Foto Cortesía Editorial Planeta
31 de Agosto de 2017
Por:
Redacción Credencial

El escritor salvadoreño acaba de publicar en Colombia su novela Noviembre, en la que recrea el asesinato de seis jesuitas durante la guerra civil.

“Nadie puede vivir en paz en un país que se ha convertido en una sombra de lo que era”: Jorge Galán

A pesar de que ya había escrito otras novelas, su trabajo se centraba en poesía, de hecho es considerado uno de los poetas latinoamericanos más importantes de los últimos años. ¿Por qué alejarse de la rima para adentrarse en una prosa sobre un tema tan doloroso y oscuro?

 

Escribir historias me ha cautivado desde siempre. No era nada nuevo para mí, y, de hecho, llevo el mismo tiempo escribiendo poesía que narrativa. Pero, hasta hace unos pocos años, no me había preocupado por publicar lo escrito, salvo un libro para niños que publiqué en 2007. Más allá de eso, la historia que narra Noviembre era una que quería contar, era una necesidad contarla, lo sucedido con los jesuitas, su asesinato terrible, se olvidaba, y su olvido era casi tan terrible como el asesinato mismo, porque era, de algún modo, volverlos a matar. Así que escribí esa historia para traerlos al presente.

 

El día del asesinato de los jesuitas usted tenía 16 años. ¿Cómo recuerda los días de guerra y cómo lo afectó está noticia en particular?

 

A los jesuitas los matan el día 16 de noviembre, en medio de una ofensiva militar que había empezado el 11. San Salvador era un campo de guerra, así que el clima general era de angustia, de incerteza. Pero yo tenía la irresponsable edad de 16 años, así que, pasada esa angustia inicial, si no había enfrentamientos en la zona donde vivía, solíamos reunirnos con los amigos para hablar o subir al tejado para mirar los aviones de guerra que sobrevolaban la ciudad a toda hora.

 

Sobre la noticia de la muerte de los jesuitas, en ese momento me impresionaron las imágenes de aquellos hombres tirados en la grama, destrozados. Conocía, por las entrevistas en la televisión, al padre Ellacuría, pero no al resto. No sabía quiénes eran ni su importancia. Eso llegó un poco más tarde.

 

Su novela es un arduo ejercicio de investigación y reportería . ¿Cómo fue el acercamiento con el expresidente, el padre Tojeira y los civiles?

 

Con el padre Tojeira fue todo muy simple, dado que él siempre estuvo anuente a contar todo lo sucedido con el caso. También muchos civiles, aunque algunos preferían el anonimato, pues se tenía la sensación de que era un tema del cual, si se hablaba, había que hacerlo en voz baja. El crimen, hasta estos días, permanece impune, así que había que tener cierto grado de precaución.

 

Lo que fue una suerte es la entrevista con el expresidente Alfredo Cristiani. Hasta entonces, nunca había querido dar una entrevista para hablar de ese tema, y que aceptara fue una sorpresa para mí. Por supuesto, supo desde el principio que lo que me dijera serviría para escribir una novela. Debo decir que respondió a todo lo que le pregunté, en mayor o menor medida. Y, claro está, confirmó quiénes habían sido los asesinos.

 

Colombia acaba de firmar la paz después de 50 años de conflicto. Hoy el reto del país es la implementación de lo acordado, ¿cómo fue este proceso en su país?

 

Al inicio hubo un entusiasmo y una ilusión genuinas. Era el año 1992 y en todo había esperanza. Pero cierto es que duró poco. Las condiciones sociales no cambiaron como deberían, tampoco hubo un proceso de reconciliación, dado que los crímenes de guerra permanecieron impunes, y del lema “perdón y olvido” solo existió el olvido. Penosamente, todo se volvió un espejismo. Y sé que parece duro verlo de esa manera, pero, al día de hoy, somos uno de los países más peligrosos del mundo. Somos una nación tomada por la violencia. Y esa es toda la verdad. No bastaba con acabar la guerra, había que cambiar lo que provocó que hubiera una, y jamás lo hicimos.

 

 

Uno de los grandes temores tras la firma del acuerdo de paz en Colombia es la justicia, la verdad… ¿Tras 25 años de la paz en su país se dio justicia, verdad?

 

No. Los crímenes cometidos entonces, siguen impunes. No solo el de los jesuitas, todos los crímenes. Masacres como la del río Sumpul, asesinatos como el de monseñor Romero o el de Roque Dalton, nuestro poeta nacional, a manos de sus propios compañeros de la guerrilla; torturas, secuestros, en fin, la lista es interminable, y la impunidad también. Penosamente, somos una sociedad construida sobre la impunidad.

 

Pese a la paz, llama la atención que la publicación de Noviembre le significara el exilio. ¿Quiénes insisten en mantener la verdad oculta? O, ¿es que la sociedad salvadoreña prefiere no levantar costras del pasado?

 

El crimen de los jesuitas es uno que permanece impune, como ya dije. Y eso significa algo. Hace poco, la Audiencia Nacional Española hizo un pedido de extradición, el segundo en los últimos años, pero el Gobierno salvadoreño se negó a entregar a los culpables. Cuando una sociedad se niega a hacer justicia, cuando una sociedad prefiere olvidar su pasado, suceden estas cosas. Obviamente, lo ocurrido conmigo no es una excepción sino una regla.

 

¿Hay algún acuerdo de olvido que haga que, incluso estando en el poder el FMLN, no se conceda la extradición?

 

Sobre si hay un acuerdo al respecto, no podría afirmarlo. Obviamente, no es algo público. En mi opinión, debe haber algo muy parecido a un acuerdo como el que usted sugiere. Es la única explicación que encuentro para que en este caso no se haga justicia.

 

¿Por qué escribir una novela sobre este tema 25 años después?

 

Porque la historia de estos hombres, la de Ignacio Ellacuría, Martín Baró, Segundo Montes, Amando López, Joaquín López y López, Juan Ramón Moreno, Elba y Celina Ramos, Rutilio Grande y monseñor Romero, es de una vigencia apabullante para nosotros, y con nosotros quiero decir no solo El Salvador, también Latinoamérica. La de estas buenas gentes no es una historia religiosa sino humana, que da muestras de un valor genuino y enorme. Algo que cualquier autor querría contar.

 

¿Tras la firma de paz, los ejercicios de memoria y la democracia en su país hay paz?

 

No. Sin duda que no es así. Mueren en mi país más personas diariamente que en los años de la guerra. Nadie puede vivir en paz en un país como el mío, que se ha convertido en una sombra de lo que era.

 

 

*Publicado en la edición impresa de julio de 2017.