaciones de Villanueva, San Juan de Cesar y San Carlos de la Fundación.

Allí, entre la Sierra y el mar se levanta Santa Marta, la primera ciudad fundada en el actual territorio de Colombia. Años después los españoles fundaron otras ciudades como Cartagena de Indias, Santafé, Mompox y Popayán, para solo citar algunos casos. De Santa Marta salió la expedición de Gonzalo Jiménez de Quezada, que descubriría el territorio de los muiscas y fundaría la ciudad de Santafé. Otro que estuvo en Santa Marta fue Pedro de Heredia, antes de emprender la fundación de Cartagena. Pero luego, durante gran parte del periodo colonial Santa Marta vivió un largo letargo, mientras Santafé ejercía como capital del virreinato, Cartagena era plaza fuerte y llave de las Indias, Mompox la villa por donde circulaba todo el comercio desde y hacia el Nuevo Reino (el interior andino) y Popayán donde se concentraba la economía de las grandes explotaciones mineras del Pacifico.

Mientras las otras ciudades prosperaban, Santa Marta veía cómo las flotas de galeones se alejaban de su puerto, los ataques piratas se repetían con frecuencia y su población disminuía. Es que en el temprano año de 1543 la ciudad fue atacada por el pirata francés Roberto Ball y las tomas continuaron en los años sucesivos. Nada más en 37 años, entre 1655 y 1692, la ciudad fue atacada y quemada en diecinueve ocasiones por los piratas. Esto llevó a las autoridades españolas a construir a lo largo de los siglos XVII y XVIII seis fuertes y dos veladeros para resguardar la ciudad. Fueron éstos los fuertes de San Juan, San Vicente (Santa Bárbara), Nuestra Señora de la Caridad (Punta Betín), San Antonio, Punta de Lipe (San Fernando) y El Morro, además de los veladeros de San José y cerro de la Pedrera.5

De las construcciones coloniales urbanas vale la pena destacar, por su riqueza arquitectónica e histórica, tres inmuebles: la Catedral, la Casa de la Aduana y el Seminario San Juan Nepomuceno. La construcción de la Catedral se inició en 1766 y se terminó en 1794, pero oficialmente su funcionamiento inició dos años después. En la Catedral reposaron los restos del Libertador Bolívar por algunos años y desde mediados del siglo XX se guardan los restos del Fundador Rodrigo de Bastidas. La Casa de la Aduana fue construida en la década de 1730 por los hermanos Domingo y José Nicolás Jimeno. Allí se alojó El Libertador entre el 1 y 6 de diciembre de 1830 y, luego de su muerte, fue traído de nuevo a esta casa donde fue velado en cámara ardiente del 17 al 20 de diciembre. Por su parte, la construcción del Seminario San Juan Nepomuceno duró más de 140 años, pues se inició en 1671 con unos modestos cuartos y luego de múltiples problemas fue terminado en 1811. Este edificio sirvió de sede de la Universidad del Magdalena e Istmo en los primeros años de la Independencia y ha seguido siendo un centro cultural y académico de la ciudad.

Acuarela del puerto de Santa Marta, Edward Mark Walhouse 1845. Biblioteca Luís Ángel Arango.

En las décadas finales del período colonial, Santa Marta tenía escasos cuatro mil habitantes, mientras Cartagena superaba los 16.000. En esta época, el comercio de la ciudad estuvo dominado por un grupo de comerciantes catalanes establecidos allí desde mediados del siglo XVIII y principios del XIX.

Acuarela del puerto de Santa Marta, Edward Mark Walhouse 1845. Biblioteca Luís Ángel Arango.

En 1810, los vientos revolucionarios se empezaron a extender por todas las colonias españolas en América. En la Nueva Granada hubo levantamientos y proclamas en Cartagena, Mompós, Santafé y de estas se fue irradiando a otras ciudades del virreinato como Santa Marta, en donde el 10 de agosto de 1810 se instaló una Junta de Gobierno. La Junta de Santa Marta era de clara tendencia realista, por lo que rivalizaba con los republicanos de Cartagena. El 6 de enero de 1813 entró triunfante a Santa Marta el coronel francés Pierre Labatut, al servicio del gobierno de Cartagena.

