FOTO CORTESÍA ESTEBAN CORTÁZAR Y DESIGUAL
23 de Junio de 2021
Por:
María José Arboleda*

 

El país se ha posicionado positivamente en el exterior gracias al esfuerzo de talentosos diseñadores como Johana Ortiz, Pepa Pombo, Christian Colorado, Silvia Tcherassi, y Edgardo Osorio. La especialista María José Arboleda charló sobre el tema con uno de los más célebres líderes en ese frente: Esteban Cortázar.

Los trazos auténticos de la moda colombiana

 

SEGÚN CIFRAS de Colombia Productiva, una en- tidad del Ministerio de Comercio, el sector textil y de la confección es el primer generador de mano de obra en la industria nacional. Aunque entre el 2018 y el 2019 la producción y venta de textiles disminuyó un 0,8 %, las confecciones tuvieron un crecimiento del 0,3 %. Así mismo, las exportaciones de confecciones crecieron en el orden del 0,9 %. Colombia es hoy, además, el primer exportador de tejido plano de Suramérica.

Plataformas online de venta de ropa en el segmento de lujo, como Modaoperandi.com, tienen a varias marcas colombianas en primera plana. La caleña Johanna Ortiz, por ejemplo, quién al menos una vez al mes protagoniza la página web neoyorquina, según cifras del 2019 provistas por la CEO de la compañía, Catalina Londoño, exporta el 90 % de su producción, siendo Estados Unidos el receptor del 66 % de las prendas, y Europa el resto. Tiene tres canales de venta: sus tiendas físicas que aportan el 12 %, retail a través de grandes superficies de lujo que distribuyen sus colecciones alrededor del mundo y que generan el 28 %, y online, con el 60 % de las ventas. Estas cifras confirman que el diseño colombiano resulta sumamente atractivo en el exterior.

 

 

Pero ¿qué es “lo colombiano”? Quizás una identidad tropical, femenina y sensual. ¿Un estereotipo? tal vez, pero desde este modo local es que Colombia se contonea por el ciberespacio, vistiendo a élites internacionales.

Otro síntoma global que ha repercutido en atracción de miradas al diseño colombiano es el rescate de técnicas de artesanía tradicional y su aplicación al diseño contemporáneo. Lo que antes hacía parte de las costumbres y supervivencia de comunidades indígenas y campesinas hoy complementa las colecciones de diseñadores emergentes. Ferias como la que promueve Corferias a finales de año en Bogotá, Expoartesanías, son hoy incubadoras de talentos que serán más adelante utilizados por marcas modernas. Jóvenes como Manuela Álvarez, Carlo Carrizosa o Nicolás Rivero, director creativo de A New Cross, trabajan de la mano de artesanos que les ponen un toque único, manual y ancestral a sus creaciones; cualidad valorada especialmente en el exterior.

Adicionalmente, hemos visto una tendencia que replica lo hecho en el exterior por firmas de fast-fashion –como la sueca H&M, que contó con la guía creativa de Johanna Ortiz para una colección exclusiva en marzo de 2020– también en marcas locales. Con su condimento criollo, Arkitect y Taeq, marcas propias del Grupo Éxito, le han dado la batuta a talentos locales para diseñar sus colecciones, y así, como enuncia su eslogan: “Las mujeres colombianas se visten de diseña- dor”. Como se pronunció el área de comunicaciones de este grupo empresarial antioqueño, desde el primer experimento: “Con las líneas de producto (Formal, Casual, Denim y Vanguardista), Éxito quiere avanzar en su objetivo de democratizar la moda nacional, así como de continuar con el posicionamiento de sus marcas entre el público femenino”. Diseñadores como Esteban Cortázar, Isabel Henao, Renata Lozano, Camilo Álvarez, Jorge Duque, Olga Piedrahita, y recientemente María Luisa Ortiz y Diego Guarnizo, con la imagen y colaboración de la exreina Taliana Vargas, les han puesto su sello a colecciones de distribución masi- va, y así le han compartido al pueblo colombiano pinceladas de moda a precios de supermercado.

