Foto Galería El Museo.
Foto Galería El Museo.
11 de Febrero de 2023
Por:
Redacción Revista Credencial

La Galería El Museo exhibe algunas obras inéditas de uno de los pintores más importantes del país. Estas pequeñas piezas hacen parte de su colección privada y son, en esencia, una colección de memorias corporales explícitas, libres y eróticas. Estas son algunas imágenes de cómo luce esta muestra que estará disponible hasta el 11 de marzo únicamente para mayores de edad. Compartimos el texto de sala escrito por su hermano, Antonio Caballero.

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Los cuerpos sin censura de Luis Caballero

“Mis dibujitos porno”
Luis Caballero

 Toda la pintura de Luis Caballero es erótica. Lo fue desde el principio, desde cuando el pintor no era todavía un realista figurativo, renacentista y manierista, sino un formalista tentado por el expresionismo. Sus composiciones están transidas de tensión erótica, falsamente contenida por la geometría. Una tensión aún veladamente, ambiguamente homosexual, insegura -pues algún de los cuerpos pintados siguen siendo vaga, ambiguamente femeninos-; pero que inequívocamente son cuerpos, y no simples figuras. Ya entonces, a finales de los años sesenta, se declaraba pintor erótico, y los asuntos de sus cuadros eran abiertamente sexuales. Y violentos. De una violencia inseparable de la sexualidad: de la rabia y el deseo, del desorden animal de la sexualidad.

En el fondo de esos cuadros de entonces se pueden ver vagas nubes fálicas flotando en el espacio. En tanto que hermano del artista puedo traer a cuento un recuerdo común: nos contaba nuestro padre que él, de niño, obligado en el colegio a confesarle pecados al capellán, se había jactado de que solía tener “malos pensamientos”. Interrogado por el cura sobre cómo eran, tuvo que improvisar: “son como unas nubes…”. Sobre la pintura de Luis Caballero flotaron siempre, como nube, los malos pensamientos.


Foto cortesía Galería El Museo. 

Muchas veces lo dijo él mismo en entrevistas de prensa, o en los breves textos que escribió para catálogos de exposiciones o para presentaciones periodísticas: “Tal vez la pulsión creadora es la misma que la pulsión erótica”. O bien: “Dibujar es desear”. O bien: “Pinto los cuerpos que quisiera poseer”. O bien: “La pierna no es una pierna, sino que también hay en ella un interés erótico (pero) el problema es que a pesar de que pinto desnudos en todas las posiciones, la gente solo mira los penes”. Y sí: penes o piernas o cuerpos amarrados, o bocas abiertas en el placer o en el deseo, siempre pintó para expresar sus ansias sexuales, no para exorcizarlas -como hubiera dicho el cura aquel de las vagas nubes-; sino al contrario, para exhibirlas, para sacarlas a la luz. Y tan explícitamente sexual era su pintura, tan descaradamente provocadora y excitadora de lo que se ha dado en llamar “bajos instintos”, que unos la condenaron por obscena y pornográfica creyéndola inmoral, y otros la codician por obscena y pornográfica, creyéndola afrodisíaca. Una vez un rico narcotraficante le hizo llegar un mensaje de que quería comprarle todo lo que pintara, y al precio que pidiera, con tal de que sus modelos “fueran más bien hembritas”, y no jóvenes machos. Como si la atracción del sexo fuera de verdad mercancía intercambiable a capricho. El negocio no se hizo porque Caballero no era un fabricante de erotismo a gusto del consumidor, sino un erotómano natural y espontáneo, como Miguel Ángel o como Francis Bacon, sus maestros.

Estas pinturas -pequeños formatos de técnicas diversas: sanguinas, aguadas de óleo, carboncillos, plumillas, acuarelas y grafito- son todas aún más provocadoramente eróticas, y aún pornográficas, que el corpus entero de la obra pictórica de Luis Caballero. También suelen ser más atractivas, más de “obra en mancha”, que sus cuadros de mayor formato y mayor elaboración: esos que por lo general muestran escenas post-coitales de desfallecimiento y de reposo. La “petite mort” de languidez exhausta que sucede en el acto sexual en el hombre y en todos los animales -salvo, según el aforismo latino, en el gallo, que canta-. Estos cuadros son, en cambio, retratos previos: de erección, de excitación, de exaltación del sexo. Penes que se yerguen, bocas que buscan, manos que encuentran. Algunos son cuidadosos estudios anatómicos, didácticos, académicos, casi de manual para estudiantes de urología quirúrgica. Otros tienen la ambición de bocetos para grandes composiciones posteriores: figuras que se abrazan en la pureza de la línea, como proyectos de un gran cuadro (y a lo mejor lo son).

Estas obras fueron pintadas, me parece, más para el artista mismo y su propia delectación morosa que para la exhibición pública. Pero no eran tampoco clandestinas ni secretas: muchas están fechadas y firmadas. Son, sin embargo, obra de taller: para el taller del pintor. Presencias inmediatas. Apuntes, notas del natural, casi sin reflexión compositiva, sin ambición artística propiamente dicha. Visiones del placer y del deseo, anotaciones del placer, para el placer. Malos pensamientos.

Antonio Caballero

 
Foto cortesía Galería El Museo.