Aaron Burden en Unsplash
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1 de Abril de 2024
Por:
José Agustín Jaramillo

En un momento en el que las lecturas son cada vez más fugaces e inmediatas, una publicació constante de títulos de poesía, sobre todo por parte de editorales independientes, demuestra que dicho género no pierde vigencia. 

Poetas que conversan con el mundo de hoy

 

HAY UN PREJUICIO recurrente que se suele escuchar en las librerías: “No sé leer poesía”. La frase, para el poeta chileno Roberto Ibáñez Ricóuz, denota una ansiedad gigante, símbolo de tiempos en los que el consumo de información ofrece recompensas inmediatas, mientras que la poesía, por definición, intenta complicar al lector para convencerlo de que el lenguaje no solo sirve para comunicar, sino también para decir otras cosas. El poeta colombiano Federico Díaz Granados, por su parte, indica que para leer poesía no se necesita entender, sino simplemente sentir emoción frente a la experiencia de los otros o frente al lenguaje. Ambos coinciden en que cada vez se lee, se consigue y se publica más poesía, lo que indica un cierto auge de esta en español. ¿Es posible explicar este fenómeno? La fuerza que han tomado editoriales independientes evidencia el surgimiento de decenas de nuevos poetas que escriben en nuestro idioma. Sus temas se concentran en hacer visible lo marginal: “Eso siempre ha estado en la poesía”, explica Ibáñez, “pero en este momento se enfoca en tratar cuestiones de género y no humanas: se ha escrito mucho sobre la crisis climática, hay una voluntad de entender las plantas, los animales, todo lo que escapa a nuestra experiencia”.

Las poetas que se presentan en este artículo, nacidas entre las décadas de 1980 y 1990, conforman una selección caprichosa. En el grupo también podría haber hombres, como el bogotano Santiago Espinosa, el barranquillero Carlo Acevedo o el mismo Ibáñez, pero el hecho de que todas sean mujeres revela que, tal vez por el momento político actual, son ellas quienes están a la vanguardia de la producción literaria.

1. MARÍA GÓMEZ LARA

A sus 26 años, esta poeta bogotana ganó el XXVII Premio Internacional de Poesía Loewe a la creación joven por su libro Contratono (Visor, 2015), una obra escrita cuando hizo una maestría en la Universidad de Nueva York. Allí, ella conversa con sus referentes (Huidobro, Emily Dickinson) y revela las vivencias de la migración (es una ciudad inmensa / aquí no somos nadie / pero no hemos aprendido / a guardar el secreto: // al caminar regamos / nuestra nada en las esquinas). Luego, justo cuando llegó la pandemia —en marzo de 2020— publicó El lugar de las palabras (Pre-Textos, 2020), una obra que, aún hoy, sigue despertando el interés de la crítica: Gómez habla sobre una experiencia personal, el descubrimiento de una enfermedad (un tumor cerebral), sus miedos sobre cómo esta afectaría su vida, el tratamiento y la manera en que se sobrepuso a la experiencia, que fue, precisamente, construyendo un lugar seguro en un libro de poemas. El hecho de que esta vivencia guardara el riesgo de afectar el lenguaje, permite que la sustancia de los poemas, las palabras, adquiera en ocasiones una amplia literalidad, lo que multiplica el sentido de los textos. En la actualidad, tras realizar un doctorado en Harvard, María Gómez vive en Madrid y es profesora de la Universidad Complutense.


2. CAMILA PEÑA

Nació en Cuenca, Ecuador, en 1995. Ha dicho que desde pequeña suele pensar de forma recurrente en imágenes que se enmarcan en lo vegetal y lo natural: la hierba, los pájaros, los pétalos, los hongos, la tierra: de ahí que en su libro Jardín transparente (Valparaíso, 2020), que ganó el Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Ruiz Uriel, esos elementos aparezcan para darle sentido a diferentes sensaciones, desde el dolor hasta la sorpresa: “El niño mira en el hongo al padre, muerde y sueña en el agua. El ritmo de las gotas no desafía nada (pero no le temen a la muerte en forma de manos), no le temen a su cercanía. Lame las gotas buscando la luz. Su nueva voz no tiene miedo”. Su segundo libro, Erma (La Jaula, 2022), sigue buscando esos elementos orgánicos y continúa con una exploración de nuevos registros, esta vez a través de una manera más fragmentaria en la que una frase es capaz de generar profundas reflexiones.


