19 de Agosto de 2016
Por:
Ana Catalina Baldrich

Nuevamente la antioqueña llena de orgullo a los colombianos con una merecida medalla de oro en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Por eso, recordamos esta portada donde nos quedó claro que no hay batalla capaz de alejarla de la pista ni competencia que la intimide.

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Mariana Pajón, una guerrera de ORO

Dieciocho fracturas, hematoma de riñón, parálisis facial, lesiones en tendones y ligamentos, varios esguinces y suturas, nueve tornillos, dos platinas y un injerto de hueso”, recita de memoria Mariana Pajón su historial médico, el mismo que para muchos podría ser una razón más que suficiente para que decidiera dejar la pista, pero que para ella y su familia solo representa las heridas de las batallas que ha librado y que hacen de ella toda una gladiadora.

 

Y es que para entender en dónde está la fortaleza de esta paisa de 24 años, que recientemente le regaló al país una nueva medalla de oro en el Mundial en Holanda, es necesario escudriñar en su vida, en su infancia y en sus orígenes, en los mismos que trazaron su destino aun cuando su mamá, Claudia Londoño, ni siquiera sabía que en su vientre estaba creciendo quien se convertiría en una de las deportistas más admiradas por todo un país.

 

La familia Pajón Londoño se formó hace casi 37 años, cuando Claudia y Carlos Mario Pajón, de solo 15 y 16 años, se conocieron y decidieron desde entonces no separarse jamás. “Desde ese día estamos juntos como mancuernas”, responde orgullosa y sonriente la mamá de Mariana, una educadora que desde hace 34 años tiene un preescolar y quien antes de convertirse en madre de su primer hijo, Miguel, practicó el voleibol y la equitación.

 

Carlos Mario, un administrador de empresas que trabaja con hidrocarburos, era automovilista, y, para mantener su condición física, también montaba en bicicleta, tal vez por eso, cuando iniciaron su familia desearon que sus hijos practicaran algún deporte, el que ellos decidieran, pero con responsabilidad. Los Pajón nunca quisieron saber el sexo de los bebés que tendrían (dos varones y una mujer), una regla que no se rompió cuando llegó a la vida Mariana. “El médico me dijo: ‘está bien, no te voy a decir qué es, pero compra bicicleta sin barra’”, recuerda Claudia las palabras de su doctor, con quien años después comparte la idea de que esa frase fue muy “particular”.

 

Pero más que una particularidad, pareciera que con esto se trazó el destino de la niña que, para completar, “nació a las carreras”. “Hice el trabajo de parto trabajando con los niños en el preescolar, llamé al médico, pero ese día se casaba un hermano y conseguir un vestido para matrimonio de embarazada no era fácil”, cuenta entre risas Claudia, quien decidió aprovechar que ya tenía el vestido y asistir a la ceremonia, no sin antes ir a comprar un regalo para que el hermano mayor le diera al bebé y pasar por la peluquería. “Metimos la maletica en el carro, me fui para el matrimonio y todo el mundo en la fiesta contaba las contracciones. Como a las once nos fuimos para la clínica, y faltando diez para las doce nació Mariana”.

 

Así, el 10 de octubre de 1991 llegó a la vida Mariana Pajón Londoño, la misma que se define con timidez como “una persona muy alegre, muy responsable, muy perfeccionista y que de las situaciones que no son tan buenas siempre saca algo positivo”. Sacar lo positivo de las adversidades es tal vez la característica que más se destaca en ella, a tal punto que su papá dice con orgullo que “si no la hubiera visto nacer, pensaría que es extraterrestre”.

 

Y es que el camino no ha sido nada fácil, tal y como lo pronosticaron los Pajón cuando su hija les dijo que quería ingresar en el semillero de bicicross, siguiendo los pasos de su hermano mayor. “No queríamos que fuera bicicrosista. El bicicross es de raspones, de fracturas, de golpes y no queríamos una niña llena de cicatrices”, dice Carlos Mario, mientras Claudia recuerda que en esa época, cuando su hija tenía 4 años, también practicaba gimnasia olímpica. “Nos parecía un deporte más femenino y de pronto de menos riesgo, sabemos que es duro, pero es que el bicicross es pasado”.

