[2] Autor desconocido Casa comercial Thorin & Goubert 1918, fotograbado, Libro Azul de Colombia © The Library Of Congress Esta casa comercial, fundada en Bogotá en 1858, importaba y vendía artículos de tocador y uso personal, para el comedor y la casa. También comercializaba insumos de ferretería, baterías de cocina, etc.
Enero de 2022
Por :
Naila Katherine Flor Ortega*

Entre dos partidas: prácticas contables en Colombia durante el siglo XIX

Tras el proceso de independencia (1810-1819), el uso de la contabilidad o teneduría de libros, como era más conocida en la época, se volvería en un asunto de interés para el nuevo Estado republicano y los empresarios emergentes. Tal como lo conocemos hoy en día, este sistema de información había surgido en Italia durante el siglo XIV y había comenzado a practicarse en América desde finales del siglo XV, cuando los Reyes Católicos designaron un Lugarteniente de los Contadores Mayores de Castilla para controlar los recursos de la segunda expedición emprendida por Cristóbal Colón (ca.1451-1506)[1]. A continuación, explicaremos brevemente qué se entendía por contabilidad en el siglo XIX y cuáles métodos se utilizaban. Luego señalaremos qué tipo de establecimientos económicos implementaron prácticas contables. Terminaremos el artículo con una referencia a las formas de circulación de dichos saberes contables.

 

 

La contabilidad en el siglo XIX

 

Según el profesor de secundaria Salvador María Álvarez, cuyo libro Idea jeneral de la teneduria de libros por partida doble fue publicado en 1853, la contabilidad consistía en el “arte de escribir en uno o más cuadernos o libros todas las cuentas u operaciones que se hacen en una casa de comercio o cualquier otro establecimiento de contabilidad, de un modo tan exacto, claro y sencillo, que en cualquier día se pueda conocer con prontitud el estado de los negocios”[2]. Los libros más usados en la época fueron el diario, el mayor y el auxiliar. En el primero debían escribirse diariamente y en orden cronológico todas las transacciones económicas, con sus respectivas fechas y montos. En el mayor figuraban por separado todas las cuentas. En los libros auxiliares se registraban las particularidades de los negocios que no podían anotarse en los otros libros.  

 

[1] Salvador María Álvarez / Imprenta del Neo-granadino
Idea jeneral de la teneduria de libros por partida doble
1853, impreso
Fondo Pineda 177 pieza 5
© Biblioteca Nacional de Colombia 

 

 

Existían dos métodos para llevar la contabilidad: la partida simple y la partida doble. De acuerdo con el primero, los comerciantes abrían una cuenta de Cargo y Data sólo para las personas con quienes realizaban transacciones económicas. El Cargo de la cuenta de una persona constaba de todo lo que ella debía, a su vez, la Data o Ha de haber refería todo lo que se le debía a dicha persona. Conforme con este método, en el libro diario se hacía cargo a una persona con la fórmula “Debe Juan, por tal objeto, etc.”, y se hacía abono al acreedor empleando la fórmula “Ha de haber Pedro, por tal o cual objeto, etc.”[3].

 

Los libros publicados en la época grosso modo señalaban que el método de la partida doble se basaba en el siguiente principio: el valor económico de cada transacción asentado en el libro diario debía registrarse dos veces en el libro mayor, uno en el Cargo, Debe o Activo y otro en la Data, Haber o Pasivo. Con este método los comerciantes debían llevar una cuenta de cargo y data no sólo para las personas con quienes concertaban negocios, sino también para cada bien comercializado y para las pérdidas y las ganancias. Así, según el método de la partida doble, los comerciantes debían utilizar diferentes clases de cuentas. Degrange informa que existían cinco tipos principales: mercaderías, dinero, obligaciones por cobrar, obligaciones por pagar y pérdidas y ganancias[4]. Al concluirse el período económico –que abarcaba generalmente de seis meses a un año–, además de los registros mencionados debía realizarse un balance. Este consistía en un cuadro con todas las cuentas del libro mayor y sus respectivos saldos totales del Debe y el Haber. Si la contabilidad estaba correcta, esos saldos debían ser iguales.

 

 

Entidades económicas y teneduría de libros

 

Durante el siglo XIX, la contabilidad tanto de los negocios privados como de los estatales consistió en una combinación de la partida doble y la partida simple. Ello a pesar de que negociantes y funcionarios públicos consideraban como un método más racional aquel de la partida doble, debido a que ofrecía una información completa sobre los negocios. En cambio, con el método de la partida simple no se contabilizaban todas las transacciones económicas. Por lo tanto, la información contable que a menudo obtuvieron empresarios y funcionarios públicos fue fragmentaria.   

