FOTOS CORTESÍA ANDI
18 de Febrero de 2022
Por:
Ricardo Ávila*

Hace ocho años, Bruce Mac Master fue designado presidente de la Asociación Nacional de Empresarios, el gremio más importante del país. Lejos de ser un pasivo dirigente, el economista cartagenero ha cobrado un lugar especial en el debate público.






“La actitud del alcalde de Medellín ha sido un gran error”

 

Faltan todavía varios meses para las elecciones presidenciales, pero las encuestas plantean dos escenarios: uno de relativa continuidad en las políticas económicas y otro de rompimiento. ¿Cómo ve el tema?
La gran diferencia va a estar en el grado de institucionalidad que exista alrededor de las elecciones y alrededor de quien sea elegido. Por esa razón creo que los candidatos están haciendo un esfuerzo por aparecer apegados a la Constitución y pienso que han entendido el daño que significaría enviar la señal de que eso no sería así. Reiterar un compromiso genuino de todos, desde los aspirantes de izquierda hasta los de derecha, serviría mucho para asegurar tranquilidad en el frente económico. Y ese compromiso concierne a las instituciones definidas por la Constitución y el sistema democrático como un todo. Lo del énfasis ideológico es relativamente menor, con respecto al crecimiento, si esos principios se respetan.

¿A qué se refiere?

Claramente a buenas intenciones compartidas, en el sentido de querer que Colombia sea un país próspero y exitoso, que supere sus retos sociales. La diferencia tiene que ser en el acercamiento o la metodología para conseguir esos objetivos. Por supuesto que puntos fundamentales como la separación de poderes, el sistema de pesos y contrapesos o la independencia del Banco de la República no están ni pueden formar parte del debate electoral. De resto, a mí me parece muy bien que haya pluralidad y estamos empeñados en conversar con todos los candidatos para escucharlos y contrastar posturas. Ese también es nuestro deber de ciudadanos.

Las encuestas siguen mostrando elevados niveles de indecisión e, incluso, de apatía frente al proceso electoral. ¿Le preocupan?
Me parece que los analistas políticos han sobrestimado la capacidad del país para inclinarse claramente en un sentido u otro, porque todavía la masa de indecisos es muy grande. Basta mirar la historia reciente para darse cuenta de que lo que estamos viviendo es normal, porque faltan las consultas y solo hasta ese momento se podrá decir que ha comenzado la carrera. Puede ser que lo que muestran los sondeos ha ocasionado en algunos un exceso de ansiedad, pero hay que insistir en que la foto de ahora no tiene por qué parecerse a la del final. Esto, en términos de elección presidencial, ni siquiera ha arrancado. Faltan meses, no semanas, y la gente, como siempre, se tomará su tiempo para decidir por quién va a votar.

Puede ser que el giro a la izquierda que ha dado América Latina tenga que ver con esa ansiedad...
Sin duda. Pero en esto también es mejor hacer un análisis sereno. Para comenzar, en Ecuador, Perú y Chile, el espacio entre primera y segunda vuelta acabó definiendo el resultado. Más importante es que en ninguno de esos países nadie ha hablado de cambiar la institucionalidad 
y por eso los mercados están más tranquilos.

¿Cuál debería ser el rol de los empresarios en estas elecciones?
El de ciudadanos. Representan un estamento de la sociedad que debe poder actuar y expresarse. 
No existe tal idea de que se trate de un solo bloque, que piense de la misma manera. Por el contrario, lo que caracteriza a los empresarios es su diversidad y eso también se observa en el plano de las ideologías. Para citar un ejemplo relativamente reciente, en la época del proceso de paz con las Farc, unos apoyaron el “no” en el referendo y otros el “sí”. De vuelta al ahora, habrá quien le dé más peso a consideraciones regionales o el que prefiera determinados planteamientos siempre, insisto, partiendo del respeto a las instituciones.


¿Eso le parece bien?

A mí me gusta que la gente participe en política, que es un derecho que tenemos todos. Uno no puede dejar que la política sea solamente el escenario exclusivo de quienes hacen política en forma profesional, porque después como ciu- dadanos no tenemos forma de quejarnos de los resultados de una gestión. Claramente, la democracia será mucho más rica en la medida en que más personas se preocupen por lo que sucede.

¿Deben los empresarios financiar campañas?

El ideal para la financiación de campañas es que el Estado lo haga. Como eso no es así, entiende uno que se acuda a las empresas o a los empresarios nacionales –no a los extranjeros– para que eventualmente puedan apoyar las campañas, pero ese respaldo necesita ser transparente, como es el caso en la gran mayoría de las democracias. Solo así se evitan los conflictos de interés o los abusos.

