Fotografía | Juan Pablo Rueda / El Tiempo
3 de Febrero de 2017
Por:
León Valencia*

A propósito de la liberación de Odín Sánchez, en las conversaciones entre el Gobierno y el ELN el margen de maniobra será escaso. ¿Por qué la negociación será diferente de la que se dio con las Farc?

La encrucijada elena

Con razón dicen algunos analistas que no hay paz completa si el ELN y el Gobierno Nacional no abren conversaciones y avanzan también hacia un cese definitivo de las hostilidades y a la firma del fin del conflicto. En el pasado se han hecho varios acuerdos de paz con las guerrillas o con los paramilitares, pero se han quedado por fuera de los pactos grupos ilegales que luego se crecen y ocupan el territorio, se hacen a los negocios ilegales y sustituyen el accionar de quienes se fueron a la paz. Así se reanuda la confrontación y se frustra la ilusión de una paz estable y duradera.

Eso no puede ocurrir ahora. Ha llegado el momento de firmar la paz con todas las insurgencias y también encontrar fórmulas de justicia para las bandas criminales herederas de los paramilitares. Así lo han entendido el Gobierno y el ELN, y por eso han persistido en las conversaciones exploratorias a pesar de las grandes dificultades que han tenido en el transcurso de tres años.

Pero hay grandes interrogantes sobre las posibilidades reales de iniciar, y quizás culminar, las negociaciones con el ELN en el transcurso del gobierno de Santos, y una ineludible incertidumbre sobre el futuro, sobre quién llegará a la Presidencia en el 2018 y la disposición de ese nuevo gobierno a mantener las negociaciones de paz. 

 

Las dificultades

A pesar de que el Gobierno y las Farc han suscrito un nuevo acuerdo, después del triunfo del No en el plebiscito, el ambiente nacional no es el más favorable para desarrollar las conversaciones con el ELN. A la vez, esta guerrilla tiene muchas dificultades internas para acelerar las conversaciones y culminar el proceso en el tiempo de Santos. 

El plebiscito mostró una aguda división de la sociedad colombiana en torno a la paz negociada y dio inequívocas señales de que las negociaciones con el ELN no serán fáciles y tranquilas, y tendrán una opinión pública vigilante y crítica, quizás demasiado crítica. Así será también la implementación de los acuerdos con las Farc. Santos tendrá ‘el sol a las espaldas’ y su margen de maniobra será escaso. 

Es cierto que el Premio Nobel de Paz le da un nuevo aire a Santos, y seguramente será un estímulo para acometer la negociación con el ELN. Pero también es real que estará muy ocupado en consolidar el proceso con las Farc y en poner en práctica los acuerdos de La Habana. Al mismo tiempo tendrá que atender las duras polémicas que le plantearán Uribe y el Centro Democrático. 

La campaña electoral se convertirá en una controversia sobre la paz, y ahí las ventajas del uribismo son varias: tienen un electorado enorme, que es muy afín a las críticas que ellos le hacen a la paz negociada, tal como lo mostraron en las elecciones presidenciales de 2014 y en el plebiscito; son una fuerza más homogénea con un líder único e indiscutible, en cambio los partidarios de las negociaciones pertenecen a corrientes ideológicas y a partidos muy diversos que no se ponen de acuerdo con facilidad; con la elección de Donald Trump en Estados Unidos, el entorno internacional se ha vuelto más adverso a la paz; todos los errores que la guerrilla o el Gobierno cometan en la implementación de los acuerdos les serán cobrados a precios muy altos por los opositores uribistas. 

 

Lo que conviene al ELN

El ELN está obligado a una gran flexibilidad para empujar su negociación hacia adelante. Tendrán que contar con las dificultades de la coyuntura. Tendrán que echar mano del realismo y del espíritu práctico a la hora de diseñar la participación de la sociedad civil en las negociaciones, escogiendo las regiones clave y los temas pertinentes para desarrollar el ejercicio, sin abarcarlo todo y sin exigir imposibles. 

Tendrán que pensar en el tiempo de las negociaciones. El reloj de este proceso es distinto al de las Farc. Es muy riesgoso llegar al 2018 sin unas negociaciones avanzadas. Santos, por su compromiso con la paz y por el reconocimiento internacional, se ha convertido en una oportunidad para avanzar, pero su tiempo se agota. 

La flexibilidad no es fácil para el ELN porque su comando central y su delegación a la mesa de negociaciones no tienen la libertad para realizar acuerdos audaces y dar saltos en el proceso. Tienen diferencias internas sobre la paz y deben consultar a sus frentes y estructuras cada paso, y eso hace lenta la marcha y produce tensiones inmensas. Un ejemplo reciente es la persistencia en el secuestro de Odín Sánchez en el Chocó, que ha significado un impasse en la apertura de las conversaciones.

 

Lo que conviene al gobierno

El Gobierno tendrá que acudir también a la flexibilidad y a la imaginación si quiere negociar con prontitud con el ELN. No puede aplicar el esquema gradual que desarrolló con las Farc. El cese al fuego y a las hostilidades bilaterales, que en el caso de las Farc fue un punto de llegada, podría ser un punto de partida con el ELN. Esta organización ha insistido, una y otra vez, que está dispuesta a tramitarlo y en ese punto hay un acuerdo interno. El Gobierno debería ‘cogerle la caña’ y dedicar un mes, o mes y medio, a buscar intentar este pacto. 

En manos del Gobierno está agilizar la participación de la sociedad civil en el proceso. Organizar de inmediato un diálogo nacional minero-energético e instalar mesas regionales para buscar insumos para la mesa de conversaciones. Comprometer a los gobernadores y alcaldes de las zonas donde tiene presencia esta organización guerrillera para que lideren estas mesas, conjuntamente con las organizaciones sociales interesadas en la paz con el ELN. 

No será fácil para el Gobierno innovar, buscar nuevas formas de negociación, intentar audacias, pero tiene a su favor que ha nombrado un nuevo equipo, en cabeza de Juan Camilo Restrepo, que tiene la frescura de quien empieza y sabe que está obligado a triunfar en corto tiempo. 

 

* Politólogo, columnista de Semana. Fue miembro del Comando Central del ELN.

 

 

*Publicado en la edición impresa de diciembre de 2016.