El pillaje y las humillaciones a que sometió Labatut a la ciudad de Santa Marta y sus habitantes, fue un ingrediente más para que esta comarca se declarara partidaria del Rey de España y rechazara las ideas republicanas que encarnaba el coronel francés y su tropa. Los indios de Mamatoco, Bonda y algunos samarios, encabezados por el cacique Antonio Núñez, expulsaron a las tropas de Labatut, quienes creyeron que los samarios contaban con el apoyo de los aguerridos indigenas wayúu de la Guajira. Dos años después de la expulsión de Labatut, llegó a Santa Marta El Pacificador Pablo Morillo con sus soldados españoles para preparar el sitio de Cartagena y la reconquista de la Nueva Granada. Morillo condecoró al octogenario cacique de Mamatoco, por los servicios prestados a la Corona. Sobre este punto vale la pena resaltar que en Santa Marta es muy poco lo que se conoce sobre los caciques Cuchacique de Jeriboca y Antonio Núñez de Mamatoco, el primero símbolo de la resistencia tairona y el segundo aliado de la monarquía. Estos personajes no hacen parte de la memoria colectiva de los samarios, por lo que sería necesario estudiarlos en profundidad para conocer mejor nuestra historia.

Catedral de puerto de Santa Marta, Edward Mark Walhouse 1845. Biblioteca Luís Ángel Arango.

La lucha por la independencia continuaba. Los hombres al mando de los coroneles Carreño, Padilla y Maza derrotaron a los realistas en la batalla de la Ciénaga Grande. Luego, Carreño con su tropa libertadora entraron a Santa Marta el 11 de noviembre de 1820, después de una sangrienta campaña que dejó en el campo de batalla cerca de 700 muertos, 400 heridos y más de 600 prisioneros, en su gran mayoría indígenas cienagueros reclutados por el ejército español.

En 1834 Santa Marta sufrió un terremoto que dejó a la ciudad en aspecto ruinoso durante varias décadas. Al año siguiente del terremoto, una descripción presenta a Santa Marta como una “ciudad de aspecto miserable”, en la que no había hoteles, residían sólo siete extranjeros y las únicas edificaciones de cierto valor eran la catedral, el palacio gubernamental y las residencias de los comerciantes Joaquín de Mier y Juan Fairbank.6 En 1835, Santa Marta era una pequeña ciudad de escasos seis mil habitantes, población que disminuyó en las décadas siguientes, de acuerdo con los censos de 1843 y 1851.

 En la década de 1840 sucedieron varios hechos destacados para el progreso de Santa Marta. Así por ejemplo, inició actividades la Caja de Ahorros de Santa Marta (1846), se estableció el alumbrado público de la ciudad (1848) y se constituyó la “Sociedad Filarmónica de Santa Marta” (1849)7 . Otro hecho significativo fue el establecimiento del primer periódico económico y comercial del país, la Gaceta Mercantil, editada por Manuel Murillo Toro entre 1847 y 1860.8.

Durante varias décadas del siglo XIX, Santa Marta fue el principal puerto de la Nueva Granada, por donde se movilizaba gran parte del comercio exterior del país y sus recaudos de aduana superaban ampliamente a los de Cartagena, Sabanilla y Barranquilla. Durante el período 1840 – 1872 Santa Marta se convirtió en el principal puerto importador de la Nueva Granada y durante algunos años también fue el mayor exportador. En el año fiscal 1871-1872 los recaudos de Santa Marta y Sabanilla fueron muy similares, pero ya al año siguiente ésta última aduana superó a Santa Marta ampliamente.9 Lo paradójico de Santa Marta es que su dinámica comercial durante el siglo XIX, estuvo acompañada con una disminución de su población en términos absolutos y relativos.

