4 de Octubre de 2022
Por:
Fernando Cepeda Ulloa*

El más reciente relevo de primer ministro tuvo lugar un par de días antes del deceso de la reina. En la última foto de la monarca, se le ve sonriente en audiencia con la elegida Elizabeth Truss, quien reemplazó al polémico Boris Johnson en Downing Street. 

La sucesión y un sistema político que sí funciona

Casi en el mismo día, Gran Bretaña registra el cambio del primer ministro y el de la reina. El primero no está rodeado de grandes ceremonias ni conmueve al pueblo británico y al resto del mundo. El segundo —“La reina ha muerto, viva el rey Carlos”—, tuvo lugar en un ambiente de enorme respeto hacia la monarca que se va y de admiración y expresiones de lealtad hacia el rey que llega y que anuncia, de una vez, quién será el próximo heredero del trono: el nuevo príncipe de Gales, su hijo Guillermo.

El jueves 8 de septiembre, el mundo entero observó dos relevos en lo más alto del poder del que fuera un gran imperio (donde no se ocultaba el sol) y donde majestad y sencillez operativa estaban a la vista. El gran constitucionalista británico Walter Bagehot habría estado fascinado de contemplar las dos caras del sistema político británico en plena y simultánea exhibición: la parte dignificada, o sea la majestuosa, representada por una reina que fue impecable y que supo sortear con admirable dignidad las más difíciles circunstancias, familiares varias, políticas muchas; y la parte operativa, representada por otra Isabel, carente de retoques aristocráticos, y crítica, en su temprana juventud, de la monarquía. La fotografía de las dos ‘Isabeles’ es no solamente histórica, sino que consagra para siempre el momento en que las dos caras del sistema político británico se encuentran, para mostrar así la naturaleza de una monarquía constitucional, democrática.

La reina se va sin que jamás hubiera mancillado o disminuido la majestad que ella encarnaba. El primer ministro Johnson, infortunadamente, no tanto. Y por ello es tan fundamental el papel de la monarquía, porque está por encima del bien y del mal, porque no se deja tocar por los vaivenes del acontecer electoral, porque mantiene muy en alto los valores más insignes de una sociedad. Es que la reina es, también, la máxima autoridad de la iglesia anglicana.

Queda en evidencia que es el misterio de la vida monárquica lo que le imprime magia a esta institución. Al asumirla el príncipe Carlos, ese halo lo acompaña y así la veneración de sus leales súbditos.

Este dualismo en el alto nivel del poder es lo que le hace falta a las democracias. Y, por ello, es tan importante hacer lo posible para que la majestad del presidente no sufra desmedro. Nada fácil.

 

Gran Bretaña está dando un ejemplo magistral, en vivo y en directo, sobre el apropiado funcionamiento de un sistema político. ¡Admirable!

*Diplomático y exembajador de Colombia en varias naciones, incluido el Reino Unido.