25 de Enero de 2023
Por:
Gloria Susana Esquivel*

Si le abruman las incertidumbres asociadas al año que comienza, le vendrá bien leer esta reflexión. Se trata de un tejido de perspectivas en torno a cómo permitimos que nuestro presente se afecte, de manera desmedida, por lo que nos ocurrió antes y por aquello que —queremos o tememos— nos sucederá después.

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Desenredar el pasado para enfrentar el futuro

¿QUÉ TANTO me conviene ese trabajo? ¿Cuál es el mejor momento para pedirle a mi jefe un aumento? ¿Estoy realizándome profesionalmente? ¿Me conviene iniciar una relación con la persona que conocí hace poco? ¿Qué sucederá si confronto a mi pareja sobre nuestro proyecto de vida? ¿Estoy lista para tener hijos? ¿Encontraré el amor o me quedaré soltera para siempre? Podría hacer una enumeración infinita sobre las preguntas que le he hecho al tarot, a lo largo de los años, intentando encontrar alguna certeza sobre el futuro. Son preguntas que, sobre todo, se vuelven más insistentes cuando estoy ansiosa y deseo fuertemente que toda mi historia ya esté escrita. Cuando necesito tener algún tipo de control —ilusorio— sobre los embates de la vida, para poder así anticiparme a las catástrofes. Una búsqueda para que las cartas me ayuden a darle un vistazo al futuro y, con ello, obtener alguna certidumbre. 

Sin embargo, las respuestas que el tarot me ha ofrecido distan de ser predictivas y no han amortiguado los múltiples golpes que la vida me ha dado. Como lo explica Iván Castillo, artista, antropólogo visual y fundador del proyecto La linterna de El Ermitaño, en donde ofrece sus reflexiones y servicios como tarotista: “El tarot es una herramienta narrativa que nos permite observar nuestras historias a partir de las historias que nos muestran las cartas. Es un oráculo en el sentido de que es bueno leyendo el presente y esto es bueno para pensar el futuro”. En otras palabras, eso que se nos revela en el tarot se parece más a un espejo del presente que a una bola de cristal mágica en donde el futuro se resuelve comiendo perdices.

Las preguntas más frecuentes que suelen llegar a las consultas de Iván tienen que ver con la salud, el dinero y el amor. Sin embargo, es enfático al decir que un tema constante al que se enfrenta en sus lecturas es la salud mental, pues la mayoría de sus clientes llegan con gran ansiedad a sus consultas: “Las preguntas casi siempre están rodeadas de ansiedad y lo que sucede en la lectura es que trazamos un plan para manejar emociones difíciles, que no dominen la narrativa sobre el tema de consulta y que no nos amarren a profecías autoimpuestas”.


Ilustración: Istock. 

En tiempos en los que constantemente se nos está recordando que estamos próximos al fin del mundo —los últimos tres años los hemos vivido entre una pandemia, un debacle ecológico, una guerra que amenaza con desabastecer de combustible y la hiperinflación— no resulta extraño que más y más personas se estén volcando a espiritualidades alternativas para evadir un presente catastrófico y poder calmar su ansiedad de futuro. Como lo plantea Iván: “El futuro siempre se va a sentir como algo incierto. Debido a las dinámicas propias del capitalismo, estamos en un momento en donde es muy difícil habitar el presente. Todo el tiempo estamos en un desplazamiento hacia el futuro y nos imaginamos ese futuro como un espacio en el que pisamos firmes. Queremos que todo esté determinado y organizado y se nos olvida que una manera de habitar con seguridad el mundo es respirar profundo y reflexionar sobre nuestro presente”.

Las palabras de Iván resuenan con el pensamiento de la filósofa inglesa Sara Ahmed quien, en su libro La promesa de la felicidad, plantea cómo nuestra sociedad ha creado narrativas de futuro, casi siempre con finales felices, como un mecanismo para evitar cuestionar las maneras en las que el sistema económico ha acrecentado la brecha de la desigualdad. En un presente donde cada vez los trabajos son más precarios y la juventud está cada vez más empobrecida, nos aferramos a narrativas cinematográficas que nos prometen un mañana mejor. Sin embargo, el esperar ese futuro promisorio nos puede quitar agencia e impedir que exijamos cambios en el aquí y el ahora. Como lo dice Ahmed: “Tanto la forma nostálgica como la forma promisoria de la felicidad pertenecen a un mismo horizonte, en la medida en que imaginan la felicidad como algo que está en un lugar distinto al que ocupamos en el presente. (…) Depositar esperanza en el futuro es imaginar la felicidad como algo que está allí, aguardando nuestra llegada”. 

Para Iván, es necesario que sus consultantes entiendan el tarot como una herramienta que les permite conectar con su autonomía personal y no con narrativas de futuro que pueden distraer frente a un sistema profundamente desigual. En sus palabras: “Hay que entender el futuro como algo móvil. El futuro todo el tiempo se está formando y todo el tiempo está sucediendo. Es como la desembocadura de un río, con muchos brazos. Una cosa que me gusta de leer las cartas es que cuentan una historia y plantean un desenlace posible. En ese sentido, tenemos que entender que el tarot tiene que ver más con el tiempo presente y con la agencia que tenemos frente a nuestra propia historia”.