Población de los puertos del Caribe colombiano,
1778-2005

(número de habitantes)

Año Barranquilla Cartagena Santa Marta
1778/93 2.676 16.361 3.607
1835 5.359 11.929 5.929
1843 5.651 10.145 4.411
1851 6.114 9.869 4.340
1871 11.595 8.603 5.742
1905 40.907 9.681 9.568
1912 48.907 36.632 8.348
1918 64.543 51.382 18.040
1938 152.348 84.313 33.245
1973 701.945 311.664 112.161
2005 1.109.067 845.801 384.189

FUENTE: Anuario Estadístico de Colombia, Bogotá, 1875; Censos de 1912, 1918, 1938, 1973 y 2005. McFarlane, Anthony, 1997. Colombia antes de la Independencia. Economía, sociedad y política bajo el dominio Borbón, Banco de la República/Áncora editores, Bogotá, pp. 525-527. Banguero, Harold y Castellar, Carlos, 1993. La población de Colombia, 1938-2025, Edición Universidad del Valle, Cali.

Pudo haber influido en la disminución y estancamiento de la población de Santa Marta en este período (1835-1871), el terremoto ocurrido en 1834, la epidemia de cólera de 1848/49, las inundaciones del río Manzanares de 1850, los disturbios políticos del siglo XIX y las migraciones. En efecto, durante gran parte del siglo XIX, el departamento del Magdalena se caracterizó por una alta inestabilidad política y continuas revoluciones partidistas. Estos levantamientos armados destruían el escaso capital local, representado en infraestructura, ganados, barcos a vapor y mercancías, y precipitaba el éxodo de su población. Otro factor determinante de la migración samaria fue la inauguración del ferrocarril Barranquilla-Sabanilla en 1871, hecho que dinamizó el comercio exterior por esa ciudad, convirtiéndola desde ese momento en el principal puerto colombiano.

A nivel político se deben destacar las figuras de José María Campo Serrano y Ramón Goenaga, y en el empresarial las de Joaquín y Manuel Julián de Mier. El general Campo Serrano fue varias veces gobernador del Magdalena, y en una ocasión de Antioquia, así como presidente de la República en 1886. Por su parte el gobernador Ramón Goenaga ordenó la construcción de un canal de riego en la zona bananera en la década de 1890, así como el establecimiento del servicio telefónico, de acueducto y de luz eléctrica en la ciudad de Santa Marta.

Los de Mier (padre e hijo) fueron los más prósperos comerciantes de Santa Marta durante el siglo XIX. La hacienda de San Pedro Alejandrino, propiedad de la familia de Mier entre 1808 y 1890, fue comparada en este último año por el departamento del Magdalena, bajo la administración del gobernador Ramón Goenaga. San Pedro fue una de las haciendas más prósperas de la provincia de Santa Marta, con extensos cultivos de caña de azúcar y con trapiche para la molienda. Pero a pesar de los cañaverales y los múltiples litigios, la Quinta de San Pedro Alejandrino será recordada siempre como el sitio donde murió el Libertador Simón Bolívar. En efecto, muy enfermo llegó El Libertador a Santa Marta a principios del mes de diciembre, para luego ser trasladado a la Quinta de San Pedro Alejandrino, en proximidades del caserío indígena de Mamatoco, donde murió el 17 de diciembre de 1830.10 Hoy es el lugar histórico más conocido de la ciudad y un gran atractivo turístico, el cual dispone de la casa colonial, el Altar de la Patria y el Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo.

En la Sierra Nevada se desarrollaron desde finales del siglo XIX varias haciendas cafeteras como La Victoria, Cincinnati, Vistanieve, María Teresa, El Recuerdo, Minca, Jirocasaca y Onaca, entre otras.11 El norteamericano Orlando Flye fue el pionero de la caficultura empresarial en la Sierra Nevada de Santa Marta: su formación de ingeniero la puso al servicio de su proyecto de construir una empresa agrícola en el corazón de la montaña.