3. MARÍA SÁNCHEZ

“Soy la tercera generación de hombres que vienen de la tierra y de la sangre. De las manos de mi abuelo atando los cuatro estómagos de un rumiante. De los pies de mi bisabuelo hundiéndose en la espalda de una mula para llegar a la aceituna. De la voz y la cabeza de mi padre repitiendo: «Yo con tu edad, yo y tu abuelo, yo y los hombres»”. Este es uno de los poemas de Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017), el primer libro que escribió esta veterinaria española y su primer paso para una carrera literaria que la ha llevado a reivindicar el campo, la vida rural y la agroecología: fue un libro diferente, en el sentido en que buscaba comprender con las palabras los ciclos, las contradicciones y la delicadeza que pueden guardar oficios aparentemente tan aguerridos como despellejar un conejo o buscar un tubérculo en la tierra. Su segundo libro de poesía, Fuego la sed (La Bella Varsovia, 2024), es una advertencia a esos estilos de vida rurales que se están perdiendo. También cuenta con dos ensayos: Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019), sobre el rol femenino en la ruralidad, y Almáciga (geoPlaneta, 2024), un glosario ilustrado del lenguaje del campo español.






4. MARÍA PAZ GUERRERO

Publicado por primera vez en 2018 por la editorial Cajón de Sastre y en 2022 en una edición corregida por Himpar, Dios también es una perra es un libro que ha tenido un amplio impacto internacional: ha sido traducido al inglés, al francés y al alemán, algo no muy común para un trabajo de poesía en Colombia. El libro transita entre los versos largos y cortos, entre páginas de párrafos largos sin una sola coma y fragmentos que funcionan como poemas individuales gracias a las palabras dispuestas cuidadosamente en sitios precisos de la página. Son imágenes sobre la ciudad o el país convulsionado, recuerdos de un colegio en la infancia, el sentido de una idea o el de un animal que hace tangible las vivencias, pero, sobre todo, es una demostración de la  capacidad de experimentar de la autora para encontrar el poder sensible del lenguaje. Actualmente, Guerrero es profesora del Departamento de Escritura Creativa de la Universidad Central. Ha publicado también Los analfabetas (La Jaula, 2020) y Lengua rosa afuera, gata ciega (Himpar, 2021).






5. ELIANA HERNÁNDEZ

En 2020, la antropóloga colombiana Eliana Hernández publicó La mata (Cardumen / Laguna Libros, 2020), un libro que va contando, verso a verso, uno de los sucesos más violentos de la historia de Colombia: la masacre de El Salado, en la que 60 personas fueron asesinadas. El poema cuenta la cotidianidad del pueblo atravesada por el miedo, es capaz de materializar la muerte, de abordar el silencio que impera cuando la ley es la guerra y de describir cómo la tierra, la vegetación, la selva misma, se toma el pueblo abandonado. El libro recuerda que la poesía es también una eficaz herramienta narrativa, y, por su diseño, deja testimonio de una tendencia muy importante: el poema solo funciona en paralelo a las ilustraciones de la artista cartagenera María Isabel Rueda, que va dialogando con cada palabra. Actualmente, Hernández realiza un doctorado en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.


6. ELISA DÍAZ CASTELO

Desde 2015, la poeta mexicana Elisa Díaz comenzó a ganar premios nacionales e internacionales de poesía. En México ganó el Alonso Vidal por Principia (Elefanta, 2022) y, en otros países, el Poetry International y el Literal Latte. En 2020, su libro El reino de lo no lineal (Fondo de Cultura Económica, 2020) ganó el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes. Estudió letras inglesas en la UNAM y en su trabajo es evidente el eco de referentes angloparlantes, como la poeta Anne Carson, quien ha sido descrita como una escritora inclasificable debido a sus juegos entre géneros; en sus libros, Díaz también juega con los ellos, se acerca a la prosa, experimenta con la disposición visual de las palabras en la página y busca diferentes ritmos para acercarse de distintas maneras a temas universales, como el tiempo, la enfermedad o la verdad, en Principia, o la muerte, en El reino de lo no lineal. A veces sus miradas son crudas, otras cínicas; a veces encuentra asilo en el lenguaje científico y otras en el de los barrios, el cotidiano.