El doctor González dice que la mascarilla se debe seguir usando después de recibir los pinchazos. | Ilustración Istock
6 de Julio de 2021
Por:
AMIRA ABULTAIF KADAMANI

Aunque el Sars-Cov-2 se convertirá en uno de los tantos virus respiratorios que rondan entre la población, la vacunación masiva empieza a mostrar por qué es uno de los mecanismos más exitosos de salud pública. El inmunólogo John Mario González resuelve inquietudes sobre las vacunas. 

Lo que se sabe sobre los efectos de la vacuna

EN ISRAEL, el 60 % de la población ha recibido al menos una dosis contra el COVID-19 y las muertes bajaron al 3,8 % del pico de mayor mortalidad vivido en esa nación. En Reino Unido, 59 % de los habitantes ha sido inmunizado con al menos una inyección, los contagios disminuyeron al 4 % y las muertes al 0,5 % de su momento más álgido de la pandemia. Estados Unidos ha aplicado al menos una dosis al 51 % de su población y las infecciones bajaron al 11 % y las muertes al 17 % del pico epidemiológico más intenso en la primera potencia del mundo.

 

Se evidencia así cómo un pinchazo puede cambiar el curso de la historia. Parece magia, pero es más que eso: este acto no contradice los hechos naturales, sino que los corrobora con probada nitidez.

 

Las vacunas han sido una de las mayores conquistas de la ciencia para la humanidad. En las postrimerías del siglo XVIII, cuando se creó la primera –la de la viruela– no se sabía ni siquiera qué era un microbio. Al cabo de 230 años, el panorama es radicalmente distinto y las vacunas contra la COVID-19 demuestran que la acumulación de conocimientos no es una simple sumatoria, sino una sinergia. Gracias a ello tenemos, en tiempo récord, una nutrida paleta de productos biológicos para acorralar la pandemia al evitar, principalmente, la severidad de la enfermedad y la muerte de quienes se contagian.

 

El inmunólogo caldense John Mario González, profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes y coordinador del laboratorio de Ciencias Básicas Médicas, responde algunas de las preguntas más frecuentes sobre las vacunas anticovid.

 

¿Cuáles son los eventos adversos y los efectos secundarios de cada una de las vacunas existentes?
Los eventos adversos no son asociados a un producto vacunal particular, sino que son generales a cualquier componente de la vacuna y ocurren usualmente entre las 24 o 48 horas después de aplicada. Si se dan –lo cual depende de la reacción de cada organismo– son generalmente los mismos: dolor local en el área de aplicación, enrojecimiento, edema, fiebre, cefalea, malestar general, dolor muscular y dolor articular. Los efectos secundarios son provocados por la vacuna específica y se pueden presentar de inmediato, semanas o meses después. Se ha documentado la alergia en vacunas de ARN mensajero (ARNm) y los trombos venosos en vacunas de vectores de adenovirus. Sin embargo, su frecuencia es extremadamente baja: de 2 a 4 en un millón de vacunados han tenido alergia y solo en personas que sufren anafilaxis (alergia severa) de base, y uno de cada 250.000 a 500.000 inmunizados han tenido trombos, esto es una incidencia menor a la que podría presentarse en fumadores, obesos o personas que consumen anticonceptivos. Los eventos adversos de las vacunas contra la COVID-19 son muy semejantes, en frecuencia, a las otras vacunas que recibe una persona en su vida (18 en promedio).

 

Hay personas que se vacunan contra la influenza pensando en que hay alguna familiaridad con el coronavirus...
Hay cero familiaridad excepto porque son virus respiratorios y complejos, pero debemos protegernos contra la influenza, por lo que regu- larmente hay que vacunarse contra este virus. 

“Uno de cada 250.000 a 500.000 inmunizados han tenido trombos, esto es una incidencia menor a la que podría presentarse en fumadores, obesos o personas que consumen anticonceptivos”. 

 

¿Por qué se generó la idea de que la vacuna de ARNm altera el ADN?
Porque un investigador del movimiento antivacunas publicó un artículo con muchas falsedades y porque la gente habla de transgénico y se asusta. El ARNm es probablemente una de las moléculas más lábiles en el cuerpo, pues es muy sensible al daño por encimas. Tenemos muchas moléculas que destruyen el ARN rápidamente y a una sintética no le queda fácil meterse al núcleo de una célula para cambiar el ADN. Es más, para lograr que entrara a las células la tuvieron que encapsular en partículas lipídicas para que no se estropeara en el camino, y, una vez eso pasara, pudiera convertirse en la proteína viral de la vacuna. La tecnología estaba desde hace tiempo, pero le han hecho modificaciones para controlar muchas variables biológicas necesarias para ser eficaz.

 

¿Qué tan eficaz y conveniente es tener esquemas de vacunas combinadas?
Teóricamente es posible y con algunas vacunas se podría hacer una buena combinación para mejorar la respuesta inmune, pues hay algunas que inducen más anticuerpos que linfocitos T específicos de proteínas del virus. Por ejemplo, las vacunas de ARNm, vector de adenovirus recombinante y proteína recombinante utilizan la misma molécula, que es la proteína S del virus o proteína espícula, y contra esa producimos anticuerpos y linfocitos. Una buena combinación vacunal sería una vacuna de virus inactivo y otra basada en la proteína S. Este virus se quedará endémico, como la influenza, y es probable que a futuro tengamos que ponernos un refuerzo. Los estudios están en marcha, pero por lo pronto veamos cómo se comporta la epidemia con los esquemas de vacunación vigentes. Los resultados que arrojan los países que van más adelante son promisorios.

