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25 de Octubre de 2021
Por:
Eduardo Arias Villa*

 

Radamel Falcao García nació, justamente, el mismo año en que esta revista vio la luz. Por eso, pero sobre todo por ser ese colombiano alegre y sencillo que nunca deja de sorprender positivamente a los colombianos, le hacemos este homenaje. Charla con el nuevo atacanta del rayo vallecano.

 

No es un tigre de papel

 

DESDE QUE NACIÓ en Santa Marta en febrero de 1986 todo parecía escrito para que fuera futbolista. Tan escrito quedó que, en su registro civil, aparece el nombre de Falcao en medio del nombre y apellido de su padre, Radamel García, futbolista que defendió los colores de Santa Fe, Junior, Unión Magdalena y algunos equipos de Venezuela. A través suyo, su padre le rindió tributo a su ídolo Carlos Roberto Falcao, gran figura de la selección Brasil en los años 70 y 80.


 

 

 

Con ese nombre y esa herencia, Radamel Falcao García inició una meteórica carrera que poco tuvo que ver con Colombia. Tras pasar gran parte de su infancia en Venezuela, donde casi lo atrapa el béisbol, regresó al país y cuando apenas tenía 13 años jugó con el equipo mayor de Lanceros Boyacá. Un año más tarde, en 2001, lo fichó River Plate, el equipo más ganador de la historia del fútbol argentino, donde desarrolló un exitoso camino en los equipos de ascenso. Debutó en 2005 en primera división y muy rápidamente se convirtió en ídolo de los seguidores del equipo de la banda.

 

Luego, en 2009, vino el salto a Europa, que lo llevó a varios equipos de élite. Porto, en Portugal; Atlético de Madrid, en España; AC Mónaco, de la Ligue 1 francesa, Manchester United y Chelsea. Tras regresar al Mónaco, jugó dos años con el Galatasaray de Estambul y ahora defiende los colores del Rayo Vallecano, equipo de la liga española que comienza a entusiasmarse con sus goles.

 

Además de su pasión por el fútbol, a Falcao García lo ha ayudado su férrea disciplina. Desde niño su vida ha estado marcada por los entrenamientos y los sacrificios personales y no por las fiestas ni los escándalos. A pesar de ser el héroe de todo un país, Falcao García es poco amigo de dar declaraciones. Y cuando las da muestra siempre su altura para debatir. Pero al entrar a la cancha se transforma en “el Tigre” que tanto temen las defensas rivales.

 

Ya tiene 35 años, un futuro asegurado, una familia feliz y tranquila, pero su pasión por el fútbol le puede más y su sueño máximo, representar a Colombia, sigue intacto. Él tiene muy claro que en esta etapa de su vida debe multiplicar su esfuerzo y dedicación para mantenerse en el tope de su rendimiento y todo indica que está dispuesto a darlo todo para lograrlo.

 

Usted es hijo de un destacado futbolista. ¿Qué recuerda usted de su padre? ¿Cómo fue su infancia como hijo de futbolista? ¿Sus compañeros de colegio y amigos cómo lo veían a usted?

Mi infancia fue muy cercana al fútbol y todo lo que ello significa. Tengo los mejores recuerdos. Mi padre fue mi entrenador personal, mi guía y mi formador. Desde muy niño me corregía cuando él veía que no estaba haciendo las cosas bien y me explicaba cómo hacerlo. El hecho de tener acceso al camerino cuando me llevaba al estadio y hablar con él me permitió conocer lo que representa ser un futbolista profesional. Me inculcó disciplina, trabajo, responsabilidad y la dedicación que debía tener para el fútbol. Los jugadores profesionales, por la condición de su actividad, deben viajar, deben adaptarse, deben aprender a vivir en culturas diferentes a las suyas. Recuerdo con mucho cariño cuando salía al campo para la ceremonia de los himnos con mi papi.

Tuve una adolescencia muy especial en el Gimnasio Cristiano. Aún me hablo con mis amigos del colegio y tenemos una relación de muchos años. Muchos de ellos me ayudaban porque por esa época ya debía invertir mi tiempo en prepararme. Era un estudiante más. Jugábamos centros en la cancha del colegio, participamos en torneos contra los colegios de la zona de Chía. Un tiempo especial.

 

Usted estuvo a punto de dedicarse al béisbol cuando estuvo de niño en Venezuela. ¿Cómo fue esa etapa de su vida y qué lo hizo regresar al fútbol?
Cuando mi padre jugaba en la Liga Venezolana de Fútbol, en una oportunidad me compró un bate, guantes y pelota. Por esa época tuve la oportunidad de ir a una escuela donde el técnico vio mis habilidades para jugar a la pelota y me dijeron que podría ser beisbolista. Sin embargo, el fútbol se lleva en la sangre. Nunca lo abandoné y, por el contrario, participaba en los torneos de menores que se disputaban en la zona. De ahí regresamos a Colombia y fue cuando continué mi trabajo en el fútbol.

