Arriba, Diablo Cody, quien escribió, entre otras cosas, el guion  de la exitosa Juno (2007). Abajo, Aaron Sorkin, una de las  plumas más reputadas del Hollywood contemporáneo. Fotos: Oscar.org
Arriba, Diablo Cody, quien escribió, entre otras cosas, el guion de la exitosa Juno (2007). Abajo, Aaron Sorkin, una de las plumas más reputadas del Hollywood contemporáneo. Fotos: Oscar.org
29 de Octubre de 2022
Por:
Mario Alcalá

Lo dijo Alfred Hitchcock: “Para hacer una gran película necesitas tres cosas: el guion, el guion y el guion”.

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Los genios ocultos

La percepción generalizada entre muchos miembros de la industria cinematográfica, pero especialmente entre el público que consume cine, es que los elogios que vengan a lugar en torno a un largometraje deben caerle a los actores y actrices que lo protagonizan. Son los rostros más visibles que convocan a las grandes audiencias. Para los más cinéfilos, se le debe mayor reconocimiento a la figura del director, y, sin lugar a equívocos, sí se trata del personaje que tiene la última palabra en cuestiones creativas, narrativas y técnicas (a menos que sea doblegado por el poder del productor ejecutivo, cosa frecuente). Pero allá atrás, sin la luz de los reflectores, con muchos menos ceros en sus cuentas bancarias, están las mentes menos reconocidas del primer anillo de la producción, y que son sus grandes artífices. Son quienes crean los mundos y sus personajes, y quienes ofrecen los cimientos de cualquier obra audiovisual: los escritores. Lo dijo el guionista de Hechizo de luna (1987), John Patrick Shanley, aquí parafraseado: “Si pones a alguien a dirigir sin guion, simplemente se va a estar ahí sentado. Escribir guion es ejecutar un espectáculo. El director lo toma y contrata gente. Si no, es como tratar de construir una casa sin ladrillos”.

También es cierto que hay artistas que cumplen las dos funciones: las de escribir y dirigir. A esta selecta lista pertenecen Woody Allen (que, desafortunadamente, anunció su retiro), Quentin Tarantino, Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, James Cameron y, de los más recientes, Chloé Zhao, Greta Gerwig, Jordan Peele y Robert Eggers.

Sin embargo, entre los grandes guionistas de nuestro tiempo está Akiva Goldsman, el neoyorquino que le entregó a Ron Howard dos sensacionales historias: Una mente brillante (2001) y Cinderella Man (2005). Cuenta con una treintena de trabajos y se anuncia como el responsable del relato de Constantine 2. También de la gran manzana, pero más afín a la comedia, está el genial Judd Apatow, escritor de Virgen a los 40 (2005) y Ligeramente embarazada (2007). “Es tan difícil sorprender a Estados Unidos en estos días”, dijo, pese a ser un grande del entretenimiento. Aaron Sorkin, por su parte, tan célebre en la televisión por la historia de The West Wing como en el cine por La red social (2010), que le valió un Óscar, es un maestro a la hora de plasmar su punto de vista político, de carácter liberal. Charlie Kaufman es obligado en esta lista: su gran carta de presentación es la sesuda Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), también premiada. Y, finalmente, Diablo Cody, la mente tras Juno (2007) y Tully (2018). Se trata de una mujer de 44 años de edad que resumió en una frase lo que representa ser una guionista: “Nunca he sido una persona ambiciosa y mi participación en esta industria es una casualidad, pero solo los escritores masculinos pueden darse el lujo de ser tímidos y autocríticos”.

Ni las guerras ni la pandemia siquiera amenazaron tanto a la industria cinematográfica como sí lo hizo la huelga de guionistas de 2007 a 2008. Sin ellos, simplemente, no hay historias que contar.