 

En el ámbito privado, la contabilidad fue ejercida en fábricas, casas comerciales dedicadas a la importación y exportación –entre otros asuntos–, bancos, empresas de seguros, compañías dedicadas al transporte de mercancías por los ríos Magdalena y Cauca y los negocios ferroviarios. Probablemente algunos talleres artesanales convertidos en pequeñas industrias también llevaron registros contables. La contabilidad en estas instancias privadas generalmente fue realizada por los dueños de los establecimientos o por sus hijos. Ello permitió ejercer cierto control sobre aspectos como los aportes de los socios, los artículos comprados y vendidos, los pagos efectuados por los clientes, las operaciones de crédito, las letras adquiridas y las remesas enviadas al exterior, los gastos personales y los artículos tomados de la tienda para el consumo familiar[5]. Asimismo, la teneduría de libros posibilitó cuantificar el patrimonio de los negocios y de las familias, ya que con frecuencia los primeros fueron creados por miembros de una misma familia y no se diferenciaba a los dueños del capital y la persona jurídica que constituía un establecimiento económico. Adicionalmente, la contabilidad sirvió como medio de prueba en las controversias comerciales y para demostrar la honradez en las actuaciones de los negociantes[6].

 

 

[3] Fábrica de loza
La Bogotana (
1834-ca. 1900)
Jarras y palangana Ca. 1845, mayólica Regs. 1109, 1111 y 2641
© Museo Nacional de
Colombia / Ernesto Monsalve Pino 

 

 

El incremento gradual de las operaciones económicas llevó al Gobierno de José María Obando (1853-1854) a promulgar el Código de Comercio de 1853, el cual estableció por primera vez para la naciente nación un conjunto amplio de normas de carácter mercantil. Has entonces habían regido, con algunas adiciones y subrogaciones, las Ordenanzas de Bilbao, promulgadas por la Corona española en 1737[7]. El artículo 21 del Código de Comercio obligaba a los mercaderes a llevar cuenta y razón de sus operaciones en al menos tres libros: diario, mayor y de inventarios. Parte de dicho código fue derogada por la Constitución federal promulgada en 1858, al estipular que los estados podían adoptar sus propios códigos de derecho privado. No obstante, en el ámbito contable, aquella legislación sentó un precedente normativo de la contabilidad como medio de prueba en los litigios comerciales.

 

 

[4] Manuel María Paz (1820-1902)
Tejedor de ruanas en Cali
1853, acuarela sobre papel, 23 X 31 cm
F. C. Corográfica 49 © Biblioteca Nacional de Colombia

[5] Manuel María Paz (1820-1902)
Tejedoras de sombreros de jipijapa: Provincia de Neiva 1857, acuarela sobre papel, 23 X 31 cm
F. C. Corográfica 149 © Biblioteca Nacional de Colombia 

 

 

En la esfera de lo público, la contabilidad debía dar cuenta y razón de las rentas nacionales recaudadas, distribuidas y administradas por los funcionarios públicos. José María del Castillo y Rada (1776-1833), secretario de Hacienda entre 1823 y 1827, consideraba la información contable como un recurso eficaz para prevenir los abusos de los funcionarios y las infracciones de los comerciantes. También la concebía como una herramienta útil para responder a cualquier objeción que pudiese existir contra lo sentado por escrito[8]. A pesar de dicha valoración de la contabilidad gubernamental, durante el siglo XIX el Estado colombiano difícilmente pudo conocer con exactitud sus cuentas. El primer Gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849) intentó implementar el método de la partida doble en la Hacienda Pública. Sin embargo, la falta de manuales que lo explicaran adecuadamente y de funcionarios capacitados en su utilización, llevaron a que el control de los recursos públicos se diera mediante una combinación de la partida simple y la doble. Esto impidió que las sucesivas administraciones supieran con exactitud cuánto sumaban los recursos percibidos por el Estado y cuánto dinero podían gastar.

 

 

[6] Libro Diario. “Cuenta de la administración de las minas de esmeraldas de Muso”.
11 de octubre de 1848. Archivo General de la Nación, sección República, Contabilidad, tomo II, folio 77058 

 

 

 

Circulación del saber contable

 

Desde mediados del siglo XIX, la contabilidad fue considerada como un ramo de primera necesidad en la Instrucción Pública. Niños y jóvenes debían aprender el arte de llevar los libros de contabilidad de un comerciante o de un negocio cualquiera. Cátedras como teneduría de libros, contabilidad mercantil y contabilidad oficial fueron impartidas en instituciones de educación secundaria y las escuelas normales de mujeres y de varones[9]. Desde la década de 1880, la educación contable también fue ofrecida en institutos de enseñanza comercial, creados principalmente en Bogotá, y en la Escuela Nacional de Minas fundada en Medellín. El primer intento de profesionalización de la contabilidad se dio a finales de la década de 1880 en la Universidad del Externado, donde se ofreció el grado de Teneduría de libros[10].

