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20 de Noviembre de 2022
Por:
Catalina Uribe Tarazona

La industria de la belleza y el cuidado de la piel es multimillonaria y lo seguirá siendo. ¿Qué impactos tiene sobre los recursos naturales y cómo lograr que más de sus productos sean ecoamigables?

Cosméticos sostenibles: una oportunidad para salvar el planeta

*Artículo publicado en la edición impresa de febrero de 2022.

HABLAR de cosméticos es hablar de una de las industrias más pujantes del mundo y eso lo demuestran las cifras de consumo. Para 2020, contemplando las variaciones que sufrió el mercado a causa de la pandemia, Statista, un portal de estadísticas en línea, publicó un estudio en el que se estimaron los gastos de los países que más consumen estos productos: en Japón –según la investigación, el lugar donde más se registran compras– una persona gasta al año 269,50 euros en cosméticos, concentrando la mayor parte de ese presupuesto en productos del cuidado de la piel y el maquillaje; en Estados Unidos esa misma persona gasta 218,81 euros al año y los concentra en productos de higiene y cuidado personal; en Reino Unido gasta 199,49 euros, primordialmente en productos del cuidado de la piel, maquillaje y productos de higiene y cuidado personal. Y así Francia, España, Arabia Saudí, Argentina, Colombia y China, en orden descendente, continúan la lista de los países más consumidores de esta industria.

CERO DOLOR

Para la economía estas cifras son fabulosas, pero para el medioambiente no. Para empezar, una gran parte de la materia prima de esta industria es extraída del petróleo, cuya explotación y consumo impactan los recursos naturales y, con ello, la calidad de vida humana. Además, la huella de carbono que deja este último cuando es trasladado a los países donde se elaboran los productos es otro factor de riesgo. Generalmente, las grandes fábricas se encuentran en Europa, China y Estados Unidos, es decir, los desplazamientos suelen ser extensos y la huella de carbono igual.

Otro componente de los productos terminados son los polímeros plásticos, material que debido a su baja degradabilidad se mantiene por mucho tiempo en el ambiente y llega hasta los océanos donde, según hallazgos de múltiples organizaciones de la sociedad civil, es ingerido en partículas pequeñas por los animales con tal frecuencia que es hoy parte perversa de la cadena alimenticia. Ocurre así, por ejemplo, con las partículas presentes en los exfoliantes y en las cremas de dientes. Asimismo, el plástico que se utiliza en la mayoría de empaques, al ser de menor valor, tiene un mayor impacto para el planeta: se estima que esos desechos pueden tardar entre 100 y 1.000 años en descomponerse.

A estos se suman también el triclosán, la oxibenzona y el octinoxato, entre otros. El primero es un antibacterial y desinfectante muy común en cremas de dientes, jabones para manos y desodorantes, que va a dar a ecosistemas acuáticos y está científicamente comprobado que ejerce efectos tóxicos sobre los organismos que los habitan. El segundo y tercero son componentes eficaces para bloquear los rayos solares –es decir, que, sobre todo, se encuentran en los protectores solares–, pero que dañan los arrecifes de coral y afectan la fauna marina.

Otra de las peores prácticas de esta industria es el testeo en animales, pruebas de laboratorio en las que se verifica la seguridad y efectividad o falencia de los productos o algunos ingredientes específicos. Algunos de los animales sacrificados para estos procedimientos son ratones, ratas, conejos, conejillos de indias y micos, entre otros. Estas especies son sometidas a procedimientos sin anestesia, dolorosos y estresantes, que en muchas ocasiones dan por resultado animales ciegos, con convulsiones o muertos. PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) estima que cada año, solo en China, mueren alrededor de 300.000 animales en estos laboratorios.