Grabado, Charles Saffray, 1869.

Santa Marta también fue sede de varias empresas de navegación en el siglo XIX. Sin duda la más importante fue Compañía de Vapores de Santa Marta, constituida en 1846 por un grupo de comerciantes samarios liderados por Joaquín De Mier, de la que también fue socio Francisco Montoya. Otra empresa que impulsaría la economía de Santa Marta fue el ferrocarril. En 1881 se protocolizó un contrato celebrado entre el gobierno del Estado Soberano del Magdalena con Roberto Joy y Manuel Julián de Mier, para construir el ferrocarril de Santa Marta a la Ciénaga del Cerro de San Antonio, a orillas del río Magdalena.12 La construcción del ferrocarril se inició el 17 de junio de 1882 y 24 años después la vía férrea llegó hasta la población de Fundación, lográndose construir sólo 95 kilómetros. Se debe destacar que el ferrocarril no alcanzó el río Magdalena pero sí atravesó toda la zona bananera, el emporio agrícola del Magdalena y la región Caribe. Apenas en la década de 1960 el ferrocarril del Magdalena empalmó con el que venía de Bogotá.

El banano fue el producto que transformó la economía de la zona Santa Marta-Ciénaga-Aracataca desde la última década del siglo XIX. A pesar de la iniciativa empresarial local en los cultivos y exportación de bananos, la inversión de capital a gran escala sólo se presentó cuando llegaron las empresas extranjeras. En 1899 las empresas Colombian Land Co., Boston Fruit Co., Snyder Banana Co., Fruit Dispatch Co. y Tropical Trading and Transport Co. conformaron una nueva empresa bajo la razón social United Fruit Company (UFC), como la trasnacional encargada de concentrar los negocios bananeros en Centroamérica y la cuenca del Caribe. De exportar 75 mil racimos en 1891 se pasó a cerca de 1,4 millones en 1906 y siguió el crecimiento de las exportaciones con altibajos hasta 1930, cuando sobrepasó los once millones de racimos (ver cuadro).

Foto aérea de Santa Marta, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, 1971.

Exportaciones de banano del departamento del Magdalena, 1891-1950

 

Año Racimos Año Racimos
1891 74.915 1926 10.893.065
1899 485.385 1930 11.034.936
1906 1.397.388 1931 5.403.743
1913 5.594.151 1950 6.272.489

FUENTE: Díaz Granados, Manuel, 1996. Geografía económica del Magdalena Grande (1946-1955) , Instituto de Cultura del Magdalena, Santa Marta, pp. 283-290.

El auge del banano impulsó una ola migratoria hacia Ciénaga, la zona bananera y Santa Marta, desde diferentes departamentos de Colombia y del exterior. Es así como a esta subregión llegaron varias familias originarias de Bogotá, Bolívar, Antioquia y otras subregiones del departamento del Magdalena como Valledupar y la provincia de Padilla (sur de La Guajira), en busca de oportunidades. De todas las familias llegadas a esta subregión, con el pasar de los años la historia más conocida sería la de los Márquez Iguarán, abuelos maternos del Premio Nóbel de Literatura Gabriel García Márquez, quien haría universal el nombre de Macondo,13 pueblo imaginario que podría ser cualquiera de los ubicados en el Caribe colombiano.

El tabaco, el cacao y sobre todo el banano le trajeron prosperidad a la región. Junto a la producción y exportaciones de banano crecía la población de Ciénaga y toda la zona bananera. En 1912 Ciénaga tenía 15.000 habitantes, frente a 8.000 de Santa Marta (la capital departamental), y seis años después su población aumentó a 24.700 habitantes, mientras Santa Marta apenas llegaba a 18.000.

La bonanza bananera fue aprovechada inicialmente por las familias tradicionales de Santa Marta y Ciénaga, conservadoras en su mayoría, quienes de tiempo atrás dominaron la economía y la política local. Entre estas familias se encontraban los Campo Serrano, Díaz Granados, Dávila, Goenaga, Riascos, Salzedo Ramón, Noguera, Vengoechea y Correa, entre otros.