"Si tenemos seis o siete reformas grandes por hacer, deberíamos ponernos un orden y empezar con conversaciones profundas", dice Mac Master. 

 

Por otra parte, los empresarios forman parte del debate político. Incluso el ánimo de lucro suscita críticas...
Es una paradoja que sea así, justamente en el momento en el cual los empresarios son vistos como el estamento de la sociedad con mayor reputación y la imagen positiva de las empresas es alta. No obstante, hay quienes piensan que generar una especie de lucha de clases les va a generar un rédito importante, en términos de apalancar un proyecto político. Es curioso que eso suceda hoy en día porque de alguna forma era la estrategia por allá en los años setenta del siglo pasado, de los partidos más de izquierda. Y eso pasa justamente cuando cada vez más empresarios demuestran que han entendido que su rol no se limita simplemente a generar empleo, producir bienes y dar ganancias, sino que son parte de una gran cantidad de otras soluciones. Pero existe una minoría que ha decidido que esa es su forma de hacerse notar, lo que es un juego peligrosísimo. Eso desconoce que durante algunas de las épocas más oscuras que vivimos, los empresarios siguieron adelante a pesar del narcotráfico o el terrorismo. Semejante actitud es egoísta y si la dejamos avanzar es como si nos hiciéramos una especie de harakiri.

¿Por qué?

Hay líneas demagógicas según las cuales lo que le conviene a los empresarios no le conviene al país. Me atrevo a decir que es todo lo contrario. Lo que le conviene al país, le tiene que convenir a los empresarios. Eso quiere decir que si hay un entorno en el cual se pueden hacer más negocios, se pueden generar más empleos, más oportunidades y, por supuesto, mayores recursos para poder atender los retos sociales, todos ganamos.

¿Ese mensaje es para el alcalde de Medellín?

Entre otros. Es que se comete un gran error cuando se trata de construir favorabilidad a costa de cualquier otro estamento, no solo es injusto sino tremendamente egoísta y peligroso. Como sería un gran error si los empresarios decidieran tratar de construir reputación a costa de cuestionar a todos los administradores públicos, al Congreso o a las cortes. Y en este caso la actitud del alcalde de Medellín ha sido un gran error.

¿Cómo deberíamos actuar?

Mantener el propósito de generar mecanismos mediante los cuales se puedan analizar cuáles reformas se requieren y llegar a consensos. La reforma tributaria del año pasado nos dejó la enseñanza de que existen temas muy complejos y la única forma de resolverlos no es con la imposición autoritaria de la tecnocracia, sino que hay que hacerlo conversando para entender qué es lo que eventualmente la sociedad acepta y se puede sacar adelante.

¿Y de qué manera aplicar esa lección en el futuro?

Si tenemos seis o siete reformas grandes por hacer, deberíamos ponernos un orden y empezar con conversaciones profundas. Primero para entender que algunas de ellas pueden parecer como remedios amargos, pero que al final del día es lo que nos conviene. Pero eso no se impone por la vía de la autoridad a la gente. Eso se explica, se analizan las cifras, se presentan las opciones. Siempre habrá alguien que no quiere que se den los acuerdos, que busca aprovecharse de las diferencias para obtener beneficios, pero debe haber una mayoría que sea capaz de entender la razonabilidad de las cosas que hay que hacer en el largo plazo.

¿Soplan más lo vientos del populismo en Colombia ahora?
No creo. Siempre han soplado y hay casos icónicos que lo demuestran. Por eso resulta tan importante no perder algo que ha sido muy valioso históricamente en Colombia, que ha sido el consejo y la guía de la tecnocracia. Para ser escuchada, claro, tiene que ser legítima y abierta, no atrincherarse en su sabiduría.

En la Andi hay afiliados que tienen posiciones antagónicas o que compiten sin descanso. ¿Cómo es la presidencia de un gremio donde sus integrantes exhiben posturas tan distintas?

Lo primero es que esas posiciones antagónicas no son el resultado de estar en la Andi, sino posiblemente de dinámicas propias del mercado. Quienes pertenecen a esta asociación lo hacen porque desean construir sobre las cosas que sí nos unen, de principios que compartimos. Eso va desde el compromiso por la democracia hasta el ánimo de trabajar para permitir la reincorporación a la sociedad de quienes hayan abandonado las armas, pasando por el Plan Nacional de Vacunación que impulsamos. Por eso mi rol no consiste en equilibrar la balanza hacia un lado u otro cuando hay competencia, sino de adelantar objetivos comunes.

*Economista, analista y exdirector del diario Portafolio.