Alkemi, su más reciente álbum, se estrenó el pasado 23 de febrero. Foto: cortesía Alex Ayala
Alkemi, su más reciente álbum, se estrenó el pasado 23 de febrero. Foto: cortesía Alex Ayala
26 de Marzo de 2024
Por:
Zamira Caro Grau

Exiliada en Puerto Rico, la artista estrenó recientemente Alkemi, un álbum en el que deja el jazz para explorar nuevos ritmos. 

Daymé Arocena, la afrocubana que le canta al Caribe

 

Pasaron cinco años sin lanzar un álbum. ¿Hay alguna diferencia entre quien Daymé era cuando se estrenó Sonocardiogram (2019) y quien es ahora?

Este es el primer álbum que hago después de que emigré. Yo me fui de Cuba en 2019 para Canadá. Y partir de esa manera —exiliada— tiene un impacto en la vida muy agresivo, así que necesité de mucho tiempo para contar mi nueva historia en la música. Fue un cambio inmenso: yo soy caribeña y todo allá era muy diferente, muy frío. Dejé que esa experiencia transformara mi manera de ver las cosas y me educara con respecto a la nueva Daymé que me tocaba, obligatoriamente, ser.

Usted estudió en conservatorio de música y durante muchos años hizo jazz. ¿Qué tan difícil fue cambiar ese ‘chip’ para explorar nuevos géneros?

No tanto. Yo soy profesional en música, pero siempre fui rebelde. En la escuela, el enfoque era clásico, principalmente europeo, y yo decidí hacer jazz, que no lo enseñaban. Lo que pasa es que ahora no le pido a mis canciones que sean de una manera en particular, sino que cuando esas melodías y letras llegan a mí, yo les permito ser: dejo que cuenten lo que quieran, no les impongo un género. Hubo un momento de mi vida en el que fui así, porque yo quería mostrarme como una mujer con gran comprensión armónica y dominio de la técnica; me interesaba ganarme el prestigio de músico, porque siento que si somos mujeres cantantes de jazz no tenemos ese reconocimiento: solo somos intérpretes y ya. Entonces, en ese momento, todo lo que no me hacía lucir yo lo sacaba de mi repertorio. 

¿Y entonces cómo se desarrolló el estilo para Alkemi, su nuevo álbum?


Yo me cuestioné mucho durante la pandemia. Sufrí al verme encerrada y con esa imposibilidad de tocar, de hacer mis conciertos, de interactuar con mis bandas y con el público. Fue devastador, me sentía muriendo en vida. Eso hizo que no tuviera ganas de escuchar jazz, nada complejo: 
yo solo quería música que me hiciera bailar. Necesitaba curarme la tristeza y al final llegó una inspiración a mi vida, que fue el álbum de The Lion King: The Gift, con Beyoncé. Eso me explotó la cabeza porque fue un acercamiento a la música africana y me pareció increíble cómo una de las artistas más importantes de la historia estaba llevando al pop algo que yo creía que solo encajaba en lo folclórico. Eso cambió mi manera de ver la música y me devolvió la ilusión, así que empecé a explorar y ahí conocí a Eduardo Cabra. 


¿Cómo ayudó él, uno de los productores más reconocidos en Latinoamérica, a formar este nuevo sonido que escuchamos en Alkemi? 

Eduardo es una persona que sabe mucho del folclore latino, de la negritud musical, y al mismo tiempo, del mundo pop. Sabe cómo hacer de una cosa diferente algo comercial, y Calle 13 es el mejor ejemplo de eso. Yo le permití formar mis canciones y que nuestros dos corazones latieran al mismo ritmo. Él sabía lo que yo quería y lo condujo por donde jamás pensé, porque yo tenía una idea basada en energías, pero Eduardo logró traducirlo a una producción musical. 


Recuerdo que desde el primer día me dijo: “Para mí lo más importante es tu criterio, porque eres tú quien se va a parar a defender este disco la vida entera”. Ahí entendí que íbamos a funcionar muy bien. 



Eduardo Cabra, también conocido como Visitante, de Calle 13, y productor de Alkemi, tiene 28 Premios Grammy Latino y 45 nominaciones. Foto: cortesía Gabriel Bianchini  

En este álbum están muy presentes la percusión y los vientos. ¿Qué trajo esos elementos al estudio?

Los sonidos que construyeron este concepto fueron principalmente caribeños. Yo nunca había cantado reggae, por ejemplo, ni había incorporado elementos del merengue a mi música y eso pasó por primera vez. Por eso, las colaboraciones que hice con Vicente García y Rafa Pabón fueron tan importantes. 

Yo me descubrí como caribeña casi a los 30 años, porque como mujer negra y de una isla no me sentía tan identificada con los latinos, pero es que en Cuba vivimos muy aislados y no conocía el término. Cuando lo escuché por primera vez en Puerto Rico, lo entendí todo. Eso era una representación de mi comida, mi piel, mi música... Algo que no se ve mucho. Entonces, sí, el sonido es caribeño, que por ende es un sonido negro. 

¿Cómo ha sido su experiencia como mujer negra en la música?

Mientras más caminos abro más descubro los que me faltan. Yo miro a Beyoncé, que es la mujer con más Premios Grammys en la historia, y nunca ha ganado el galardón a mejor disco del año. Ahí me doy cuenta que es muy difícil, porque incluso en esos niveles todavía hay cosas por hacer. 

Como mujer negra latina, todo es aún más complicado. Yo crecí viendo a Aretha Franklin, a Rihanna, Michael Jackson, en fin, un montón de negros empoderados, pero en la industria latinoamericana no tenía absolutamente a nadie igual, porque la gente que lucía como yo estaba en el espacio folclórico, pero nunca siendo una pop star: no podíamos ser esos referentes para nadie. 

Es importante que existan personas como yo en la industria porque si no están, la gente no se identifica, no se reconoce, es como si no existiera, lo cual es un desacierto nocivo para nuestro desarrollo social, cultural e industrial. 

Su carrera también está marcada por esa presencia fuerte en asuntos sociales. ¿Cómo se relacionan, para usted, la música y la política?

El mecanismo más impresionante de comunicación que tiene el ser humano es la música. Está hecha para hablar a través de los sentidos y no de la razón. 

Mis mensajes siempre tienen algo de activismo. Intento que reflejen todas las aristas de las cuales hay algo que decir. Por eso he sido muy vocal con muchos temas. Por ejemplo, siento que no por nada soy negra, mujer y gorda, sino que todo ello me lo dieron para que otros escuchen mi historia y hagan sus propios cuestionamientos. 


Entonces, si todo tiene un mensaje, ¿cuál es el de Alkemi?


Significa “alquimia” en yoruba, porque para mí era importante que estuviera en un idioma africano de una tribu poderosa que esté activa. También significa mezcla, transformación, porque quería representar los cambios musicales, artísticos y personales que he atravesado para entregar este álbum. 


Además, la máxima de la alquimia era hacer oro y eso para mí en este momento es la forma en la que me siento conmigo misma. Es haber hecho la transición entre querer ser invisible a desear que
me vea todo el mundo. Un trayecto muy grande en el que ya no me siento atemorizada y creo que mi experiencia de vida puede influenciar a otras personas. 


Alkemi no es solamente música, sino que es un concepto profundo, es la razón por la que también tendremos una gira con conversatorios en universidades de distintos lugares, para llevarlo al debate público y que las personas puedan explorarse a sí mismas.