FOTO CORTESÍA
27 de Octubre de 2021
Por:
Fernando Quiroz

Esta columna de opinión del escritor hace parte del especial #35AñosRevistaCredencial

"Cuando miro al 86, lo primero que se me viene a la cabeza es un libro, un poema y una página en rojo": Fernando Quiroz

Ahora lo sé: el cerebro trabaja más al servicio del olvido que en pro de la memoria. Por fortuna. Pero también sé que algunos de los momentos y algunas de las imágenes que se empeña en guardar le dan sentido al pasado. Por eso, quizás, cuando miro al 86, en la efervescencia de los veinte, lo primero que se me viene a la cabeza es un libro, un poema y una página en rojo. A la postre, casi todo lo demás podría no haber sucedido.


El libro no es un libro, aunque sí lo es: A sus plantas rendido un león. Es de un autor al que conocí y que se convirtió en uno de los fundamentales, de aquellos que más veces han visitado mi mesa de noche, de los que se aprende mientras se gozan, de los que en buena hora nos gritan para decirnos que en la literatura no hay más límites que los del miedo. A ese escritor, Osvaldo Soriano, de quien luego leí obras maravillosas como La hora sin sombra o No habrá más penas ni olvido, lo encuentro tentándome y burlándose de mis temores cuando miro atrás y me detengo en 1986.

El poema es uno de aquellos que confirman que el fútbol también es un arte. Y este poema no se mide en versos sino en metros: los 52 metros que recorrió con el balón Diego Armando Maradona, gambeteando y dejando tirados a los rivales, desde el medio campo hasta la portería del inglés Peter Shilton, en el segundo gol que anotó aquella tarde de 1986 en el estadio Azteca, para seguir avanzando hacia una final que le dio el segundo título mundial a Argentina. Aunque, para muchos, aquel triunfo contra Inglaterra, que significaba una suerte de venganza cuatro años después de la guerra de las Malvinas, valió más que la copa.

La página de la que hablo es la de mi primer artículo en la Revista Semana, a donde acababa de entrar como practicante. Una página que comenzó en blanco y negro –el blanco del papel y el negro de la tinta–, y terminó roja por las correcciones oportunas y afortunadas de mi primer editor y uno de los grandes maestros de mi vida: Héctor Rincón. Esa página marcó el inicio verdadero de mi oficio como periodista.

Me cuentan que hubo más aquel año, treinta y cinco atrás, pero creo que casi todo ocurrió mientras dormía la siesta.


Diego Armando Maradona alzó la Copa del Mundo en 1986 después de que la selección de Argentina derrotara 3-2 a Alemania.  FOTO GETTY IMAGES