 

Pero la disciplina y seriedad con las que Mariana asumió su deseo los impactó. Pese a ser una niña muy tímida, a la que tocaba decirle que saludara, a la hora de quedarse sola en su clase de semillero no tenía ningún problema y su deseo de competir era tal que llegó incluso a inscribirse a su primera carrera sola, sin pedir permiso. “Estábamos acompañando a Miguel a un entrenamiento con ella y empezaron a anunciar en el altavoz que ese domingo había una carrera y que la inscripción era gratuita. Ella escuchó y se fue sola y se inscribió”, dice Claudia para recordar que ese fue el inicio de un proceso que les ha dejado hasta ahora dos medallas de oro en los olímpicos, dos medallas de oro en los suramericanos, entre muchos otros triunfos.

 

Los inicios en este deporte, al igual que ser la “niña de la casa”, marcaron el carácter de Mariana, quien asegura que aunque siempre fue muy consentida por ser la mujer entre dos varones, su condición la benefició. “Aprendí a jugar con los amiguitos de mi hermano, a ser fuerte, a montar en patineta por todas partes, pero siendo muy femenina, creo que eso ha sido muy importante para definir un carácter”. Ese carácter, que la sigue haciendo tan especial y le permite crecer ante las adversidades, fue el mismo que le sirvió para soportar lo que hoy día podría calificarse como “bullying deportivo”, cuando ella debía competir contra niños.

 

“Yo estaba muy chiquita, tenía 4, 5 o 6 años, a veces ni me daba cuenta de lo que estaba pasando. Sabía que era la única niña, pero después me parecía que era lo normal. Estaba compitiendo contra niños y hacía lo mejor, y luego veía al papá ‘pelando’ al niño porque le ganó una niña”, recuerda Mariana, quien afirma que lejos de ser una preocupación esto la ayudó: “Yo agradezco mucho eso, porque siempre corrí contra hombres, siempre quise hacer lo mismo que ellos, y eso es lo que me diferencia ahora de las mujeres corredoras en el mundo”.

 

Pero esta fortaleza es heredada, según dice Carlos Mario, quien le da

todos los créditos a su esposa. “Tiene fortaleza mental, un carácter recio en todas sus actitudes de vida, supera el dolor, se crece ante la adversidad de una manera impresionante, eso es de la mamá, que es un ser muy especial que se sobrepone a las cosas”. Como toda madre, Claudia se preocupa, aunque no entra en pánico,

como no lo hizo cuando Mariana sufrió su primer accidente a los 4 años. “Un señor se metió a la pista en contravía y le cayó encima. Le partió la clavícula”, relata con la misma tranquilidad con la que actúa cuando algo pasa. “Esta casa es de mucha adrenalina y este deporte es de riesgo, entonces hay que resolver las cosas”.

 

Por esto afirma que lo que hace, aun cuando sienta nervios, es transmitirle seguridad a su hija. A pesar de que muchas veces una caída es la que aleja a los futuros deportistas de su disciplina, en el caso de Mariana esto no se ha contemplado, ni siquiera cuando en 2007 sufrió un accidente que pudo haberla obligado a abandonar las pistas. Su padre recuerda ese día de diciembre como si fuera ayer, y reafirma la admiración que siente por la fortaleza de su hija. “Fue tal vez una de las fracturas más graves que he visto en el bicicross”, afirma, para agregar que la caída se debió a que la bicicleta de Mariana rebotó en una tabla que ponen para que los principiantes puedan saltar los morros.

 

“Tuvo ocho fracturas en el mismo sitio, la mano estaba perdida, cuando le fueron a tomar la radiografía debían sujetarla, porque esta no se sostenía sola, era casi imposible que ella pudiera volver a competir”. Sin embargo, la derrota parece no ser una opción para ella ni para su familia, que siempre la apoya y la anima a seguir adelante. Y fue por eso que, tras una platina en forma de T y los tornillos necesarios, tres meses después se fue a Suiza a seguir corriendo, con tan mala suerte que se volvió a caer y a lastimarse la misma mano. “El hueso a ella se le perdió,

entonces lo reemplaza un tornillo, y ese tornillo se torció en esta caída, pero ella viajaba a China a un Mundial”, dice Claudia, quien en ese momento, tras hablar con el médico y evaluar que Mariana, pese a tener una nueva fractura, continuaba montando en Suiza, decidió no contarle a la deportista sobre esta, llevarle una manilla a China y apoyarla en su campeonato.