En términos arquitectónicos, la economía del banano dejó en Santa Marta el barrio El Prado, conjunto de construcciones confortables en donde vivían los empleados norteamericanos de la Compañía, aislados del resto de la ciudad por un enmallado. El Prado contaba con todas las comodidades de una ciudad norteamericana como servicios de acueducto, energía eléctrica, teléfono, telégrafo, hospital, calles pavimentadas, jardines, además de canchas de golf, tenis y béisbol. Por su parte, los empresarios locales construyeron una serie de casas de estilo republicano a lo largo de las avenidas del Libertador y Santa Rita, algunas de las cuales se conservan en la actualidad.

La historia del banano en el Magdalena tuvo una página trágica en 1928, cuando los obreros de las bananeras, del ferrocarril y del puerto protagonizaron una huelga que terminó en una matanza de trabajadores en la plaza de Ciénaga.14 En las décadas siguientes la actividad bananera continuó con altibajos, expuesta a huracanes y enfermedades fitosanitarias, hasta que en las décadas de 1950-60 la empresa norteamericana decidió trasladar sus actividades productivas a la zona del golfo de Urabá, en el departamento de Antioquia. Algunos años después, la disminución del cultivo del banano fue compensada con la siembra de palma africana, para producir aceite de cocina.

Foto aérea de la bahía de santa Marta, Instituto Geográfica Agustín Codazzi, 1993.

A mediados del siglo XX, cuando la economía del banano comenzaba a mostrar sus limitaciones, empezó el desarrollo del turismo con la construcción del Hotel Tamacá, la carretera de El Rodadero y el Hotel Tairona. Dos décadas después Santa Marta, uno de los principales destinos turísticos de Colombia, ofrecía una serie de atractivos para toda clase de turistas: El Rodadero, Taganga, las diferentes ensenadas del Parque Tairona, sitios arqueológicos como Pueblito, Ciudad Perdida y los petroglifos de Donama, el Morro, la Sierra Nevada, la Quinta de San Pedro Alejandrino y la Catedral, entre otros.

En la década de 1970, en un momento de gran expansión del turismo samario, la violencia se generalizó en la región, con la aparición de los primeros cultivos de marihuana (cannabis sativa) y su comercialización internacional. Alrededor de este negocio ilegal se organizaron grupos mafiosos que generaron violencia en la ciudad y su área de influencia, provocando una severa crisis en el sector turístico que se extendió hasta principios de los años noventa.

En el plano político, el tradicional bipartidismo liberal-conservador fue infiltrado por grupos paramilitares en los años finales del siglo XX. Estos grupos de derecha surgieron como reacción a la creciente presencia de la guerrilla en la región. Los paramilitares aplicaron la estrategia marxista-lelinista de la “combinación de todas las formas de lucha”, llegando a dominar militar, política y económicamente gran parte de la ciudad de Santa Marta, el departamento del Magdalena y la región Caribe.15

La Santa Marta de finales del siglo XX y principios del XXI se debate entre su proyección como ciudad turística y la especialización de sus costas en puertos carboneros. Entre 1994 y 2005, la zona portuaria de Santa Marta-Ciénaga pasó de exportar 2,3 millones a cerca de 28 millones de toneladas de carbón, incrementándose la participación de 15% a 51% del carbón exportado.16 Para que estas dos actividades se puedan seguir desarrollando en el Distrito de Santa Marta, es necesario regular estrictamente los sitios por donde se exporta el carbón, aplicando técnicas modernas de transporte y embarque del mineral.

En el 2025 Santa Marta cumplirá 500 años de fundada y desde ya la ciudad de Cuchacique, de Bastidas y de Bolívar (la ciudad tairona, hispana y republicana) debe prepararse para ser el principal destino ecoturístico y de turismo cultural en Colombia. El desarrollo sostenible de Santa Marta es posible, siempre y cuando la ciudad se proyecte hacia el siglo XXI con administraciones públicas honestas, transparentes y eficientes, que cumplan con su función social y permitan la libre iniciativa de empresarios emprendedores.