 

 

[7] Auguste Le Moyne (1800-ca. 1880) / José Manuel Groot (1800- 1878) – atribuido Tienda
Ca. 1835, acuarela sobre papel, 23,4 x 18,3 cm Reg. 5499 © Museo Nacional de Colombia / Samuel Monsalve Parra 

 

Adicionalmente, durante el siglo XIX el saber contable también fue difundido mediante clases particulares ofrecidas por contadores y por libros nacionales y extranjeros. Estos últimos incluían definiciones de términos relacionados con la contabilidad y ejercicios prácticos que buscaban explicar paso a paso cómo debían llevarse los libros de cuentas, principalmente conforme al método de la partida doble.

 

 

[8] Rafael Pérez / Imprenta de Francisco Torres Amaya Teneduría de libros según el sistema de partida doble
1855, impreso
Fondo Pineda 232 pieza 1
© Biblioteca Nacional de Colombia 

 

 

A pesar de los intentos por difundir la técnica contable, comerciantes y funcionarios públicos de la época consideraban que la aplicación de la teneduría de libros mediante el sistema de la partida doble era un tema complejo. El comerciante Ricardo Silva Frade (1836-1887), escribió en 1879 a Alejandro Posse Martínez para felicitarlo por su libro sobre contabilidad. En dicha carta expresó lo siguiente: “No hace muchos años que el estudio de la Teneduría de libros por el sistema de la partida doble era para la mayor parte de los comerciantes una verdadera empresa de romanos, y para los jóvenes un trabajo difícil y complicado por la oscuridad y palabrería inútil de sus reglas”. Por esta razón, durante la primera mitad del siglo XIX muy pocos comerciantes llevaron un control de sus negocios conforme al método de la partida doble. Ello ocasionó confusión y desorden en los detalles de las operaciones económicas. Asimismo, la ausencia de registros condujo a pleitos entre comerciantes, clientes, acreedores y el Estado. Según Silva, la mayoría de comerciantes “se limitaban a llevar un simple libro de Cargo y Data, incompleto y deficiente, o se ajustaban a esta sencilla regla: “lo que tengo ahí está, y lo que falta me lo he comido[11].

 

 

* Contadora pública de la Universidad del Valle y magister en historia de la Universidad de los Andes.

 

 

Bibliografía:
[1] Ernesto Sierra y Yenny Ardila, Contabilidad gubernamental (Bogotá: ESAP, 2008), 26.

2 Salvador María Álvarez, Idea jeneral de la teneduría de libros por partida doble (Bogotá: Imprenta del Neo-Granadino, 1853), 20.

3 Edmond Degrange, La teneduría de libros simplificada, ó nuevo método de enseñanza de la teneduría de los libros en partida sencilla y doble (Burdeos: Imprenta de don Pedro Beaume, 1826), 3.

4 Degrange, La teneduría, 6-10.

5 María Teresa Ripoll, “Las redes familiares y el comercio en Cartagena: el caso de Rafael del Castillo & Compañía (1861-1960)”, en Empresas y empresarios en la historia de Colombia. Siglos XIX y XX. Una colección de estudios recientes. Tomo 1, editado por Carlos Dávila (Bogotá: Editorial Norma-Ediciones Uniandes), 555.

6 Carlos Rico, “La contabilidad en Colombia de la segunda mitad del siglo XIX: representaciones desde la literatura de los cuadros de costumbres”, Contaduría Universidad de Antioquia, n.° 76 (2020): 117-125.

7 Rafael Bernal, “El código de comercio colombiano (historia y proyecciones)”, Centenario del Código de Comercio (Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1991), 86.

8 José María del Castillo, Esposicion que hace el secretario de Estado en el Despacho de Hacienda de Colombia al Congreso Nacional de 1827 sobre los negocios de su Departamento (Bogotá: Imprenta de Pedro Cubides, 1827).

9 John Cardona, “La enseñanza de la contabilidad en el siglo XIX”, Contaduría Universidad de Antioquia, n.° 12 (1988): 104.

10 Humberto Cubides, “Evolución de la capacitación y formación de los contadores públicos”, en Historia de la contaduría pública en Colombia. Siglo XX (Bogotá: Universidad Central, 1991), 45-46.

11 Carta transcrita en Carlos Rico, “Análisis histórico del pensamiento contable colombiano: tratados, libros de texto y lecciones de enseñanza (1840-1950)”, De Computis - Revista Española de Historia de la Contabilidad, 15, n.o 1 (2018): 49-50.