La muerte de una mujer a manos de la policía religiosa islámica a finales de 2022 desató una ola global de  protestas. El relato político iraní está entre los más turbulentos en Oriente Medio. Ilustración: Shutterstock.
La muerte de una mujer a manos de la policía religiosa islámica a finales de 2022 desató una ola global de protestas. El relato político iraní está entre los más turbulentos en Oriente Medio. Ilustración: Shutterstock.
30 de Enero de 2023
Por:
Carlos Ramírez*

La República Islámica de Irán enfrenta un extendido ciclo de protestas. ¿qué distingue a estas nuevas manifestaciones?

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Irán, una revolución dentro de otra

NO ES NINGUNA novedad que las revoluciones arranquen como proyectos emancipadores y luego reproduzcan su existencia como regímenes con rasgos autoritarios. Esto vale para la Revolución Francesa, la Revolución de Octubre y, por supuesto, la Revolución Iraní.

El derrocamiento de la dinastía Pahlavi, tras 54 años de gobierno, acabó con un régimen neopatrimonial que, inicialmente inspirado por el proyecto de Atatürk, en Turquía, llevó a Irán por el camino de una modernización autoritaria. El posicionamiento de ese país como una potencia energética corrió a la par con altos niveles de corrupción, inequidad y violencia simbólica, todo de la mano de exclusión política y violaciones de Derechos Humanos. A la caída de Mohammad Reza Pahlavi, en 1979, le siguió el fracaso del gobierno interino formado por una coalición de grupos islamistas y nacionalistas y, luego, las violentas pugnas entre grupos de izquierda e islamistas.

De ahí en adelante, se consolidó el proyecto de islamización de la sociedad en medio de una región altamente hostil, en parte por el temor al empoderamiento de las minorías chiitas, y de la presión norteamericana. La guerra Irán-Irak condensa ese contexto. A modo de reacción, no solo actos terroristas como los organizados por el MKO (Mojahedin-e-Khalq) a lo largo de décadas, sino múltiples formas de disidencia y crítica, fueron asociadas mecánica y repetidamente con prácticas de espionaje o sabotaje. El disenso se convirtió, de inmediato, en traición. Incluso voces críticas del establecimiento clerical, como la de Ayatollah Montazeri, fueron acalladas. A pesar de ser un régimen faccionalista, susceptible de ser caracterizado como un ‘autoritarismo competitivo’ y no como una dictadura personalista, los márgenes de acción para las fuerzas reformistas son estrechos. La elástica figura del enemigo interno, aunque no es mera paranoia, es un elemento central en las estrategias de gobernabilidad de la República Islámica de Irán y, por tanto, de la reproducción del proyecto revolucionario.

Aún en ese difícil contexto, Irán registra niveles significativos de movilización. A veces, esta ha confluido con fuerzas reformistas públicas y procesos electorales, tal como sucedió en las protestas estudiantiles de 1999 contra el cierre del periódico reformista Salaam, al cual estaba vinculado el entonces presidente Mohammad Khatami,  o en el ‘movimiento verde’, en apoyo al candidato Mir-Hossein Mousavi, tras las sospechas de fraude electoral en 2009. La movilización también ha estado asociada a causas desencadenantes de orden económico, como sucedió en las protestas de 2017-2018 contra el alto costo de vida, o las de 2019, centradas, en principio, en los altos precios de los combustibles. El caso iraní, como el conjunto de la llamada ‘Primavera Árabe’, muestra que la política contenciosa no desaparece en regímenes autoritarios y semiautoritarios, sino que cambia sus tácticas y organización.

LA OLA DE MAHSA AMINI

Las fuertes y extendidas protestas de 2022, a raíz de la muerte de la joven Mahsa Amini tras ser detenida por las ‘Patrullas de orientación’ (Gasht-eErshad),le añaden un nuevo capítulo a esta historia. No se trata, en primer lugar, de protestas centradas en la sensibilidad política de las clases medias urbanas —como el movimiento verde— ni, como las de 2017 y 2018, en los intereses económicos de los sectores populares. En ellas han confluido miembros de diferentes clases sociales. Que Mahsa Amini no fuese una ‘activista’ ha generado solidaridad entre grupos con ideologías políticas diversas.

Se trata, en segundo lugar, de protestas con un fuerte componente de género que, sin perder su especificidad, sintonizan lo ocurrido en Irán con las sensibilidades y discursos de una militancia feminista transnacional. De ahí no se sigue, sin embargo, que se focalicen exclusivamente en asuntos concernientes a las mujeres, pues de por medio están los temas del respeto de los Derechos Humanos y la crítica al autoritarismo. En cuanto Mahsa Amini era de origen kurdo, su muerte también ha repercutido en la cuestión espinosa de los derechos y reivindicaciones de las minorías étnicas.

En tercer lugar, podría decirse que la novedad de las protestas radica en su alejamiento de un discurso reformista y su aproximación a un discurso revolucionario, muy hostil al concepto del ‘Gobierno del jurista’ (Velayat-e faqih) y, por tanto, al ‘líder supremo’ Ali Khamenei. Para algunos de los activistas, el propósito es hacer una revolución contra la revolución.

Los países enemigos políticos de la República Islámica de Irán de seguro han intentado impulsar la movilización en una dirección que les resulte favorable. Apoyar fuerzas insurreccionales es un camino no tan costoso para deshacerse de un Estado enemigo. Si la violencia contra las mujeres despierta fácilmente solidaridad a nivel global, resulta irresistible, además, como estrategia de propaganda. No obstante, sería equivocado pensar, como lo han repetido algunas autoridades iraníes para justificar la represión, que todo se trata de un complot internacional y que los manifestantes, sobre todo los jóvenes, son títeres de medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales y Estados interesados en destruir la revolución. De ahí se sigue una simplista interpretación de los manifestantes como un ‘enemigo interno’ que no puede sino alimentar el resentimiento y radicalizar la oposición al régimen. Que el impulso externo exista no equivale a que el descontento interno solo sea una manipulativa ficción creada por terceros.

En medio de ese juego de acciones y reacciones, se fragua así un nuevo ciclo de protestas en Irán que evidencia cómo las luchas pasadas pueden tener efectos tardíos: la ahora anunciada supresión de las ‘Patrullas de orientación’, junto a la ampliación del rol de las mujeres en asuntos de gobierno, era una de las propuestas del candidato Mousavi. Pareciera así que, en contextos autoritarios, el logro de fines reformistas precisa de medios revolucionarios. La revolución en la revolución, sin embargo, debe tener cuidado de no morderse la cola: todo intento de clausurar y fijar el sentido de la emancipación está expuesto a tentaciones autoritarias. Así sucedió 43 años atrás.

*Filósofo y politólogo, Ramírez es profesor asociado en la Universidad de los Andes. Ha investigado la militancia religiosa y política referida al islam chiita y, en ese marco, ha realizado varias estancias académicas en La República Islámica de Irán