¿Cómo saber que un producto no trae como consecuencia el sufrimiento de un animal indefenso? La estampilla de Cruelty Free en el producto es indispensable, así como tener claras las legislaciones de cada país. Colombia, para nuestra fortuna, se convirtió en el primer país de Latinoamérica en promover una cosmética libre de testeo en estos seres, gracias a la Ley 2047 de 2020, a través de la cual se prohíbe la experimentación, importación, fabricación y comercialización de productos cosméticos, sus ingredientes o combinaciones de ellos que sean objeto de pruebas con animales.

SÍ HAY OTRO CAMINO

La necesidad de tomar acciones frente al daño que esta industria le hace al planeta hizo que se pusieran en marcha nuevas ideas para continuar elaborando los productos, pero de una manera amigable con el medioambiente. Así apareció la industria de los cosméticos sostenibles, descrita por Juan Camilo Padilla, gerente de sostenibilidad de Natura, como aquella que desarrolla su oferta dentro de un modelo de negocio que tiene en cuenta el impacto que pueden causar en el mundo a nivel medioambiental, social y económico. “Este modelo pone los negocios al servicio de la sociedad y el planeta, no al contrario. Lo anterior no solo depende de que las fórmulas contengan ingredientes naturales u orgánicos; también es importante tener en cuenta los procesos de producción, los empaques utilizados, los métodos de distribución, el consumo y el posconsumo de estos”, asegura el experto.

En el camino han surgido varias maneras de llamar a estos productos: cosméticos bio, naturales, sostenibles... La diferencia radica en el proceso de elaboración y sus materias primas, tal como lo manifiesta Jeffrey Léon-Pulido, director de Ingeniería Química de la Facultad de Ingeniería de la Universidad EAN. Cuando un producto destaca ser elaborado a partir de ingredientes naturales -explica- no necesariamente implica que sea sostenible, pues la sostenibilidad no solo responde a la materia prima utilizada sino a la ruta mediante la cual se procesó para convertirla en un producto terminado. Juan Camilo Padilla coincide con Pulido y explica que los cosméticos son “bio” cuando el 80 % de su fórmula está compuesta por ingredientes de origen vegetal y un 10 % de ellos proviene de agricultura ecológica; los “naturales” son aquellos compuestos por un 90 % de materias primas naturales de origen vegetal o animal, por ejemplo, leche o miel, y las sustancias químicas o sintéticas deben ser menores a un 10 % de su composición. Y, por su parte, la etiqueta de “sostenibles” se designa a los que, además de ser amigables con el medioambiente y con la sociedad en cuanto a su proceso de elaboración, también incorporan iniciativas pensadas para el bienestar del consumidor y del entorno que lo rodea con el fin de disminuir la huella de carbono en el planeta. “En Natura decidimos ‘vegetalizar’ la fórmula de todos nuestros jabones y hoy en día tenemos un 81 % adelantado. Por ejemplo, toda nuestra perfumería utiliza alcohol orgánico proveniente de la caña de azúcar –recurso renovable–, y las líneas de cuerpo y maquillaje utilizan aceites 100 % vegetales”, agrega.

En septiembre de 2019, Natura, una marca brasilera, fue galardonada con el premio Global Action Award, concedido por la ONU. Este destacó a la compañía en la categoría Climate Neutral Now por los resultados de su Programa Carbono Neutro, el cual implica estrategias de reducción e inversión en proyectos para la neutralización y/o compensación de las emisiones de CO2.

Otras marcas que ejemplifican muy bien estos conceptos son las colombianas Alma de Coco y Vibes by Tiv. La primera fue fundada por Verónica Rentería como “una propuesta de cosmética artesanal, sensorial, biográfica y honesta” con el fin de homenajear la belleza de la mujer afrocolombiana y la mujer indígena, pero también para explorar de manera responsable los recursos que brinda la naturaleza. Algunas iniciativas que se desprenden de esta marca son: Proyecto Selva, que resalta lo mejor de la selva amazónica colombiana, las comunidades indígenas y la riqueza de las materias primas; Conflicto en la Manigua, inspirado en el territorio caqueteño y las rutas del Pacífico sur, y que se inspira en los derechos humanos, la memoria histórica y la resiliencia frente al conflicto armado y la violencia sociopolítica, y El Hombre, una exploración sensorial de las masculinidades plurales, que les permite hablar de machismos y patriarcado.