Y sobre este fenómeno de las colaboraciones, al que algunos diseñadores de lujo le tienen recelo, comentó precisamente Cortázar: “Al contrario de tenerles miedo, me encantan. Son una oportunidad para las personas a hacer parte de mi mundo. No soy pretencioso, no soy snob –sostiene–. Me gusta, obviamente, la calidad y hacer cosas lindas, y las cosas lindas cuestan más. Pero también me gusta hacer cosas con alma y con amor, más asequibles. Me gusta vestir a mis amigos, y mis amigos no son todos los que pueden comprar un vestido de 3.000 euros”.

Ese Esteban, de raíces colombianas genuinas que nunca lo han desamparado durante su carrera, explica: “Ha sido una forma de llegarle a ese colombiano que tengo adentro. De llegarles a las personas que no hacen parte de la burbuja del mundo de la alta costura, pero a quienes sí les gusta mi historia, así como mi esencia y el universo que estoy tratando de construir. Una cosa no tiene que competir con la otra, pueden vivir en el mismo mundo sin problema”.

 

EL NIÑO MARAVILLA

Si oprimimos el botón retrovisor en esta película llamada Esteban Cortázar, podemos atestiguar cómo se ha construido su marca, reconocida en el mundo entero.

Ese niño prodigio de las pasarelas, con un acento bogotano sazonado por Miami y París, es un caso ejemplar de la internacionalización del diseño colombiano. “La única forma de destacarse es teniendo claro de dónde vienes y lo que eres”, sostiene. Y esta frase, justamente, define lo que está haciendo a la moda local tan atractiva para el mundo.

Esteban Cortázar se fue a vivir a la Capital del Sol siendo un niño, pero esa partida prematura no le limitó su colombianidad. Recuerda con nostalgia: “Mi vínculo y mi inspiración con Colombia viene de una manera muy innata, muy natural, que corre por mi sangre, por mi espíritu y siempre ha estado ahí. Me fui a los diez años a vivir a Miami, pero nunca sentí que dejé Colombia, y eso también tiene que ver con mi relación con mi familia, con las fincas de mi infancia, con la gente, con Cartagena, con la cultura, con la música, con la comida. Colombia siempre estuvo ahí”, relata.

Al preguntarle sobre esos recuerdos, lejanos en tiempo, pero cercanos en afecto y enseñanza, relata: “Hay varios lugares, pero definitivamente está la finca de mis abuelos en Cachipay. Me acuerdo mucho de esos momentos en familia que nunca se me olvidarán. Mi abuela jardineando, y mi abuelito sentado en la tienda del pueblo con sus amigos tomando cerveza”. Y es que esa cultura popular, con sabor a cilantro y olor a café, ha sido la que ha guiado esa esencia de lo que es Cortázar como individuo y como diseñador: “Siempre me ha llamado la atención la gente y me siento más del pueblo que de ninguna otra parte. Eso es lo que más me inspira de Colombia: la gente de los pueblos, la parte original de la cultura, la parte kitsch”, sostiene.

Esos colores y particularidades se inyectaron en su sangre, y se han visto reveladas en cada una de sus puntadas.

 

TEATRO Y MÚSICA

Sobre sus años en Colombia, los menos rurales, pero igualmente neurálgicos en su formación, es imposible no mencionar a María Isabel Murillo. Conocida por todos como Misi, fue la fundadora de la escuela de teatro musical más importante del país. Pionera en este segmento, fue determinante en la vida de Esteban. “Mis inicios en Misi fueron también años de mucha formación. Yo fui parte del elenco, pero también hice diseño de vestuario para algunos de los shows. Ella para mí representa uno de los referentes más grandes de Colombia a nivel artístico. Fue la precursora del teatro musical, al más alto nivel. Me emociono hasta pensándolo porque ya no está con nosotros, y ella y todo su entorno fueron muy importantes para mí”, dice.

