San Filippo Neri in adorazione della Madonna (1614), por Guido Reni
San Filippo Neri in adorazione della Madonna (1614), por Guido Reni
19 de Febrero de 2023
Por:
Emilio Sanmiguel emiliosan1955@gmail.com

Tres joyas de un género que le llegó a competir a la ópera. 

TAGS: Música

Oratorios a través de los siglos

EN PARTE por tradición y también porque, en justicia, hay mucho de verdad en el asunto, el invento del oratorio como una de las grandes formas musicales de la historia se atribuye a san Felipe de Neri. El santo, que nació en Florencia en 1515 y murió en Roma en 1595, lleva en su aureola el calificativo de “segundo apóstol de Roma y padre del oratorio”.

Como lo que hoy interesa son sus relaciones con la música, toca pasar por alto sus aportes a la Iglesia de Roma en los tiempos convulsionados de la Contrarreforma –hasta se le apareció la Virgen– y limitarnos estrictamente a lo musical. El oratorio es uno de los tres grandes géneros del Barroco –siendo los otros la ópera y la cantata– y, palabras más, palabras menos, sin decorados, vestuario o actuación, relata pasajes bíblicos, vidas de santos, relatos mitológicos o de la historia, mediante la sucesión de recitativos, arias, intervenciones del coro y todas las combinaciones posibles, casi siempre con presencia de un narrador y orquesta.

Se llama así porque san Felipe, que fue el fundador de la Congregación del oratorio, creía, con razón, que la música era un formidable vehículo para transmitir mensajes religiosos. Como se cantaban en el oratorio, terminaron llamándose así.

Los primeros no eran particularmente esplendorosos musicalmente hablando, sino muy severos, demasiado. Y poco a poco, fue permeado por el centellante estilo del canto operístico. Eso fue inevitable. Con los años, esos austeros oratorios del siglo XVI se convirtieron, durante el XVII, en espectáculos en sí mismos. El público acudía a oírlos, sin importar si se cantaban al interior de la iglesia o en los salones palaciales. 

Su popularidad corría paralela con la de la ópera, entre otras porque los intérpretes eran los mismos: tenores, bajos o castrati; divos que, como estrellas del rock, eran idolatrados por las multitudes y prestaban su voz y magisterio por igual a ambos géneros. Para que la mujer pudiera entrar en el juego, hubo que esperar casi un siglo. A la final, lo edificante de las historias y la profundidad de los mensajes pasó a un segundo lugar, a razón del show.

Y como producirlos era muchísimo menos oneroso, justamente porque prescindía de trajes y escenografías y demandaba menos cantantes, entró en escena un nuevo protagonista: el coro, que en la ópera era medio inexistente. El momento decisivo ocurrió durante la primera mitad del siglo XVIII, cuando Händel, que además de músico tenía alma de empresario, resolvió presentarlos, no en las iglesias ni palacios de la Londres anglicana, sino en los teatros. El público acudió masivamente a aplaudirlos. Tras él, otros han incursionado en el género. En esta edición, algunos ejemplos de ese invento de San Felipe.

Händel
ISRAEL IN EGYPT

Monteverdi Choir
English Baroque Soloists ·
John Eliot Gardiner
2 cd. Philips
Amazon USD 15,99

Georg Friedrich Händel, que nació en Halle, actual Alemania, en 1685, murió en Londres en 1759, a donde llegó muy joven, buscando convertirse en compositor de óperas. No solo lo consiguió, sino que fue el más grande de todos. Como empresario poseía olfato. Cuando detectó que seguir en el negocio de la ópera podría llevarlo a la ruina, se dedicó a escribir oratorios. Seguramente no fue el que escribió más, pero sí el que más obras populares legó a la posteridad, empezando por su Mesías, que es la joya de la corona. 

Descubrió que el secreto estaba en utilizar todos los recursos orquestales y vocales posibles y usar el coro para los momentos culminantes, con lo cual los suyos iban más lejos de las conquistas de la ópera de su tiempo.