“En un presente donde cada vez los trabajos son más precarios y la juventud está cada vez más empobrecida, nos aferrarnos a narrativas cinematográficas que nos prometen un mañana mejor”

Una de las mejores interpretaciones para entender cómo nuestro pasado, presente y futuro interactúan dentro de esas historias que cuenta el tarot la hace Rachel Pollack, sobre la carta de la Justicia. Pollack es una autora norteamericana que no solo se ha dedicado a la escritura de cómics de superhéroes, sino que también ha publicado varios libros en donde analiza e interpreta el tarot. Es más, sus lecturas son tan interesantes y precisas que se ha convertido en la tarotista de cabecera de Neil Gaiman, el famoso autor de novelas gráficas, y hasta trabajaron juntos en una baraja inspirada en personajes de DC Comics. En su libro Los 78 grados de la sabiduría del tarot, Pollack interpreta la carta de la Justicia como la única que puede hablarnos de un futuro posible. Porque para ella la Justicia, con su mirada fija hacia el frente y su expresión adusta, es un llamado a hacernos cargo de nuestros actos. Según las interpretaciones de Pollack, solo cuando examinamos y entendemos nuestro pasado, podemos entender los diferentes caminos que vislumbra el tarot para el futuro. En palabras de Iván: “La Justicia nos habla de tener agencia para desarmar los nudos que vienen del pasado y así entender cómo vamos a enfrentar el futuro. La Justicia es una invitación a actuar con honestidad y ser capaces de vernos a nosotros mismos”.


Ilustración: Istock. 

Una de las cosas que más me llama la atención sobre el texto de Pollack es cómo entiende la temporalidad de una manera diferente a la que, como sociedad, estamos acostumbrados. Para la autora, pasado, presente y futuro no están ordenados de manera lineal como si la vida se tratara de inicio, nudo y desenlace, sino que, más bien, son tres ámbitos que constantemente dialogan entre sí. En sus palabras, “si no tenemos una disposición honesta para examinar nuestras vidas, el futuro seguirá siendo un misterio y el pasado una rueda que gira interminablemente. La verdadera acción surge del conocimiento de sí y la sabiduría surge de la acción”. Esta propuesta de Pollack me parece política y necesaria para este presente convulso. Porque no podemos controlar la catástrofe económica y ambiental que nos rodea, pero sí podemos hacernos responsables por nuestras acciones, no solo de manera individual, sino, sobre todo, de manera colectiva. Si confiamos en que la revisión y el cuestionamiento hacia el presente nos puede llevar a acciones que nos permitan crear un futuro, puede que este no sea más próspero, romántico o aventurero, pero al menos sí será más consciente. Tal vez menos desigual. Para Pollack, si pudiéramos vernos con ojos honestos y compasivos, tal vez podríamos también entender el pasado y soltarlo: “Al aceptar que somos responsables de nosotros mismos nos liberamos del pasado. Solo podemos desprendernos del pasado si tomamos conciencia de él”.

“El pensamiento de Rivera Cusicanqui cuestiona esa idea de futuro como una promesa de progreso y acumulación que nos hace despreciar el presente”

Esa idea de que pasado, presente y futuro coexisten como herramientas para poder resistir los embates y las injusticias está en el centro del pensamiento de la feminista boliviana Silvia Rivera Cusicanqui. A lo largo de su obra, Rivera Cusicanqui explora el pensamiento indígena para poder imaginar horizontes políticos de resistencia frente a los sistemas de opresión contemporáneos. Para ella, es necesario examinar la manera en la que las lenguas indígenas conciben la temporalidad. Como lo plantea el siguiente aforismo aymara, en donde pasado, presente y futuro interactúan de manera simultánea: “Mirando atrás y adelante podemos caminar en el presente y el futuro”. Como lo explica la filósofa Estela Fernández Nadal en el texto Pasado como futuro y multi-temporalidad en Silvia Rivera Cusicanqui: “El pasado se revitaliza con cada experticia del presente, pero se carga también de los temores e incertidumbres del futuro. El presente se alimenta de los mitos y esperanzas que fueron aplastados en el pasado, pero estas pueden revivir y despertar nuevas utopías de cara al porvenir”. 

El pensamiento de Rivera Cusicanqui también busca cuestionar esa idea de futuro como una promesa de progreso y acumulación que nos hace despreciar el presente. Para la boliviana, es importante informar las decisiones para crear un futuro y esto ocurre a partir de un diálogo con el pasado, pues es lo único que conocemos con certeza. Porque al mirar al pasado, de manera honesta y tranquila, podemos encontrar las respuestas que nos hagan construir un futuro menos incierto. Lejos de las catástrofes en las que nos hemos sumido, lejos de la confianza ciega en la hiperproductividad, el consumo desenfrenado y el agotamiento de los recursos naturales. Porque eso no nos ha llevado hacia el futuro, sino hacia un presente que cada día parece más oscuro.

*Autora del poemario El lado salvaje (Cardumen, 2016), la novela Animales del fin del mundo (Alfaguara, 2017; Neón Ediciones, 2017; University of Texas Press, 2020) y el libro de no ficción ¡Dinamita! Mujeres rebeldes en la Colombia del siglo XX (Lumen, 2020). Además, conduce el pódcast Womansplaining.