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De vez en cuando ocurren en Colombia —y en otras partes del mundo, por supuesto— cierto tipo de crímenes que espantan de manera especial a la opinión pública: los descuartizamientos. En octubre pasado sucedió una vez más en Bogotá con un miembro de la comunidad gay. Tres meses antes, en Fontibón, la víctima de un asesinato parecido había sido una barranquillera. Y en agosto del 2010 aparecieron restos dispersos de otra mujer en Ciudad Bolívar, un populoso barrio de la capital.

Hasta hace 30 o 40 años tropezarse con un negro en España era un hecho curioso. Los optimistas decían que al ver un negro se podía pedir un deseo y el destino lo concedería; los pesimistas, que había que pellizcarse para espantar la mala suerte.

Prólogo

Hace 80 años cumplidos, en 1931, se realizó en Bogotá el primer Concurso Nacional de Belleza. Acudían al certamen representantes de una docena de regiones. El acto de coronación estaba planeado como un gran espectáculo de elegancia santafereña organizado por la Marquesa de Bonneval, una señora cachaca nacida a fines del siglo XIX cuyo verdadero nombre era María Josefina Suárez Borrero. Había adquirido en el altar el marquesado, el apellido y un cónyuge francés llamado Charles de Bonneval.