[1] Carmelo Fernández (1810-1887) Campamento de la Comisión Corográfica en Yarumito 1850, acuarela sobre papel, 28 X 20 cm F. C. Corográfica 131 © Biblioteca Nacional de Colombia
Noviembre de 2021
Por :
Camilo Uribe Botta*

Contribuciones de Colombia a las ciencias y a las artes: botánica en Colombia en el siglo XIX

Ezequiel Uricoechea, fundador de la Sociedad de Naturalistas Neogranadinos, publicaba con este pomposo título en 1860 en Bogotá y Londres una revista sobre la práctica de la botánica en Colombia[1]. En ese número se incluía un extenso texto de Florentino Vezga titulado “La Historia del Estudio de la Botánica en la Nueva Granada”, donde hacía un recuento histórico desde lo que él llamaba Botánica Indígena hasta la creación misma de la Sociedad en 1859. Para ese año, Colombia ya era reconocido es uno de los países más llamativos para los naturalistas, tal como José Jerónimo Triana lo había descrito en 1854: “en ninguna parte del mundo se desarrolla más variada y espontáneamente la naturaleza vegetal que en la Nueva Granada”[2].

 

A pesar de esta variedad, según el discurso más tradicional de la historia de la ciencia, el conocimiento que se producía en el país no era precisamente científico. Durante el siglo XIX, se consideraba que el conocimiento científico se producía e irradiaba desde los centros intelectuales y de poder, París y Londres principalmente, hacia la periferia, donde se ubicaba Colombia. Periferia que, supuestamente, recibía pasivamente ese conocimiento y a su vez proveía a Europa de los insumos para crearlo. En otras palabras, el papel de Colombia en la ciencia del siglo XIX era el de proveedor de objetos de investigación para científicos europeos[3]. Pero ¿realmente fue esta la actitud de los botánicos colombianos durante el siglo XIX? Nuevas perspectivas históricas nos invitan a analizar cómo hombres y mujeres de ciencia en Colombia crearon y aplicaron su conocimiento científico en un espacio de frontera, pero no precisamente periférico[4].

  

Es imposible hablar de la historia de la botánica en Colombia del siglo XIX sin referirse a las dos empresas científicas más importante que dominaron el pensamiento científico colombiano durante el siglo XIX: la Expedición Botánica (1783-1808) y la Comisión Corográfica (1850-1859). Las prácticas botánicas en Colombia durante siglo XIX se enmarcan en las rupturas y continuidades entre ambas. La Expedición Botánica fue un gran proyecto científico promovido por la Corona española a finales del siglo XVIII y dirigido por José Celestino Mutis, cuyo objetivo era inventariar y catalogar la flora del virreinato del Nuevo Reino de Granada. Durante más de 20 años, se recolectaron, clasificaron e ilustraron miles de especies vegetales y animales. Alrededor de la Expedición se formaron artistas y científicos neogranadinos. Paralelo a la Expedición, a principios del siglo XIX el científico prusiano Alexander von Humboldt visitó la Nueva Granada en 1803 como parte de sus viajes a América ecuatorial, convirtiéndose posteriormente en un importante mediador entre naturalistas neogranadinos y europeos[5].

 

La Expedición Botánica tuvo un final abrupto luego de la muerte de Mutis en 1808 y en medio las guerras de independencia. Varios de sus miembros fueron ejecutados y todo su acervo documental fue llevado a España, donde permaneció inaccesible durante casi un siglo en medio de los archivos del Real Jardín Botánico. Aunque los resultados científicos de la Expedición estuvieron fuera del alcance de la ciencia durante décadas, su legado directo perduró gracias a la tradición oral, especialmente a través de algunos de sus integrantes que sobrevivieron como Francisco Javier Matís, quien logró trasmitir su conocimiento a la siguiente generación de botánicos neogranadinos. Durante las primeras décadas después de la Independencia, la botánica fue una práctica que tuvo poco apoyo estatal y sólo hizo parte del mundo académico de manera intermitente vinculada principalmente a la carrera de medicina, especialmente en los colegios de San Bartolomé y del Rosario.

 

Matís, como profesor de la cátedra de botánica, formó a algunos botánicos como el sacerdote Juan María Céspedes, quien también llegó a dictar dicha cátedra. Aunque Céspedes fue contemporáneo de la Expedición Botánica no hizo parte de ella y apenas a los 30 años empezó a procurarse una formación autodidacta en botánica leyendo a Linneo y a través de conversaciones con Matís. Céspedes realizó sus propias expediciones a regiones cercanas a Bogotá y en la región de Santander, actividades que complementaba con sus labores eclesiásticas. Este sacerdote escribió algunos tratados de botánica que permanecieron inéditos e incluso nombró géneros botánicos con los nombres de bolivaria y santanderia, nombres que sin embargo no entraron al canon botánico pues nunca fueron registrados propiamente. Más tarde, Francisco Bayón, otro importante botánico, asumiría la cátedra luego de la muerte de Matís y Céspedes.  