 

REFERENCIAS

(1) Fernández de Oviedo, Gonzalo, 1959. Historia general y natural de las Indias , T. III, Ediciones Atlas, Madrid, p. 30.

(2) Reichel Dolmatoff, Gerardo, 1951. Datos histórico-culturales sobre las tribus de la antigua gobernación de Santa Marta , Bogotá.

(3) Restrepo Tirado, Ernesto, 1975. Historia de la provincia de Santa Marta , Colcultura, Bogotá.

(4) Restrepo Tirado, Ernesto, 1937. “Cómo se pacificaba a los indios”, Boletín de Historia y Antigüedades , Academia Colombiana de Historia, Vol. 24, N° 278, Bogotá, pp. 740 y743.

(5) Bermúdez, Arturo, 1991. Piratas en Santa Marta , Editorial Kimpres, Bogotá, pp. 26 y 34.

(6) Nichols, Theodore, 1973. Tres puertos de Colombia… , Biblioteca Banco Popular, Bogotá, , p. 155.

(7) Alarcón, José, 1963. Compendio de historia del departamento del Magdalena , Bogotá, p. 179; Gaceta Mercantil , N° 70, Santa Marta, febrero 7 de 1849.

(8) La Gaceta Mercantil circuló entre 1847 y 1860, mientras el Boletín Industrial de Salvador Camacho Roldán y Nicolás Pereira, que circulaba con El Tiempo, se publicó entre 1857 y 1864. Frank Safford, 1965. Commerce and Enterprise in Central Colombia: 1821-1870 , Tesis doctoral, Universidad de Columbia.

(9) Nichols, Theodore, Op. Cit ., p. 291.

(10) Viloria De la Hoz , Joaquín, 2002. “Empresas y empresarios de Santa Marta durante el siglo XIX: el caso de la familia de Mier”, Universidad de los Andes, Monografías de Administración , N° 65, Bogotá.

(11) Viloria De la Hoz , Joaquín, 1998. “Café Caribe: la economía cafetera en la Sierra Nevada de Santa Marta”, Revista Cafetera de Colombia , N° 209, Bogotá, p. 60.

(12) En 1884 los mismos empresarios (Joy y de Mier) celebraron un contrato para la construcción de un muelle en la bahía de Santa Marta, en concreto, hierro, con luz eléctrica y rieles que lo unieran a la aduana; este muelle no se construyó y el contrato fue reemplazado por otro de 1887, que contó con aprobación legislativa. Cfr. Nichols, Theodore, Op. Cit ., p. 164.

(13) Macondo fue el nombre de una finca bananera de la United Fruit Company , ubicada en las márgenes del río Sevilla, en jurisdicción del corregimiento de Guacamayal (municipio de Ciénaga). También es el nombre de un árbol (llamado igualmente bongo), clasificado por el botánico Bonpland durante la expedición a la Nueva Granada del científico alemán Alexander von Humboldt. Cfr. Saldívar, Dasso, 1997. García Márquez. El viaje a la semilla. La biografía, Alfaguara, Madrid, pp. 115-116.

(14) LeGrand, Catherine, 1989. “El conflicto de las bananeras”, en: Jaramillo, Jaime y Tirado, Álvaro, Nueva Historia de Colombia , Vol. III, Editorial Planeta, Bogotá.

(15)Fiscalía General de la Nación , 2007. Informe de Gestión 2006-2007 , Bogotá, pp. 16 y ss. Duncan, Gustavo, 2005. “Del campo a la ciudad en Colombia. La infiltración urbana de los señores de la guerra”, Universidad de los Andes, Documentos CEDE , N° 2, Bogotá.

(16)Superintendencia de Puertos y Transporte, 2008. Movimiento de carga por los puertos de Colombia . Informe consolidado año 2007, Bogotá.