Tabbouleh. Foto: iStock
Tabbouleh. Foto: iStock
14 de Febrero de 2024
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Más de un siglo después de que una ola migratoria trajera los sabores de oriente medio a nuestra región Caribe, ofrecemos tres recetas para honrar este patrimonio cultural. 

¿Por qué se come tan buena comida árabe en Colombia?

ES UNA DICHA que no haga falta volar miles de kilómetros para saborear el encanto de los tabbouleh frescos, el labneh ácidamente sedoso o los kibbes bien sazonados, pues casi que en cada ciudad de nuestra geografía es posible disfrutar de estas delicias a tan solo un pedido de distancia.

¿Qué hace que la comida árabe sea tan especial y, más aún, por qué es una bendición tenerla cerca? La respuesta yace en la riqueza de sus sabores, en esa danza armoniosa entre las especias, hierbas y técnicas que han sido perfeccionadas a lo largo de siglos y siglos, y en que comer estos platillos es una experiencia que va más allá de la simple ingesta para convertirse en un profundo viaje cultural.

Esta joya culinaria llegó al país gracias a las migraciones de sirio-libaneses y árabes a finales del siglo XIX y comienzos del XX. En ese entonces, muchísimos hombres y mujeres jóvenes, cristianos y ortodoxos, decidieron salir de sus territorios ocupados por el imperio Otomano como Líbano, Siria y Palestina, para evitar la opresión por razón de su credo. Como venían con documentos del imperio, todos fueron llamados “turcos”, aunque pocos lo eran realmente.

La diáspora llegó al norte del país por Puerto Colombia, y sus descendientes se pueden encontrar sobre todo en ciudades de la costa como Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Montería, Lorica, Riohacha y Maicao, teniendo esta última la mayor concentración de todos los municipios colombianos. La mayoría de estos inmigrantes optaron por establecerse en la región Caribe porque era el enclave de entrada, pero, además, por la presencia de puertos marítimos y fluvia les que favorecían el intercambio mercantil, que era su actividad principal, y porque eran regiones poco habitadas y con un clima más parecido al del Levante Mediterráneo. Tanta fue la influencia de estos migrantes que, en 1914, Lorica era conocida como “Lorica Saudita”: allí, el comercio estaba completamente dominado por esta comunidad. Por supuesto, en cada paso expansivo de este grupo poblacional calaba su saber culinario.

A pesar de comenzar como comerciantes ambulantes, los “turcos” diversificaron sus actividades hacia la agricultura, la cría de animales, la industria, la política, y también la gastronomía, pues se hizo necesario abrir restaurantes que le dieran suficiente satisfacción a estas nuevas necesidades alimentarias. Ya hacia 1959, los árabes, especialmente en el departamento de Córdoba, destacaban en la ganadería, pues representaban 5 % de los ganaderos que controlaban 13 % de las tierras. Además, para entonces, la segunda generación de árabes había crecido y se logró integrar en la sociedad toda vez que muchos de ellos estudiaron en universidades de Cartagena, Barranquilla, Medellín o Bogotá y, posteriormente, empezaron a ejercer como profesionales o funcionarios públicos en todas partes.

Empresarios como Nicolás Char Zaslawy y Ricardo Char, procedentes de Siria, son un ejemplo que demuestra el impacto de la inmigración árabe en Colombia. Inicialmente establecidos entre Cereté y Lorica, contribuyeron al crecimiento económico del país al evolucionar de la venta de oro a la creación de empresas sólidas como la Droguería Olímpica (hoy conocido como el Grupo Empresarial Olímpica). Otros personajes de esta comunidad son el político libanés Shafik Mebarak Hazme, ascendiente de Shakira, y el también político libanés José Antonio Turbay Haddad, de Tannourine, Líbano, quien está en el árbol genealógico del expresidente colombiano Julio César Turbay y de la exseñorita Colombia 1991, Paola Turbay. Actualmente, se pueden encontrar descendientes sirio-libaneses en casi todas las ciudades del país, evidenciando una exitosa adaptación y contribución a la riqueza multicultural de Colombia. En este proceso de asentamiento migratorio, fue en la costa norte colombiana donde la influencia gastronómica sirio-libanesa floreció. Restaurantes emblemáticos como el Árabe Internacional en Cartagena y el Árabe Gourmet en Barranquilla son máximos exponentes y guardianes de esa autenticidad.