 

Hacia 1850, en medio de un importante debate político y social sobre la composición política y social del país, bajo la iniciativa del presidente Tomás Cipriano de Mosquera se creó la Comisión Corográfica con el objetivo de realizar un análisis riguroso de la geografía física y política del país. Asimismo, esta buscaba conocer las riquezas naturales del país, construir vías de comunicación y fomentar el comercio nacional e internacional[6]. La Comisión fue dirigida por el geógrafo italiano Agustín Codazzi, y, al igual que la Expedición, contaba con un importante equipo de trabajo interdisciplinario compuesto por artistas y científicos (imagen 1). Entre estos se destacaba el joven botánico bogotano José Jerónimo Triana.

 

[1] Carmelo Fernández (1810-1887) Campamento de la Comisión Corográfica en Yarumito
1850, acuarela sobre papel, 28 X 20 cm
F. C. Corográfica 131
© Biblioteca Nacional de Colombia 

 

Triana, quizás el botánico colombiano más importante en el siglo XIX, es particularmente reconocido por su trabajo en Europa, donde vivió la mayor parte de su vida (imagen 2). Sin embargo, sus trabajos en Colombia, realizados durante sus años en la Comisión, fueron la base para sus obras más famosas sobre la flora de la Nueva Granada[7]. Entre 1851 y 1857, Triana hizo parte de seis de las expediciones de la Comisión, donde recolectó más de 8.000 especímenes, muchos de las cuales pasaron a ser la colección fundacional del Herbario Nacional Colombiano (imagen 3). También publicó algunos libros sobre la flora neogranadina con el apoyo del botánico austriaco Hermann Karsten[8] (imágenes 4 y 5). En 1857 un diplomático inglés se refería a Triana como “el único Botánico en Bogotá”[9], descripción quizás un poco exagerada e injusta, pues al tiempo que Triana trabajaba para la Comisión Corográfica y establecía correspondencia y amistad con importantes botánicos europeos, otros seguían trabajando en pro de la botánica desde otros espacios.

 

[2] L. Caporelli
Grupo de botánicos que incluye a Jules- Emile Planchon y José Jerónimo Triana
Ca. 1874, copia en albúmina (tarjeta de visita), 10,3 x 6,3 cm
© Su concessione della Biblioteca dell’Orto Botanico dell’Università degli Studi di Padova

[3] José Jerónimo Triana (1828-1890) – recolector Catleya Triana Lindt
& Rehb.
1852, material orgánico sobre papel
col 03314 © Herbario Nacional Colombiano
Instituto de Ciencias Naturales - Universidad Nacional de Colombia 

 

[4] José Jerónimo Triana (1828-1890)
Nuevos jeneros i especies de plantas para la flora Neo- Granadina
1854, impreso
© Biblioteca Nacional de Colombia

[5] Otto Schliepmann
Hermann Karsten
Ca. 1880, copia en albúmina (tarjeta de visita), 10,1 x 6,2 cm Reg. 3633 © Museo
Nacional de Colombia / Samuel Monsalve Parra 

 

 

El impacto de las labores científicas de la Comisión se hizo evidente en otros entornos intelectuales, principalmente en Bogotá. Fue ahí donde surgió en 1859 la Sociedad de Naturalistas Neogranadinos. La idea de la Sociedad surgió durante una salida de campo a Monserrate de los estudiantes de la cátedra de botánica del Colegio de San Bartolomé dictada por Francisco Bayón y de la cátedra de mineralogía del Rosario dictada por Ezequiel Uricoechea, discípulo de Humboldt. Uricoechea acababa de llegar de Europa, donde se había formado en Alemania y tenía buenos contactos con las comunidades científicas europeas. Bayón, por su parte, se había formado bajo la herencia intelectual de la Expedición Botánica de Matís y Céspedes y conocía el terreno y los trabajos botánicos locales. Consciente de la importancia del país para la ciencia que se desarrollaba en Europa, la Sociedad se esforzó por establecer importantes conexiones con diferentes instituciones europeas, incluyendo sociedades geográficas, jardines botánicos, museos y universidades. La Sociedad de Naturalistas Neogranadinos se insertaba así en una red global de hombres y mujeres de ciencia que unía diferentes partes del mundo a mediados del siglo XIX.

