FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO
1 de Agosto de 2022
Por:
Diego Montoya Chica

El Centro de Tratamiento e Investigación sobre Cáncer que el empresario le donó a Colombia recibe, este mes, a sus primeros pacientes. Se trata de un paradigma tecnológico y científico para América  Latina. 

LUIS CARLOS SARMIENTO Y SU GESTA POR LA VIDA

“ESTAS PAREDES tienen incluso 70 centímetros de espesor de concreto reforzado”, explica Luis Carlos Sarmiento según camina por entre los búnkeres de radiología del Centro de Tratamiento e Investigación sobre Cáncer, CTIC, días antes de su inauguración. Sobre las puertas de cada espacio —que sí son vistosamente gruesas, para contener la radiación— se anuncia la tecnología de punta que hay en el interior: El CyberKnife, por ejemplo, así como el angiógrafo y el acelerador, enormes máquinas robotizadas que, en vez de haber sido importadas desde Suecia —como ocurrió en algunos casos—, bien pudieron haber sido diseñadas para una película de ciencia ficción, de esas en las que los aparatos son inteligentes y flotan en el espacio.

Hasta hace poco, la humanidad acaso soñaba con la precisión con la que estos aparatos atacan células cancerosas, a la vez que afectan lo mínimo el tejido que estas tienen a
su alrededor. “Varios modelos son únicos en Colombia, pero también en América Latina”, dice Rafael Sánchez París, el médico con amplia experiencia en gerencia que hoy funge como director corporativo del CTIC, y quien explora los búnkeres en compañía de Sarmiento. Alrededor de los dos hombres revolotea un buen número de profesionales en oncología, radiología, cirugía y enfermería, entre otras disciplinas: son parte de las más de 400 personas que, para la apertura, tendrá el personal asistencial del CTIC, y no solo en los famosos búnkeres, sino en las dos torres con 100.000 metros cuadrados que, sobre ellos, se construyeron en tiempo récord: 90.000 dedicados a la prevención, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad y otros 10.000 para la investigación en torno a ella.


Algunos de los equipamientos del CTIC: diez quirófanos dotados con la mejor tecnología; angiógrafos y aceleradores de última generación; tecnología PET de punta para el diagnóstico, así como un modelo de CyberKnife que no existía en América Latina. Además, 176 camas en la primera etapa —que ya tiene 100.000 metros cuadrados— y otro tanto proyectadas para la segunda. FOTO: ANDREA MORENO, EL TIEMPO.

Y no es que el edificio del CTIC se haya erigido de un momento a otro, allí en la calle 170 con carrera 14, de Bogotá: las primeras palas le hincaron el diente a este lote de 30.000 metros cuadrados a mediados de 2017: hace casi cinco años. Y, de hecho, hace ya diez que a Sarmiento se le ocurrió la idea de donarle a Colombia un centro hospitalario que fuera —como le llaman en Estados Unidos— un comprehensive cancer center. Es decir, donde el tratamiento tuviera lugar integralmente, de manera que el paciente se evite ese vaivén de consultas dispersas y esperas prolongadas a las que, con frecuencia, lo somete el sistema colombiano, en el que la infraestructura es insuficiente y, en cambio, sobra burocracia.

No fue, entonces, tan “de un momento a otro” que apareció el CTIC en el paisaje bogotano. Pero dado que la mayoría de los capitalinos no atestiguaron cómo se desarrolló la obra, porque una parte importante de ella ocurrió en pandemia, a muchos sí les pareció que el proyecto diseñado por el español Rafael de la Hoz se alzó con una velocidad asombrosa. Y que, luego, se le envolvió de repente en esa calma fachada de color blanco, coronada con las siglas CTIC, que el mismo Sarmiento acuñó en un lamparazo de creatividad.


La Fundación CTIC es presidida por Luis Carlos Sarmiento, su esposa y sus hijos. Esta foto está tomada en el 'tunel al conocimiento': el que de la torre de tratamiento conduce a la que está dedicada a la investigación. FOTO: ANDREA MORENO, EL TIEMPO.