 

¿Hay subregistro o sobreregistro de muertes posvacuna?
No lo creo. Hay gente que ha muerto después de vacunarse por otras causas –como infarto– pero no por la aplicación de la vacuna, sino por infectarse sin tener un esquema completo de vacunación o no haber cumplido el tiempo necesario para generar anticuerpos, proceso que ocurre alrededor de 15 días después de la primera aplicación y se refuerza con la segunda dosis. Hemos evidenciado un relajamiento del autocuidado tras la primera dosis, cuando no hay inmunidad que proteja. Va a morir gente vacunada porque ninguna vacu- na otorga una protección del 100 % y porque las personas no reaccionan de la misma forma a las vacunas, pero eso no debe hacernos retroceder ni en un ápice en la necesidad de vacunarnos.

 

¿Se tiene determinado, grosso modo, qué porcentaje de la población podría no responder positivamente a la vacuna?
Imposible saberlo en este momento. La susceptibilidad de la población varía de acuerdo con su genética individual y poblacional, y esa información no se tiene aún; de hecho, tampoco se sabe para muchas vacunas existentes anteriores a la COVID-19. Hasta ahora estamos tratando de salir del abismo. Pero vendrá el conocimiento sobre susceptibilidad genética humana porque sí están en desarrollo estudios de secuenciación genómica de contagiados con síntomas leves, moderados y severos.

 

¿Cuál es la cobertura inmune más amplia y duradera que ofrecen las vacunas?
Es incierto. Ha pasado muy poco tiempo. La primera vacuna se puso en mayo de 2020 y al cabo de un año se mantiene la inmunidad, pero no sabemos cuánto durará. Y en cuanto a la inmunidad natural tampoco sabemos, pero los estudios indican que más de ocho meses.

 

¿Cómo se comportan las vacunas actuales ante el surgimiento de nuevas variantes?
En general, bien. En Israel, por ejemplo, tenían la variante inglesa y la vacunación ha sido efectiva. Hasta el momento, se ha identificado que la variante sudafricana desafía la eficacia de dos vacunas, pues los estudios hechos con AstraZeneca y Novavax revelan que la inmunidad que otorgan es menor al 10 % y 50 %, respectivamente.

 

¿Recientemente los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos afirmaron que las personas vacunadas podían estar sin tapabocas en espacios cerrados. ¿Esa posibilidad puede darse en todos los países?
No. En Colombia sería contraproducente quitar el tapabocas en este momento porque aún no tenemos un porcentaje alto de población vacunada. Debemos seguir protegiendo a quienes no se han vacunado, pues los que ya lo hicieron podrían contagiarlos. Ningún vacunado querrá llegar a casa a infectar a la familia.

 

 

FOTO ISTOCK 

 

 

¿Qué probabilidad hay de que eso ocurra?

Puede ser baja, entre el 5 y el 10 %, pero la hay. Es más complicado si hay personas con factores de riesgo.

 

¿Entonces hay que esperar a que todo el núcleo familiar esté vacunado para dejar de usar tapabocas?

Cuando uno se vacuna no hace un domo protector alrededor de su cuerpo para que el virus no entre, sino por el contrario, tiene que ingresar al organismo y replicarse en la mucosa respiratoria –como lo haría de forma natural– para despertar los mecanismos de inmunidad. Aunque la carga viral sea menor en una persona vacunada o inmunizada naturalmente por infección, en cualquiera de los dos casos puede tener el potencial de contagiar a otros.

 

¿Y una vez se produzcan anticuerpos la persona deja de ser agente contagioso?
No necesariamente. Hay un estudio de Pfizer que indica que la carga viral disminuye después de 12 días, pero la hay.

 

¿Qué enfermedades de base que tenga una persona genera complicaciones ante las vacunas contra COVID-19?
No hay referencia de alguna que sea particularmente retadora. Las vacunas que más causan problemas –especialmente en individuos con deficiencias del sistema inmune– son aquellas de microorganismos vivos que han sido atenuados, que no es el mecanismo que emplean las vacunas contra el COVID-19, las cuales han demostrado ser seguras incluso en mujeres embarazadas. Una persona con cáncer, con enfermedad autoinmune o con VIH, entre otras patologías, puede vacunarse con cualquiera de las vacunas disponibles.

 

¿La inmunidad de rebaño se logra con el 70% de las personas vacunadas o contagiadas?
Aún no es claro. Este es un virus que nos está enseñando evolución en vivo, como muchos otros, y a la postre se va a comportar como la influenza, para la cual no hay inmunidad de rebaño y por eso toca vacunarse de forma repetida. Pero eso no va a implicar que vayamos a estar de por vida sin contacto social y con tapabocas. 

 

 

 

*Eficacia significa que
de cada 100 personas que
se vacunan, el porcentaje
determinado por cada
fabricante no se enferma,
o lo hace leve o moderadamente,
cuando se expone al virus. 

 

 

TIPOS PRINCIPALES
DE VACUNAS CONTRA COVID-19 Y SU EFICACIA*

ARN mensajero: Pfizer/BioNTech, con una eficacia del 95 % y Moderna, con 94 % de eficacia.

Vector de adenovirus: AstraZeneca, con 70 % de eficacia, y Janssen, con 66 % de eficacia.

Virus muerto: Sinovac, con una eficacia que varía del 50 al 91 %, dependiendo del país donde se realizó el estudio.

Proteína recombinante: Novavax, que aún está en trámite de aprobación en el mundo y cuya eficacia es del 90 %.