Precisamente, mientras confiesa que antes de ser diseñador de modas quería ser cantante, actor, o estar en Broadway, le revela a REVISTA CREDENCIAL una primicia: “He sido contratado para hacer el vestuario del nuevo espectáculo del Ballet de la Ciudad de Nueva York. Eso me ha impactado mucho, haber sido llamado para semejante institución”. Con la voz entrecortada y sus pupilas brillantes, asevera: “Ya a los 37 años puedo pensar que Misi estaría muy orgullosa de esto”.

Sin duda lo estará desde la inmensidad, porque su pupilo cumplió sus sueños y dejará el nombre de Colombia en alto en una de las cunas de la cultura de la Gran Manzana.

 

 

“Ungaro fue la mejor universidad que pude tener. Trabajé con los mejores talleres de alta costura, las mejores fábricas, con equipos que habían trabajado para Christian Lacroix, Alexander McQueen, Christian Dior y Chanel”: Cortázar. 

 

MIAMI, LA CIUDAD FANTASÍA

Brincando a través de la historia de Cortázar, brota Miami aquí y allá, con su ambiente multilatino, que no solo es relevante dentro de su carrera, sino que, en este momento, es la médula de su más reciente colaboración con la pintoresca marca española Desigual, en la que le hace un homenaje a su padre, el artista Valentino Cortázar, imprimiendo su obra El beso en prendas icónicas y festivas.

“El día que regresé de vacaciones en 1994, llegué a Ocean Drive con mi papá y estaban justo filmando la película The Birdcage (La jaula de las locas) –relata Esteban, recordando aquellos días–. Presencié ese momento desde el balcón de la casa. Vimos a Robin Williams, a todos los extras y las cámaras”. Un set de grabación que se infiltró espontáneamente dentro de su cotidianidad.

Pero no solo el cine acompañó sus tardes: fue la moda la que orgánicamente se metió en su horizonte. La estética de los años noventa, tejió su propio patrón: “En ese momento, ya Gianni Versace tenía su casa ahí en South Beach, estaban justo terminándola, y él estaba dedicado a hacerle cartas de amor a Miami. Él trajo esta cultura más glamurosa de la moda”, cuenta.

Y justo ahí, desde ese balcón mágico privilegiado, presenció una sesión de fotos en la playa realizada por uno de los fotógrafos de moda más importantes del gremio, Herb Ritts (qepd). Además, hicieron parte habitual de su paisaje las supermodelos Naomi Campbell, Cindy Crawford y Claudia Schiffer, mientras esperaban bajo una sombrilla con rulos en la cabeza. “Yo era un niño viviendo naturalmente en este entorno, esa era mi casa, y ahí estaba todo pasando. Pude conocer a muchas personas y así empezó todo. Definitivamente fue estar en el momento correcto y en el sitio adecuado. Miami en los noventa fue eso para mí, y para mi papá también”, concluye con agradecimiento.

 

SU PASO POR UNGARO

“Esa oportunidad llegó en un momento muy extraño”, explica sobre un episodio de su vida que parece sacado de una comedia romántica. “Me acababa de mudar a Nueva York y la idea era quedarme y organizar la marca allá. En esa época, tuve una separación muy difícil con una socia. Y era muy chiquito para pasar por ese tipo de mo- mentos, con abogados y pleitos. No fue fácil”.

En el nudo de algunos relatos, cuando el protagonista está desgastado, cabizbajo y vulnera- ble, llega a veces un hada madrina que cambia el

rumbo de la trama. Algo así le ocurrió a Esteban: “Sonó el teléfono. Era un abogado que había conocido en Nueva York y me dijo que había una oportunidad en Emanuel Ungaro, en París, donde estaban buscando un nuevo director creativo, y me pidió autorización para postularme”. Esteban pensó que no estaba listo: “Yo tenía apenas 22 años, así que le dije: ‘pues de una, ¡pero no va a pasar!’. Una semana después estaba en París presentando una idea, y al mes estaba viviendo en un hotel. Fue surreal. Un cuento de hadas”.