 

En tierras asiáticas, durante una de las carreras, la bicicleta de Mariana fue golpeada por quien iba en segundo lugar y volvió a caer, esta vez 7 competidoras le pasaron por encima, ella perdió el conocimiento y su mano se inflamó a tal punto que fue mejor no quitarle el guante para que pudiera competir al siguiente día, el resultado: el triunfo y dos fracturas nuevas. Así hay un rosario de caídas y recuperaciones, la más reciente fue en el Mundial de BMX en Holanda. “Estaba entrenando, ya había ganado la copa anterior y conocía la pista súper bien”, afirma Mariana, quien cuenta que se confió y no se percató de un cambio en la pista y cayó. Su casco se rompió, y ella, a su estilo, decidió aprovechar la situación y, junto a Red Bull, uno de sus patrocinadores, organizó un concurso para que sus seguidores le diseñaran lo que ella llama “su armadura” y como premio el ganador viajaría con ella a la Copa Mundo de BMX Supercross en California.

 

Un cambio olímpico

 

Muchos han sido los triunfos y los momentos de orgullo para esta familia; sin embargo, cuando se les pregunta por un momento memorable, coinciden en decir que este se los dio Londres 2012. “Londres fue una cosa de locos, pero no allá, sino cuando llegué aquí. Porque allá fue una emoción, pero ver lo que le pasó a Colombia, lo que el país gozó…”, afirma Claudia, quien aún hoy recibe felicitaciones y escucha agradecida las anécdotas en torno al día en el que su hija ganó ese oro. A partir de entonces, la vida de Mariana se dividió en un antes y un después.

 

Tiempo atrás, en los inicios, lejos de las cámaras y los patrocinios, una familia, que nunca se ha arrepentido de apoyarla, ahorraba para repuestos y próximas carreras.  “Vamos a cine y entramos cuando ya están apagadas las luces, y aún así la gente gatea y se le acerca por el piso para tomarle una foto”, cuenta el papá de Mariana. “Hemos sido muy prácticos. No se le compró la bicicleta hasta que decidió montar en serio. Nunca tuvo lo mejor tampoco y creo que eso le ha servido para luchar por conseguir las cosas”, dice Carlos Mario, quien afirma: “esto no es un sacrificio, lo hemos disfrutado como un verraco”.

 

Pero hace ya un tiempo es diferente. Además de que los patrocinadores buscan darle el mejor equipamiento a Mariana, su privacidad ya no es la misma. “Vamos a cine y entramos cuando ya están apagadas las luces, y aún así la gente gatea y se le acerca por el piso para tomarle una foto”, cuenta Carlos Mario, quien reconoce que su hija les ha enseñado a enfrentar esto. Ella parece curtida, tranquila y paciente, aun cuando tras terminar de dar declaraciones en una rueda de prensa rutinaria se debe enfrentar a más cámaras profesionales y aficionadas que, además de respuestas, le exigen una foto, una sonrisa y un saludo.

 

Adora a sus fans, “Los Pajonistas”, de quienes afirma: “cuando más los necesito, siempre están ahí apoyándome, acompañándome y dándome sorpresas. Agradezco demasiado poder compartir la vida con ellos. Después de una victoria y estar en el cielo, ellos me traen a la Tierra otra vez”. Para estar en tierra y con los pies bien firmes, además de entrenamiento físico se necesita una buena dosis de preparación mental, esa que afianza su carácter y le ayuda a concentrar cuando antes del inicio de una carrera se mezclan luces, voces y sonidos que ordenan la salida.

 

“Voy a una escuela que se llama Escuela de Campeones en Medellín, ahí tengo a una persona que siempre ha estado en mi formación deportiva como profesional, que es mi entrenador mental”, afirma, y añade que, por su parte, su mamá le “enseñó que la persona más exitosa en la vida es la que es capaz de resolver cualquier situación y manejarla de la mejor manera”.

 

Como ella misma lo dice, es una guerrera que tiene claras sus metas, tan claras que a través de su fundación “Pedaleando por un Sueño. Fundación Mariana Pajón” busca darles a los niños las oportunidades que ella ha tenido en la vida. “Estamos formando personas, no estamos formando campeones ni queremos medallas de oro, queremos

personas que puedan construir país, y estoy segura de que con el deporte se puede”.

Es una orgullosa colombiana, por eso, pese a tener la oportunidad, se negó a correr por una bandera diferente a la tricolor; tiene muchos sueños, entre estos ser mamá algún día, estudiar medicina y ser un ejemplo, por eso, cuando se le da la oportunidad de formularse una pregunta y contestarla, responde: “Más allá de medallista yo quiero dejar un ejemplo y un legado a Colombia. Estoy segura de que el deporte nos une. Este país necesita mucho eso y necesita que todos creamos y creamos que podemos tener un mejor país, y que el mundo sepa lo que en realidad es Colombia”.

 

 

*Publicado en la edición impresa de septiembre de 2014.