Y la segunda, Vibes by Tiv, es una marca de cosméticos creada por el empresario paisa Esteban Montoya que, para cuidar del medioambiente, ha reducido la implementación de plásticos de un solo uso, recolecta los envases de su marca que ya no estén usando y cuenta con un programa de refill –rellenado– de sus productos. Toda la papelería y elementos litográficos son desarrollados con papeles ecológicos Earth pack que garantizan una producción sostenible, reutilizable y biodegradable dentro del ecosistema. No testea en animales y es una marca de producciones pequeñas y sin intención de masificación, lo que significa que trabaja con laboratorios que mitigan las emisiones de CO2 y con un consumo sostenible de los recursos agrónomos. Además, 80 % de sus fórmulas contienen productos naturales, orgánicos y 100 % veganos que evitan la contaminación de los recursos hídricos.

El camino ha sido espinoso, y lo seguirá siendo por un buen tiempo, pero el panorama se ve bien. Un estudio realizado por MercadoLibre –una de las plataformas más visitadas para compras en línea– dejó en evidencia el éxito de la venta de productos sostenibles durante el último año, pues esta, que aumentó en el mundo en un 77 %, en Colombia, durante el mismo tiempo y según esta plataforma, aumentó un 559 %.

Y existen otros datos alentadores: de 14.000 personas de diversos países encuestadas en un estudio realizado por IBM, 54 % aseguró que pagaría más por marcas sostenibles y ambientalmente responsables y 55 % afirmó que la sostenibilidad es muy importante a la hora de elegir una marca.

Para alcanzar una sostenibilidad absoluta falta mucho camino por recorrer, pues tal como lo manifiesta el profesor Léon-Pulido, hablar de un 100 % es bastante exagerado, ya que hasta respirar se podría considerar como no sostenible porque al exhalar ya estamos haciendo un gasto de oxígeno y generando CO2. Sin embargo, el panorama es promisorio. Y, por cierto, alcanzar un mayor porcentaje de empresas y productos sostenibles no solo dependerá de la industria, también de los consumidores y de las autoridades que regulan el mercado. 

¿CÓMO IDENTIFICAR QUE UN PRODUCTO SEA SOSTENIBLE, MÁS ALLÁ DE SU ETIQUETA?
Juan Camilo Padilla responde:

• Que el producto proceda de materias primas renovables. El alcohol orgánico proveniente de la caña de azúcar, que es un recurso renovable, es una opción óptima. Asimismo, los envases hechos de plástico verde, como los que están hechos de caña de azúcar, que tardan entre 18 meses a 3 años en degradarse, mucho menos que los elaborados a partir de petróleo.

• Que sean reciclables. Se debe verificar si el material es reciclable en cada país, es decir, si existe la infraestructura para transformarlo. Por ejemplo, que utilicen plástico PET o polietileno tereftalato-poliéster, que es uno de los tipos de materiales que más se reciclan y con cadenas de reciclaje más desarrolladas. Tienen un impacto positivo en los recicladores que viven de esta labor.

• Que sean reciclados. En 2020, en Natura se recogió 52 % de todos los envases que ponen a disposición del mercado. En total, 1.900 toneladas de plásticos posconsumo se transforman en nuevos envases por año, lo que significa que 70 % de todos los plásticos de los envases usados por Natura contienen plástico reciclado.

• Que tengan menor huella de carbono. El plástico verde evita la emisión de 3.459 toneladas de dióxido de carbono por año. Optando por este tipo de materiales estamos reduciendo los gases de efecto invernadero.

 

• Que señalen en el empaque el porcentaje de excelencia ambiental. En los envases ecoeficientes se encuentra una etiqueta que señala el porcentaje de plástico PET que utiliza cada envase. Esta información permite saber el material reciclable con el que está conformado cada envase.