Pese al triunfo que significaba, no todo fue La vida en rosa de Édith Piaf. Llegar a un país desconocido sin hablar la lengua, ser el más joven de la empresa y tener que armar una colección en menos de tres meses fue un reto abismal que lo marcó. “Recuerdo a París con mucha emoción, pero la verdad estaba lleno miedo. Estaba intimidado. Había gente que no estaba muy a favor de tenerme como director creativo porque cuestionaba mi experiencia, ¡la misma que yo cuestionaba! Era algo que yo también entendía y ahora más que nunca entiendo”.

Después de casi dos años de estar encargado del diseño de las colecciones femeninas de la casa Emanuel Ungaro, en julio de 2009 la firma francesa y el diseñador anunciaron la finalización de su contrato. “El aprendizaje fue profundo –sostiene–. Yo no fui a la universidad y esta fue la mejor universidad que pude tener. Fui a ‘LA UNIVERSIDAD’ de la moda. Trabajé con los mejores talleres de alta costura, las mejores fábricas, con equipos que habían trabajado para Christian Lacroix, Alexander McQueen, Christian Dior y Chanel. Todas las grandes casas. Fue una experiencia que marcará mi vida para siempre”.

 

MODA INCLUYENTE

Hace casi un año, en plena crisis por la pandemia mundial causada por la COVID-19, Esteban Cortázar dio unas declaraciones que, para muchos, fueron polémicas. En una entrevista telefónica con EFE desde París, expuso: “La verdad no me parece relevante hacer colecciones de lujo en medio de la pandemia. Primero, la gente no puede salir de su casa ni mucho menos lucir prendas así, y segundo, no es respetuoso hacer cosas caras en esta crisis ya que solo las puede comprar el 1 % de la población”. Un comentario que hoy le sigue pareciendo relevante. “Fue controversial y lo sacaron un poco de contexto. Pero sí dije eso. Como marca, la idea de crear lujo en momentos difíciles me pareció absurda.

La moda puede reflejar los tiempos, pero también puede ser un escape para cuando estamos viviendo momentos difíciles. Nos puede empoderar, dar confianza, y hasta el color puede generar optimismo”.  

Precisamente, hace un año lanzó una colección con la marca Taeq, del Grupo Éxito, que estuvo enmarcada en una estética real y positiva. “Después de tantos años, quería crear una colección por y para colombianos, hecha en Colombia 100 % –sostiene–. Un mensaje de amor, de inclusión, de sostenibilidad, de danza, música y aceptación. Todos esos valores que forman parte de mi vida los pude plasmar en prendas para todos y todas”. Y así fue: prendas que podrían desfilar en vitrinas de los Campos Elíseos se posaron sobre las estanterías de almacenes Éxito.

Todo ello con el factor ‘no sé qué, no sé dónde’. Es innegable que uno de los indicadores de éxito del campo creativo es tener una esencia clara y distintiva. Los que imitan y bailan al mismo son de las multitudes suelen perderse dentro de ellas. Los disruptivos, que van creando su propia fórmula de ver la vida, trascienden. Y así ha sido la construcción del ADN de Esteban Cortázar, que incluye mango biche con sal y limón, mezclado con exuberancia, provocación y lujo. Si sus trazos fueran revisados con un microscopio, veríamos en ellos partículas de cascos de guayaba, acalorados caballos bajo el sol tolimense, agua salada de las playas de la Florida, y una copa de champaña burbujeante al son de Charles Aznavour.

*Especialista en asesoría de imagen y periodismo de moda.

*Artículo completo en la edición impresa de junio de 2021.