 

Usted viajó muy joven a Argentina. ¿Cómo vivió usted la experiencia de alejarse tan pronto de su hogar, de su entorno?
Se me abrieron las puertas para ir a probarme en Argentina. La ilusión de ser un futbolista estaba por encima del dolor que sentía al dejar atrás a mis padres, hermanas, familia y a todo mi entorno. Tenía la ilusión de formarme y de llegar 
a ser un futbolista profesional. Después de distintas pruebas me quedé en River viviendo en la pensión del club donde había un cupo limitado y en el que más de 200 jóvenes de mi edad anhelaban quedarse en el equipo. Una etapa muy bonita de mi vida, pero también dura. Sobre todo en los primeros meses. Después ya hice amigos y ya podía compartir con ellos cuando nos daban permiso y así me fui adaptando a la vida del club.


 

¿Cómo vivió usted el tránsito del fútbol argentino al europeo? ¿Existen diferencias entre jugar en equipos de Suramérica y Europa?
Mi formación en River me permitió darme a conocer inicialmente en Argentina, en donde ganamos un título y sobre todo recuerdo un partido de la Copa Suramericana, cuando logré marcarle una tripleta, en los minutos finales de un duro partido, a Botafogo. Esos tres goles le dieron la vuelta al mundo y me empecé a dar a conocer. Inicialmente tuve la oportunidad de jugar en España, pero se dio el chance del Porto y ahí conocí qué era el fútbol europeo. Igualmente, al técnico Jesualdo Ferreira, quien me transmitió muchas enseñanzas. Si bien es cierto que el fútbol suramericano es de gambeta, de buen trato al balón, en Europa se juega a mayor velocidad, más físico, cosa que combinada con la técnica resulta de muy alto nivel.

Usted fue figura fundamental en la clasificación al Mundial de 2014. ¿Cuál es su perspectiva de esa campaña, del regreso de Colombia a los mundiales después de tres ausencias?
Para esa eliminatoria se logró configurar un equipo muy sólido en todas las líneas. Con muchos de mis compañeros hicimos todo el proceso de la selección Colombia y ya nos conocíamos, lo que nos permitió, con las experiencias de cada uno en su club, aportar lo mejor de sí para el equipo.

 

Una lesión le impidió participar en el Mundial de Brasil 2014. ¿Cómo fueron para usted esos meses?
Fueron los más difíciles que haya podido tener en mi vida. No solamente para mí, sino también para mi familia. Tenía la ilusión, me había preparado y estaba pasando por un buen momento en mi carrera. Sin embargo, como todos saben, la lesión que afronté fue delicada. Hice un gran esfuerzo para llegar al Mundial, pero me fue imposible. Sin embargo, lo que me pudo levantar y ayudar a salir de toda esta situación fue el apoyo incondicional del pueblo colombiano. Todos los días recibía el aliento y sentía la solidaridad de todo el mundo, animándome para que pudiera llegar al torneo. Eso fue vital para mí y siempre 
estaré agradecido. También agradeceré siempre el respaldo de los medios de comunicación y de todos los que me han apoyado en mi carrera.

 

¿El entusiasmo por jugar en la selección se mantiene cuando uno pasa los 30 años? ¿Los retos y las ambiciones son los mismos? ¿Qué cambia, si es que algo cambia?
El orgullo más grande que tengo es el de representar a mi país. El hecho de que tenga más de 30 años significa que tengo que trabajar más y con más dedicación para estar a la altura y poder hacer parte de la selección con miras al próximo Mundial. No ahorraré ningún esfuerzo, ni una gota de sudor, con tal de contribuir a que la selección pueda participar en él. Esa es mi meta y todos los días me levanto con la disposición de dar lo mejor de mí en los entrenamientos para estar en óptimas condiciones y que pueda ser convocado a participar en la eliminatoria que nos pueda llevar al Mundial.

 

Háblenos de su paso por el fútbol turco.
Fue todo un reto. En medio de todas las circunstancias aporté 20 goles, lo que representa un buen porcentaje de anotaciones durante el tiempo que estuve en la cancha.

 

¿Cómo piensa encarar usted su futuro en Rayo Vallecano?
Con el máximo de responsabilidad y profesionalismo. Trabajando día a día. El fútbol español constituye una de las ligas más importantes de Europa y venir al Rayo Vallecano me permite estar en una alta competencia y me ayudará a prepararme para mantener al club en primera división. Quiero contribuir con ese objetivo. Igualmente, quiero estar en óptimas condiciones y a disposición del cuerpo técnico de la selección Colombia para continuar participando en la eliminatoria a Qatar y poder estar allí.

 

 

“Jugábamos centros en la cancha del colegio y participamos en torneos contra los colegios de la zona de Chía. Fue un tiempo especial”.

 

¿Qué debe hacer Colombia para asegurar un
cupo en el Mundial de Qatar? ¿Le hace falta mejorar algún aspecto en particular?
Debemos seguir trabajando. Las eliminatorias suramericanas son muy difíciles y cada partido es como una final. Hemos mostrado nuestras capacidades y confiamos en que el trabajo dará sus frutos. Tenemos un cuerpo técnico nuevo y todos debemos contribuir con los planteamientos y estrategias que se asignen para cada partido. Todos debemos estar preparados para una sana competencia para, en el momento que el técnico lo requiera, apostarle al equipo y así poder cumplir con esa meta que todos queremos. 


*Artículo de portada octubre 2021.