Cortesía Black Velvet FICCI 58
4 de Marzo de 2018
Por:
Catalina Barrera

La directora colombiana presentó en el Festival Internacional de Cine de Cartagena su largometraje Matar a Jesús, una obra dedicada a la memoria de su padre.

“La mayor violencia de Colombia es la exclusión”: Laura Mora

Matar a Jesús, el largometraje dirigido por la colombiana Laura Mora, se desarrolla en las calles de Medellín y cuenta la historia de una joven que sufrió la pérdida de su padre por un sicario. Inspirada en lo que sucedió tras el asesinato de su padre, en 2002, Mora decide hacer una reflexión a través de este proyecto.

 

En varias entrevistas ha contado esa anécdota de un sueño en el que se le apareció Jesús y le reveló que él era quien había matado a su padre. ¿Con qué frecuencia sueña?

 

No sueño tanto pero cuando lo hago suelo tener sueños muy intensos y procuro escribirlos. Ese fue un sueño muy impactante pero me ayudó a volver a escribir en un momento en el que yo no había podido escribir nada. Estaba absolutamente seca de dolor, entonces fue maravilloso. Yo no relaciono los sueños con lo místico. En ese sentido soy más freudiana y creo que son simplemente una manifestación del inconsciente, de esas inquietudes que hay metidas. Ese sueño representa todas las preguntas que me estaba haciendo sobre la humanidad, la rabia, las víctimas y los victimarios. Creo que por eso se manifestó ahí y con ese nombre.

 

¿Y volvió a soñar con Jesús?

 

Creo que ya eran sueños muy forzados. Me acostaba y esperaba soñar con ese personaje para seguir escribiendo. Pero ya manipulaba más el sueño. De alguna manera sí seguí escribiendo mucho. Los textos se llamaban "Conversaciones con Jesús" y los escribía a partir de esos sueños o también a partir de las cosas que mi cabeza empezaba a imaginarse dentro de esta conversación imaginaria con ese personaje.

 

Su película parece una oda a la violencia, ¿cómo cree que esta se revela en Colombia?

La mayor violencia de Colombia es la exclusión. La violencia no es solo matarse, es dejar a otro por fuera, porque es que lo único que uno no elige en la vida es donde nace, eso es una cuestión del azar. Quisiera que lucháramos por lo menos por tener unos puntos de partida un poco más iguales porque nadie sabe dónde va a nacer el otro. Somos excesivamente excluyentes: en las ciudades, en el colegio, en la familia. A mí eso me parece lo más violento de todo. La gente piensa mucho en la violencia gráfica o explícita, la de asesinatos o robos, pero no es capaz de mirar al niño que está en la calle a los ojos y ahí también hay violencia. 

 

¿Cómo emprendió el camino para crear esta película?

 

Fue un proceso muy largo porque yo nunca pensé que eso iba a ser una película, pensé que simplemente podía escribir. Estaba estudiando cine, me había ido a Australia, estaba allá haciendo mis cortos. Con el tiempo, creo que se empezó a volver una necesidad. Si no la cuento, me muero. Había una historia muy potente pero no era capaz de separar la ficción de la realidad.

 

Es cuando entra Alonso Torres, mi coguionista, el guionista de películas como Perro come perro. Él tuvo una pérdida similar en su vida, así que entendemos en el dolor. Yo le mandé todos esos textos que ya tenía y me dijo que tenía una historia muy potente. Realmente creo que sin él no habría existido la película. Ayudó a construir esa ficción, que es, finalmente, que yo no conocí al asesino de mi papá, ni estaba a su lado cuando lo mataron. Lo que es autobiográfico es el dolor y las preguntas que me hago sobre la humanidad, la venganza y la violencia.

 

Es claro que el inicio de la película habla de una víctima y un victimario. Sin embargo, durante la película pareciera que el victimario dejara de serlo. ¿Ese era su propósito?

 

No creo en los buenos ni los malos. Parto de la idea de que los seres humanos somos fascinantes porque somos luz y oscuridad y porque en todos hay maldad. Gracias a todo lo que he aprendido pude entender que en el protagonista también habita la bondad y la compasión en ciertos momentos. Pero que también es alguien que ya ha cruzado una línea. Cuando eso pasa, la oscuridad se empodera un poco. Pero para mí los seres humanos somos esa gran contradicción.

 

¿Por qué decidió trabajar con actores naturales?

 

A pesar de que la película está trabajada en la ficción, sí vengo de un relato de realismo social. La realidad es lo que más me inspira, la poco artificiosa, la de todos los días. Me gustan los relatos más orgánicos, me obsesiona la construcción de universos que uno crea verdaderos a pesar de que todo esté puesto por uno para crear esa gran mentira. Y en esos procesos, mis trabajos más personales los he hecho con actores naturales.

 

¿Cuánto duró ese proceso para crear esta película?

 

Yo empecé a escribir sola a los 25 años y desde esos primeros textos escuetos hasta el día de hoy han pasado más o menos 12 años. 

 

¿Y qué cambió en usted?

 

Con los años se ha vuelto más profunda la reflexión. La rabia ha evolucionado a un compilado de ideas sobre lo que quiero y lo que respeto en la vida y sobre la resistencia. Como todos somos luz y oscuridad y hay un asesino dentro de uno, mi meta es nunca convertirme en eso. Así haya sido brutalmente provocada, no solo por lo que pasó con mi papá, sino por un sistema que nunca fue compasivo y que es indolente no solo conmigo sino con los demás. Con el tiempo, esa rabia impulsiva, esa joven que se desconectaba de la vida y que quería de alguna manera matarse, ahora a sus 37 años ha evolucionado en reflexiones muy profundas sobre lo que somos, sobre cómo nos vemos, cómo nos representamos y cómo nos conectamos con los seres humanos y cómo nos excluimos también.

 

¿Por qué tuvo que pasar tanto tiempo para la construcción de esta película?

 

Me acuerdo que cuando cumplí 30 años me frustré porque todavía no tenía mi primera película. Los tiempos del universo, como dicen las películas de Terrence Malick, son perfectos y hoy tengo la madurez profesional e intelectual para poder contar esta historia tan dura para mí y que le ha pasado a mucha gente. Desligarme de mi anécdota personal y crear universalidad en ella no lo habría podido hacer a los 25 años, estaba demasiado afectada.