La integridad

Esa es la piedra angular del sueño del empresario y su familia, cuya Fundación CTIC fue gestora independiente de todo el proyecto. “En el hospital MD Anderson [en Houston, EE. UU.], nos mostraron cómo recibían a un paciente, a quien de inmediato atendió un grupo de especialistas distintos, junto con enfermeras y sicólogos”, recuerda Sarmiento, cuya investigación previa lo llevó a varios hospitales del mundo, enfocados en cáncer. “Todos tomaban notas según le hacían preguntas y cuando terminó la conversación, ya habían ordenado todos los exámenes que necesitaba esa persona: las radiografías, las pruebas de sangre, etcétera. Pasaron a los laboratorios y, siete días después, le dieron su diagnóstico y su tratamiento. ¿Cuánto vale esa agilidad en la vida de un paciente?”.

La respuesta a su pregunta es cuantificable: en Colombia, donde cada año se reportan más o menos 71.000 casos nuevos de cáncer, el periodo de espera entre la sospecha de diagnóstico y el tratamiento suele ser mayor a 120 días. “Eso es demasiado”, sentencia el Dr. Sánchez: “el pronóstico de cada paciente empeora con el paso de cada semana”.

Este médico, quien antes fundó y presidió Los Cobos Medical Center y que fue rector de la Universidad El Bosque (2014-2018), comenta que gestar el CTIC ha requerido de una inversión que sobrepasa el billón doscientos mil millones de pesos. Pero para él, el legado va más allá del edificio y sus instalaciones: “se trata de la operación: eso es lo que prevalecerá en el tiempo”, sostiene Sánchez, quien no solo parece listo para cuando haya ocupación completa en las 176 camas de esta primera etapa, sino también para cuando se termine la segunda —otra torre donde, incluso, habrá un hotel para el alojamiento de familias y personal médico—.

El otro tesoro es el de “la generación de conocimiento”, dice, refiriéndose a la vocación inves- tigativa del Centro, que entra a complementar lo que durante casi 90 años ha hecho el Instituto Nacional de Cancerología, entre otros entes relevantes. “En el mediano y largo plazo —continúa Sánchez—, los dos indicadores en los que hay que influir son los de periodo libre de enfermedad y sobrevida global. Pero lo cierto es que nos toca comenzar por tener la mejor información posible, desde lo clínico hasta lo molecular, dados los subregistros e interrogantes que persisten en Colombia”. Y concluye: “Nos convencieron progresivamente de que en este país no se podían hacer estas búsquedas, pero la pandemia nos  demostró que las naciones no se dividen entre las que tienen plata y las que no, sino entre las que hacen investigación y las que no, sin demeritar la relación que existe entre ambas variables”.


A principios de mayo, el presidente Iván Duque recorrió las instalaciones del CTIC en compañía de Sarmiento y del ministro de salud, Fernando Ruiz. FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO.

El amor invertido 

Sarmiento y Sánchez emergen de los búnkeres y suben hasta donde está el túnel que comunica al edificio principal —el de tratamiento— con la torre dedicada a la investigación. Allí, todo está a punto para darle rienda suelta, por ejemplo, a la epidemiología molecular, uno de los ejes del componente investigativo. Un rato más tarde, se les ve pasar frente a algunos equipamientos para el bienestar de los pacientes —jardines, salas de yoga, un taller donde se podrán mandar a hacer pelucas oncológicas— y pasado otro rato se les ve de camino a las habitaciones.

Sarmiento no oculta el cariño que le tiene a cada detalle constructivo, consciente quizá de que este edificio encarna una parte primordial de su legado, de su huella como uno
de los empresarios más exitosos de la historia nacional. Repara en la señalización, concebida para ser entendida a cabalidad; en el diseño del edificio, sus muebles y acabados, diseño que, por momentos, tiene un sobrio y elegante aire a la obra retrofuturista de Oscar Niemeyer; en cómo la capilla para cultos diversos dialoga con los cerros orientales, y en la calidad
de las sillas de ruedas, que lo dejan tranquilo porque de verdad evitan cualquier accidente.

El trayecto termina en el séptimo piso, en una de las habitaciones para pacientes. Y allí, frente a un ventanal estratégicamente orientado hacia las montañas —una apuesta por que la paz del paisaje contribuya a la adherencia en los tratamientos—, explica el objetivo fundamental del CTIC: “lo resumo en dos palabras: salvar vidas”. 


Sarmiento cuenta que hace 10 años tuvo la idea de legarle a Colombia un centro para el tratamiento integral del cáncer que, además, tuviera un ángulo investigativo. “Quería hacer algo que correspondiera a una necesidad nacional muy sentida, y tener casos en mi propia familia afianzó la idea”, explica. FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO.