ILUSTRACIÓN: SHUTTERSTOCK
28 de Julio de 2022
Por:
Mario Alcalá

 

La necesidad de un cine políticamente correcto suscita un interrogante: ¿hasta qué punto debe estar el séptimo arte sometido a los vaivenes de las ideologías imperantes? 

 

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Sin etiquetas morales, por favor

 

EN SUS MÁS de cien años de existencia, el cine ha pretendido contar sus historias a la vez que deja contentos a propios y extraños; a grupos poblacionales que esbozan temáticas culturales, nacionales, de raza e incluso de orientación de género. De hecho, dado su poder de convocatoria y por tratarse de un medio masivo de entretenimiento, el cine ha sido aprovechado, en episodios oscuros de la historia, como una herramienta de propaganda política. Y es que, en su desarrollo, se ganó un estigma: que, siendo la más completa de las artes, al cine debía exigírsele más que a sus congéneres.

Quizá por eso, en años recientes ha tomado vuelo la tendencia nociva a limitar el poder creativo de los realizadores para que sus relatos se adapten a las posiciones ideológicas de quienes consumen sus películas. Y esto se puede ver con claridad en la ceremonia anual de entrega de los Premios Óscar de la Academia, los galardones más importantes de la industria. Edición tras edición, se escuchan las voces de sendos sectores que exigen —como si se tratase de cuotas electorales— que cada uno de los nominados y de los ganadores, pertenezcan o representen a diversas etnias, a las minorías, a los marginados por la sociedad o a poblaciones que se sienten excluidas. Movimientos a través de las redes sociales como #oscarsowhite, en 2016, terminaron en que también las comunidades latinas, LGBTI y feministas, entre tantas otras, demandan que dentro de los nominados aparezca uno de sus representantes. Los propios miembros de la academia responden: “Somos profesionales, solo votamos por quién es el mejor”.

El multimillonario Elon Musk se pronunció con propiedad cuando habló sobre lo perjudicial del llamado virus woke (de inclusión forzada), que ha conseguido que el contenido de las plataformas, especialmente de Netflix, se haga difícil de disfrutar, pues ha perdido la originalidad en sus historias en aras de no ofender a nadie. Es un desenlace injusto para el cine: es como si a la pintura se le restringiera, así como a la música, a la escultura... todo por no ir en contra de los sentimientos de cualquier corriente ideológica.

Para que el cine siga siendo la más completa y divertida de las artes debe conservar su independencia y creatividad, ajena a posturas políticamente correctas. Al fin y al cabo, se trata de otra forma de expresión de la humanidad y, como lo dijo el director Alejandro González Iñárritu: “El arte verdadero, la expresión individual verdadera como el trabajo increíble de los directores, no puede compararse, no puede ser etiquetado y no puede ser vencido, porque nuestro trabajo solo lo juzga el tiempo”. 

 

Elvis, 2022
No es la primera ni será la última vez que se plasme en el cine la figura del solista más legendario en la historia del rock and roll, Elvis Presley. Ahora llega un biopic de la mano de Baz Luhrmann (Moulin Rouge, 2001), con el protagónico de Austin Butler y la presencia de Tom Hanks. 

Thor: Love and Thunder, 2022 Cuarta entrega del famoso dios del trueno. Luego de las incomprendidas entregas de 2011 y 2013, y de la cantinflesca producción de 2017, Ragnarök, se viene Amor y Trueno, de nuevo con la dirección de Taika Waititi, lo que asegura una colorida e infantil secuela con la presencia de la esperada y empoderada Jane Foster.