Fotografía AFP
8 de Agosto de 2016
Por:
Néstor Pongutá Puerto

La colombiana, que encabeza la delegación nacional a Río 2016, conversó con Revista Credencial sobre su entrenamiento para los Olímpicos de agosto. De paso, insistió en la necesidad de que le den la pensión a su abuelita y le otorguen por fin la nacionalidad a su entrenador cubano. Entrevista exclusiva desde Roma con una deportista con alma de atleta y vocación de dirigente. 

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“Sin la mente, el cuerpo no responde”: Caterine Ibargüen

¿Cómo va la preparación para los Olímpicos de Río?

Estoy muy concentrada, preparándome con todas las ganas para llegar muy bien mental y físicamente. Ese es mi gran objetivo. Dios quiera que así sea, pero las competencias se ganan en la pista.

 

Es evidente la gran expectativa que hay en Colombia por su actuación en los juegos. ¿Siente mucha presión?

Al contrario, eso me estimula más. Estoy tranquila. Daré lo mejor de mí y disfrutaré mucho todo lo que pase, pero el objetivo lo tengo muy claro.

 

¿Cuánto cuenta la concentración y la preparación mental respecto de la preparación física?

Es fundamental. Si estás bien físicamente pero mentalmente no, las cosas salen mal. Hay que encontrar el balance perfecto. Sin la mente el cuerpo no responde.

 

El próximo 5 de agosto se inauguran los Juegos Olímpicos en Río. ¿Ya sabe si será quien lleve la bandera de la delegación colombiana?

Que yo sepa, aún no se ha definido pero, la verdad, me encantaría. Sería un gran orgullo. Yo, feliz, pero si la lleva otro deportista, seguramente será merecido.

 

Cuando consigue un nuevo triunfo, ¿qué siente?

Vienen a mi mente los sacrificios, la entrega, las madrugadas, las lesiones, los dolores y siento que todo eso valió la pena. El triunfo es la mejor recompensa.

 

¿Y en quién piensa?

Pienso en las personas que quiero, en los colombianos, yo siento que todos están dándome positivismo y eso me anima muchísimo. Visualizo mi bandera, siento la alegría que le daré a mi familia, a mis compatriotas. Casi siempre me imagino a los que están viéndome por televisión; y solo pensar que hay corazones latiendo, no se imagina la fuerza que siento. Doy todo para que los colombianos se sigan sintiendo orgullosos de mí. Me gusta cuando oigo decir “la atleta de Colombia”.

 

¿Cómo es la dieta en estos días antes de los Juegos olímpicos?

Es variada y balanceada. Como esta es una modalidad en la que hay que utilizar mucha fuerza, las calorías son preferibles, viniendo de las proteínas; también muchas vitaminas.

 

¿Y no se antoja de nada?

Claro, no hay nada más rico que un buen pescado frito con patacones. Pero solo se puede cuando no hay competencias. O sea que, por ahora, nada. (Risa)

 

La rutina de entrenamiento es muy dura y el triple salto exige mucha concentración. ¿Todo el tiempo está en esa actitud?

Antes de una competencia me meto mucho en lograr el mejor resultado, entreno todos los días. Pero si, por ejemplo, el día de la competencia debo saltar en la tarde, por lo general esa mañana duermo bien, oigo música y hasta bailo sola. Eso me tranquiliza.

 

¿Qué siente cuando sabe de los triunfos de Mariana Pajón, de Nairo Quintana, de Estaban Chaves y otros más?

Me parece súper bueno porque sé lo que significan sus triunfos y todo lo que han luchado para lograrlos. Lo que pasa es que en Colombia aún no hay las condiciones suficientes ni el apoyo necesario para crear y preservar campeones. El deporte es muy exigente. Por eso, cada triunfo es el espejo de un gran trabajo y de sacrificios que nadie se imagina.

 

¿Qué haría si fuera la directora de Coldeportes?

Cambiaría absolutamente todo (ja, ja, ja). No, mentiras, mentiras. Yo haría tres cosas puntuales: garantizaría la estabilidad y el futuro a los deportistas que han dado grandes resultados. Implementaría una ley que estableciera como obligación instalar en todos los rincones del país escenarios donde los niños puedan hacer deporte. Y, por último, para cada uno de esos lugares garantizaría entrenadores calificados y bien pagados, porque no puede existir un buen atleta sin entrenador. 

 

En los pasados Olímpicos, después de la medalla de plata, hubo un incidente muy aburrido con el periodista César Augusto Londoño (le preguntó quién le consentía esas piernas). Si él la llama o la busca para una entrevista, ¿aceptaría?

Claro que sí, con mucho gusto. Yo creo que él aprendió la lección, y cuando me dijo eso, no midió la dimensión ni las consecuencias de sus palabras.

 

¿Y qué va a pasar cuando lo vuelva a ver?

Si me lo encuentro en la calle o en cualquier lado, le doy un abrazo y un beso. No guardo ningún rencor, ni contra él ni contra nadie.

 

Es un gesto de reconciliación muy significativo…

Es que cuando supe la noticia de que se acababa el conflicto en Colombia, me alegré mucho y sentí que esa firma era muy importante. Pero también reflexioné y pensé: “Qué sentido tiene que digan que se logró la paz en Colombia y, mientras tanto, cada uno de nosotros ‘emproblemados’ con otros. Así suene a repetición, la paz comienza desde cada uno de nosotros.

 

 

*Publicado en la edición impresa de julio de 2016.