En el primero, fundado por Georgette Saker de Farah (nacida en Damasco) en 1965 —y para mí el mejor árabe de Colombia—, tengo unos platos predilectos como el Chacrille, que es una sopa de leche cortada con trocitos de lomo fino acompañado de arroz de fideos; el kafta, que son estas bolas alargadas de carne molida cocida muy especiadas, y el solomillo cubierto con salsa de tahine, cebollas y almendras.

Del lado de las historias tristes, recordamos con nostalgia lugares como El Khalifa, en Bogotá, un rincón maravilloso que, lamentablemente, se convirtió en una mini cadena de comida rápida, experimento que no salió del todo bien. O el restaurante Sherezade de la carrera séptima con 17, que siendo muy tradicional, desapareció quizás porque el desarrollo en la ciudad se ha dado hacia el norte.

Del lado de la frescura y autenticidad, con un toque moderno, está M Cocina, con presencia en Cartagena, Barranquilla y Bogotá. Y también el elegante Él Árabe en la zona G de la capital, que se erige como una opción sofisticada para aquellos que buscan una experiencia gastronómica elevada. Así es como la comida árabe, en Colombia, es más que un menú: es un puente cultural que nos conecta con la riqueza de una tradición milenaria. 

Tabbouleh (para 6 personas)

1 taza de trigo (se consigue en tiendas naturistas o de productos árabes)
1 taza y media de perejil crespo
2 tomates chontos
1 cebolla cabezona mediana
1 pimentón verde
12 hojitas de hierbabuena
6 cucharadas de aceite de oliva extra virgen
2 limones
1⁄2 cucharadita de sal
1⁄2 cucharadita de pimienta árabe (la marca de condimentos Saysa, de Barranquilla, tiene una muy buena).

Preparación: 

Lavar el trigo, remojarlo en agua fría por 20 minutos, escurrirlo y reservar. En un recipiente de vidrio hondo, mezclarlo con el perejil, el pimentón, la cebolla y la hierbabuena —todos finamente picados—, y los tomates (con piel) cortados en daditos pequeños. Reservar.

Aparte, preparar una salsa con el aceite de oliva, el jugo de los dos limones, la sal y la pimienta. Diez minutos antes de servir, rociar la salsa sobre los vegetales y mezclar bien.

Arroz con almendras (para 6 personas)

1 libra de arroz
2 pechugas de pollo sin piel
1⁄2 libra de carne molida magra
1 libra de almendras
1 cubo de caldo de gallina
2 astillas de canela
1 cebolla cabezona grande
2 cucharadas de mantequilla
Cantidad necesaria de sal
Cantidad necesaria de pimienta
1⁄2 cucharada de aceite de oliva

• Hervir las almendras en agua por cinco minutos para poder pelarlas. Dividirlas por la mitad, dorarlas en mantequilla y reservar. 

Cocinar las pechugas en abundante agua con sal, pimienta y el cubo de caldo. Una vez cocidas, retirarlas, dejarlas enfriar, desmecharlas y reservar.

• Agregar al caldo la canela y reservar también. Preparar un arroz común y corriente pero, en vez de agua, utilizar el caldo. Mientras tanto, en una sartén sofreír la carne en aceite de oliva procurando que quede suelta y reservar. En una olla grande, donde se mezclará todo, sofreír la cebolla en la mantequilla restante. Cuando esté dorada, agregue la carne y el pollo. Empezar a incorporar el arroz poco a poco (sin las astillas de canela) y mezclar. Por último, agregar la mitad de las almendras.

Al momento de servir poner en una fuente y decorar con el resto de las almendras.

Kibbe crudo (para 8 personas)

1y1⁄2 libra de carne molida magra
1  taza de trigo
2  cebollas cabezonas
2 cebollas rojas
10 hojitas de hierbabuena
1 cucharadita de sal
1 cucharadita de pimienta árabe
1 taza de aceite de oliva extra virgen 

Picar finamente las cebollas rojas y la hierbabuena, y cortar en julianas las cebollas cabezonas. Mezclar todos los ingredientes, salvo las cebollas, amasando hasta obtener una pasta homogénea. Hacer unas bolas grandes (como del tamaño de una bola de golf) e introducir la cebolla roja en el centro. Pase por el molino cada bola y repita la operación.

Servir el kibbe en un plato, adornar con la cebolla blanca y algunas hojas de hierbabuena. Rociar generosamente el aceite de oliva y acompañar con pan árabe