Israel en Egipto es una de sus obras maestras, por lo conmovedor de su dramatismo y la brillantez de la composición. Seguramente, esta escala su mayor cumbre en la escena del paso de los israelitas por el Mar Rojo, una de las descripciones sonoras más impresionantes de todos los tiempos. Las magníficas versiones de este oratorio, cuyo estreno ocurrió el 4 de abril de 1739, en el King’s Theatre londinense, son muchas. Esta que dirige John Eliot Gardiner, con el Coro Monteverdi y los Solistas Barrocos Ingleses es una de las mejores. Trae, además, el himno de la coronación de los monarcas británicos, Zadok the Priest, que vaya a saberse si volverá a sonar en Westminster. 

Haydn
THE CREATION
Wiener Singverein Berliner Philharmoniker ·
Herbert von Karajan
2 cd · Deutsche Grammophon
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Cuando Franz Joseph Haydn (1732–1809), convertido en una celebridad, visitó Londres en 1791, quedó deslumbrado con los oratorios de Händel y declaró: “Quiero escribir una obra que proporcione fama universal y eterna a mi nombre”. Esa fue La creación, que empezó cinco años más tarde y terminó en 1798 en Viena, donde ocurrió el estreno el 29 de abril de ese mismo año. Le proporcionó las más grandes ovaciones que recibió a lo largo de su vida y terminó instalada hombro con hombro con los de Händel, que le sirvieron de inspiración, pero que tuvo el cuidado de no imitar.

Sin ánimo de dogmatismos, porque hay versiones francamente magistrales, esta que dirige Herbert von Karajan, con la Filarmónica de Berlín, parece no tener rivales, ni siquiera con otras grabaciones suyas con otros elencos. El director salzburgués, sin duda en estado de gracia, contó con un elenco de solistas hoy en día imposible de reunir: la soprano Gundula Janowitz, la contralto Christa Ludwig, el tenor Fritz Wunderlich, el barítono Dietrich Fischer-Dieskau, el bajo Walter Berry y el coro de la Musikverein. Se acerca a la perfección con momentos únicos, como la descripción del caos, y la creación de la luz… para empezar. 

Elgar
THE DREAM OF GERONTIUS

Hallé Choir ·
Sheffield Philharmonic Chorus # Ambrosian Singers Hallé Orchestra ·
Sir John Barbirolli
2 cd · Warner Classics
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Si fueron los italianos los encargados de inventar el oratorio, fue un alemán, Händel, el encargado de hacerlo popular durante el Barroco. El austríaco Haydn, inspirado en él, durante su visita a Londres, creó los grandes oratorios del clasicismo. Los ingleses tuvieron que esperar más de un siglo antes de que uno de los suyos enfrentara el género que algunos consideran más británico que el five o’clock tea: ese fue sir Edward Elgar (1857–1934), a quien le corresponde el honor de ser el primer gran compositor británico desde la prematura muerte de Henry Purcell en 1695 y el primero en escribir grandes oratorios.

El sueño de Geronte, de 1900, puede ser de los suyos el más popular. Tan británico que el texto, de carácter religioso, es obra del cardenal Henry Newman. Es una de las obras más suntuosas de las muchas que escribió Elgar, y que demanda un aparato orquestal y coral sin precedentes. John Barbirolli –que, dicho sea de paso, era una autoridad en Elgar– se permite un aparato coral monumental y el concurso de un elenco ultrabritánico: el tenor Richard Lewis, la mezzosoprano Janet Baker y el barítono Kim Borg.

Elgar pensaba que su Geronte no era un oratorio. De hecho, la partitura por ningún lado dice que lo sea. Pero lo es y abrió el camino a los oratorios ingleses. En ningún país del mundo se hacen tantos festivales dedicados al invento de san Felipe. Pero eso no viene al caso.