 

Los estatutos de la Sociedad indicaban que quienes quisieran ser miembros plenos de ella, debían aportar una colección de 100 especímenes de cualquiera de las áreas de conocimiento que esta abordaba: mineralogía, zoología o botánica[10]. Aunque se desconoce el paradero de esas colecciones, o incluso si alguna vez se reunieron, esto da cuenta del interés de la Sociedad y de sus miembros por fomentar las labores botánicas y de coleccionismo científico en Colombia. La sociedad incluyó también como miembros honorarios a Charles Darwin y a algunos botánicos europeos que habían visitado Colombia en las décadas de 1840 y 1850, como Jean-Jules Linden, Jules-Emile Planchon y Hermann Karsten, quienes publicarían importantes obras botánicas sobre la flora colombiana[11] (imágenes 6 a 8).  

 

 

[6-8] Schmidt / W. Korn Cinchona Lancifollia, Klopstockia Quindindensis y Codazzia Speciosa 1858, litografía, Flora Columbiae de Hermann Karsten
© Missouri Botanical Garden 

 


Desde la década de 1840 hasta bien entrado el siglo XX, varios extranjeros permanecieron durante diferentes temporadas en Colombia realizando actividades botánicas (imagen 9). Si bien algunos pasaban rápidamente en algún viaje de exploración, varios se establecieron definitivamente en el país. La mayoría, si bien se dedicaba a negocios particulares, mantuvo un gran interés en la botánica y constantemente estaba intercambiando correspondencia con científicos europeos. Este fue el caso del cónsul inglés en Bogotá Edward Mark en la década de 1850, famoso por sus acuarelas y del cónsul alemán en Popayán hacia 1870, Carl Friedrich Lehmann, quien contribuyó ampliamente al conocimiento de la flora colombiana, ecuatoriana y centroamericana. También fue la situación del empresario inglés Robert B. White, establecido en Medellín hacia 1860, quien combinó sus negocios comerciales con una importante actividad botánica.

 

 

[9] Édouard-François André (1840-1911) / Édouard Riou (1833- 1900)
Trabajos de historia natural en Chipaque 1878, grabado sobre papel, Le Tour du Monde © Marta Ayerbe 

 

Finalmente, vale la pena resaltar los trabajos muchas veces anónimos de quienes cumplían labores de guías, porteadores o asistentes durante las expediciones científicas a lo largo y ancho del país durante el siglo XIX. Hombres como el Negro Pío, ayudante de Matís en Honda durante los últimos años de la Expedición Botánica, mujeres como Juana Sepúlveda, la “aliada botánica” del diplomático inglés Edward Watts en Turbaco en 1828[12], y campesinas e indígenas con un amplio conocimiento sobre la flora local, sus usos y sus nombres comunes. Saberes como aquellos referidos a las diferentes variedades de chinchona o el uso del guaco contra el veneno de serpiente, fueron el punto de contacto entre la práctica y el conocimiento local con la academia en la botánica colombiana del siglo XIX.

 

* Historiador y Magíster en Historia, Universidad de los Andes. Candidato a Doctor en Historia, Universidad de Warwick.

 

 

Bibliografía:

[1] Ezequiel Uricoechea, Contribuciones de Colombia à las Ciencias i à las Artes publicadas con la cooperación de la Sociedad de Naturalistas Neo-Granadinos (Bogotá-Londres: Imprenta de El Mosaico- Trubner & Co, 1860).

2 José Jerónimo Triana, Nuevos Jeneros y Especies de Plantas Para La Flora Neo-Granadina (Bogotá: Imprenta del Neo-Granadino, 1854).

3 Diana Obregón, "La Sociedad de Naturalistas Neogranadinos y La Tradición Científica", Anuario Colombiano de Historia Social y de La Cultura 1, n.o 18 (1990), 101–23.

4 Lina Del Castillo, Crafting a Republic for the World: Scientific, Geographic, and Historiographic Inventions of Colombia (Lincoln-Londres: University of Nebraska Press, 2018); Mary Louise Pratt, "Arts of the Contact Zone", Profession, (1991): 33–40.

5 Alberto Gómez Gutiérrez (ed.), Humboldtiana Neogranadina (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2019).

6 Nancy Appelbaum, Mapping the Country of Regions. The Chorographic Commission of the Nineteenth-Century Colombia. (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2016).

7 José Jerónimo Triana, Prodromus Florae Novogranatensis (Paris: Victor Masson et Fils, 1862).

8 Triana, Nuevos Jeneros, 1854.

9 Royal Botanic Gardens, Kew: Archives: Directors' Correspondence. 71/245.

10 Uricoechea, Contribuciones de Colombia, 1860.

11 Jean-Jules Linden y Jules-Émile Planchon, Plantae Columbianae: Tome Ier. 1 Livraison (Paris: M. Hayez, 1863); Hermann Karsten, Florae Columbiae: Terrarumque Adiacentium: Specimina Selecta in Peregrinatione Duodecim Annorum Observata Delineavit et Descripsit (Berolini: Apud Ferinandi Duemmlery Succesores, 1858).

12 Royal Botanic Gardens, Kew: Archives: Directors' Correspondence. 66/122